El desarrollo de este texto muestra claramente que la prostitución y la borrachera de la ramera consistía en la seducción embriagante de sus lujos.
El simbolismo del relato de la ramera (Ap 17-18) plantea unas preguntas un poco curiosas: ¿Cómo pudieron los reyes de la tierra fornicar con una ciudad (Babilonia, la ramera; 17:2,18)? ¿Qué significa que las naciones "bebieron el excitante vino de su adulterio" y se emborracharon (18:3)?
Pablo Richard (1994:159) señala la relación de las palabras pornê (prostituta), porneia (prostitución), y porneuô (prostituirse) con el verbo extra-bíblico de pernêmi, vender, venderse.
Richard percibe esa misma connotación comercial en este texto: los reyes se prostituyen en Roma, donde se venden por una cuota de poder y riqueza. Como comenta Pikaza (1999:191), Roma era "un mundo que se vuelve compra-venta" de vidas y almas, poder y riqueza.
En el AT, especialmente en los escritos proféticos, el adulterio (o fornicación) y la prostitución fueron símbolos muy comunes para diversas formas de desobediencia y pecado, mayormente de Israel pero también de otras naciones.
La frecuente idolatría de Israel se describía como adulterio, por ser infidelidad a su pacto con Dios, entendido como un matrimonio (Dt 31:16; Is 57:3-13; Jer 5:7; Ezq 43:7,9 y algunos otros pasajes).
En dos casos los profetas acusan a otras naciones de prostitución. Isaías, después de denunciar a Tiro larga y vehementemente por su explotación comercial de otros países, lo tilda de ramera (23:17-18).[20]
En los mismos términos, Nahum denuncia a Nínive, capital del poderoso imperio asirio, como "ciudad sedienta de sangre... insaciable en su rapiña (3:1), "esa ramera de encantos zalameros, esa maestra de la seducción" (3:4). Nahum condena también el comercio de Nínive ("Aumentaste tus mercaderes más que las estrellas del cielo", 3:16) y a sus dignatarios y oficiales (3:17).
Franz Delitzsch describe la "prostitución" que menciona Isa 23:17-18 como "actividad comercial" que "con miras sólo a la ganancia material, no reconoce ningún límite divinamente establecido, sino realiza un tráfico promiscuo con todo el mundo, como una prostitución del alma".[21]
Swete también lo comenta en este sentido: "Aunque la acusación de ‘fornicación’ podría justificarse ampliamente por las condiciones morales de Roma bajo el imperio, es probable que se refiere principalmente a la total venalidad de la capital, que estaba dispuesta en cualquier momento a vender cuerpo y alma por un buen precio" (1951:184).
Puesto que el énfasis central de Apoc 18 es fuertemente comercial y económico, parece que la "fornicación" de 17:2 y 18:3 se refiere particularmente al espíritu mercantil de la capital imperial.
Peor aún, Roma ha exportado su corrupción y su consumismo a todo el imperio, haciéndoles a las naciones beber del vino de su pasión impura (14:8 griego; Swete) y embriagándolos con el influjo intoxicante de su lujo, su vicio y su idolatría (17:3).
Roma estaba ebria con la euforia de su riqueza y su poderío (18:7) y seducía y emborrachaba a las naciones con el mismo espíritu.[22]
El desarrollo posterior de este texto demuestra claramente que la prostitución y la borrachera de la ramera consistía en la seducción embriagante de sus lujos: "ella se entregó a la vanagloria y al arrogante lujo" (18:7) y "los reyes de la tierra cometieron adulterio con ella y compartieron su lujo" (18:9).
Fue mediante este comercio internacional de lujos ("frutos codiciados, cosas suntuosas y espléndidas", 18:14) que "sus comerciantes eran los magnates de la tierra" (18:23; cf. 18:3,15). Era una especie de "lujolatría" muy parecida al consumismo desenfrenado de nuestro tiempo.
EL LAMENTO DE LOS COMERCIANTES
Lo más explícitamente económico de todo el libro del Apocalipsis es la endecha de los comerciantes (18:11-17) y de los transportistas marítimos (18:17-19) por la destrucción de Babilonia.
Junto con los reyes aliados, que lloran la pérdida de su poder político (18:9-10), los comerciantes internacionales del imperio lamentan a gritos la pérdida de la gran fuente de su fortuna.El pasaje es largo, sumamente detallado y específico, y con fuerza abrumadora denuncia el comercialismo y la lujolatría del Imperio Romano. Juan reproduce, como si fuera el "registro de cargamento" de un barco, la lista de casi 30 productos del más exquisito lujo. Tanto detalle hace sospechar que Juan frecuentaba los muelles de Éfeso para conversar con los marineros.
