El Evangelio de Jesucristo llegó a Roma con los cristianos perseguidos. Unidos, judíos y romanos buscaron exterminar a la iglesia de Cristo. Pero, ni el fuego pudo con su espíritu reformador.
Los orígenes y naturaleza de la llamada ‘Reforma Protestante’ son expuestos con simple destreza por J.C. Varetto en ‘La Marcha del Cristianismo’ (01). En este, cuarto artículo de la miniserie, apreciaremos lo que ocurrió con los ignotos pioneros de la Reforma de Lutero al acceder Nerón al poder imperial.
Si antes Jerusalén había matado a los profetas (02), a Jesús y a muchos de la primera iglesia, ahora es la corrupta Roma imperial la que se unirá para culpar a la iglesia cristiana por el incendio del año 64, tan alabado por Nerón. Y también de allí saldría Tito para destruir Jerusalén en el año 70.
Dejemos que sea Varetto quien nos describa la barbarie ejecutada por aquellos históricos ‘civilizados’:
El primer combate en Roma.
Nunca ha podido comprobarse quienes fueron los primeros que sembraron en Roma la simiente del evangelio, pero como esta ciudad era el centro a donde iban a parar todas las cosas buenas y malas que producía el mundo, no está fuera de lugar suponer que algunas personas que conocieron el camino de la vida en Oriente, habiéndose radicado en Roma, por razones de comercio y de trabajo, fueron los primeros en dar testimonio y ser el principio de la fundación de una iglesia cristiana.
Los sostenedores del papado han hecho esfuerzos para demostrar que San Pedro llegó a Roma por el año 42, siendo Claudio emperador, donde hubiera permanecido 25 años, y atribuyen a sus trabajos apostólicos el origen de la iglesia en esa ciudad: "La mayoría de los escritores católicos, serios —dice F. Godet— e independientes, combaten hoy día la idea de la permanencia de Pedro en Roma bajo el reinado de Claudio." (03)
Más adelante coincide Varetto con otros católicos que afirman que es poco fundado afirmar que el apóstol Pedro fuese a Roma con Calígula en el gobierno, en el 39; o con Claudio en el 42; y cita al antiguo testimonio aquél que afirma: la fe cristiana se arraigó en Roma "sin ningún milagro y sin ningún apóstol".
La Epístola de San Pablo a los Romanos es una prueba de que Pedro no fue el fundador de la iglesia en esa ciudad y de que no residía en Roma cuando la Epístola fue dirigida.
San Pablo, que tenía por norma no edificar sobre ajeno fundamento, no hubiera escrito esa Epístola de carácter doctrinal a una iglesia que fuera el fruto de los trabajos de su colega, y mucho menos hubiera dejado de mencionarlo en las salutaciones que figuran en el último capítulo (04).
Sin la intervención de Pedro, ni de Pablo, ni de ninguno de los apóstoles; sin clero, sin jerarquías, sin autoridades eclesiásticas, la iglesia en Roma florecía y daba un testimonio poderoso de la fe que profesaba. Por todas partes se extendía su fama, y una propaganda activa se llevaba a cabo en aquel foco de idolatría y corrupción.
La llegada de Pablo, aunque prisionero, contribuyó a que muchos fuesen ganados al Señor, lo que le permitió que desde el pretorio pudiese escribir estas palabras a los cristianos de Filipos:
"Las cosas que me han sucedido, han redundado más bien para el progreso del evangelio." (05)
Renán describe así los adelantos del cristianismo en Roma (06):
"Los progresos eran extraordinarios; hubiérase dicho que una inundación, largo tiempo detenida, hacía al fin su irrupción. La iglesia de Roma era ya todo un pueblo.
La corte y la ciudad empezaban ya seriamente a hablar de ella; sus progresos fueron algún tiempo la conversación del día (…) En cuanto al populacho —agrega el mismo autor— soñaba con hazañas imposibles para ser atribuidas a los cristianos. Se les hacía responsable de todas las calamidades públicas. Se les acusaba de predicar la rebelión contra el Emperador y de tratar de amotinar a los esclavos.
El cristianismo llegaba a ser en la opinión lo que fuera el judío en la Edad Media: el emisario de todas las calamidades, el hombre que no piensa más que en el mal, el envenenador de fuentes, el comedor de niños, el incendiario.
En cuanto se cometía un crimen, el más leve indicio bastaba para detener a un cristiano y someterlo a la tortura. En repetidas ocasiones, el nombre de cristiano bastaba por sí solo para el arresto. Cuando se les veía alejarse de los sacrificios paganos, se les insultaba. En realidad la era de las persecuciones estaba ya abierta."
