Hay pensamientos, reacciones, modos de pensar y comportarse en la iglesia que no sólo me hacen estremecer. Simple y llanamente, me dan pavor.
“Decir que eres cristiano porque vas a la iglesia, es como decir que eres hamburguesa porque vas a Mac Donalds”
Keith Green
Hace bastante tiempo me sorprendió muchísimo una predicación. Era realmente hermosa en lo central, en su contenido y exposición…. Pero aquello me dejó un regusto un tanto extraño y, hasta diría que amargo.
Comenzaba diciendo:
“Mi vida es la iglesia, en ella nací (literalmente) en ella conocí al Señor con muy poca edad y me entregué a Él, en ella me bauticé, en ella conocí a mi esposa, en ella me casé, en ella nacieron mis hijos, en ella fueron criados, en ella vivo, sirvo a mi Dios....”
Yo sé que todo aquello era dicho de corazón y era la más absoluta verdad y venía salido de un corazón limpio que amaba a su Señor ¡Por supuesto! Y, tal vez, el que aquellas palabras me hicieran estremecer, esté en mi misma. Yo sólo sé que aquello me convulsionó demasiado, pensando en muchas cosas con las que he batallado con fuerza en mi propia vida, y muchas otras que me han causado mucho daño.
Claro que la Iglesia es maravillosa… ¡S! Ya sé qué es imperfecta, simplemente porque los que la componemos somos imperfectos y, “Aunque tenga la cara sucia, sigue siendo la novia de Cristo el Señor”.
Vengo de unas cuantas generaciones de preciosos creyentes por ambas familias y también la iglesia es mi vida; puedo decir que mi centro. Prácticamente todo lo que hago gira en torno a ella: porque, además he renunciado a todo en mi vida para servir a mi Señor a todo tiempo.
Yo necesito a mi iglesia y espero que ella me necesite a mí. Amo a mis hermanos, y es un mandamiento divino congregarnos, la vida eclesial y todo lo que nos sabemos de memoria. Pero hay pensamientos, reacciones, modos de pensar y comportarse que, os confieso que no sólo me hacen estremecer, simple y llanamente, me dan pavor.
Hace unos cuantos años, me contaba un muy querido amigo de mi familia que no era evangélico; pero que amaba mucho al Señor, algo que le dijo el Sacerdote de su Iglesia católica:
“Sí, son muy buena gente los evangélicos, pero yo no les veo futuro, en este lugar ni suben ni bajan. Son una serie de familias encapsuladas que no salen de sus puertas”.
Cuando escuché aquello, me quedé pensando muuuuuuuucho tiempo. Lo siento muchísimo, pero aquello era una verdad como un templo, e hizo remover demasiadas cosas muy dentro de mi.
¿Quién no ha oído hablar de los Amish? ¡Absolutamente respetables para mi! Nacieron en 1693 de la mano de Jakob Amnan, en Suiza. Aunque hay diferencias entre sus comunidades, también denominadas metodistas, básicamente es el mismo esquema. Son cristianos y buena gente. Pero pretenden vivir no sólo en sus propias comunidades, sino abastecerse a ellos mismos, educar a sus propios niños, ningún contacto o contrato con el exterior, una vestimenta completamente arcaica, unas costumbres muy peculiares, un control férreo sobre los miembros de la comunidad…… Cuando llegan a los 16 años, se les da la oportunidad de conocer el exterior, pero si deciden marcharse, jamás serán readmitidos por la comunidad y, jamás serán bien mirados por ellos.
Nunca los he podido ver en vivo y en directo, pero cuando puedo conseguir ver alguna película que trate sobre ellos, procuro no perdérmela y ¡lo siento! Siempre termino estremeciéndome de nuevo y, sinceramente, llorando.
Cuando era una pre adolescente y mientras bordaba un mantel en tela de panamá a punto yugoslavo…¡Si, señores míos! Que mi mamá, ente otras muchas cosas maravillosas, la más grande, amar al Señor, también me enseñó a bordar….. Fui “testigo mudo” de una conversación que me mantuvo absorta. Se trataba de una tía y una sobrina en edad joven. Decía la joven, ¡Qué no tía, que los jóvenes evangélicos somos como los demás, sólo hay algo que nos diferencia, tenemos a Cristo! La tía no estaba de acuerdo con aquel enfoque y le respondía con firmeza… ¡Qué no chiquilla, que lo dices mal, tenéis a Cristo en primer lugar y luego sois como los demás!
