El carácter universal de la salvación fue revelado por Jesús a Nicodemo en Juan 3:16. Si la iglesia que edifica Jesucristo ya es ecuménica: ¿Qué es lo que se busca con el ecumenismo?
En nuestro artículo anterior advertíamos que el paulatino empobrecimiento lingüístico afecta al diálogo constructivo. Es notorio cuando las palabras empleadas por unos tienen un significado diferente para otros. Destaco como posibles causas: los continuos cortes presupuestarios oficiales al sistema educativo, y el avance tecnológico en las comunicaciones (01), por citar solo dos de ellas.
Para contribuir a salvar esa innegable dificultad habíamos incluido las definiciones que brinda la RAE a una serie de palabras clave empleadas en el tema tan debatido del ecumenismo. También habíamos comenzado un análisis desde el Evangelio histórico, como única manera de desactivar prejuicios que lo enturbian con arbitrarias interpretaciones en boga.
Es más, a la luz del Nuevo Testamento vimos que Jesús decidió edificar su iglesia (ecclesia) para satisfacer el propósito del Padre de tener una familia apartada del sistema mundano. La contrastamos con la institución creada por Constantino en el 313, al decretar la unión de la reinante religión pagana y su sacerdocio, con representantes y elementos cristianos.
Aquella funesta fusión de la nueva religión con el Estado romano (02) significó la secularización de la fe una vez dada a los santos (03).
Propongo entonces repasar la definición de la RAE a los distintos vocablos consignados en la primera parte (04) para evitar posibles malentendidos en lo que sigue a continuación.
Segunda Parte
Empecemos por descubrir qué reuniones descritas en el NT pueden ser consideradas como un ‘concilio’ en su primera acepción: ‘junta o congreso para tratar algo’, vocablo que viene del verbo ‘conciliar’ que significa “Poner de acuerdo a dos o más personas o cosas; hacer compatibles dos o más cosas; granjear un ánimo o un sentimiento determinados”.
Un ejemplo de lo expresado lo aporta el grupo de discípulos (que incluía a mujeres piadosas) que, en número de 120, estaba reunido en el ‘aposento alto’ en obediencia al pedido del Maestro a ellos dado antes de su partida al cielo (05).
Un segundo e impactante ejemplo es descrito por el médico Lucas:
“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.
Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo. Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua. Y estaban atónitos y maravillados, diciendo:
Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido?
Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las regiones de África más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos, cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios.
Y estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto?” (06)
El contexto en el que ocurre este hecho histórico es de tremenda importancia, ya que la ‘ecúmene’ judía había venido ‘de todas las naciones bajo el cielo’ para celebrar la Pascua y, cincuenta días después, el Shavuot (07).
Dios, en su absoluta soberanía, había prefijado esta fecha en la ciudad de Jerusalén para dar cumplimiento a Su propósito de tener una familia hermanada en Su Hijo Jesucristo.
Este era el momento preciso, el lugar adecuado y las personas indicadas para que viniese el Espíritu Santo, tal como había sido profetizado (08).
Por las características que rodearon a la venida del Espíritu Santo y por todo lo que siguió al Pentecostés podemos afirmar que este fue un evento ecuménico planificado por Dios (09). Me agrada sumamente la cita de John Stott al respecto:
“Desde los padres primitivos de la iglesia, los comentaristas han visto la bendición de Pentecostés como un reverso deliberado y dramático de la maldición de Babel.” (10)
El recordado autor nos hace pensar que los hombres tendemos a sustituir con nuestros propios esfuerzos el Propósito eterno de Dios; que esa peligrosa tendencia genera confusión.
Eso les pasó a los constructores de Babel, cuya unidad de propósito para ganar autoridad fue desarticulada con incomunicación y dispersión universal. Desde entonces, la necesidad de aprender otros idiomas para poder comunicarnos y de cubrir enormes distancias para reunirnos son factores que demuestran las consecuencias del pecado de soberbia.
El hecho de Pentecostés, por su parte, revela el amor de Dios para con sus criaturas dispersas que vagan cual ovejas sin pastor. Pentecostés afirma la verdad bíblica que solo quienes tienen oídos prestos para oír Su palabra, son aquellos que recibirán la fe que transforma y consolida en unidad.
Ese día, en Jerusalén, todos los discípulos hablaban en diferentes lenguas anunciando las maravillas de Dios. Lo hacían de manera simultánea y, aún así, lo hacían de manera inteligible. Aunque algunos se burlaron, muchos de los venidos de todas partes del mundo tenían oídos prestos, y entendieron el mensaje porque no era exclusivo sino ecuménico.
También fue causa de asombro que esos ‘galileos’ (11), con su rudimentaria y típica manera de hablar la lengua nativa, ahora hablasen como políglotos intérpretes. No solo eso, la coherente unidad de los creyentes que transmitían el mensaje fue algo público y notorio.
