A la democracia hay que llenarla de comprensión, generosidad, esperanza, justicia, espíritu, realidad y buen sentido.
No estoy seguro de que los españoles ¡vaya atrevimiento el mío! tengamos presente, por falta de reflexión, por no enfocar la política desde la perspectiva del cielo y por otras razones, el hondo significado de la palabra democracia. Y sin embargo, difícilmente encontraremos en la actualidad una más utilizada. Esto lo estuve pensando, para desviar mi preocupación y disgusto al perder ayer mi “móvil”, y teniendo que pasar tres largas horas de tren, antes de poder hacer nada para recuperarlo, y así, sin poder aprovechar el viaje para responder a los más de 23 WhatsApp de HE y otros muchos, me dediqué a pensar; porque eso de reflexionar el día antes de 26J, si no se hace con tiempo y controlando todas las manipulaciones, me parece una tontería.
He escrito en algún “Desde el Corazón” que la democracia (que hoy en mi titular del artículo, defino como PRINCESA) no puede reducirse a la promoción de un estado de libertad garantizada, siendo muy importante tal meta. Y lo digo, porque si la libertad no tiene como fin la convivencia, acaba casi siempre en la soledad, o en un cuerpo a cuerpo; reciente ejemplo de la inaudita violencia de “okupas” versus orden legal en el barrio de Gracia de Barcelona, y todos esgrimiendo el concepto “democracia” y lo escribo también, porque entiendo que la democracia ha de aspirar a mucho más: al pleno desarrollo de la responsabilidad colectiva.
“Desde el Corazón” pienso que la democracia no se termina de hacer nunca, como el amor: son los gestos del amor lo que se acaba, no la emoción, pues mientras persista la voluntad de amar, y se manifieste, sigue su dinamismo, su positivismo y su inspiración. Hoy muchos hablan de los envoltorios de la democracia, no de su espíritu. De ahí que yo la vea en una estrechísima relación con el espíritu, con la cultura, con la formación del hombre interior, porque el pueblo ha de gozar –y en esto se debe ocupar la princesa mantenida- de todos los derechos a educarse en la administración de la vida individual, social y espiritual para avanzar hacia metas más nobles de la existencia. Si no es de esta manera no quiere decir nada, se marchitará como una amapola de frágil existencia y pobrísima fragancia.
La democracia la viven los ciudadanos que aceptan, aun sin entusiasmo, pagar sus impuestos, asumiendo que con ellos se coopera en la Educación, la Sanidad, las Infraestructuras, la Seguridad que a todos benefician y que por todos deben ser sufragadas. La democracia la sostiene los ciudadanos que denuncian el despilfarro del dinero público con el que se “sostiene a la princesa”; es democrático pagar impuestos, porque Hacienda somos todos, y no lo es el derroche de las cuatro Administraciones, que se llenan el discurso con la palabra “democracia” la central, la autonómica, la provincial y la municipal. No hace más de 35 años se pagaban 700.000 funcionarios. Ahora (datos al acceso del periodismo de investigación), a más de 3.000.000 con sus salarios, su seguridad social, sus vacaciones, sus jubilaciones, sus oficinas, sus aires acondicionados, su calefacción, sus viajes de trabajo y toda la parafernalia correspondiente. ¿Es democracia o Partidocracia el que casi todos los Partidos de relieve, Centrales Sindicales y variados Organismos de Política derrochen con insultante prodigalidad el dinero procedente de los impuestos?.
Sí, es una PRINCESA MANTENIDA nuestra presente política actual; un mantenimiento de los Partidos, un deprimente número de millares de empresas públicas innecesarias, casi todas deficitarias, en las que los partidos colocan a sus enchufados, parientes y sus afiliados. Y para no enfadar más a algunos de mis lectores, no me meteré con las increíbles subvenciones –además que me avergüenzan las que algunas congregaciones evangélicas solicitan para inimaginables proyectos- como las que se adjudicaron de 24.000 euros para “la conservación in situ y ex situ de la gallina valenciana de Chulilla” o los 110.000 euros a la “Elaboración de snacks de nueva generación para compuestos bioactivos de algas y garrofin”. Increíble ¿verdad? ¿Son demócratas los contribuyentes que son titulares de 140.000 millones activos fuera del País? ¡menos mal que Hacienda obliga a declarar y pagar impuestos por tales bienes en el exterior!.
“Desde el Corazón” para mí la democracia no es meramente una forma de gobierno, ni una doctrina política que tan mal interpretan los mismos políticos. Definirla simplemente como la participación del pueblo en su propio regimiento es empequeñecerla. Como cristiano, por la misma esencia del Cristianismo, es una actitud agente, vital y colectiva de la comunidad, como se practica en tantas Iglesias Bautistas –y de cada uno de sus componentes- ante los problemas que su propia evolución les plantea. En el fondo es como la ética de Cristo, que no se ciñe a un concreto decálogo moral, es como una savia de vida que templa, anima, sirve, uno por uno los miembros del cuerpo social; como una vía amorosa y solidaria de vivir la vida entera y el mundo consagrándose a servir a los demás. A la democracia hay que llenarla de comprensión, generosidad, esperanza, justicia, espíritu, realidad y buen sentido. Si no, no pasará de ser una palabra griega y una vaga intención como PRINCESA MANTENIDA.
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