El cerebro humano funciona globalmente con módulos interconectados y no -como se pensaba- con localizaciones rígidas de funciones. Por ello empeñarse en buscar un único “punto” de Dios es inútil.
Los recientes conocimientos aportados por la neurociencia se han aplicado a diferentes campos, uno de ellos es la neuroteología que se define como el estudio estrictamente neurocientífico de aspectos de la experiencia religiosa.
Un poco de historia
Haciendo historia fue en los años sesenta del siglo pasado cuando se relacionó la parte del cerebro denominada lóbulo temporal con un interés exagerado por la religiosidad y la aparición de fenómenos religiosos en las personas que padecía epilepsia del lóbulo temporal.
Esta línea de pensamiento llevó a postular que la religiosidad podría localizarse en el lóbulo temporal y que estimulando dicho lóbulo con débiles descargas electromágneticasse podría poner en evidencia la zona cerebral de la religiosidad.
Fue Michel Persingerel neurólogo que diseñó un casco de motocicleta modificado que estimulaba las zonas temporales y parietales adyacentes y recogía las sensaciones que manifestaban los que se sometían a dicho experimento.
¿Qué narraban los que se sometían a esta prueba? Pues contaban la sensación de una “presencia extraña” que Persinger llamó la “presencia sentida”.Esta presencia podría ser la base fenomenológica de la que se derivan las experiencias de dioses, ángeles y otras entidades.
Según este investigador, el agente sobrenatural en la experiencia religiosa no es sino un “yo” que el cerebro derecho no logra representar de manera adecuada, y que resulta en una experiencia espacialmente externa. Se sabe que en el lóbulo temporal y en el parietal derecho radica la conciencia espacial, por lo tanto este fenómeno descrito no se trataría de una capacidad exclusivamente religiosa.
Solo señalar que “la presencia extraña” parece ser un aspecto neurocognitivo de índole general y universal, ya que se han inducido tales experiencias en personas con diferentes esquemas de creencia e incluso arreligiosas (aunque el conocido ateo, Richard Dawkins, que se sometió a la prueba, no percibió ninguna experiencia mística).
V. Ramanchandran, neurocientífico de la Universidad de California también considera el lóbulo temporal como el centro del contacto con Dios o la experiencia de unirse al cosmos. Él observó experiencias de hiperreligiosidad en pacientes epilépticos cuyo foco radicaba en el lóbulo temporal, más concretamente las epilepsias temporo-límbicas. Según Ramachandran, tales ataques epilépticos inducen neuroconexiones entre entre el cortex temporal y la amígdala cerebral, lo que dota de un significado emocional a objetos y eventos. Según este científico esta y no otra sería la base neuronal de la religiosidad.
Fue a partir de los trabajos de Persinger y Ramachandran, a finales de los noventa, que se popularizó lo que un periodista llamó el módulo, o punto de Dios (“God’s spot”). Estos estudios científicos se interpretaron de maneras opuestas. Mientras que algunos los utilizaron para descartar la experiencia religiosa como mera ‘ilusión’ y subproducto del ¿mal? funcionamiento de ciertas zonas del cerebro, otros los recibieron con entusiasmo como confirmatorios de una base neuronal de la creencia religiosa, y evidencia de haber sido creados “para creer”.
Desde un punto de vista científico, estos experimentos avalarían las hipótesis localizacionistas cerebrales pero hay otros experimentos que evidenciarían un modelo neurocognitivo más extenso de la experiencia religiosa.
Experimentos posteriores no confirmaron a esta zona cerebral como único centro de la religiosidad sino que ésta se encuentra, como muchas actividades mentales, distribuida en una red que abarca a todo el cerebro.
Hipótesis de funcionamiento más general
En estudios más recientes utilizando la neuroimagen se observó a 15 monjas carmelitas en un estado de “unión con Dios”encontrándose al menos 12 regiones cerebrales activadas durante esta experiencia, la mayoría correspondientes al llamado “cerebro social”, que se activaban también cuando se les pedía que recordasen el sentimiento más intenso de unión con una persona.
Durante estos episodios místicos se activaron en sus cerebros la corteza orbitofrontal, parietal y cingulada anterior, y los núcleos caudados del estriado.Este patrón se parecía mucho a los registrados en las personas enamoradas al enseñarles una fotografía de su amado.
Esos experimentos echaban por tierra el llamado “punto de Dios” y abrían el camino a una visión más amplia de la experiencia religiosa, que se vincula a redes más que a un único punto o zona de fines ‘religiosos’.
¿Qué se puede decir respecto de la religiosidad en base a estos experimentos?
Hoy en día se sabe que el cerebro humano funciona globalmente con módulos interconectados en contra de lo que se pensaba hace tiempo, cuando se imaginaban localizaciones rígidas de funciones. Por lo tanto, empeñarse en buscar un único “punto”de Dios está condenado al fracaso.
El Neuropsicólogo británico M. Jeeves, nos refiere que en la época en la que imperaba la Frenología se buscaban a través de la forma que presentaba el cráneo las diferencias de funcionamiento cerebral.De ello se seguía, por ejemplo,que había personas que tenían más desarrollada la imaginación, el razonamiento, la voluntad, etc. de la misma manera hoy en día, se pretende demostrar que hay cerebros más predispuestos a desarrollar creencias o experiencias espirituales que otros, basados en localizaciones cerebrales por estimulación o por imagen.
Sin embargo, lo que ocurre es que en realidad todos los cerebros, o mejor las personas, pueden desarrollar experiencias espirituales poniendo en funcionamiento las capacidades emocionales, racionales, o sensitivo-perceptivas que todos poseemos.
Autor:Raúl García Pérez es licenciado en Teología y doctor en Medicina (especializado en Psiquiatría).Además de sus actividades profesionales en el campo de la medicina, es profesor de Teología Pastoral en laFacultad de Teología SEUT(C/. Bravo Murillo 85, Madrid) ycolaborador del Centro de Ciencia y Fe (Fundación Federico Fliedner, Madrid).
Persinger, M.A., et al. (2010). The Electromagnetic Induction of Mystical and Altered States Within the Laboratory. Journal of Consciousness Exploration & Research1 (7): 808-830.
Ramachandran, V.S., encolaboración con Blakeslee,S.Phantoms in the Brain: Probing the Mysteries of the Human Mind. William Morrow/HarperCollins, 1998.
Beauregard, M. y Paquette, V. (2006). Neural correlates of a mystical experience in Carmelite Nuns. Neuroscience Letters 405 (3): 186–190.
Jeeves, M. y Brown, W.S. Neurociencia, psicología y religión. VerboDivino, 2010.
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