En nombre del amor la sociedad secular legalizó la ruptura del perfecto diseño divino. El mundo entró a las iglesias, y estas abandonaron la doctrina de Cristo con tal de no cerrar sus puertas.
La inmoralidad generalizada que los Reformadores denunciaron al precio de sus vidas, es hoy protegida legalmente a favor de organizadas minorías que públicamente celebran su libertad para practicarla. El calendario incluye esos días para que todo el mundo se adhiera.
Son esas minorías las que logran penalizar socialmente toda forma de denuncia en su contra, le hacen ganar fortunas a los multimedios, publicitan lo que hay que tener y hacer para ser felices y se sientan en las bancas de las iglesias para forzarlas a cambiar sus doctrinas.
La avaricia, el orgullo y la vanidad que cabalgan sobre la prostitución, la multiplicidad de género, el sexo libre, el divorcio, la guerra a muerte por la tenencia de bienes matrimoniales y ‘el reparto legal de hijos’ están destruyendo aceleradamente la célula base de toda sociedad.
Desde iglesias históricas bajan hoy prédicas dirigidas a oídos que solo quieren escuchar lo que temporalmente apacigüe la angustia que nace de la dureza del corazón humano.
Ya el Apóstol Pablo le recomendaba a Timoteo que predicase la Palabra ‘a tiempo y fuera de tiempo’ porque vendrían días en que la gente no soportaría la ‘sana doctrina’ (01). El que escribe y muchos de sus lectores coincidirán en que estamos viviendo tales días.
En este contexto toca analizar hoy cómo eran el matrimonio, el rol del padre y la madre en las familias de las primeras iglesias cristianas. El objetivo es comparar y rogar a Dios por el cambio.
El matrimonio, la familia y el divorcio judíos en los días de Jesús
Hubo una costumbre que se remonta a los días de Moisés, por la que un varón podía tener más de una esposa. Mucho tiempo después un relato conmovedor del AT da cuenta que Elcana tenía dos esposas: Penina, que ya le había dado hijos, y Ana, que era estéril pero que recibió respuesta de Dios a sus oraciones dando a luz a Samuel (02).
Ya en los días de Jesús, la poligamia era mal vista por los judíos; el matrimonio monógamo era entre un hombre y una mujer. La tradicional unión matrimonial judía daba lugar a una serie de ritos y costumbres muy particulares (03).
Debido a la religiosidad y a las normas vigentes el anuncio del nacimiento de Jesús de una virgen significó una dura prueba para María y José, porque ya desposados aún no habían celebrado su boda y, por lo tanto, no habían tenido su primera relación sexual. Dios intervino para persuadir a José; como este era un varón justo obedeció a Dios y no canceló la boda (04).
La principal característica del compromiso previo es que debía cumplirse salvo que mediase una transgresión del séptimo mandamiento dado a Moisés: ‘No cometerás adulterio’ (05) o que la desposada no llegase virgen a la fiesta de bodas.
Salomón define a la persona adúltera como ‘falta de entendimiento’, pues ella ‘corrompe su alma’ (06). De hecho, este mandamiento tenía validez tanto para el hombre como para la mujer y su transgresión, además de ofender enormemente a Dios, (07) era castigada con la muerte (08).
Jesús condenó el adulterio (09). Sin embargo, los hombres, según la tradición judía, perversa e hipócritamente aplicaban el castigo solo sobre la mujer. Esto queda demostrado por la puesta en escena armada por fariseos y escribas para tentar a Jesús (10).
El primer milagro realizado por el Maestro de Galilea fue en una fiesta de bodas (11). Lo que demuestra que el Hijo de Dios no estaba en contra del matrimonio, como pretenden los falsos maestros que lo ponen en un plano inferior al celibato.
La costumbre en las familias judías adineradas era tener festividades por 7 días. Por obvias razones los campesinos no podían celebrar de esa manera. La falta de vino en las ‘bodas de Caná’ quizás revele un fallo de sus organizadores al intentar imitar a los ricos de Jerusalén.
La familia judía y el divorcio
En la familia judía la mujer estaba a cargo de todos los quehaceres del hogar y el cuidado de los hijos. Se esperaba de ella que estuviese siempre atractiva para el esposo. A cambio, el esposo proveía casa, comida, vestido. De ninguna manera se le permitía al hombre maltratar a su esposa; y ambos consentían en mantener relaciones conyugales de manera regular.
