Me asombra que Pablo quiera inculcar en los filipenses el respeto por estos colabores suyos, resaltando su entrega a cuidar los intereses de su Señor.
Paseaba por mi ciudad cuando he aquí oí cómo alguien decía que no le habían querido dar una carta de recomendación. Y me di cuenta que en todos los tiempos a los seres humanos nos ha sido necesaria una de estas cartas. Ya sea para elevarnos o hundirnos. Para un trabajo te piden una. A veces entre tus profesores se pasan cartas verbales y a ver qué sale. Y eso está bien porque no es solo uno el que tiene la verdad sobre tu destino escolar. En otros ámbitos también se piden cartas. Para que te reciban en una iglesia, o puedas hacer esto y no lo otro. Lo que dicen de ti te avala. O no. Y seguro que todos son imparciales.
Pero continué pensando en mí misma, porque de los demás no sé lo que está exactamente en su corazón, aunque confío en que Dios sí y eso me previene sobre posibles ataques de ansiedad. Y escudriñé en lo más profundo de mi ser para intentar ver qué haría si me piden una carta para alguien. Y qué pasaría si no me gusta el color de sus ojos pues los míos son negros. Y si es muy extrovertido, ya que yo soy tímida. O si es de Finisterre, pues para mí la ciudad más bella es Salamanca, ya que tiene la plaza Mayor más espectacular de toda España. O si sus hijos son ejemplares porque los míos no son perfectos. En fin... Ay, qué difícil. Porque llevo la misma batalla que el apóstol Pablo: "De hecho, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Y si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace sino el pecado que habita en mí". (Ro 7.19-20)
Todas mis neuronas se pusieron a trabajar para delinear una manera de pensar que hasta los fariseos de la época de Jesús pudieran decirme como a Él: Maestro, sabemos que eres un hombre íntegro y que enseñas el camino de Dios de acuerdo con la verdad. No te dejas influir por nadie porque no te fijas en las apariencias…
Retrocedí sobre todos los cursos a los que he asistido en los últimos años sobre este tema. Pero encontré poca cosa.
Así que todo este pensar me llevó automáticamente a recordar y abrir mi Libro, exactamente en la parte donde había una especie de carta de recomendación, en una misiva más amplia que iba dirigida "a todos los Santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los Obispos y Diáconos..." (RV). En la misma el apóstol hace referencia a sus queridos colaboradores Timoteo y Epafrodito. Esos colaboradores fieles, verdaderos compañeros de milicia en las buenas y en las malas, y en las más o menos... Y dice así en fragmentos del capítulo 2 de esta carta: "Espero en el Señor Jesús enviaros pronto a Timoteo, para que yo también esté de buen ánimo al saber de vuestro estado; pues a ninguno tengo del mismo ánimo, y que tan sinceramente se interese por vosotros. Porque todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús. Pero ya conocéis los méritos de él, que como hijo a padre ha servido conmigo en el evangelio...".
Y más adelante dice de Epafrodito: "... Mas tuve por necesario enviaros a Epafrodito, mi hermano y colaborador y compañero de milicia, vuestro mensajero, y ministrador de mis necesidades; porque él tenía gran necesidad de veros a todos vosotros, y gravemente se angustió porque habíais oído que había enfermado. Pues en verdad estuvo enfermo, a punto de morir; pero Dios tuvo misericordia de él, y no solamente de él, sino también de mí, para que yo no tuviese tristeza sobre tristeza (¡qué conmovedor!)... Recibidle, pues, en el Señor, con todo gozo, y tened en estima a los que son como él; porque por la obra de Cristo estuvo próximo a la muerte, exponiendo su vida para suplir lo que faltaba en vuestro servicio por mí".
Me asombra que Pablo quiera inculcar en los filipenses el respeto por estos colabores suyos, resaltando su entrega a cuidar los intereses de su Señor. Su carácter servicial y disposición total a ayudar a los otros. No se nota ningún atisbo de celos por su parte. Hay una confianza sin precedentes en ese "como hijo a padre ha servido conmigo", o "tened en estima a los que son como él". El apóstol se convierte en aval de ambos. Sabía de su valía y lo proclamaba públicamente. ¿Cómo no iban a estar dispuestos estos colaboradores a ir y venir con toda humildad y buena disposición? Más adelante diría el apóstol que "había aprendido". Había practicado mucho. Como todos.
Con lo revuelto que estaba todo en esa época, me imagino que esas palabras serían como un bálsamo para los oídos de los que llevaban y traían buenas nuevas. De esa manera lo que se llevaba y lo que se traía de vuelta iba intacto, sin adulteraciones de ningún tipo, ni para mejorarlas ni para empeorarlas.
