Debemos ser sumamente humildes en expresarnos de una forma extremadamente dogmática en puntos como este.
Esta será, por el momento, la última de las encuestas de la sección «Fundamentos». En esta ocasión, las preguntas estaban relacionadas con las doctrinas de la salvación desde una cosmovisión protestante. Las estadísticas muestran unos resultados bastante positivos. De los más de 1.860 participantes solo el 25% ha fallado tres o más preguntas.
No obstante, dos de las preguntas planteadas en el formulario superaron el 50% de respuestas incorrectas. Las preguntas con mayor número de errores fueron:
La mayoría de encuestados confundieron la expiación con la redención. El vocablo «expiación» era usado en el mundo griego para hacer referencia al favor que alguien alcanzaba por parte de una divinidad; es decir, alcanzar el favor, amistad o propiciación de una divinidad. En el hebreo, el término apunta al acto de «cubrir» los pecados. Cuando el hombre cometió pecado en el Edén (Génesis 3), la vergüenza por la desnudez quedó al descubierto (Génesis 3:10). Ellos trataron de cubrirse con hojas de higuera (Génesis 3:7) lo que, al parecer, no era suficiente. Es interesante que Génesis 3:21 indica: «Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió». Que Dios usara la piel de algún animal para vestirlos, revela que hubo un sacrificio y derramamiento de sangre para cubrir la vergüenza por el pecado cometido por Adán y Eva. Ese sacrificio es símbolo del que ofrecería el Cordero de Dios, Jesucristo, para quitar los pecados del mundo («He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» Juan 1:29).
Por su parte, la «redención» significa rescatar a alguien de la esclavitud. Es el acto de pagar un rescate que haga posible la redención o libertad. Gálatas 3:13 indica que Cristo nos redimió (liberó) de la maldición de la ley. El apóstol Pablo evoca constantemente a la imagen de un Dios que nos compra con precio (1 Co. 6:20; 7:20). El precio pagado es la sangre de Cristo (Hechos 20:28).
El resto preguntas fueron contestadas, en su mayoría, con más del 90% de respuestas correctas. Empero, será en la última pregunta –en la que omitimos la puntuación, puesto que los protestantes no han hallado consenso en ello– donde nos encontraremos la parte más desconcertante de la encuesta. Se trata del Ordo Salutis u «orden de la salvación». La interrogante fue planteada de la siguiente forma: «¿Cómo establecerías el proceso de salvación? (Ordo Salutis)- Sin puntuación». Vean los resultados en la imagen:
El 44,7% se ha inclinado hacia la primera respuesta –marcada en color azul–, y que coincide con la postura calvinista. En ella, la salvación depende, en primer lugar, de la elección incondicional o el eterno decreto de Dios, siendo la regeneración obrada por Dios la causa de nuestra fe y arrepentimiento y no el efecto de éstas (fe y arrepentimiento).
La segunda respuesta mayoritaria –marcada en color rojo– fue secundada por un 37,7% de los participantes. En ella, el primer paso del «orden de la salvación» no es la elección, sino la presciencia de Dios; es decir, el conocimiento anticipado de Dios. Los que se han inclinado hacia esta respuesta se basan, principalmente, en los siguientes textos:
1 Pedro 1:2 «elegidos según la presciencia [previsión, conocimiento anticipado] de Dios Padre».
Romanos 8:29-30 «Porque a los que antes conoció, también los predestinó…Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó».
Los calvinistas tienden a interpretar la presciencia no en el significado básico y normal del término, sino en el sentido más afectivo de la palabra, para justificar así una elección incondicional. Como señalan José María Martínez y Trenchard sobre el término «presciencia» o «preconocimiento»: «Puede tener la palabra una connotación que incluya la idea de elección. Pero no nos parece justo enfatizar el elemento afectivo del verbo hasta el punto de que se soslaye el más preponderante, el de conocimiento previo, cuando tal vez es el que podría arrojar más luz sobre el hecho de la elección».
El Dr. Gregg R. Allison, en su libro Historical Theology: An Introduction to Christian Doctrine, reconoce en la página 454 que: «la iglesia primitiva generalmente asoció la predestinación divina con el conocimiento anticipado de lo que la gente sería o haría». Es por ello que, según esta postura, la fe y el arrepentimiento serían previos a la regeneración y a la justificación, dirección a la que apuntan muchos textos bíblicos (Marcos 16:16; Juan 1:12; 3:15, 16, 36; 6:40; Hechos 2:38; 13:39; 16:31; etcétera).
El consenso general e histórico de los padres de la iglesia parece hallarse en esta posición, a excepción de Agustín de Hipona, al que muchos acusan de tener una fuerte influencia de las doctrinas maniqueas –religión a la que había pertenecido anteriormente–. No obstante, Ireneo de Lyon (siglo II), Justino Mártir (siglo II), Orígenes (siglo II), Ignacio de Antioquía (siglo I), Policarpo (siglo I-II), Taciano (siglo II), Gregorio de Nisa (siglo IV), Clemente de Alejandría (siglo II), Tertuliano (siglo II-III), Metodio (siglo III), Arquelao (siglo IV)…, hallaron consenso en esta segunda posición y sus escritos están repletos de apologías sobre la misma, así como de fuertes críticas a algunas de las posturas que siglos después serían defendidas por los seguidores de Calvino.
Sea que nos inclinemos a una u otra posición, debemos ser sumamente humildes en expresarnos de una forma extremadamente dogmática en puntos como este, sobre todo cuando la historia de la iglesia evidencia una clara desunión en estos temas. Es bueno recordar que la Verdad de Dios, a menudo, es mayor que la persona que la capta. Ante esto, es bueno humillarse y unirse a la doxología del apóstol Pablo: «¡Oh profundidad de las riquezas, de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos! Porque, ¿quién entendió la mente del Señor?» (Romanos 11:33-34). ¡Wow! Si esto lo dijo el apóstol Pablo, ¿qué podemos decir nosotros? ¡Señor, haznos más humildes!
Nota: Si eres de ese 10% que propondrías un Ordo Salutis diferente, te animo a compartirlo en los comentarios de abajo. Seguro que aprendemos mutuamente. ¡Bendiciones!
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