El ojo profético de Juan le revelaba una realidad muy diferente al consenso de su época, de la "opinión pública" prevaleciente.
El capítulo de Apocalipsis 6 es sumamente fuerte y, para Juan y las iglesias, muy peligroso. En un discurso casi exclusivamente económico y político, Juan se declara, sin tapujos y sin ambages, enemigo del imperio romano.
Emplea todo el arsenal del género apocalíptico para denunciar a la gran Babilonia: el oráculo profético, la sátira, la canción de protesta y la celebración himnódica de la ruina del imperio. Lo más atrevido fue invitar a los lectores a celebrar jubilosos la futura destrucción del imperio y su capital.
Si Juan hubiera escrito este capítulo hoy, sin duda lo habrían tildado de extremista, subversivo, prejuiciado y a a lo mejor de amargado.
Objetivamente visto, el imperio romano ofrecía grandes beneficios a sus ciudadanos (claro, para los esclavos y no-ciudadanos era un cuento muy diferente, pero estamos hablando de la gente importante, la gente con status social, no los negros e indígenas).
Sin duda, los sociólogos y economistas del imperio podrían sacar impresionantes estadísticas "per cápita" para mostrar que, en general, la población (los ciudadanos) estaban bastante bien. ¿Por qué tenía que ser tan anti-patriótico Juan de Patmos?
El ojo profético de Juan le revelaba una realidad muy diferente al consenso de su época, de la "opinión pública" prevaleciente.
Juan no podía contemplar el imperio objetivamente, como si él fuera neutral. Juan tenía muchos y grandes prejuicios -contra el imperio, a favor de los pobres, a favor del reino de Dios y su justicia-.
¡Benditos prejuicios! Con esas convicciones, su agudo análisis de la realidad lo hizo un inconforme incurable y un desadaptado social. Como profeta no podría ser otra cosa.
Los profetas y profetisas son personas que han visto a Dios y a la vez están viendo a la realidad del mundo.
En Apocalipsis 4-5 Juan está en el cielo, con una visión de Dios y su trono, escuchando las alabanzas de millones de ángeles.
Pero en seguida, con la visión de los jinetes, Juan levanta su voz de protesta profética contra el imperio con su militarismo (caballo rojo), injusticia económica (caballo negro), epidemias (caballo amarillo), persecución (quinto sello) y sus estructuras de poder y estratificación social (sexto sello; Ap 6:15-17).
Juan oye los cánticos celestiales pero oye también el clamor de las víctimas del imperio.
Ser profeta tiene dos dimensiones, una vertical y una horizontal, por decirlo así.
De este principio y cómo la Biblia y sus profetas lo aplican, seguiremos tratando en el próximo artículo.
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