Aquella conversación dio para toda una tarde y yo, “Saquito de pulgas que soy”, borda que te borda el punto yugoslavo. Ni abría la boca, debí de utilizar mucho hilo de colores, ya ni me acuerdo.. Debió quedar algo muy hermoso, grande y lucido….. Al día de hoy, mi mente vuela muchas veces a aquella conversación y todavía sigo dudando cual era el enfoque mejor.
Hace unos años me reencontré con una muy buena amiga y compañera de colegio y de pupitre durante muchísimo tiempo; ella me buscó a mi y me dijo:
“Bea, no sabes cuánto te he echado de menos en todos estos años, el día de mi boda…. Me viniste a la mente y al corazón. Cuando éramos niñas, le lloraba a mi madre, porque no entendía porque no podías estar conmigo los sábados o los domingos”. Aquello taladró mi corazón más de lo que os podéis imaginar y, aunque todos sabían que yo era la protestante de la clase y jamás tuve ni el más mínimo problema por ello, sólo hace unos cuantos años que me reúno varias veces al año con gente con la que he estudiado por mucho tiempo y siempre es maravillosa esa deliciosa compañía.
Quiero dejaros tres textos bíblicos que son clave para mi en el tema que estamos analizando.
“Entre tanto que estoy en el mundo, Luz soy del mundo”
S. Juan 9.15
“No ruego que los quites del mundo; sino que los apartes del mal”
S. Juan 17: 15
“Vosotros sois la Luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte, no se puede esconder”
S. Mateo 5: 14.
Hay una expresión que, simplemente no soporto, me chirría demasiado en los oídos…. ”LOS DEL MUNDO”
¿Perdón, qué me estoy perdiendo? ¿Es que hemos nacido en Marte? ¿O, sencillamente no lo estamos entendiendo y estamos sacando textos totalmente fuera de contexto?
Hay demasiadas cosas que me dan mucha pena, y no sólo por experiencias personales muy dolorosas; sino porque hay hermanos que no pueden ver más allá y realmente sufren.
En una ocasión escuché una “oración”…”Señor.. Porque Tú sabes que nosotros somos el único punto de luz y sal en esta ciudad…..”
A mi, que vengo afortunadamente de padres de dos lugares geográficos bien distantes y que pertenecían a denominaciones evangélicas también bien diferentes… Algo que jamás podré agradecer lo suficiente al Señor, todo aquello me hacía chirriar demasiado los dientes.
¡Vamos a ver! ¿Habéis leído con calma los tres textos que os escribí antes?. Pues creo que con eso, ni debería de seguir escribiendo, es demasiado fácil de comprender.
Pertenezco a una Iglesia, amo a mi Iglesia, necesito a mi Iglesia, trabajo en mi iglesia y oro en ella y lloro en ella y río y de todo. Pero entiendo con toda claridad delante del Señor, que como decía aquella sobrina. Soy una persona normal, ni soy Amish, ni soy una persona encapsulada, “endogámica” ni otras cosas que no quiero decir. La enseñanza es ultra necesaria y tener las cosas claras también, la comunión entre los hermanos, el atendernos unos a otros y todo lo demás, lo mismo. Pero no sigo soportando la expresión…”LOS DEL MUNDO” Porque a ellos, a los que no conocen a Cristo ni su bendito Amor, es a los que estoy llamada a hablarles de mil maneras de ello.
¿Alguien me puede decir como podría hacerlo vistiendo o hablando de un modo absurdo y anacrónico?
Necesito ser una persona normal, para llegar a las personas normales, utilizar todos los medios de todo tipo, radio televisión, medios digitales.. A mi alcance, y grita y brillar como una ciudad asentada sobre un monte y, como decía aquella vieja canción…..
¡¡¡¡¡Vé y gritalo en los montes… Qué Cristo es el Señor!!!!!
El lema de mi vida es:
“SIRVO A DIOS SIRVIENDO A LOS DEMÁS”
Y eso tanto significa tanto llevar a una anciana de mi iglesia al médico, como disfrutar enormemente en un ágape con mis hermanos, o… Todavía más… Estar en algún lugar donde la única presencia de Cristo esté dentro de mí y pueda brillar de tal modo, que trascienda y, tal vez, no me hagan falta ni palabras.
¡Un fuerte abrazo para todos!
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