Actualmente la genética conoce varios tipos diferentes de ADN y, aunque todavía no se sabe cual es la función exacta de algunos, poco a poco se va descubriendo la elevada complejidad de los diversos genomas.
Nuestro ADN haploide (es decir, el de los 23 cromosomas que heredamos de cada progenitor) está constituido aproximadamente por 3000 a 3200 millones de pares de bases nitrogenadas (conocidas por las siglas A, T, C y G). Si se compara, por ejemplo, con el número de letras que tiene la revisión Reina-Valera (1960) de las Sagradas Escrituras en castellano, resulta que en el genoma humano cabría toda una librería formada por más de 860 libros distintos del tamaño de la Biblia. Y, además, semejante biblioteca está en el núcleo de cada célula de nuestro cuerpo, que tiene de media un diámetro de tan solo unas seis micras o micrómetros (una micra es la milésima parte de un milímetro). Esto puede dar una ligera idea de la cantidad de información que posee el ADN del hombre y del poquísimo espacio que se necesita para contenerla.
No obstante, secuenciar los genomas es solo el principio del trabajo que hay que hacer para conocer toda esta información. Si se comparasen, por ejemplo, los datos en bruto de las secuencias de ADN con el principio del texto bíblico de Juan 3:16, podría leerse algo parecido a esto: “porquegobarraderotutalmorumanerababuamórimuDiosgogoalitmundo”. No hay separaciones entre palabras, ni comas, ni negritas como las que hemos señalado. ¿Cómo saber entonces dónde empiezan y terminan los genes de “porque”, “de”, “tal”, “manera”, “amó”, “Dios”, “al”, “mundo”? ¿Son importantes los segmentos intermedios “gobarra”, “rotu”, “moru”, “babu”, “rimu”, “gogo” y “it”? ¿Son ADN basura porque carecen de función o quizás son simples espaciadores o acaso intervienen controlando y regulando a los genes? Tal como se indicó en trabajos anteriores, los genes son importantes para la formación de las proteínas pero hay muchas clases de segmentos intermedios que no sintetizan proteínas y, sin embargo, son fundamentales también para el buen funcionamiento y adecuación al ambiente de todos los organismos.
De manera que actualmente la genética conoce varios tipos diferentes de ADN y, aunque todavía no se sabe cual es la función exacta de algunos, poco a poco se va descubriendo la elevada complejidad de los diversos genomas. Esto ha reducido notablemente la cantidad del antiguo ADN basura y ha hecho que algunos científicos digan que el siglo XXI será sin duda el de la genómica. Veamos cómo son y cómo se denomina a estos tipos de ácido desoxirribonucleico presentes en el genoma humano.
La división fundamental se da entre el ADN que forma parte de los genes (intragénico), útil para la síntesis de proteínas, y el que existe fuera de dichos genes (intergénico), que no participa en tal síntesis. El primero se divide básicamente en cuatro tipos: a) los genes de ADN, los más estudiados ya que son las unidades básicas de la herencia que portan la información necesaria para la síntesis proteica o de algún ARN no codificante; b) los genes de ARN (ácido ribonucleico) que no producen proteínas pero sí ARN de transferencia (ARNt), ARN ribosómico (ARNr), microARN (miARN) y otros genes de ARN no codificantes; c) los elementos ultraconservados o regiones de ADN que suelen ser idénticas en casi todos los seres vivos y aunque no se conoce su función se intuye que debe ser muy importante ya que no han cambiado a lo largo del tiempo y d) los pseudogenes o genes que en teoría no se transcriben (no forman ARN ni proteínas) y que se supone que han acumulado diversas mutaciones a lo largo de la historia. El segundo tipo, el ADN intergénico, se divide a su vez en dos grupos: el ADN repetido en tándem que forma los llamados satélites, minisatélites y microsatélites, útiles por su especificidad individual para obtener las famosas huellas personales del ADN; y, por último, el ADN repetido disperso por el genoma, al que pertenecen los retrogenes o retrotransposones (SINE, LINE), retrovirus como HERV y los transposones de ADN.
