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Protestante Digital

 
El pensamiento cristiano VI
2
 

Libres por la fe para servir en el mundo

Si alguien aún tiene prejuicios acerca del rol de los cristianos en el mundo Horacio Alonso clarifica su mente con un libro sencillo y profundo, escrito en estilo coloquial y en un buen castellano.

AGENTES DE CAMBIO AUTOR Óscar Margenet 13 DE FEBRERO DE 2016 18:34 h

 



Conocí al escritor cuando militábamos en ABUA la versión argentina de los Grupos Bíblicos Universitarios que co-fundamos en la década de 1960. Horacio era mayor que muchos de nosotros. Siendo un alto funcionario del Banco Central de la República, a menudo abría su piso céntrico en Buenos Aires para celebrar reuniones a las que asistían compañeros de estudio. De gesto adusto y fino humor este hombre infundía en nosotros un afecto y respeto singulares. Pocos sabíamos de su profunda pasión por escribir sobre la Biblia. Pero fue evidente que escribía a medida que la estudiaba y consultaba a otros autores.



Propongo una modesta síntesis de su obra ‘La Doctrina Bíblica sobre la Cruz de Cristo’, con la sola intención de aportar certezas bíblicas y ayudar a despejar molestas dudas sobre las responsabilidades de los creyentes en Cristo mientras vivimos de paso por el mundo.



 



Treinta años después de su partida a la patria celestial he adaptado las últimas páginas de su libro escrito en sencillo estilo y apego al texto y espíritu de la Palabra su profunda respuesta a la pregunta ¿Cómo llega un hombre a la fe?  Dice Horacio Alonso(1):



Para llegar a la fe un hombre tiene que permitir que Dios obre en su corazón. 



Veamos algo de este proceso:



1) Dios establece la fe mediante la predicación de su Palabra. El Espíritu de Dios toma la Palabra; impresiona la mente y la conciencia del hombre pecador y así la verdad de Dios penetra en el ser interior.



2) Al oír el Evangelio el hombre es conducido al conocimiento de la verdad de Dios. Por tanto, esto implica dependencia de un poder y de una sabiduría que está fuera de nosotros. Pero además implica la confesión de que para satisfacer nuestras necesidades espirituales necesitamos ayuda ajena.



3) Al oír el Evangelio la conciencia de pecado se intensifica. Esta obra del Espíritu de Dios en las almas toma varias formas; ni todos los hombres pasan por las mismas circunstancias ni Dios habla uniformemente a todos. Pero, en general, hay que esperar que haya una intranquilidad de conciencia; o que surja el anhelo por una vida distinta, superior; otras veces lo que surge es la insatisfacción por uno mismo, o por la vida que hemos llevado hasta ahora. Lo cierto es que no hay que descartar que, cuando se escucha el Evangelio, surja una cierta amargura de corazón. El primer efecto puede ser el de sentimos peores y no mejores. Pero también surge la confianza en la misericordia de Dios.



4) Dios obra al hablar. La Palabra de Dios es una realidad, es un poder que obra, opera los efectos pretendidos por Dios. En la parábola del Sembrador (2) se ve que la Palabra obra cuando es recibida. En todo este proceso es fundamental escuchar a Cristo con la mente abierta y con el corazón dispuesto.



El hombre pecador tiene que permitir que Dios le hable del pecado, pues el propósito de Dios no es afligirlo sino llevarlo al arrepentimiento.



El arrepentimiento es un cambio de mente; es un cambio revolucionario en la vida espiritual; produce un pesar genuino, una tristeza del alma. Pero esto es saludable, porque, cuando se escucha el Evangelio detrás de esta tristeza del alma está Dios. ¿Cuál es el resultado? 



La voluntad se cambia. Un nuevo propósito se forma; hay un abandono del pecado, y un retomo a Dios. En la conversión, el hombre se levanta del pecado; esto es el arrepentimiento. 



Y se dirige a Cristo; esto es la fe. Cuando se predica el Evangelio se desemboca en una de dos actitudes:



1) Algunos están siempre probando lo bueno que son; dicen ‘no hago mal a nadie ...’. Ay, lamentablemente para ellos, quienes nunca dicen ‘Cristo murió por los pecadores, de los cuales yo soy el primero.’ (3) Éstos son los que confían en su propia rectitud. No han aprendido nada de Dios. Más bien quieren convivir con el pecado; no quieren abandonarlo. Quizá les parece que pueden utilizar el arrepentimiento como un mecanismo para convivir con el pecado, para tolerar su pecado, y no como el medio para abandonarlo.



