El Cristianismo debe ser a la vida y al medio de las Redes lo que la sal es a la comida.
Cuando llega el final del Curso Académico, con la “Semana Blanca” para la preparación de exámenes, los exámenes en sí, la defensa de “Tesinas” y últimos encuentros con los alumnos, las clases se transforman en más ligeras y distendidas, y habiendo cumplido ya las “Guías de Estudio”, profesores y alumnos nos entremezclamos en diálogos sencillos, pero también para aprender juntos. En una de esas sesiones coloquiales pregunté a la clase: “¿Llegará el día que los fieles cristianos asistan a los cultos por Internet?” y los alumnos, raudos, entraron en sus ordenadores, para, al unísono decirme algunos: “Profesor ese día ya ha llegado, hoy, cualquiera puede asistir con un ordenador a un culto o ceremonia religiosa en cualquier parte del mundo.
Al verlos con respuesta tan rotunda, pregunté: “¿y los de credo católico romano podrán confesarse en la Red?”; “claro, ya hay confesionarios virtuales” y me quedé pensando que a este paso, pronto se podrán tener funerales también por Internet.
Por lo pronto he descubierto que 55 millones buscan a Dios en Google cada mes. También 35 millones de búsquedas por el término “Iglesia” y unos 25 millones buscan “Jesús”. Descubrimiento que no me entusiasma, pues también es fácil descubrir que el término “sexo” es en sí el más “googleado” y, la palabra clave más utilizada por los buscadores es “sexo”: un 56,06%, por lo que se puede deducir que la mitad de personas que navegan por este medio consideran este tema el más importante, datos que aún me desaniman más cuando, en contraste, sólo el 1,6% usa la palabra “cultura”.
Si como “escribidor” soy un aprendiz, en el tema de las redes sociales soy un “neófito”, aun así, en alguna parte he escrito que Internet es el gran mercado del mundo: un mercado abierto, donde cada cual ofrece sus productos, anuncia sus negocios, pone a la venta lo que tiene –e incluso lo que no tiene-, pontifica sobre lo que sabe –y con frecuencia, sobre lo que no sabe-, y donde se reúne con sus conocidos, correligionarios y desconocidos para hablar, discutir o ligar. Y sin desvalorizar los servicios de las Redes, “Desde el Corazón” me pregunto: ¿también está Dios en ese mercado?
Jesús de Nazaret no tenía muy buena opinión de algunos mercados y tuvo algún que otro altercado con los mercaderes, pero también decía que la Verdad hay que proclamarla desde los tejados. Y yo, que con excelentes colaboradores, usando la Radio, proclamamos esa divisa por medio de las Ondas, –y reconociendo mi inhabilidad para las Redes- felicitamos y oramos por los que a través de Internet, han comprendido y se esfuerzan en convertir la “tierra digital” en “tierra de misión”.
Todos los creyentes, formados en sus convicciones y por ello capaces de “examinarlo todo y elegir lo bueno” podemos ser periodistas, reporteros y fotógrafos en la Red. Todos podemos colgar información de la veraz calidad y del más alto valor, pues tiene mensaje de eternidad y para eternidad. Conocemos acerca de los problemas de las noticias falaces, la desinformación premeditada o la desinformación por ignorancia, la manipulación política, religiosa y mercantilista; pero es también en ese mundo, en el que se vive el recordatorio de Jesús: “he aquí, yo os envío como a ovejas en medio de LOBOS; sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas” y es también en ese mundo de Internet, en el que la Luz y la Sal de la tierra, deben estar obligatoriamente presentes e, indiscutiblemente, en medio del mundo de Internet.
“Desde el Corazón” siempre he considerado que cuando Jesús dijo a sus seguidores: “vosotros sois la sal de la tierra… y la luz del mundo” nos estaba dando el mayor cumplido que puede ofrecerse a hombre alguno. En la antigüedad en el mundo romano, como si fuera un “spot” publicitario se repetía la frase: “Nil utilus sole et sale” (nada es más útil que el Sol y la sal) y en los mismos días de Jesús, la sal se asociaba con tres cualidades especiales, la pureza tanto por su chispeante blancura como proceder de dos fuentes de las más puras: el sol y el mar. Su capacidad de preservar, usada para impedir la putrefacción de los alimentos. Nadie desconoce tampoco, la cualidad tan evidente y admirable como el dar sabor. Comida sin sal sabemos bien es “hospitalaria” e insípida. El Cristianismo debe ser a la vida y al medio de las Redes lo que la sal es a la comida. Sazona la vida. Los hombres necesitan redescubrir el brillo y la alegría de la fe cristiana. En un mundo angustiado el cristiano debería ser por excelencia el único que consiga guardar la pureza, impedir la descomposición moral y dar alegría y sabor en un mundo deprimido, a la par de despertar la sed hacia todo lo honesto, justo y de buen nombre. ¿Y qué no diremos de ser la luz? cumplido insuperable, pues recomienda a los creyentes ser lo que Él era en su tiempo: “entre tanto que estoy en el mundo, Luz soy del mundo”; es decir, ser algo cuya razón de ser es que se la vea. No puede haber tal cosa como un discípulo secreto, porque o el secreto destruye el discipulado, o el discípulo destruye el secreto. Y así mismo, como la luz, el mensaje de Cristo deber ser guía y con su tintineo servir como advertencia. La luz que resulta visible, la luz que advierte del peligro, la luz que indica el camino, la luz que energetiza junto con la sal, ha de ser mensaje claro también en Internet.
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