Estimado lector: lo que cita la historia secular ¿acaso no se repite hoy en países que repelen con prisión, tortura y muerte, cualquier mención del Evangelio o de Jesucristo? (07)
Continúa Varetto recordando: Los romanos hasta entonces no se habían levantado contra los cristianos. Para ellos el cristianismo era una secta judía, y como el judaísmo era lícito, no hallaban motivos para molestar al nuevo partido. Pero bien pronto las cosas cambiarían de tono. Vemos los acontecimientos que precedieron y prepararon la violenta tempestad que iba a desencadenarse sobre la iglesia de Roma.
En el año 54 subió al trono Nerón, cuando sólo contaba diecisiete años de edad. Las intrigas de su madre Agripina le pusieron al frente de los destinos del mundo. Desde un principio reveló un carácter extravagante que ha permitido que se dijera de él, que era un personaje carnavalesco, una mezcla de loco y de bufón, revestido de la omnipotencia terrenal y encargado de gobernar al mundo. Para él la virtud era una hipocresía, y en el mundo no había cosa de valor sino el teatro, la música y las artes. Era un desgraciado embriagado de su propia vanagloria, consagrado a buscar los aplausos de una multitud de aduladores. (08)
Roma vio a su emperador ocupado en la tarea de conducir carros en el circo; cantar y declamar en las tribunas, y disputarse los premios musicales. Salía a pescar con redes de oro y cuerdas de púrpura, y para ganar mayor popularidad hacía viajes por las provincias con el único fin de exhibir en los teatros sus dotes de artista y declamador.
A estos actos de locura hay que añadir otros de crueldad, tales como el asesinato de su propia madre Agripina y el de su esposa Octavia, y la muerte de la bella Popea, a la que mató de un puntapié en el vientre. (09)
El pueblo, por su parte, seguía entusiasta las locuras de Nerón. Ya no se contentaba con oír a los artistas declamar sobre cosas obscenas; quería verlas representadas en cuadros vivos, y las multitudes de Roma, hombres y mujeres, llenaban los centros de espectáculos escandalosos. La corrupción no podía ser más espantosa.
La gloria del teatro llegó a ser, en aquellos días de decadencia, la mayor gloria a que podían aspirar los romanos. El circo, donde luchaban hombres y fieras, era el centro de la vida. El resto del mundo sólo había sido hecho para dar mayor esplendidez a los torneos. El soberano presidía todas las fiestas, y consideraba que ésa era su principal ocupación y su mayor gloria. En Roma sólo se hablaba de la fiesta que había terminado y de la que seguiría inmediatamente. La vida era para todos sólo una larga y fuerte carcajada.
Pero Nerón tenía también gusto artístico, y aspiraba a transformar la ciudad. Sus planes eran tan vastos que todo lo que había le estorbaba. Quería hacer una ciudad nueva que marcase una nueva época en la historia, y que llevase su nombre: Nerópolis. La morada imperial la encontraba muy estrecha. Deseaba verla desaparecer, pero no pudiendo llegar a tanto, se ocupó en transformarla.
Quería sobrepasar a los palacios fabulosos de las leyendas asirías. La llenó de parques inmensos, y de pórticos de dimensiones increíbles, y de lagos rodeados de ciudades fantásticas. Pero todo eso no le bastaba y quería que su morada pudiese ser llamada "la casa de oro". (10)
Para llevar a Roma la idea que ardía en su candente imaginación, tenía que hacer desaparecer templos que eran mirados como sagrados, y palacios históricos que jamás Roma hubiera permitido tocar. ¿Cómo hacer desaparecer esos obstáculos? Nerón concibió la tremenda idea de incendiar la ciudad.
Un voraz incendio, que se manifestó simultáneamente en muchas partes de la ciudad, convirtió a Roma en una inmensa hoguera, el 19 de julio del año 64. Las llamas, devorando todo lo que encontraban, subían las colinas y descendían a los valles. El Palatino, el Velabro, el Foro, los Cariños, sufrieron los desastrosos efectos del incendio. El fuego seguía su marcha atravesando la ciudad en todas direcciones, y durante seis días y siete noches caían miles de edificios que quedaban reducidos a escombros. Los montones de ruinas detuvieron el fuego, pero volvió a reanimarse y prosiguió tres días más. Los muertos y contusos eran numerosísimos.
Nerón, que se había ausentado para alejar las sospechas que caerían sobre él, regresó a tiempo para ver el incendio. Se dijo que desde las alturas de una torre, y vestido con traje teatral contempló el espectáculo, y cantó con la lira una antigua elegía. Si esto es leyenda, tiene el mérito de pintar el carácter diabólico de este hombre siniestro.
Nadie se preguntaba quién era el autor del incendio. Las pruebas que hacían al emperador responsable eran más que evidentes. Roma estaba indignada a la vez que cubierta de luto. Todo lo que sería de grande y sagrado había desaparecido o estaba carbonizado. Las antigüedades más preciosas, las casa de los padres de la patria, los objetos sagrados, los arcos de triunfo, los trofeos de las victorias, el templo levantado por Evandres, el recinto sagrado de Júpiter, el palacio de Numa, en una palabra, todo se hallaba perdido o inutilizado.