2) Pero otros dicen: ‘Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero.’ (4). Éstos son los que sienten el pecado como pecado, y por eso vienen a Cristo. En éstos ha nacido la fe, y por medio de la fe son salvos.



La fe salvadora es un principio activo, porque exige del hombre una respuesta al llamado que Dios le hace.



La voluntad del hombre interviene, porque la fe es un acto de la voluntad precedido por la reflexión. El intelecto considera el mensaje del Evangelio; pesa el argumento, reconoce que los postulados del Evangelio sobre la universalidad del pecado son aplicables también a su condición delante de Dios. Puede haber perplejidad y duda, porque no todo se entiende, pero esta actividad del pensamiento se origina en una conciencia moral despertada. Este despertar a la realidad del alma frente a Dios es altamente saludable. Este hombre ansía saber más, y el Evangelio le trae respuestas. ‘Dios quiere que todos los hombres sean salvos y que vengan al conocimiento de la verdad.’ (5) El Espíritu de Dios le conducirá a contemplar a Cristo crucificado.



‘La mirada de fe al que ha muerto en la cruz al momento la vida nos da’ (6), dice un conocido himno. Esto es lo que necesita una conciencia despertada por la Palabra de Dios. El arrepentimiento es la identificación de un hombre con la actitud y el pensamiento de Dios hacia el pecado. Y la fe es confianza. En el centro del significado profundo de la fe se encuentra la idea de descansar en Dios. Cuando la fe se encuentra con su objeto, que es Cristo, el alma recibe descanso y paz. ‘Paz, dulce paz, nos habla paz la sangre de Jesús.’ (7)



La obra del Espíritu Santo tiene como finalidad la de convencer la inteligencia, pero como tarea es más que intelectual. Es espiritual. Penetra en la razón y en la conciencia. Y produce una convicción no de desesperación, sino de esperanza. 



El propósito de la convicción es producir fe en Cristo. Dios se dirige a nosotros como seres racionales y requiere una respuesta inteligente y voluntaria. Esta respuesta es la fe, es la confianza en Cristo como Salvador. Esta fe implica confiar hasta el punto de comprometerse con Cristo, de entregarse a Cristo.



Éste es el acto culminante de la fe cristiana: confianza y entrega total a Cristo. Por este acto de fe damos entrada a Cristo en nuestro corazón. Toda la vida del hombre es cambiada. Este acto conmueve al individuo; lo conduce a nuevos actos, a nuevos pasos de fe para seguir a Jesucristo. Pero el primer paso es el fundamental.



El Evangelio debe ser comunicado a la mente de los hombres a través de la instrumentalidad de la Palabra de Dios.



A continuación, Pablo, en un pasaje difícil (8), expone cuál es el concepto que él tiene de la fe salvadora. Veámoslo con algún detalle. La predicación se hace para que toda alma entre en una relación salvadora con Cristo. Lo que Pablo destaca aquí es que lo que está envuelto en el llamado en el nombre del Señor no es algo que pueda ocurrir en el vacío; ocurre sólo en el contexto, en el ambiente creado por la proclamación del Evangelio. Pablo formula varias preguntas que llevan cada una al pensamiento hacia atrás. Si ponemos las cosas en el orden natural, cronológico, el proceso que conduce a la fe es el siguiente:



1) tiene que haber mensajeros enviados;



2) estos mensajeros hacen una proclamación;



3) esto determina el oír por parte de los destinatarios;



4) este oír conduce a la fe;



5) por último, hay el llamado en el nombre del Señor.



Esto está resumido cuando dice que la fe es o ‘viene’ por el oír a través de la Palabra de Dios (9). La fe a que se refiere antes es fe de confianza 10, de compromiso con Cristo. 



La siguiente cláusula es fundamental; ¿cómo creerán en aquel a quien no han oído? Hay un punto en esta cláusula que debe ser explicado.



¿De qué depende que la fe sea un compromiso personal?



Vale la pena considerar este punto de carácter lingüístico. La segunda pregunta dice: ‘¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído?’ (11)



 Dentro de esta pregunta muchos exegetas subrayan que, en lugar de la preposición de bien puede caber la preposición castellana a, en cuyo caso se leería: ‘¿Y cómo creerán en aquel a quien no han oído?’ (12)



La diferencia es sustancial, porque en el primer caso se trata de oír acerca de Cristo y en el segundo se trata de oír a Cristo mismo.(13)



Esto muestra que, cuando el Evangelio es proclamado por mensajeros enviados por Dios, el que es escuchado es Cristo mismo. Esto es sorprendente, porque lo grande, lo sorprendente y maravilloso de esta cláusula es que se representa a Cristo como el que es oído en el Evangelio cuando éste es predicado por mensajeros enviados por Dios. 



