Los Padres de la Iglesia siempre respaldaron la justificación por la fe. La Reforma no la inventó. Simplemente, la volvieron a exponer en términos más coherentes y bíblicos, en una época en que había sido oscurecida por la opacidad medieval.
Charla dada en Resolved: Conference of Acts 29 Europe [Resueltos: Iglesias de la Siembra en Europa] Hechos 29 / Europa (Roma 4 Abril 2016). Puede verse el vídeo en: https://vimeo.com/164251636
El entendimiento evangélico del Evangelio se apoya en dos pilares: la autoridad de la Escritura como la Palabra escrita de Dios (el principio formal) y la justificación por la sola gracia mediante la sola fe (el principio material). La Escritura es el modelo de la vida cristiana; la justificación es el fundamento de la misma. Sin las normas de la Escritura, nuestras vidas están conformadas por estándares falsos y defraudadas por aparentes descripciones. Sin el fundamento de la justificación, nuestras vidas están construidas en arenas movedizas y finalmente se colapsarán bajo el justo juicio de Dios.
En la manera tan lúcida de condensar la enseñanza bíblica que tiene J.I. Packer, la justificación es “la acción de Dios de perdonar los pecados, calcular la justicia, liberar a los pecadores impíos por su gracia mediante la fe en Cristo, no sobre la base de sus propias obras, sino por la justicia representativa y el derramamiento de sangre sustitutivo de Jesucristo a su favor”.[i]
Históricamente, la justificación ha sido el punto de referencia de la fe evangélica desde los tiempos de los Apóstoles. Los Padres de la Iglesia lo afirmaron y, si bien no fue su principal preocupación, siempre la respaldaron. La Reforma no la inventó. Simplemente, la volvieron a exponer en términos más coherentes y bíblicos, en una época en que había sido oscurecida por la opacidad medieval. Las ortodoxias luterana y reformada se adhirieron a ella con entusiasmo.
Grandes hombres como Jonathan Edwards y los puritanos británicos la predicaron con plena convicción. El pietismo alemán formó su espiritualidad a su alrededor. Grandes predicadores como C.H. Spurgeon hicieron de la justificación por la fe el tema central de su predicación y este modelo continuó hasta los tiempos de John Stott y Martyn Lloyd-Jones. Incluso en los mensajes de Billy Graham destacan íntegramente los parámetros fijados por la justificación por la fe. El pecador es salvo por la sola gracia mediante la sola fe, aparte de las buenas obras, sin ningún mérito por su parte. Esta ha sido una señal fundamental de la fe bíblica a lo largo de los siglos porque se encuentra en el corazón del Evangelio bíblico.
Reacciones contra la Justificación
Sin embargo, ha habido dos fuertes reacciones contra la justificación. Por una parte, la Iglesia Católico Romana la rechazó violentamente en el Concilio de Trento (1545-1562). Trento continuó utilizando la palabra justificación pero la llenó de un significado completamente diferente. Para Trento, la justificación era un proceso más que un acto de Dios; un proceso que se iniciaba en el sacramento del bautismo donde se creía que la justicia de Dios se infundía; un proceso alimentado por las obras religiosas de los fieles y sostenido por el sistema sacramental de la iglesia; un proceso que necesita pasar por un tiempo de purificación en el purgatorio, antes quizás de ser promulgado en el día del juicio. Roma replanteó y reconstruyó la justificación en términos de una combinación de la iniciativa de Dios y los esfuerzos del hombre, la gracia y las obras unidas, dando como resultado un viaje continuo de la justificación, dependiendo en última instancia de “la arcilla y el hierro” de las obras humanas y de los sacramentos eclesiásticos. Lo que se perdió fue el acto forense y declarativo de la justificación, la base exclusiva en la divina gracia, la completa seguridad de ser justificado debido a lo que Dios el Padre ha declarado, Dios el Hijo ha alcanzado y Dios el Espíritu ha elaborado. Trento surgió con una enseñanza sobre la justificación confusa y desconcertante que ha engañado a la gente desde entonces.
