Ana se postró enteramente ante el Dios de su vida, y sin dejar de llorar y de hablar en silencio, hizo su petición.
”La oración es el lugar, donde las cargas cambian de hombro”
Daniel White
Quizá si alguien me pidiera, como lo han hecho en diferentes ocasiones, que tocara la vida de alguna mujer de la Biblia, seguro que en una primera instancia me iría a por Deborah, o a por Hadassah… Aquello de ¿Tal vez para esta hora has llegado al reino? ¡Y si perezco, qué perezca! Me pueden demasiado, y me hacen sentir tremendamente identificada. Pero hoy quiero pararme a pensar a vuestro lado, sobre la vida, de modo muy especial, sobre la oración de una increíble mujer, Ana, la que sería madre de Samuel. Toda esta historia, y aquella preciosa oración, hoy rompen de un modo muy especial mi alma.
Todos conocemos la historia, Ana era una de las dos esposas de un hombre, Elcana… Consecuencias de la caída. Una mujer, Penina, no tenía el amor de su marido, pero le daba algo muy importante, hijos. Ana gozaba del más profundo amor de su esposo, pero llevaba sobre si un estigma terrible en aquellos tiempos, y en Israel, ser estéril. Y su rival, la acechaba y la enojaba, además de romperla por dentro una y otra vez.
¡Me encanta buscar el significado de los nombres! Ana, en Hebreo Jana, significa “La mujer compasiva” y así era ella, hermosa por dentro y por fuera; pero muy por encima de toda su circunstancia y su dolor, extremadamente compasiva.
Un año, cuando llega la Fiesta, toda la familia va al Templo, a Silo, en donde Elí era Sacerdote.
Supongo que el dolor y la paciencia de Ana llegaron al límite en aquella ocasión, y tengo que reconocer que me emociona lo que hace, llora por dentro, y sin decir nada se va al Templo a derramarse en la presencia del Señor.
¡Me encanta la expresión, derramarse delante del Señor! No hay lugar, momento, o exigencias para ello. Ana lo hizo como se lo pedía todo su ser. Se postró enteramente ante el Dios de su vida, y sin dejar de llorar y de hablar en silencio, hizo su petición no sé con que palabras. Pero el Señor la podía ver, y el Padre de misericordia, podía observar toda aquella escena, recoger sus palabras, guardar cada una de sus lágrimas en Su preciosa redoma, y cubrirla con todo Su amor.
Realmente, en su oración le pedía al Señor un hijo varón, y le prometía consagrarlo a Él si se lo concedía.
Y aquí viene algo demasiado doloroso y demasiado actual, un Elí viejo y ciego tanto física como espiritualmente, que no tiene el más mínimo discernimiento y la acusa de estar ebria….. Religiosidad, fariseísmo, legalismo, y muy poca relación con Dios ¿Actual?
Creo que si hubiera sido yo, le hubiera dicho unas cuantas cosas; pero Ana contesta con tal dulzura y compasión, que el viejo Elí apoyado en un pilar del templo y sentado en una silla le dice:
“Ve en paz, y el Dios de Israel te conceda la petición que le has hecho”
Me parece espléndido un extracto de François Felenon:
“Dile a Dios todo lo que está en tu corazón, tal como uno descarga sus alegrías y tristezas con un amigo querido. Cuéntale tus problemas para que te consuele; tus alegrías para que las equilibre; tus anhelos para que los purifique….. Háblale de tus tentaciones para que te proteja de ellas; muéstrale las heridas de tu corazón para que las sane… Si derramas todas tus debilidades, necesidades y problemas delante de Él, siempre habrá algo que decir”
Creo que es maravilloso como ocurrió todo, el Señor se acordó de Ana, y en cuestión de casi nada, concibió al que sería el gran profeta del Señor, Samuel.
No voy a escribir lo que todos sabemos, pero me gustaría terminar con unas conclusiones de esta preciosa historia real:
- Después de haberse derramado delante del Señor, “No estuvo más triste”. Es decir… Cambió de hombro su carga, y no se la trajo de vuelta, la dejó en el lugar adecuado, el hombro del Todopoderoso.
- “Y el Señor se acordó de ella”. Dios no es como nosotros ¡Se acordó y cumplió! Es un Dios maravillosamente fiel.
- Ana, o Jana, la que estaba llena de compasión, no le tuvo en cuenta a Elí todo lo que le dijo. Perdonó, y no pensó más en el asunto.
- Cumplió su voto. Me puedo imaginar el dolor que tenía que sentir por dentro al dejar en el Templo a su hijito, pero lo hizo. No sólo tuvo más hijos; sino que aquel niño por el que se derramó, llegó a ser un gran hombre de Dios.
- Cuando vuelve al templo trae de todo, trae a su hijo, y se vuelve a derramar, pero esta vez en adoración y en canto. Cuantas veces estamos muy dispuestos a pedir y pedir y pedir; pero nos olvidamos de hacer lo que ella hizo.
Alguien dijo:
“Señor, quiero vivir en un espíritu de oración”
Deseo regalaros un viejo tema que nunca muere, es Barbara Mandrell cantando…. SWEET HOUR OF PRAYER.
Permitidme dejaros unas líneas en castellano, traducidas por J. B. Cabrera:
¡DULCE ORACIÓN, DULCE ORACIÓN!
QUE ALIENTO Y GOZO AL ALMA DAS,
EN ESTA TIERRA DE AFLICCIÓN,
CONSUELO SIEMPRE ME SERÁS.
HASTA EL MOMENTO EN QUE VERÉ
FRANCAS LAS PUERTAS DE SIÓN.
VOLANDO ENTONCES TE DIRÉ,
¡ADIÓS, ADIÓS, DULCE ORACIÓN!
¡Inmensas bendiciones!
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