“Debemos procurar comprender cómo era la vida en tiempos de Juan y los creyentes para quienes él escribió este libro”, expresa el autor Nelson Kraybill.
La lectura histórica predominante del Apocalipsis ha sido la de encontrar las claves de los tiempos para saber cuándo es el fin del mundo. A lo largo de los siglos después de que Juan escribió en la isla de Patmos la visión recibida, son abundantes los visionarios y videntes que han pretendido descifrar las claves para interpretar las catástrofes como signos inminentes del regreso de Cristo.
Un libro aleccionador sobre las hermenéuticas fatalistas que pulularon en el periodo histórico que estudia es el de Norman Cohn, En pos del Milenio: Revolucionarios milenaristas y anarquistas místicos de la Edad Media. Obra que se acerca a las seis décadas de su publicación en inglés, y que tiene varias reimpresiones en la traducción castellana, publicada por Alianza Editorial. Cohn, además de los casos del Medioevo estudiados por él, trazó una cierta línea de continuidad con milenaristas de ideologías políticas que en la primera mitad del siglo XX intentaron irrumpir al cielo por asalto. O, si se quiere, se embarcaron en batallas para hacer terrenal el paraíso.
Al momento de redactar estas líneas me hallo en el Anabaptist Mennonite Biblical Seminary (AMBS), de Elkhart, Indiana, donde disfruto de casi dos semanas para investigar y escribir en la excelente biblioteca de la institución. La comunidad conformada por estudiantes y profesorado del AMBS ha sido generosa y hospitalaria conmigo. Me han invitado a compartir la mesa en hogares y restaurantes. Fue así que llegué para cenar a casa de Nelson Kraybill y su esposa Ellen Graber Kraybill, conducido amablemente por Marisa Smucker.
De Nelson conocía su libro Apocalypse and Allegiance: Worship, Politics and Devotion in the Book of Revelation (Brazos Press, 2010). También sabía que recientemente fue publicado en castellano por la Biblioteca Menno (Apocalipsis y lealtad: culto, política y devoción en el libro de Apocalipsis), que dirige Dionisio Byler en España. El autor de la obra me obsequió un ejemplar de la edición en español y le comenté que es una excelente contribución para desmitificar las lecturas descontextualizadas y delirantes del Apocalipsis que con inusitada, para mí, frecuencia se popularizan en el mundo protestante/evangélico y post evangélico latinoamericano.
En español ya contamos con la obra magna compuesta por un comentario de cuatro volúmenes salidos de las manos, mente y corazón de Juan Stam. Quien desee compenetrarse a fondo del significado contextual del último libro de la Biblia, necesariamente tendrá que leer y estudiar el Apocalipsis acompañándolo de consultas frecuentes a los libros del doctor Stam.
A diferencia del de Juan Stam, el estudio de Nelson Kraybill no es un comentario capítulo por capítulo, y versículo por versículo, sino que su línea es hurgar en el imaginario político e ideológico imperante en la época que Juan escribió el Apocalipsis para contrastar esas realidades idolátricas con lo que implicaba el costo de la lealtad a Jesús el Cristo.
El doctor Kraybill, quien fue presidente del AMBS y actualmente ejerce el pastorado, además de ser el presidente del Congreso Mundial Menonita, menciona que durante el primer siglo el culto al emperador como divinidad se fue acrecentando, “alcanzando cierta preeminencia especialmente durante los reinados de Calígula (37-41 d. C.), Nerón (54-68 d. C.) y Domiciano (81-96 d. C.). El auge del culto al emperador coincidió con el nacimiento y la expansión de la iglesia cristiana” (p. 24).
La próxima semana continuaré glosando el libro de Nelson Kraybill. Por ahora reproduzco unos párrafos que dan cuenta sobre el marco de lectura contextualizada que hace el autor: “Juan de Patmos […] nos brinda una constelación de imágenes y narraciones que nos ayudan a comprender cómo las ideologías reconfiguran el mundo. El Apocalipsis recurre mucho a símbolos; Juan comprende cómo éstos forjan la identidad política y espiritual. En particular el Apocalipsis realza la forma que el culto, que se apoya mucho en lo simbólico, expresa y da forma a la lealtad. El último libro de la Biblia no es un catálogo de predicciones acerca de cosas que iban a suceder dos mil años más tarde. Al contrario, es un proyector que arroja imágenes arquetípicas del bien y del mal sobre una pantalla cósmica. Estas imágenes tienen que ver en primer lugar con las realidades de la era cuando vivió el autor. Pero el Apocalipsis también sirve como libro de texto donde aprender cómo interactúan el bien y el mal en cada generación” (p. 17).
“[…] Un valiente profeta cristiano llamado Juan estaba por recibir una visión satírica del culto al emperador, previendo el colapso del Imperio Romano. Esta visión identificaría la lealtad como la cuestión espiritual de urgencia y condenaría el culto al emperador como idolatría […] El profeta Juan se valió de pluma y pergamino para plantar cara al poder político más grande de su día. Descalificando a Roma como ramera y su imperio como bestial, proclamó que solamente Dios y el Cordero son dignos de recibir adoración” (p. 24).
“El Apocalipsis llama a los lectores a un culto que caracterizará sus vidas como alternativas al culto al emperador y al imperio. Una letanía hacia el principio de la visión de Juan declara que los seguidores del Cordero son un reino de sacerdotes al servicio de nuestro Dios. Eso es lenguaje político donde lo haya, emplazando a los seguidores de Jesucristo a una lealtad alternativa, a una identidad alternativa […] En lugar de empezar con la idea de que el Apocalipsis va a pronosticar sucesos de nuestro día, debemos procurar comprender cómo era la vida en tiempos de Juan y los creyentes para quienes él escribió este libro. Con ese trasfondo, podremos entonces oír qué es lo que el Espíritu dice a las iglesias acerca de la lealtad a Jesucristo hoy también”. (pp. 25-26).
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