Creo que el mundo de hoy también necesita ver en acción los verdaderos milagros del Señor y no los mantras de los falsos milagreros.
Quizás pueda parecer una reivindicación un tanto ingenua por mi parte pero no me resigno a pensar ni por un momento que los milagros no se producen hoy en día. Desde luego que no estoy defendiendo ningún planteamiento denominacional ni tampoco pretendo argumentar en contra de nadie ni siquiera de los mal llamados cesacionistas que argumentan que entre el periodo apostólico y la eternidad hay un paréntesis en la acción milagrosa de Dios a excepción de los tiempos bíblicos. Cuestión absolutamente indefendible por falta de una base bíblica inexistente a favor de tales afirmaciones, más bien todo lo contrario, porque la Biblia de principio a fin contiene innumerables registros históricos de acciones milagrosas de todo tipo, incluso ella misma promueve y alienta una fe milagrosa ante las imposibilidades humanas, porque para el que cree todo es posible, ya que muchos estimamos con buen criterio que para Dios no hay nada imposible y que el poder de Dios no ha variado en absoluto.
De hecho las Escrituras en si mismas son una colección de relatos sorprendentemente milagrosos. Negar el factor milagroso que nos proponen las Escrituras es como negar la misma esencia del Dios Todopoderoso. Considero que sustentar tales ideas es un flagrante atentado contra la sobrenaturalidad de la misma Palabra de Dios.
Una definición simple de milagro es la siguiente: Se llama milagro a un evento atribuido a la intervención divina. Hecho no explicable por las leyes naturales y que se atribuye a una intervención sobrenatural de origen divino. Creo en infinidad de milagros cotidianos que se producen en toda la creación constantemente, tal como es la misma ley de la siembra y la cosecha, pero en todo el universo también existen leyes que nos preservan de cualquier accidente cósmico en el ámbito sideral entre tantos astros errantes que cruzan el espacio y sobrevuelan constantemente sobre nuestras propias cabezas manteniéndose una armonia perfecta, esto sin duda es un milagro continuo. La vida en todo el sofisticado mundo organico viene a proclamar su prevalencia milagrosa en todas sus variantes ante el conflicto que se debate entre la fe y la razón, siendo estos mundos distintos e irreductibles.
Aunque yo mismo nunca hubiera sido testigo de acciones milagrosas en primera instancia no dejaría de creer en la actualidad de los milagros aún y reconociendo con sincera humildad mí poca fe al respecto y estando prejuiciado por una cultura extremadamente racionalista y completamente escéptica al fenómeno milagroso, de la cual no me resulta fácil sustraerme.
Pero creo y sigo creyendo en el Jesús que anduvo en la mar, en el que sanó al ciego de nacimiento y en el que levanto al paralítico de Bethesda, creo en el asombroso milagro del cojo en la puerta de la Hermosa, creo en el poder divino que expulsó a los espíritus malignos de tantísimas personas atormentadas.
Creo en la resurrección de los muertos en el futuro glorioso y también en el presente según la soberana voluntad de Dios (Y no digo esto para disculpar mi incredulidad, sino para ser sorprendido por el Todopoderoso en cualquier momento y en cualquier lugar con cualquier finado).
Creo que el mundo de hoy también necesita ver en acción los verdaderos milagros del Señor y no los mantras de los falsos milagreros. Creo en la irrupción del poder de Dios a través de hombres y mujeres llenos de fe que con verdadera humildad y con santa determinación están dispuestos a ministrar el poder de Dios con la esperanza de ver la abundante gracia de Dios en diversos actos milagrosos.
Creo que los milagros se producen a medida que ejercitamos nuestra fe ante los diferentes desafíos que aparecen ante nosotros con respecto a personas y situaciones complejas de resolver cuando no humanamente imposibles. Yo mismo he sido testigo de milagros realmente sorprendentes y algunos de ellos de una importante envergadura.
Por mi parte, me considero un gran admirador del poder de Dios en todo su esplendor y sigo reivindicando, que el poder milagroso del Señor no es un bien escaso, porque yo creo en los milagros hoy, aquí y ahora más que nunca.
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