Ezequiel, en un pasaje muy parecido que sin duda le inspiró a Juan, desglosa una lista aún más larga de los productos del comercio de Tiro (Ezq 27:3-36; ¡51 productos!). Lo sorprendente es que las dos listas son distintas, porque cada una corresponde al comercio de su momento histórico. De la lista de Ezequiel, Apocalipsis omite unos 25 productos, entre ellos ciertas maderas (pinos, encinas, cipreses); algunos bordados y telas; tres metales (hierro, estaño, plomo); ébano, topacio, corales, rubíes; mulas y chivos. La lista del Apocalipsis añade unos diez productos: perlas, seda, escarlata, mármol, mirra, harina refinada, carruajes y esclavos.
Estos productos procedían de todo el mundo conocido, desde Inglaterra hasta la China; llegaban a Roma comerciantes y embajadas aun de los pueblos orientales.Augusto había organizado muy bien la patrulla marina que controlaba la piratería, haciendo posible el constante movimiento comercial.Plinio informa que una flota de más de 100 barcos viajaba constantemente al Mar Rojo y a la India (Hist.Nat. 12.41).El tráfico marítimo entre Alejandría y Roma, con duración de unos 10 días, era especialmente nutrido.Un eficiente sistema bancario y crediticio, y la unidad monetaria del imperio, facilitaban mucho ese gran comercio.
DATOS DE LA MAGNITUD DE ESTE COMERCIO.
Según Plinio (Hist.Nat. 12,41,2), cada año el imperio gastaba cien millones de sestercios[23] en perlas de Arabia, India y China. Se practicaba la minería en España, Bretaña, y al norte del Danubio; las minas generalmente pertenecían al estado, y los mineros eran en su mayoría esclavos.
El lino venía de Egipto, la púrpura de Fenicia (extractada por un proceso sumamente laborioso y costoso), y la seda de China. La "madera olorosa" (citum, o tuya), traída desde Argelia, se utilizaba en muebles lujosos, que a veces tenían un precio equivalente a un latifundio de 122 hectáreas por una sola mesa (Plino, Hist.Nat. 13,20,30). El cinamomo de China valía unos 300 denarios por libra, y el amomo de India y otros lugares costaba unos 60 denarios por libra. También venían coches, a veces adornados con plata.
Llama poderosamente la atención que tanto la lista de Ezequiel como la de Juan corresponde detalladamente a su contexto, a los productos de lujo que de hecho se transportaban en su época. En el año 95 d.C. la lista no pudo ser igual que la de Ezequiel en el año 600 a.C.Por supuesto, sería muy diferente una lista de productos de lujo de nuestro siglo XXI (automóviles Mercedes Benz, relojes Rolex, televisoras, microondas, computadoras).
Tampoco es posible espiritualizar los productos, para interpretarlos simbólicamente. Estos hechos muestran a las claras que Juan estaba pensando económicamente, con mucho conocimiento del tema, y que también aquí, casi llegando a finales de su libro, Juan sigue pensando en el imperio romano.
NOTAS AL PIE
[20] Ezequiel tiene denuncias parecidas contra Tiro (Ezq 26-29) con énfasis en su injusto enriquecimiento por medio del comercio marítimo. En contraste con Israel, que tenía poco acceso a las costas mediterráneas, Tiro era un puerto importante y lucrativo. "Sus comerciantes eran príncipes, y sus negociantes reconocidos en la tierra" (Is 23:8).
[21] Isaiah (Edinburgo: T&T Clark, 1867), Vol.1, pp.412ss.
[22] Es posible que la "hechicería" de 18.23 se refiera a este contagioso espíritu mercantilista. Swete (p.241) la interpreta como la seducción de la lujuria romana, "la brujería del vicio alegre y lujoso".Cf. Nah.3:1-4; Isa. 47:7-9.Pero el término puede indicar también la dimensión demoníaca del imperialismo romano: "Roma coqueteó con los poderes malignos para corromper al mundo entero", Barclayop.cit. (n.5), p.416; cf.cap. 13, y 18:2.Si 18:24 va unido con 18:23, señala el precio sangriento del imperialismo; cf.Ezeq 24:6-8,13.La motivación del culto al emperador, y la consiguiente persecución, no fue de ninguna manera sólo religiosa, sino más bien política, económica e imperialista.
[23] El sestercio valía un cuarto de denario.
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