La otra objeción a la doctrina evangélica de la justificación por la sola fe apareció con el liberalismo teológico en el siglo XIX. En este caso, también, la palabra justificación se conservó pero el significado de la misma fue totalmente socavado y finalmente redefinido. Al rechazar la doctrina bíblica del pecado como una trágica separación de Dios y una rebelión contra Dios, el liberalismo se opuso a la necesidad de la justificación. Según el liberalismo, nuestro problema no es tanto ser pecador en las manos de un Dios justo, sino nuestro llamado a ser un pueblo justo como seres humanos. Cristo es el hombre justo perfecto a quien tenemos que imitar si queremos llegar a ser justos. No necesitamos ninguna expiación, ningún pecado tiene que ser perdonado, no hay ningún juicio previsto. La visión liberal es crear un mundo donde las personas autodefinidas justas intentan construir una sociedad de aspirantes a justos marcada por una fraternidad humana universal. Esta cultura de la auto justificación ha sido perjudicial para las iglesias y las sociedades occidentales hasta el punto de hacerlas implosionar bajo el peso de unas ilusiones irreales y falsas.
Mientras los protestantes evangélicos siempre han defendido la justificación, haciendo de ella el tema central de sus predicaciones, prácticas pastorales y empeños misioneros durante siglos, ha habido consideraciones contrarias a la justificación que han ofrecido puntos de vista alternativos de la misma. A pesar de sus diferencias, tanto la versión de la justificación católica como la liberal significativamente convergen en presentar una visión exagerada del talento del hombre para hacer algo para su propia salvación (independientemente de lo que entiendan por salvación), una defectuosa opinión del pecado, un rechazo a la expiación sustitutiva de Cristo y una desazón hacia todo lo relacionado con la justicia y el juicio de Dios.
No es sorprendente que en 1999 estas posiciones sobre la justificación, católicas y liberales protestantes, se fusionaran en la Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación. Ya estaban lo suficientemente cerca para finalmente llegar al punto de redactar una declaración conjunta. La visión no trágica del pecado es compartida tanto por las opiniones de los católicos como por las de los liberales; la necesidad del sistema sacramental de la iglesia es en lo que insiste la parte católica, mientras que el énfasis liberal está en el alcance universalista de la justificación. Todos están y estarán justificados porque al final Dios tendrá misericordia de todos. Esta es la comprensión actual común de la justificación compartida tanto por la Iglesia C.R. como por las iglesias liberales.
El próximo año (2017), estos dos organismos celebrarán el hecho de que ¡la Reforma ha terminado! Y si la justificación es lo que ellos dicen que es, ¡están en lo cierto! Verdaderamente ha terminado.
La Plantación de Iglesias y la Justificación por la Fe
¿Cómo vamos entonces a plantar las iglesias en este contexto? La iglesia tiene que continuar fundamentada sobre la autoridad de la Escritura y la justificación por la fe. No hay ninguna otra receta disponible para una iglesia del Evangelio sana. No hay ningún otro Evangelio que el mensaje bíblicamente atestiguado de Jesucristo que salva a pecadores indignos como nosotros sobre la base de su obra “una vez por todas” en la cruz.
Podemos y debemos ser creativos para encontrar nuevas y mejores formas de transmitir la justificación, predicarla, aplicarla y testificar su realidad viva, pero la Biblia es muy clara al decir que, o somos justificados por la gracia de Dios o caemos en una especie de autojustificación que es un trágico engaño. Esto es un falso evangelio. Cualquier adaptación a la idea de que a la larga somos capaces de salvarnos por nosotros mismos, cualquier acomodo al hecho de que la salvación no es un don de Dios desde el principio al fin es una pendiente resbaladiza hacia un falso evangelio. No creamos que la justificación es un vestigio teológico de un pasado lejano. De hecho es la clave para una buena comprensión de las buenas nuevas de Cristo. Ojalá todos los fundadores de iglesias puedan abrazar de todo corazón lo que escribió el apóstol Pablo: “Y ciertamente, aún estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por amor a él lo he perdido todo y lo tengo por basura, para ganar a Cristo y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que se basa en la Ley, sino la que se adquiere por la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios y se basa en la fe”. (Filipenses 3:8-9). ¡Plantemos iglesias en Europa que fiel y apasionadamente reflejen y encarnen este Evangelio!
[i] J.I.Packer, God’s Words, Studies in Key Bible Themes [Las Palabras de Dios: Estudios de la Biblia, Temas Clave], Grand Rapids, MI: Baker, 1988, p.139.
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