¿Hacia dónde se dirige la iglesia católica tras el Concilio Vaticano II?. Una entrevista con Leonardo de Chirico.
Extractos de una entrevista publicada en Unio Cum Christo: International Journal of Reformed Theology and Life [Revista Internacional de la Teología Reformada y la Vida], Vol. 2, Nº 2 (Octubre 2016).
Desde la reforma de Martín Lutero, tres importantes acontecimientos en la vida de la Iglesia Católico Romana han marcado su reacción, no sólo al protestantismo sino también a los progresos de la cultura moderna: El Concilio de Trento (1545-1563), el Concilio Vaticano I (1869-1870) y el más reciente, el Concilio Vaticano II (1962-1965).
Mientras los dos primeros son considerados frecuentemente como un endurecimiento de las arterias de la iglesia en su reafirmación y defensa de la doctrina tradicional, el Vaticano II ha sido considerado a menudo como una renovación que hace que la sangre vital de la iglesia romana fluya más rápida, abriendo al mundo un camino de receptividad más grande, llevando la esperanza a una nueva era ecuménica con respecto al protestantismo y la apertura a las demás religiones.
Pero desde entonces, ¿qué ha ocurrido y hacia dónde se dirige la iglesia romana?
1. ¿Cómo cambió la teología católico romana en su país después del Vaticano II?
El Vaticano II trajo cambios significativos en el panorama teológico del catolicismo romano. La teología católica se encontró empujada hacia una época de aggiornamento (actualización). El rescate de las influencias patrísticas que introdujo la nouvelle théologie suavizó la rigidez del neo-tomismo como la red principal teológica y matizó muchos límites bien definidos que habían prevalecido antes.
Se introdujo la crítica bíblica moderna en los estudios bíblicos, difuminando así el previo compromiso de Roma a una visión más alta de la inspiración bíblica. Después del Vaticano II, no ha habido prácticamente distinción entre los estudios críticos realizados por los exegetas católicos y los efectuados por los protestantes liberales en su estudio de las Escrituras.
En general, después del Vaticano II, la teología católico romana conectó con muchas tendencias modernas como el evolucionismo, las teorías políticas, el existencialismo, el feminismo y los estudios religiosos, todas ellas desarrolladas en una forma “sacramental” altamente sofisticada, que es típica de Roma. La teología católico romana post-Vaticano II ha llegado a ser más “católica” y diversa en el sentido de estar más abierta a cualquier cosa, abrazando todas las modas, y generosa a toda clase de tendencias sin perder su perspectiva institucional romana.
El “diálogo” parece ser su lema: el diálogo con las religiones, el diálogo con las otras tradiciones cristianas, el diálogo con las ciencias, el diálogo con las trayectorias sociales, el diálogo con el mundo secular… Aunque necesitamos comprender lo que el diálogo representa. Creo que significa expandir los límites, estirar las fronteras, redondear los bordes, pero no cambiar ni mover el centro institucional. La teología romana parece reflejar el proyecto de catolicidad inaugurado en el Vaticano II.
2. ¿Cómo ha ido cambiando y que nuevas direcciones observa desde el principio del siglo veintiuno?
A veces la Congregación Vaticana para la doctrina de la Fe (o sea, la antigua Inquisición) opinaba que era correcto y necesario advertir sobre posibles descarrilamientos teológicos. Por ejemplo, el documento Dominus Jesus del año 2000 reafirmaba la centralidad del papel de la Iglesia Católico Romana en los propósitos salvíficos de Dios, tratando de silenciar jugadas de peligro hacia el universalismo y el relativismo. El Catecismo de la Iglesia Católica de 1992 trató de proporcionar una amplia presentación magisterial de la doctrina católica que definiría y confirmaría los contornos básicos de la enseñanza romana en una época de mucha diversidad teológica y confusión.
La catolicidad de Roma no quiere decir que todo vale. Está siempre relacionada con el centro romano del sistema. El primero está al servicio del cada vez más amplio alcance universal de la visión católica; el último mantiene todo el proceso conectado al equipo político, institucional y sacramental de la Iglesia.
Con el Papa Francisco, la nueva evolución que puede verse es el papel cada vez mayor de la “teología del pueblo”, un motivo teológico específico al que ha estado dando forma la teología latinoamericana en los últimos decenios. Es una versión de teología “desde abajo”.
En lugar de ir de arriba hacia abajo, o sea, del magisterio oficial a las periferias del mundo, hace de las voces, las inquietudes y las tradiciones de la “gente” el centro de la teología. Esta insistencia sobre el “pueblo” explica la aprobación de Francisco de las tradiciones y devociones populares, incluso las que son idiosincrásicas con respecto a la enseñanza bíblica.
