Vivir un cristianismo de baja intensidad y asumirlo como una moralina religiosa se convierte en una pérdida de tiempo realmente lamentable.
El cristianismo real, me estoy refiriendo al cristianismo bíblico, se ha devaluado considerablemente debido a la nueva ola de libre pensadores y charlatanes que nos proponen un cristianismo a la carta completamente descafeinado y espurio, que se explica de una forma muy auto complaciente. En algunos lugares del mundo se ha puesto de moda ser evangélico, pero lamentablemente en muchos casos el evangelio predicado es otro evangelio, es un evangelio puramente sensorial, es el evangelio del Jesús espejismo, es un falso evangelio centrado en la autoexaltación del hombre y la mujer más que en la exaltación de Cristo.
Recuerdo la emoción que me producían los mensajes predicados al principio de mi conversión, que me enseñaban a vivir una vida de plenitud en Cristo pero también una vida de entrega sacrificial aprendiendo el camino de la renuncia a los deseos mundanos y a la vanagloria de la vida. Ser cristiano en el principio de los tiempos de la comunidad cristiana primitiva era un compromiso total con la Verdad, era una ferviente imitación de Cristo, era una aspiración inequívoca de cómo seguir al Maestro hasta sus últimas consecuencias
El cristianismo actual tiene expresiones muy diversas, pero su autenticidad se caracteriza por un movimiento mundial de discípulos entusiasmados por Jesús con un mensaje de salvación y transformación integral en sus propias vidas.
La liberación de los hábitos pecaminosos y la asombrosa experiencia de vivir bajo la guía del Espíritu Santo resulta una aventura incuestionable además de saludablemente excitante. Esta es una versión de la vida totalmente desconocida para los profanos en esta materia del Evangelio de la salvación y de la nueva vida en Jesús, pero una vez que una persona experimenta el verdadero descubrimiento de esa vida nueva queda fascinado por el inigualable amor de Cristo que excede a todo conocimiento humano; porque ser cristiano nacido de nuevo es una fiesta continua, es una bendición diaria además de una experiencia inigualable y un disfrute enormemente ilusionante.
Sinceramente creo que vivir un cristianismo de baja intensidad y asumirlo como una moralina religiosa se convierte en una pérdida de tiempo realmente lamentable además de aburrido en extremo, yo mismo no sería capaz de malgastar ni un solo minuto de mi vida en una experiencia religiosa sinsentido y vacía de verdadero significado espiritual.
Porque ser cristiano total es creérselo de verdad, es apostarlo todo a una carta para ver cumplido en propia experiencia aquella rotunda declaración del mismo Señor Jesús, “que el que pierda su vida por causa de él la hallará”, y esta es la gran paradoja de la vida cristiana, morir para vivir, perder para ganar y no ser vencido de lo malo sino vencer con el bien el mal hasta que este sea derrotado con la poderosa bondad de la buena nueva del evangelio de Nuestro Señor Jesucristo.
Ahora más que nunca debemos de definir con total sinceridad nuestra experiencia de fe, hemos de valorar si nuestro cristianismo es moneda de curso legal o un simple nominalismo religioso. El tiempo apremia y no nos resulta nada atractivo el tener una afiliación simplemente religiosa por tradición familiar o cultural, hemos de romper a toda costa con tal despropósito e hipocresía y aceptar el desafío de vivir y respirar a Jesucristo por los cuatro costados de nuestra frágil humanidad, porque de esa manera se cumplirá la victoriosa proclamación apostólica de que “todo lo podemos en Cristo que nos fortalece”.
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