Debido a esta complejidad y variedad del ADN, sobre todo para quienes no están familiarizados con estos temas, procuraremos analizar de la manera más clara posible las características de cada uno de los tipos implicados en el debate sobre los supuestos antecesores comunes de humanos y simios. Se resaltarán algunas de las cuestiones problemáticas para el darwinismo que habitualmente no suelen comentarse. Hasta ahora el evolucionismo ha hecho hincapié en las similitudes existentes entre los genes de ADN de chimpancés y hombres con el fin de justificar el supuesto ancestro común. Ya vimos que tales semejanzas se pueden explicar también desde el Diseño inteligente, apelando a la idea de que tales genes son idénticos o muy parecidos en ambas especies porque forman las mismas proteínas que actuarán en similares procesos metabólicos. Es lógico, por tanto, que un Creador usara los mismos genes de ADN para producir las mismas funciones fisiológicas en especies distintas.
Por lo que respecta a los genes de ARN, que antes se consideraban como espectadores pasivos de las funciones celulares. Hoy sabemos que cumplen múltiples funciones esenciales en la regulación del crecimiento de las células. Por ejemplo, los genes del ARN ribosómico (ARNr) codifican el andamiaje enzimático de los ribosomas y con ello llevan a cabo quizás la más básica de las funciones de gestión interna, así como el control de aspectos importantes de la conducta celular. Son capaces de silenciar algunos genes y además poseen copias de seguridad disponibles en el caso de que los genes sufran daños. Sin su actividad, la célula moriría. Algo parecido ocurre con cada tipo de ARN. De manera que los genes de ARN evidencian un mecanismo de diseño inteligente que no ha podido generarse por casualidad. La sofisticada traducción que realizan estos genes pone de manifiesto una convención de lenguaje solo explicable mediante el designio.
El darwinismo, por el contrario, cree que todo este complejo equipo se formó por azar a partir de unos sencillos ribozimas de ARN que manifiestan -por supuesto, bajo condiciones controladas en el laboratorio- algo de actividad catalítica y replicación. Pero lo cierto es que hay un enorme vacío de complejidad entre estos ribozimas artificiales y la maquinaria existente en células tan simples como por ejemplo las levaduras. ¿Cómo pudieron saber tales levaduras que era positivo guardar centenares de copias de seguridad para el futuro y crear por azar todo el mecanismo adecuado para mantenerlas hasta que fueran necesarias? Esto es algo que excede con mucho las meras necesidades de supervivencia y que, desde luego, la selección natural a ciegas es incapaz de crear.
Los “elementos ultraconservados” contradicen el darwinismo
Se llama elementos ultraconservados a ciertas regiones del ADN de humanos y otros animales que muestran un gran parecido entre sí (del 100% en muchos casos), lo que implica una constancia casi absoluta desde el principio. Incluso han cambiado menos que las proteínas a lo largo del tiempo. Se conocen alrededor de medio millar de tales segmentos de ADN que poseen un tamaño mayor de 200 pares de bases y están totalmente conservados entre los genomas del hombre, el ratón y la rata.1 Esto supone un serio contratiempo para las previsiones evolucionistas puesto que se pensaba que el genoma de las distintas especies biológicas reflejaría el supuesto linaje de éstas. El neodarwinismo confiaba en que, ya que los fósiles y la anatomía comparada no confirman la historia de Darwin, por lo menos los genes lo hicieran. Sin embargo, los elementos ultraconservados demuestran que éste tampoco es el caso. Veamos por qué.
La teoría de la evolución afirma que las mutaciones al azar se acumulan en los seres vivos con el tiempo. De manera que peces, anfibios, reptiles, aves y mamíferos (los animales vertebrados) habrían tomado ramas separadas del árbol de la vida. Diferentes caminos que se independizaron hace millones de años. Entonces, ¿cómo es que estos miles de segmentos ultraconservados (no sólo entre humanos y roedores sino también entre otras especies) no han cambiado en absoluto? ¿No debería la evolución divergente haber modificado genomas tan distantes? ¿Qué responde a esto el darwinismo?
