Es cierto que en ocasiones se ha enfatizado más la parte divina de las Escrituras, pero la iglesia siempre ha reconocido la doble autoría de la Biblia; la humana y la divina.
Tras el éxito de participación en la primera encuesta sobre el dogma trinitario, cuyos resultados fueron comentados en el artículo publicado hace un par de semanas,1 se realizó un segundo formulario con preguntas sobre la Biblia. Si los resultados de la primera encuesta no fueron nada positivos –mostrando un profundo desconocimiento sobre una de las doctrinas fundamentales de la fe cristiana–, no podemos decir lo mismo de ésta segunda, cuyos resultados son mucho más favorables, aunque presentan también algunas sorpresas.
De los 317 participantes de esta encuesta, solo un 10,2% contestó correctamente todas las preguntas.2 No obstante, la mayoría no tuvieron más de dos errores. La pregunta más fallada fue la siguiente: «¿Es la inerrancia bíblica un dogma protestante? La inerrancia afirma que la Biblia no contiene error en nada de lo que afirma; sea asunto de fe y doctrina, como de historia o ciencias físicas». El 54% de los participantes afirmaba que la inerrancía sí era un dogma protestante, un 16,5% de los encuestados no estaban seguros y solo un 29,5% contestaban acertadamente que: «No, la inerrancia nunca ha sido un dogma o una doctrina de obligada aceptación».
Sin duda, a lo largo de toda la historia de la Iglesia ha habido quien ha creído en la inerrancia bíblica, pero como opiniones particulares. Por ejemplo, Agustín de Hipona escribiría:
Confieso a tu caridad que sólo a aquellos libros de las Escrituras que se llaman canónicos he aprendido a ofrendar esa reverencia y acatamiento, hasta el punto de creer con absoluta certidumbre que ninguno de sus autores se equivocó al escribir. Si algo me ofende en tales escritos, porque me parece contrario a la verdad, no dudo en afirmar o que el códice tiene una errata, o que el traductor no ha comprendido lo que estaba escrito, o que yo no lo entiendo (CARTAS, LXXXII, 3).
Sin embargo, esta creencia no ha sido reflejada en ningún credo o concilio de la Iglesia.
La inerrancia nunca ha constituido un dogma ni una doctrina de obligada aceptación. De hecho, muchos teólogos protestantes, tanto conservadores como liberales, consideran que aunque la creencia en la infalibilidad de las Escrituras (es decir, que las Escrituras no tienen error en asuntos de fe o doctrina) puede verse desde los orígenes del cristianismo, la inerrancia (las Escrituras no tienen error no solo en asuntos de fe o doctrina, sino también de historia o ciencias físicas) es un invento moderno. Ejemplo de ello son Justo L. González, quien afirma que «la inerrancia es un término creado por algunos fundamentalistas» (Diccionario Teológico, p. 152) o el teólogo James Leo Garret, que apunta que la doctrina de la inerrancia es la consecuencia de sobre-enfatizar la autoría divina de las Escrituras, minusvalorando la función humana, considerando a los escritores bíblicos meros instrumentos pasivos (Teología Sistemática: Bíblica, histórica y evangélica, Tomo I, p. 130).
Lo cierto es que el evangelicalismo actual tiende a aceptar la inerrancia como una doctrina fundamental. Ejemplo de ello son la Declaración de Chicago sobre la inerrancia bíblica (1978) o el Pacto de Laussana (1974). No obstante, muchas iglesias protestantes actuales no creen en la inerrancia bíblica, tal y como actualmente se entiende el término en ciertos sectores más fundamentalistas.
Si la explicación de James Leo Garret es cierta y la doctrina de la inerrancia es consecuencia de sobre-enfatizar la autoridad divina de las Escrituras, minusvalorando la autoría humana –con todo lo que ello implica–, podríamos entender mejor que un 38% de los participantes de esta encuesta, a la pregunta: «¿Las Sagradas Escrituras son 100% humanas y 100% divinas?», contesten: «No, son 100% divinas». Los resultados parecen corresponderse con la hipótesis de Garret.
Aunque es cierto que en ocasiones se ha enfatizado más la parte divina de las Escrituras, la iglesia siempre ha reconocido la doble autoría de la Biblia; la humana y la divina. Cada libro de la Biblia ha sido escrito por una persona, de una determinada época y un determinado contexto, por lo que no pueden desligarse de su origen histórico y humano. Muchos de los Padres de la Iglesia enfatizaron la importancia de reconocer la autoría humana, así como las diferencias culturales y estilísticas en los distintos libros de la Biblia.
Juan Calvino reconocería la inspiración divina al decir que: "la Sagrada Escritura tiene en sí cierta virtud divina, pues tanto y con tan gran ventaja supera toda la gracia del arte humano", pero también la autoría humana al declarar: "Confieso de buen grado que algunos profetas usaron de una manera de hablar elegante y con gracia y hasta un estilo adornado y elevado; de modo que su elocuencia no es de menos quilates que la de los escritores profanos; más con tales ejemplos quiso el Espíritu Santo mostrar que no le faltaba elocuencia, cuando en otros lugares le plugo usar un estilo rudo y vulgar" (Instituciones, p. 36).
