Dios no está tan interesado en comunicarnos mandatos y reglas, Él quiere comunicarnos propósitos a través de su Palabra.
Son muchas las personas que tienen la idea de que cuando Dios estaba creando los cielos y la tierra había, no se podría saber desde dónde, un reportero tomaba notas de todo lo que Él estaba haciendo. La percepción prevaleciente es que la Biblia fue escrita por diestros escritores que se prepararon para, guardando cierta distancia de los hechos, asumir esta tarea singular.
Esta percepción pasa por alto que la Biblia se escribió en medio de un duro y accidentado trajinar. El relato bíblico de la creación rodó de boca en boca por generaciones. La recopilación, el rescate y la preservación de muchos de los libros de la Biblia solo se concibe porque la mano poderosa de Dios intervino de forma providencial para que no desaparecieran.
La Biblia no fue un dictado de reglas morales dadas en el vacío, ella es el resultado del interactuar de Dios con el hombre, de su presencia en la vida diaria compartiendo con sus criaturas. Por eso la Biblia tiene ese sentido de continuidad, ella nos relata caídas y levantamientos, aciertos y desvaríos, separaciones y reconciliaciones, males y bondades. Ningún libro revela mas a Dios ni explica mejor al hombre.
Dios se le revela al ser humano en su situación particular y concreta, en su vida comunitaria, en su soledad, en sus angustias y alegrías, en su miseria y grandeza.
La Palabra de Dios no se inicia en el texto literal, el primer ámbito donde la Palabra de Dios se pone de manifiesto es en la vida misma. Es en la realidad concreta donde Dios muestra su interés por nosotros. Una de las dificultades que enfrentamos al acercarnos a la Biblia es que lo hacemos desde nuestra tradicional y muy subjetiva forma de interpretar las Escrituras, al pretender encasillar en un texto bíblico muchas de las complejas situaciones que nos plantea la cultura y el mundo de hoy.
Ante problemas complejos buscamos respuestas literales únicas y definitivas, y no es que la Biblia no tenga estas respuestas, es que éstas no vienen dadas en fórmulas acabadas como si ajustaran literalmente para cada caso específico. La respuesta de Dios a través de la Biblia es proposicional y abierta, dinámica, interactiva e impredecible, aunque ordenada y afinada a su carácter y supremo nivel de santidad.
La interpretación cerrada que busca letra a letra en la Biblia una explicación de aspectos complejos, limita nuestra visión de la vida. De esta forma nuestras relaciones se hacen impositivas, cerradas, legalistas, prejuiciadas y todo lo juzgamos a partir de nuestras muy particulares normas y medidas. La clave está en comprender que quienes nos dejaron el texto no le interesó expresar su fe a través de un sistema de ideas o doctrinas. La fe no se expresa por medio de principios religiosos morales, generales o abstractos. Siempre se habla de lo concreto.
Por eso resulta interesante conocer un poco como se escribió la Biblia. Nosotros vamos a la Biblia a buscar mandatos, reglas, formulas. Dios no está tan interesado en comunicarnos mandatos y reglas, Él quiere comunicarnos propósitos a través de su Palabra. La interpretación nuestra de las Escrituras puede ser muy legalista y estricta, pero puede carecer de propósitos. Dios quiere que su Palabra, su verbo, su propósito, se haga realidad en nosotros.
Si tenemos la idea de que la Biblia es simplemente una lista de reglas y mandatos, sin apreciar esa pedagogía de Dios enseñándonos a caminar a través de las situaciones más diversas y desconocidas, no podemos experimentar la vida plena que Dios quiere comunicarnos a través de su Palabra. Nosotros queremos hacernos más religiosos, Dios quiere que seamos más humanos.
En este sentido, la búsqueda de una respuesta cristiana nos desafía a una mayor comprensión y perspectiva del mensaje de la Biblia, lo que implica tener un marco de interpretación más amplio y profundo que nos permita apreciar la acción divina obrando desde el texto y desbordándose hasta expresarse de forma consistente en la vida, que es el ámbito donde cotidianamente se hace realidad la Palabra de Dios.
La Biblia es la guía, es el marco conceptual y textual que ilumina la vida. Ella alumbra el mundo de los seres humanos. Es en el contacto con la realidad donde la Palabra de Dios se hace extensiva, se ejecuta, se hace realidad y vida. Hemos limitado la Palabra de Dios al texto impreso sobre el papel, ignorando que la Palabra de Dios renace y se encarna en la vida de las personas, en la realidad concreta, en los hechos que realizamos y en las relaciones que establecemos.
Con todo esto el texto de la Biblia es la fuente por excelencia para comprender todo lo que Dios quiere para nosotros, pero no olvidemos que más que reglas rígidas y legalistas, Dios quiere darnos valores y propósitos para que desarrollemos el testimonio y la vida plena que Él tiene para nosotros.
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