Teóricamente, las mutaciones pueden ser perjudiciales, beneficiosas o neutras para los individuos que las presentan. Si son dañinas se supone que la selección natural las elimina. Si, por el contrario, presentan algún beneficio, la selección tendería a preservarlas. Pero las mutaciones neutras, que no causan perjuicios ni beneficios, se deberían ir acumulando con el tiempo según resulta de la deriva genética o los cambios en la frecuencia de los genes en las poblaciones. Se supone que la cantidad de tal deriva entre dos especies de mamíferos, tan alejadas como el ser humano y los ratones, sería muy elevada si, en verdad, sus antecesores se separaron hace decenas de millones de años. Este problema se multiplica cuando se comparan los genomas de peces y aves, con elementos ultraconservados al 95% y divergencias temporales de 300 a 400 millones de años. ¿Cómo es posible que unas partes del genoma estén como congeladas en el tiempo mientras otras parecen cambiar con rapidez?
La respuesta darwinista es que tales regiones ultraconservadas probablemente han sufrido una “selección purificadora” ya que se trataría de segmentos de ADN muy importantes para los seres vivos y que, por lo tanto, deben ser protegidos de los cambios o mutaciones accidentales. Cuando éstas aparecen se corrigen o purifican de inmediato. Esto significa que la selección purificadora realizaría el trabajo inverso a la selección natural. En vez de seleccionar positivamente los cambios para darles una nueva función, actúa al revés, selecciona negativamente en contra de todo cambio. Tal pirueta teórica indemostrable pretende justificar la evidencia contraria que suponen los elementos ultraconservados, a costa de invertir por completo el sentido del motor de la evolución. Cualquier hipótesis puede valer para mantener la metafísica darwinista, antes que reconocer las implicaciones negativas de los hechos observables.
El problema de esta explicación poco satisfactoria es que no todos los elementos ultraconservados se encuentran en los genes activos o exones que forman proteínas sino que muchos de ellos existen también en los intrones (que no codifican proteínas) o regiones que se consideran como ADN basura. Pero, ¿por qué iba la selección natural a conservar con tal exactitud trozos de ADN basura sin función durante millones de años? Es evidente que no puede tratarse de basura genética sino de algo que, aunque todavía se desconozca su utilidad, debe ser vital para los organismos. Todos los indicios apuntan a que estos segmentos, tan alejados de los genes, actúan como potenciadores de los mismos y que deben ser importantes para regular el desarrollo embrionario.
Sin embargo, el misterio de los elementos ultraconservados todavía puede complicarse más para el darwinismo. En un artículo publicado en Public Library of Science: Biology, se decía que ratones a los que se les había privado de uno de estos elementos ultraconservados del genoma sobrevivían con total normalidad.2 ¿Cómo podía interpretarse esto? ¿Acaso no se suponía, desde la evolución, que si tales secuencias de ADN estaban tan bien conservadas era porque debían ser muy importantes para la supervivencia? ¿Por qué entonces el ratón al que se le había suprimido una secuencia de 1,6 millones de bases de ADN seguía viviendo como si tal cosa, igual que sus congéneres no alterados? A pesar de la ocurrencia de la selección purificadora, lo cierto es que actualmente no se conoce ningún mecanismo molecular que pueda explicar una conservación de esta naturaleza. Semejante hallazgo va contra todas las expectativas de la genética evolutiva porque, si el darwinismo fuera cierto, no deberían existir estos elementos ultraconservados en nuestro ADN y en el de otros muchos animales. Los genetistas reconocen que todavía nos queda mucho que aprender de la complejidad del ADN humano.
1# Bejerano Gill, Pheasant Michael, Makunin Igor, Stephen Stuart, Kent WJames, Mattick John S, Haussler David. 2004, “Ultraconserved Elements in the Human Genome.” Science (New York, N.Y.) 2004 May 28, 304(5675):1321–1325.
2# Ahituv et al, «Deletion of Ultraconserved Elements Yields Viable Mice», Public Library of Science: Biology 5(9): e234 doi:10.1371/journal.pbio.0050234.
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