Nerón pensó entonces en hacer caer sobre otros la culpa que la opinión unánime hacía caer sobre él. Necesitaba víctimas, y su mente diabólica pensó en los cristianos. El público estaba predispuesto a cualquier acto hostil a la iglesia, de modo que Nerón sólo tuvo que encender la mecha para que estallara la bomba bien repleta de odio a los cristianos.
Las clases cultas no creían que eran éstos - los autores del incendio, y de entre el populacho muy pocos lo creyeron; pero el mal no tenía remedio, de manera que había que conformarse con sacar el mejor partido posible, y nada más oportuno que hacer descargar el odio contra la secta despreciada. ¿No habían visto a los cristianos mirar con indiferencia los monumentos del paganismo? ¿No decían éstos que todo estaba corrompido y que todo sería destruido por fuego?
El pueblo desencadenó su furia contra los mansos y humildes discípulos del Salvador. Nunca se conocerá el número de víctimas que perecieron en esta persecución. Actos de la más brutal crueldad se llevaron a cabo con hombres y mujeres. Tácito, el historiador romano, ha descrito en sus Anales el salvajismo y crueldad que deleitaron a la población. Los cristianos eran envueltos en pieles de animales y arrojados a los perros para ser comidos por éstos; muchos fueron crucificados; otros arrojados a las fieras en el anfiteatro, para apagar la sed de sangre de cincuenta mil espectadores; y para satisfacer las locuras del emperador se alumbraron los jardines de su mansión con los cuerpos de los cristianos que eran atados a los postes revestidos de materiales combustibles, para encenderlos cuando se paseaba Nerón en su carro triunfal entre estas antorchas humanas, y la multitud delirante que presenciaba y aplaudía aquellas atrocidades.
Concluyamos estos renglones diciendo con Tertuliano, que basta saber que Nerón haya despreciado al cristianismo, para estar cierto de que es bueno... porque Nerón despreció todo lo bueno.
Si Dios lo permite, en la próxima veremos los últimos días del Apóstol a los gentiles reformadores.
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Notas
Ilustración: Hubert Robert (1733 - 1808), pintor y grabador francés especializado en cuadros de paisaje y de ruinas clásicas. En esta obra muestra parte del dantesco incendio de Roma. http://3.bp.blogspot.com/-whnYrcdxieM/UIGGPKxNkfI/AAAAAAAAD-M/PQKlYxrtsY4/s1600/Robert,_Hubert_-_Incendie_%C3%A0_Rome_-_.jpg
01. C. Varetto (1879-1953), escritor italiano convertido a Jesucristo escribió de manera accesible sobre la historia de la iglesia cristiana. Sus libros ‘La marcha del Cristianismo’ y ‘’La Reforma religiosa del siglo XVI’ son dos volúmenes consultados por muchos escritores de habla hispana en los últimos cincuenta años.
02. Mateo 23:37; Lucas 13:34.
03. Frédéric Louis Godet (1812-1900) teólogo suizo protestante, nacido y muerto en el mes de la Reforma (octubre). Autor de ‘Introducción al Nuevo Testamento’ (1893), cuya traducción al inglés se publicó en 1894. Ver también la opinión de Voltaire en: http://www.e-torredebabel.com/Biblioteca/Voltaire/viaje-Pedro-Roma-Diccionario-Filosofico.htm
04. Romanos 15:20; y en el capítulo 16 Pedro no figura entre los 33 nombres allí citados. Si fuese cierta la versión que usa la ICAR para legitimar ‘la sucesión papal’ ¿en qué seria documentación se basa?
05. Filipenses 1:12.
06. Joseph Ernest Renan (1823-1892) en su obra ‘La iglesia cristiana’ (1879). Este escritor, filólogo, filósofo, arqueólogo e historiador francés escribió además ‘La vida de Jesús’, y numerosas obras sobre los apóstoles. A pesar de no ser protestante, ni reformado, paradojalmente Renan fue calificado como “blasfemo europeo” por el papa Pío IX.
07. Más información sobre ‘la iglesia perseguida’ hoy, consultar en www.puertasabiertas.org
08. La orden de ‘los caballeros de Augusto’ (aplaudidores públicos del emperador). Esa camarilla la constituyen hoy los partidarios de gobernantes populistas, recompensados con subsidios y cargos pagados con el Tesoro público.
09. Precursor de las barbaridades cometidas por el machismo en el poder, hoy repudiado en las calles de las ciudades de todo el mundo occidental.
10. La locura de Nerón tiene sus defensores. Ver en este enlace los costosos trabajos de restauración de esa ‘casa áurea’ en Italia: http://www.elmundo.es/la-aventura-de-la-historia/2014/10/28/544fb037ca4741cc258b457d.html
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