Ya sé que el aval que nos debe interesar es el del Señor, pero mientras peregrinamos por esta tierra, se necesitan avales de por aquí. No quiero desviarme del tema, pero ¿sería esto que dice el apóstol parte de su labor pastoral? ¿Sería lo que se llama tarea pastoral? Como soy ignorante en estos temas, necesitaría alguna aclaración.
Por su parte, Epafrodito y Timoteo habían dado ejemplo. Con toda esa recomendación podrían haber dejado la humildad y el servicio. Ellos eran unas verdaderas cartas de Cristo con su actuar. Tenían credibilidad, transparencia, informaban bien de todo lo encomendado y no según sus intereses. Es algo que debo imitar. Sí, ya sé que al que debemos imitar es a Cristo. Pero también tengo modelos por aquí, una nube de testigos. Y otros tantos que tenemos en nuestro Manual de instrucciones. Por su parte los filipenses también acogieron como ciertas las recomendaciones. Recuerdo que Epafrodito fue el encargado de llevar a Pablo los donativos enviados por los Filipenses. Qué importante es la credibilidad; no debo olvidarlo. Tengo que escribirme esto en la frente. Atármela al cuello.
En la Carta a los Colosenses también tengo excelente recomendación en los Saludos finales (NVI): "Nuestro querido hermano Tíquico, fiel servidor y colaborador en el Señor, os contará con detalle cómo me va (se nota que iba a dar la información exacta)... Va con Onésimo, querido y fiel hermano, que es uno de vosotros. Ellos os pondrán al tanto de todo lo que sucede aquí". Onésimo es aquel que fue su "paño de lágrimas" cuando estaba encarcelado en Roma.
Y sigue: "Aristarco, mi compañero de cárcel, os manda saludos, como también Marcos, el primo de Bernabé. En cuanto a Marcos, vosotros ya habéis recibido instrucciones; si va a visitaros, recibidle bien. También os saluda Jesús, llamado el Justo. Estos son los únicos judíos que colaboran conmigo en pro del reino de Dios, y me han sido de mucho consuelo. Os manda saludos Epafras, que es uno de vosotros. Este siervo de Cristo Jesús está siempre luchando en oración por vosotros, para que, plenamente convencidos, os mantengáis firmes, cumpliendo en todo la voluntad de Dios...". Qué bonitas palabras para animar. Sin pensar que se les podía crecer el ego y era mejor no decirlo por si acaso.
"Os saluda Lucas, el querido médico, y Demas", escribe. ¡Qué emoción! Pero no todo era camino de rosas, pues también sabemos que aun Pablo se quejaba de que Demas lo había abandonado, y Alejandro el herrero le había hecho mucho daño. Y por lo que se da a entender no los había echado ni torturado para que lo hicieran. Y dice en la 2 Carta a Timoteo: "En mi primera defensa, nadie me respaldó, sino que todos me abandonaron". Y no digo que no se queja de los ingratos, como se nos relata en la misma carta: "Ya sabes que todos los de la provincia de Asia, incluidos Figelo y Hermógenes, me han abandonado". Pero en esa oportunidad nuevamente nos regala con buenos deseos para la gente que en un momento crucial le había ayudado: "Que el Señor le conceda misericordia a la familia de Onesíforo, porque muchas veces me dio ánimo y no se avergonzó de mis cadenas. Al contrario, cuando estuvo en Roma me buscó sin descanso hasta encontrarme. Que el Señor le conceda hallar misericordia divina en aquel día. Tú conoces muy bien los muchos servicios que me prestó en Éfeso". No se avergonzó de reconocer que alguien le había servido, dedicado tiempo y parte de su reputación cuando otros habían salido huyendo, como hacemos cuando alguien cae en desgracia.
Y se lo cuenta a Timoteo, tal vez, digo yo, para enseñarle que no hay que olvidarse de los favores recibidos, que al final no nos merecemos nada. Por pura gracia tenemos lo que tenemos.
No obstante, por lo que percibo, como sabía que la gracia no es barata continuaba por el camino y escribiendo cartas de recomendación. Tengo mucho que aprender. Si sigo leyendo, puedo llegar a la Carta a Filemón y me voy a emocionar más, así que quien desee puede maravillarse leyéndola. Es otra carta impactante de recomendación.
Voy a escribir mis próximas cartas de recomendación con temor y temblor... La práctica de la imparcialidad no es fácil. En casa, en la iglesia, en la sociedad. En el trabajo, en el reparto, en la justicia. En el gobierno de la nación. Dios, con su ejemplo, nos deja claro por dónde debemos decantarnos. Su Hijo nos da el ejemplo de su Padre. Su liderazgo fue diferente, contrario a lo que se espera de un rey terrenal. Pero nos conoce, y eso es lo bueno. Se adentró en nuestra mente de hombres. Conoció nuestras debilidades, las de la carne.
Sin embargo, aun así dio la mejor carta de recomendación acerca de nosotros, "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna".
Nos dio su aval irrevocable.
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