No debemos dejar de enfatizar que el maravilloso mensaje que tenemos el privilegio de transmitir los cristianos es obra y gracia del Espíritu de Dios.
Precisamente, esa verdad debiera motivarnos a mantener y mejorar nuestro lenguaje, volviéndolo más claro y sencillo de entender. Por descuidar este don corremos el riesgo de caer una y otra vez en situaciones que oscurecen nuestro testimonio y requieren correcciones divinas.
¿Salvaremos nuestras confusiones convocando a muchos concilios ecuménicos?
Para dar respuesta a esta y otras preguntas, invito a los lectores a seguir leyendo la próxima semana; si el Señor así lo permite. Oremos cada día por la unidad de Su iglesia en Jesucristo.
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Notas
Ilustración: mapamundi www.lahistoriaconmapas.com
01. Según un informe del 2013 España figura en el puesto 18 entre 42 países con mejor porcentaje de población con estudios universitarios. Ver más: http://www.abc.es/tecnologia/redes/20130227/abci-diez-paises-mejor-educacion-201302270955.html.
Por su parte, Mario Vargas Llosa, escritor peruano y Premio Nobel de Literatura 2010, apunta a la falta de comunicación y de diálogo como causales de violencia. Ver más: http://www.laopiniondezamora.es/cultura/2008/08/04/vargas-llosa-afirma-literatura-forma-combatir-incomunicacion/294070.html. Los avances tecnológicos en las comunicaciones van quitando tiempo para la reflexión, ocupándolo para el entretenimiento y en desmedro del diálogo persona a persona.
02. Para más detalles ver el artículo de G. H. S. Price citado, en: http://www.sedin.org/PDFS/historia.pdf
03. Judas 1:3.
04. Ecúmeno es un nombre masculino que proviene del griego [τὸ] οἰκούμενον [tò] oikoúmenon que se traduce como ‘lo habitado', una ‘porción de la Tierra apta para la vida humana’. Ecúmene es un nombre femenino que refiere a la ‘comunidad humana que habita una porción extensa de la Tierra’. Ecuménico es un adjetivo que proviene del latín tardío oecumenĭcus, y este del griego οἰκουμενικός oikoumenikós, que califica de ‘universal, que se extiende a todo el orbe’. Ecumenismo es un nombre que define a la ‘tendencia o al movimiento que intenta la restauración de la unidad entre todas las Iglesias cristianas’. Concilio en su primera acepción es el nombre masculino que significa ‘junta o congreso para tratar algo.’ En su tercera acepción define a la ‘junta o congreso de los obispos y otros eclesiásticos de la Iglesia católica, o de parte de ella, para deliberar y decidir sobre las materias de dogmas y de disciplina’. Concilio ecuménico es definido como la ‘junta de los obispos de todos los Estados y reinos de la cristiandad, convocados legítimamente.’
05. Hechos 1:15-24.
06. Ibíd. 2:1-12.
07. También llamada ‘fiesta de las semanas’, es la segunda de las tres fiestas de peregrinaje del Judaísmo (Shalosh Regalim - שלוש רגלים). La festividad acaece el 6 de Siván en el calendario hebreo, exactamente 7 semanas después del segundo día de Pésaj (16 de Abib o Nisán) durante la cual los judíos de todo el orbe celebran el quincuagésimo día de la aparición de Dios en el monte Sinaí y la entrega de la Ley al pueblo de Israel en manos de Moisés. Para los cristianos el Pentecostés (del griego πεντηκοστή 'quincuagésimo') es el término con el que se define la fiesta cristiana del quincuagésimo día después del Domingo de Pascua de Resurrección.
08. La promesa a Israel de Ezequiel 37 comienza a ser respondida durante el ministerio de Juan el Bautista, Mateo 3:11,16; Marcos 1:8; Lucas 1:17; 3:16; y durante el ministerio de Jesús, Mateo 12:18; 28:19; Lucas 4:18; Juan 3:8; 7:39; 20:22; Lucas lo resume admirablemente en los Hechos 1:1-14.
09. El historiador judío Filón (15 a.C. – 45 d.C.) describió en 38 d.C. que habría alrededor de un millón de personas en Jerusalén durante la fiesta.
10. John Stott, “El mensaje de Hechos”. Traducido por David Powell. Buenos Aires: Certeza Unida, 2010, página 72.
11. Juan 7:40-53. Los galileos eran oriundos de Galilea; eran personas vulgares y no muy buenas para hablar. Esto llevó a la gente a admirarse por lo que sucedía. Dwight Longenecker, autor católico romano opina: “Los galileos tenían dificultad en pronunciar sonidos guturales y tenían la costumbre de comerse las sílabas cuando hablaban; así fueron vistos como menos por la gente de Jerusalén por ser provinciales.”
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