2 Pedro 1:21 asevera: "..., sino que los santos hombres de Dios [el elemento humano] hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo [el elemento divino]". Curiosamente, en los primeros siglos de la Iglesia, las enseñanzas que negaban o minusvaloraban la humanidad de Cristo (p. ej. el docetismo) fueron tan condenadas como aquellas que ponían en duda su divinidad o la sobre-enfatizaban. Sorprendente, hoy muchos cristianos, consciente o inconscientemente, suelen caer en el mismo error cuando se trata de la Biblia. Tan peligroso como rechazar su influencia divina es infravalorar u olvidar que también es plenamente histórica y humana. Un error demasiado común, que suele darse en el loable intento de afirmar su autoridad, pero que, a fin de cuentas, es otro grave error.
Otra de las cuestiones que suscitaron muchas dudas en nuestros participantes fue la de contestar con verdadero o falso si: «Cualquier porción de la Biblia tiene un solo significado, que solo se puede comprender por medio de emplear un método de interpretación gramatical-histórico-literal». Más del 44% de los encuestados contestaron que esta afirmación era «verdadera», frente a un casi 56% que aseveraba acertadamente que el enunciado era falso.
Hoy por hoy, el catolicismo enseña que «se pueden distinguir dos sentidos de la Escritura: el sentido literal y el sentido espiritual; este último se subdivide en sentido alegórico, moral y anagógico. La concordancia profunda de los cuatro sentidos asegura toda su riqueza a la lectura viva de la Escritura en la Iglesia» (Catecismo de la Iglesia Católica, Art. III, 115). Esta parece ser la posición de los cristianos primitivos y, con total certeza, de la escuela de Alejandría, del cristianismo occidental premedieval y del cristianismo occidental durante el medievo.
En cambio, Lutero sotuvo que cada pasaje de la Escritura tiene solo un significado: el sentido literal tal como es interpretado por otro texto de la Escritura (Sacra Scriptura Sui Ipsius Interpres). Esto fue sostenido también en tiempos de la ortodoxia luterana en el siglo XVII. Pero será Melanchton quien estableció los fundamentos básicos de la exégesis protestante, apuntando que la Biblia debía entenderse gramaticalmente antes que teológicamente y destacando que la Escritura solo tenía un único sentido.
Los Reformadores, en efecto, reaccionaron contra el alegorismo medieval, que venía de Orígenes y otros Padres antiguos, así como contra los sofismas de una Escolástica degradada que medraba a sus anchas por las universidades del momento. Frente a ello, establecieron el principio de la literalidad de la Escritura.
Lo que ocurre es que, cuando leemos sus comentarios, nos damos cuenta de que no son literalistas, sino que buscan el sentido fundamental más allá de la forma en que el texto aparece escrito. El ejemplo clásico es Lutero en su énfasis por buscar a Cristo en todo el Antiguo Testamento, o las frecuentes dobles interpretaciones que hace Calvino de un mismo pasaje.
Posteriormente, se profundizará en el estudio de los peculiares estilos semíticos que se usaron al escribir la Biblia y aparecerá el concepto de «género literario» –el cual no existía en la época Reformada, sino que se irá perfilando a partir del siglo XVIII en adelante–.
Empero, es evidente que los reformadores intuían que la Escritura era algo más que lo que se leía a primera vista. Hay muchos textos en el Antiguo Testamento que tienen una doble lectura porque su aplicación plena se encuentra en su cumplimiento en Cristo y la Iglesia. La clave de esta pregunta está en la expresión «que solo se puede comprender». El verdadero sentido de cada texto de la Escritura no «solo se puede comprender» con tal método.
El resto de preguntas fueron contestadas correctamente casi por el 90% de los participantes. Es encomiable que los cristianos hispanohablantes tengan más claridad respecto a cuestiones bíblicas, pero, ¿serán las próximas encuestas igual de positivas?
* Seguiremos examinando otros temas clave de la fe cristiana en próximos artículos. Les animamos a participar en la siguiente encuesta, dedicada al tema de la Iglesia, siguiendo este link: https://goo.gl/forms/HZEZ8RR6BYfwAQHS2
Notas
1 El artículo publicado en Protestante Digital sobre las estadísticas de la encuesta sobre el dogma trinitario pueden verse en: http://protestantedigital.com/magacin/40689/Encuesta_muestra_la_escasez_de_formacion_teologica_en_el_cristianismo_hispanohablante_actual
2 Pueden verse el resto de preguntas del formulario sobre la Biblia en: https://goo.gl/forms/uxkZRHbCc7gtiX2v1
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