En el judaísmo del Segundo Templo la ruptura del matrimonio era permitida, por razones que variaban según dos escuelas rabínicas: la estricta de Shammai y la de Hillel. Ambas, sin embargo, afirmaban que solo el hombre podía iniciar el divorcio (12).
En caso de divorcio, los hijos nacidos del matrimonio judío, quedaban con el padre. Si después de diez años de matrimonio no había hijos el hombre podía optar por divorciarse de su mujer.
Por su parte, la difundida práctica Romana era que la mujer tenía derecho al divorcio; por eso era muy común que los romanos y las romanas se divorciasen y volviesen a casar varias veces.
El Evangelio dignifica al matrimonio
El concepto que introdujo Jesucristo sobre el matrimonio contrastó tanto con la moral judía como con la pagana. Cristo condenó el facilismo judaico para con el divorcio, declarando que toda separación es un acto arbitrario del hombre en desobediencia al mandato divino (13).
La unión conyugal es un diseño de Dios y está registrada en el primer libro de la Biblia: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.” (14)
Por eso, Jesús ordena que lo que Dios ha unido no lo separe el hombre (15). El Apóstol Pablo escribe a la iglesia en Galacia afirmando que esposo y esposa son de igual valor en Cristo (16). Utiliza al matrimonio cristiano como figura de la relación entre Cristo Jesús y la iglesia de Dios.
El Hijo y cabeza de la iglesia es el esposo que tanto la amó que dio su vida por ella; y el cuerpo de la iglesia es la esposa que espera el retorno de su Señor para unirse por la eternidad (17). En ‘La Marcha del Cristianismo’ (18), su autor resume así la vida en las iglesias primitivas, antes de la creación de la iglesia constantiniana:
“El Matrimonio
Cuando una mujer se convertía, siendo ya casada, y su marido quedaba alejado de la fe, se enseñaba a la esposa cristiana a permanecer fiel a su esposo y a procurar ganarlo por medio de una conducta sana, que siempre tiene más influencia que los argumentos (19).
Pero tratándose de mujeres no casadas, se les enseñaba que no debían contraer enlace con los inconversos. A veces llegaban hasta a excluir del seno de las iglesias a las que faltaban en este punto.”
Los cristianos de los primeros siglos conocían muy bien la enseñanza de Pablo en Colosas: “Casadas, estad sujetas a vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas.” (20) Varetto continúa su síntesis:
“Tertuliano era muy radical en contra de los matrimonios mixtos, y escribió combatiendo tales uniones, que eran muy raras en aquel entonces, cuando la sima que separaba al mundo de las iglesias era aun más profunda que en estos días. Muestra Tertuliano las dificultades a que se exponía la virgen que se casaba con un pagano.
No podrá dejar el techo conyugal para reunirse con sus hermanos; tendrá que oír las canciones y palabras profanas de su marido inconverso; tendrá que preparar banquetes de un estilo repugnante a los que conocen al Señor; para agradar a su marido tendrá que aparecer vestida como no es lícito a santos, y muchas otras cosas más. Es vender el alma al consentir el casamiento.
Pero la unión de dos seres que aman al mismo Señor es tenida por honrosa. Aunque no había lo que hoy llamamos matrimonio religioso, toda la iglesia tomaba parte en la celebración de la boda. No que fuese un sacramento ni una ocasión para exhibir lujo, sino un momento solemne en el que se debía implorar la bendición de Dios sobre los desposados.” (21)
El Padre
El padre (y esposo) cristiano era el jefe pero no el déspota y tirano de la casa. Usaba de toda consideración para con los suyos, y todos sus actos tenían que estar reglamentados por el amor. Leónidas, el padre de Orígenes, ha pasado a la historia como un buen ejemplo de padre cristiano.
A él debe su ilustre hijo todo lo que fue. El mismo cuidaba de la educación de su hijo. Todos los días le leía las Sagradas Escrituras y le hacía aprender de memoria un trozo de ellas. Después de la lectura hablaban un rato sobre lo que habían leído, para buscar compenetrarse del sentido y robustecer la mente y el corazón con este conocimiento (22).