3. ¿Hay signos de renovación bíblica debido a la lectura de la Biblia por los católico romanos?
Después de siglos de estigmatización, por no decir prohibición, del uso de las traducciones de la Biblia en las lenguas vernáculas, la Biblia es finalmente accesible a la gente. Los documentos oficiales están repletos de citas de la Biblia. El papa actual pronuncia una breve homilía diaria basada en las Escrituras, concentrándose en una especie de lectura sacramental-existencial de la misma, pero omitiendo a menudo el flujo redentor de la Biblia.
Existen algunos movimientos laicos que fomentan una espiritualidad que da a las escrituras un papel significativo. El marco de referencia del Vaticano II, sin embargo, al tiempo que reconoce la importancia de las Escrituras en la vida de la Iglesia, las ha situado dentro del contexto de la Tradición (con T mayúscula), la cual precede y excede la Biblia y que al final habla a través del magisterio de la Iglesia.
Además de estos desarrollos positivos, la teología post-Vaticano II se ha alineado cada vez más con la lectura crítica de la Biblia: el último documento de la Pontificia Comisión Bíblica (La Inspiración y Verdad de la Sagrada Escritura”, 2014) se hace eco del escepticismo liberal típico sobre la confiabilidad de las historias del Antiguo Testamento, la naturaleza milagrosa de ciertos acontecimientos y la inerrabilidad completa de la Biblia, por lo que necesitan el magisterio para llenar el vacío de su enseñanza autoritativa.
4. ¿Cómo cambia las cosas ahora el Papa Francisco?
Francisco es el primer Papa jesuita de la historia. Resulta irónico que un papa que parece estar cerca de los evangélicos, pertenezca en realidad a la orden religiosa que fue fundada para luchar contra el protestantismo. El ex soldado Ignacio de Loyola (1491-1566) reunió un grupo de amigos que se llamaron a sí mismos La Sociedad de Jesús (Societas Jesu), y más tarde fueron comisionados por el Papa para detener la propagación del protestantismo.
Su labor era imitar los puntos fuertes del protestantismo, esto es, la profundidad espiritual y la brillantez intelectual, pero usándolos como armas católicas contra el mismo. La Compañía de Jesús proporcionó la forma católica “alternativa” a la fe protestante. No es ninguna sorpresa entonces que el primer santo que el Papa Francisco proclamó en 2013 fue Pierre Favre (1506-1546), un jesuita francés de primera generación con una “cara sonriente”, quien trató de parecer, más que los otros, un protestante con el fin de llevar a la gente de vuelta a la Iglesia Romana.
5. ¿Qué podemos esperar de la iglesia romana en el futuro?
En nuestro fragmentado y violento mundo, la unidad es uno de los lemas que atrae a mucha gente. Francisco está defendiendo enérgicamente la unidad de los cristianos y al final la unidad de la humanidad. Su pasión por la unidad hace que muchos evangélicos crean que es la persona que puede conseguirlo.
Francisco elaboró su idea del ecumenismo como un poliedro, una figura geométrica con diferentes ángulos y líneas. Todas las distintas partes tienen su propia peculiaridad. Es una figura que reúne la unidad y la diversidad.
Los poliedros son figuras fascinantes, y la utilización de Francisco de la imagen de uno de ellos es provocadora y hace pensar. No obstante, el problema para la unidad de los cristianos no está en principio en las metáforas usadas, sino en la visión teológica que la nutre.
La unidad propuesta por Francisco todavía gravita alrededor de la Iglesia Católico Romana y su perspectiva distinta y no en torno al Evangelio bíblico que llama a todos los cristianos a ajustarse a la mente de Cristo.
Ciertamente, con el vaticano II empezó un nuevo período que tiene que ser comprendido. Es erróneo tener un punto de vista plano o estático del catolicismo. Por otra parte, el Vaticano II y el Papa Francisco, que es su encarnación de mayor éxito, son únicamente el último paso evolutivo que nació y se desarrolló con un “pecado original” del cual no ha sido todavía redimido, sino que en su lugar se ha consolidado. Ninguna diplomacia ecuménica será capaz de cambiarlo, ni tan siquiera la adición de una nueva oferta evangélica al menú tradicional.
El real tiempo nuevo, si Dios quiere, será cuando el catolicismo romano rompa el modelo eclesiológico imperial y reforme su propia catolicidad, no fundamentándose más en su proyecto de asimilación, sino basándose en la fidelidad al Evangelio.
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