La meta de la salvación, y por ende de la misión, es la nueva creación que anticipan los profetas hebreos y que anuncia el N.T.
Es muy impresionante que la Biblia, escrita durante más de diez siglos, comienza y termina con casi las mismas palabras. "En el principio Dios creó los cielos y la tierra" (Gn 1.1), y al final Dios creará "cielo nuevo y tierra nueva" (Ap 21.1).
El tema de la creación es fundamental para el pensamiento de ambos testamentos, y fundamental también para la comprensión de misión integral desde Génesis hasta el Apocalipsis.
La meta de la salvación, y por ende de la misión, es la nueva creación que anticipan los profetas hebreos (Isa 65.17ss) y que anuncia el NT (Ap 21-22; 2 Pe 3.13; Rom 8.18-23).
Probablemente pocos lectores del Apocalipsis se dan cuenta de que este libro no termina en el cielo sino sobre una tierra nueva, con una nueva Jerusalén que "desciende del cielo, de Dios" para establecerse en esa nueva creación (21.2,10).
Eso es muy importante para nuestra perspectiva sobre la misión. Si la meta final de la salvación fuera exclusivamente celestial, entonces nuestra misión tendría por lógica ese mismo carácter. Pero según el Apocalipsis y otros pasajes, nuestra salvación terminará "sobre tierra", en una comunidad social que Juan de Patmos describe con mucho detalle (21.22-22.5).
La "integralidad" de la misión, iniciada por el AT, se mantiene fielmente hasta la última página de la Biblia.
Eso significa que la comprensión de la misión debe ser también amplia e integral. Un aspecto importantísimo de nuestra misión es introducir a otros al conocimiento del Salvador, para que reciban el perdón de sus pecados y el don de la vida eterna. Es muy importante que otros estén reconciliados con Dios y vivan en la comunidad de fe. Es muy importante que por el poder del Espíritu Santo los seres humanos logren victoria sobre el pecado y crezcan en santidad.
Pero la promesa de la tierra nueva, tan enfática en la Biblia, nos hace recordar que nuestra misión se relaciona también con toda la vida física y social de las personas. El ministerio de Jesús incluía sanidades físicas, que anticipaban la resurrección del cuerpo y el día futuro cuando la enfermedad estará abolida para siempre. Hoy también el ministerio de sanidad pertenece a la misión de la iglesia; incluye el ministerio médico, la salud pública, y toda forma de promover el bienestar físico y mental en nuestra sociedad.
La visión de la nueva creación en Isaías 65 y Apocalipsis 21 anticipa con muchos detalles una sociedad armoniosa y justa; 2 Pe 3.13 la describe como un espacio para la justicia.
Si es así, ¿cómo pueden las urgentes cuestiones de justicia en nuestra época estar ajenas al evangelio y a la misión de los discípulos del Señor? El mismo Señor que nos mandó "buscar primeramente el reino de Dios y su justicia" (Mat 6.33) y nos ordena orar para que venga el reino de Dios, hoy y aquí, y que se haga la voluntad de Dios en la tierra así como en el cielo. Sería hipocresía orar por la justicia, y después permanecer pasivos frente a las injusticias en nuestras tierras. "A Dios orando y con el mazo dando" se aplica para nuestro discipulado en la sociedad.
Apocalipsis 21 culmina una larga serie de enseñanzas bíblicas sobre la tierra. Esta tierra, que Dios proclamó buena en la creación, es muy importante para Dios y para nuestra misión. Dios nos ha puesto como mayordomos de ella, responsables ante él por su cuidado.
En ese contexto sorprenden las drásticas palabras de Apocalipsis 11.18 al agregar que Cristo vendrá para "destruir a los que destruyen la tierra". Muchas enseñanzas bíblicas sugieren que nuestra misión conlleva una importante dimensión ecológica.
Podríamos pensar que estos y otros temas son importantes, pero que no pertenecen al evangelio mismo ni a la misión propia de la iglesia. De hecho, muchos evangélicos lo ven así. Pero en el caso de la nueva creación, el NT lo vincula directamente con la salvación al enseñar que los creyentes ya somos "nueva creación".
La terminología de 2 Corintios 5.17 está repleta de ecos de los grandes pasajes sobre los cielos nuevos y la nueva tierra: ¿Alguno en Cristo? ¡¡nueva creación!! Las cosas viejas pasaron; ¡mira! se volvieron nuevas.
La palabra "creación" aquí (5.17, ktísis) es el sustantivo griego que corresponde al verbo hebreo "crear" de Génesis 1 e Isaías 40-66, especialmente 65.17s. Aquí no se trata solamente de individuos transformados, sino de la irrupción de la nueva creación como orden transformado de todas las cosas.
Igual que en la primera creación, esta nueva creación es también por la Palabra y el Espíritu. Como señala Juan Driver, "la iglesia es la comunidad de la nueva creación en que esta restauración ya ha comenzado por la gracia de Dios y en el poder del Espíritu...La iglesia es una nueva creación y una nueva humanidad".
A la luz de este trasfondo, no es ninguna casualidad que Pablo haya agregado, "las cosas viejas pasaron; todas se volvieron nuevas" (5.17). Ya en el primer anuncio de la nueva creación, Isa 65.17ss, el profeta rodeó su sensacional anuncio con cuatro "fórmulas de olvido", dos antes (65.16) y dos después (65.17).
También Apocalipsis 21.1,4 declara, con referencia al cosmos, que "las primeras cosas pasaron; he aquí hago nuevas todas las cosas". Cuando Pablo utiliza la misma terminología en cuanto a cada creyente en Cristo, está diciendo que la nueva creación comienza ya en nosotros. Nuestra misión es de ser portadores y agentes de la nueva creación, del reino de Dios, del nuevo orden que él ha comenzado a crear.
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