La Madre
La madre cristiana era la verdadera gloria del cristianismo. Ella es la que hacía del hogar un verdadero santuario (23). Su misión era todo lo que concernía al cuidado de la familia; tejía con sus manos la ropa con que se cubrían ella, su esposo y sus hijos; se adornaba con el manto precioso de la modestia; hacía de la casa el albergue del peregrino y de todo hermano que llegaba de otros puntos; recibía con tierna y santa sonrisa al esposo que llegaba al hogar después de largas horas de trabajo; y unidos en un doble amor, ofrecían juntos al Padre celestial el incienso de sus oraciones que hacían arder en el altar de sus corazones.
La madre era la eficaz colaboradora en la tarea de criar los hijos. El Pastor de Hermas demuestra que se exigía a éstos una obediencia y disciplina ejemplares. A los cinco o seis años, los niños ya enseñados en los mandamientos del Señor estaban en condición de aspirar a ser reconocidos como catecúmenos y empezar a recibir en la iglesia una enseñanza que les prepararía para ingresar en la milicia cristiana.
De estos hogares, saturados con el perfume de la santidad evangélica, se levantarían los futuros testigos, mártires y apologistas.” Así concluye Varetto estos apuntes.
No caben dudas de que aquellos cristianos son la sólida base que en el Medioevo permitió a los reformadores denunciar la corrupción generalizada. Martín Lutero representa a esos miles de mártires que permitieron salir del oscurantismo a Europa y mucho de Occidente al día de hoy.
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En nuestro próximo artículo trataremos sobre la vida pública y las diversiones en los primeros siglos de las iglesias cristinas. Hasta entonces, si el Señor lo permite.
Notas
Ilustración: http://www.letarot.it/cgi-bin/pages/saggi/saggi%20iconologici/saggi%20iconologici%20i/6%20-%20gli%20amanti/gli%20amanti/Foto%203.jpg
01. 2ª Timoteo 4:1-5.
02. Éxodo 21: 10,11; Deuteronomio 21:15-17; 1ª Samuel 1:1, 2
03. Para leer dos crónicas muy interesantes sobre el matrimonio judío recomiendo entrar en: https://sanchoamigo.wordpress.com/2014/01/16/el-matrimonio-segun-la-religion-judia/ y/o en:http://www.aishlatino.com/fm/m/La-Vision-Judia-del-Matrimonio.html
04. Mateo 1:18-25.
05. Éxodo 20:14; Deuteronomio 5:18.
06. Proverbios 6:32.
07. Jeremías 29:23
08. Levítico 20:10.
09. Mateo 5:27-29.
10. Juan 8:3-11.
11. Ibíd. 2:1-12.
12. Marcos 10:2-12; Mateo 5:31, 32.
13. Mateo 5:27-32.
14. Génesis 2:24.
15. Mateo 19:4-6; Marcos 10:6-9.
16. Gálatas 3:28.
17. Efesios 5:21-33.
18. Obra citada, de J. C. Varetto, páginas
19. 1ª Corintios 7:10-17.
20. Colosenses 3:18,19.
21. Aunque Jesucristo no lo ordenó como tal, recién tras Agustín el matrimonio sería considerado un sacramento por la iglesia fundada por Constantino, es decir, un signo de dones invisibles, la unión de Cristo con la congregación, lo que proporcionó una razón añadida para su indisolubilidad, incluso en caso de infidelidad y falta de hijos. La comunión de fe, de ejercicios religiosos, de obras de caridad en pie de igualdad, pues el lazo matrimonial había de ser consumado sólo entre cristianos, produjo una unión más estrecha entre marido y mujer (Tertuliano, Ad uxorem, ii. 9). A pesar de ello, no se desarrolló una apreciación acertada del significado ético del matrimonio para el cristiano como el Apóstol Pablo había enseñado. El propio Tertuliano consideró absurdo para un cristiano desear hijos, pues ¿para qué iba a desear un hombre tener herederos o regocijarse en su posición si debía desear su rápida salida de este peligroso mundo?
22. La enseñanza paulina fue clave en la unidad familiar: “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra. Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor.” Efesios 6:1-4. “Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque esto agrada al Señor.
Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten.” Colosenses 3:20,21.
23. Un claro ejemplo de ello es lo que Pablo, desde la prisión, le transmite conmovedoramente a su hijo espiritual Timoteo: “trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también.” 2ª Timoteo 1:5.
Este autor desea expresar públicamente su gratitud a Dios por haber tenido una madre que le guió en Sus caminos, desde pequeño. Alabo al Señor Jesucristo en su bendita memoria.
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