Un análisis personal desde el punto de vista científico y bíblico de la angustia y la depresión.
Siguiendo con las actuaciones taumatúrgicas de Jesús de Nazaret, vamos a dejar de lado, en este capítulo, aquellas más espectaculares y que son denominadas como “milagrosas”, para centrarnos en el campo nosológico, donde se dan cuadros psicopatológicos de la más evidente actualidad y que se traducen en la apreciación clínica de diversos trastornos anímicos y psicoafectivos.
Se trata de aquellas alteraciones que afectan a la esfera más íntima de nuestro ser. Son los trastornos que expresan el dolor, más profundo, que una persona puede vivenciar por la acción del aguijón que punza y hiere los rincones más recónditos de nuestra intimidad; en definitiva, estamos hablando de las enfermedades del alma.
Se dice que cuando Jesús empezó su ministerio público, su fama se extendió como un reguero de pólvora y traspasó los límites de su Palestina natal.
Le traían “todos los que tenían dolencias por diversas enfermedades, y los sanaba”. Mat 4: 24. Sin duda alguna que entre estos pacientes algunos sufrían serias depresiones. La lectura de los Evangelios no deja lugar a dudas, al respecto. Es por estas apreciaciones que en este capítulo vamos a tratar de dichos trastornos afectivos, que por otra parte son consustanciales al devenir existencial de la mayoría de los seres humanos.
En la práctica clínica actual, y siguiendo la influencia norteamericana de la clasificación de las enfermedades mentales, muchos de los psiquiatras, psicólogos y otros especialistas suelen diferenciar, nosológicamente, las depresiones, de los cuadros de ansiedad (TA = trastornos de ansiedad) y de angustia.
Mi experiencia clínica, psicofarmacológica y psicoterapéutica, y en definitiva mi experiencia científica, me lleva a entender que tal diferenciación no es adecuada si se estudia, en profundidad, desde el punto de vista clínico, psicopatológico y sobre todo psicoanalítico, a los pacientes.
En conclusión: considero que en el fondo endotímico (el fondo del ser donde se da la relación alma-cuerpo) de un trastorno de angustia (TA) o de ansiedad subyace una alteración psicoemocional y/o psicoafectiva de carácter timopático; es decir: depresiva.
Vamos a ocuparnos de los trastornos afectivos más frecuentes y prevalentes (campo de la salud mental) en el mundo, preferentemente occidental.
La desideologización de los seres humanos ha dejado al alma desnuda, desconcertada y a la intemperie de los mas variados y desestructuradores cambios noéticos.
El instinto tanático que anida en el fondo de nuestro corazón, puja por realizarse y parece que va ganando la batalla al Eros vital (instinto de la vida) que se encuentra frustrado y agonizante cuando comprueba que su realización no ha sido satisfecha por el sistema en el que vivimos inmersos.
El ocaso de las ideologías empezó su trágico devenir con la primera guerra mundial y fue desarrollándose en todas las esferas en las que el ser humano vive, agonizante, luchando denodadamente por superar sus frustraciones y alcanzar una realización que impregne su vida de esperanza inmanente y trascendente.
Los sistemas ideológicos de derechas (capitalismo) y de izquierdas (socialismo) no han dado a la humanidad el remedio adecuado a sus necesidades materiales, anímicas y espirituales.
Teorías como la de la evolución, metafísicamente no trascendente, y la nefasta declaración de la muerte de Dios (por parte de uno de los filósofos más influyentes de la historia) han devenido una realidad existencial donde la frustración y la angustia constituyen los ingredientes con los que el alma humana se alimenta.
Esta alienación no será superada mientras no haya una esperanza de una trascendencia metafísica con superación del instinto tanático de la muerte. El superhombre de Federico Nietzsche no es más que un hombre a la deriva que terminará destruyéndose en el seno de su propia deificación.
La angustia es el núcleo común de todos los trastornos mentales y existenciales del antropos. Se genera en la esfera de la intimidad del ser y lo desestructura integralmente. Llegados a este punto hay que preguntarse: ¿hay algo, alguna realidad, que preceda a la angustia? Mi respuesta es afirmativa: Sí, la frustración. El que el ser humano no pueda superar estos sentimientos de manera adecuada, derrumba todos los mecanismos de defensa de su YO, y como consecuencia surgen las depresiones como mecanismos de defensa psicopatológicos, ante la disyuntiva de seguir luchando o buscar una evasión mediante la gratificación plena del instinto tanático.
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