Es interesante que Sanday y Headlam, reconocidos entre los más grandes comentaristas, señalan que los vocablos griegos utilizados no significan ‘oír de alguien’, sino ‘oír a alguien predicando o hablando’; agregan que así debe traducirse Romanos 10:14, y que lo que sigue en el pasaje debe entenderse asumiendo que la predicación de los mensajeros de Cristo es idéntica a la predicación de Cristo mismo.(14)



Las consecuencias son de un alto contenido doctrinal y práctico, para despertar la fe tenemos que sumergir a nuestros oyentes en las Escrituras y para acrecentar la fe, hay que seguir el mismo camino.(15) La implicación es que Cristo habla en la proclamación del Evangelio; esto es lo que tiene que ser entendido; el compromiso personal que implica la fe depende de que se produzca un encuentro con las palabras del mismo Señor.



Si lo entendiéramos así, deberíamos temblar, porque las más de las veces pedimos a la gente que responda a un llamamiento que no proviene del Señor. Pero, al mismo tiempo, si lo entendiéramos así, deberíamos regocijamos, porque en más de una ocasión hemos escuchado, detrás de las palabras de algún hermano predicador, la voz del mismo Señor hablando a su pueblo. Hemos arribado, otra vez, a un punto fundamental. Pablo puede llamar a su mensaje ‘El Evangelio de la Gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios’ (16), porque la predicación que convierte el alma es aquella en la que Cristo está presente, con su poder y con su verdad.



Es importante la opinión del exegeta James Denney, quien traduce ‘¿Y cómo creerán a quien no han oído?’ (17), identificando la voz de los predicadores con la voz de Cristo. Y agrega que traducir ‘en aquel de quien no han oído’ podría admitirse como legítimo en poesía.(18) Notemos que Pablo presenta aquí, en los versículos 14 y 15 una cadena de argumentos, que el autor Bengel denomina un ‘clímax retrogrado’, es decir, un punto elevado de pensamiento hacia atrás



Por medio de esa serie de preguntas Pablo señala que la salvación requiere la invocación al Señor; esto implica la fe. Esta fe sólo es posible si los oyentes han oído a Cristo; este oír a Cristo sólo es posible si hay una proclamación del Evangelio, y para esto se requiere que haya un hombre enviado por Dios y no uno que hable por su propia iniciativa.(19)



Enseña el apóstol que el medio supremo que Dios ha utilizado para revelarse ha sido la Palabra, y que los judíos han tenido esta Palabra a su disposición como ningún otro pueblo la ha tenido. De allí la tragedia de Israel. Sí, no queda ninguna duda. ‘La fe verdadera es una convicción, obrada divinamente, de la verdad de la Palabra de Dios que envuelve una aceptación de ella, y que conduce al que cree a la acción.’ (20) Dios no solamente dirige la Palabra al hombre, sino que Él mismo abre el corazón para que perciba su glorioso mensaje.



La fe de la Biblia no es algo natural, sino algo obrado dentro de nosotros. La fe se enciende por el llamamiento de Dios; es engendrada en el alma por la Palabra de Dios. Los escritos del Nuevo Testamento y la predicación tienen por objeto generar la fe y hacerla crecer. No tiene por tanto mucho sentido preguntar a una persona si tiene fe. antes de que haya escuchado y comprendido el Evangelio, porque es la Palabra de Dios la que engendra la fe. La fe es un hecho espiritual. Como tal la fe depende de que las palabras de Cristo moren en el creyente. Este punto es esencial. La morada de las Palabras del Señor son el eje de la enseñanza de Él mismo: ‘Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho.’ (21)



Estas palabras de Cristo tienen que morar como una potencia viva (22) y esto, a su vez, depende de todo el estado de la vida interior. El gran secreto consiste en que la Palabra de Jesucristo morando en nosotros es el equivalente de Él mismo morando en nosotros. La fe es lo que hace que nuestro sentido espiritual comience a funcionar (23) una vez que el alma percibe la Palabra de Cristo. Si uno desea ser un hombre de fe no podrá prescindir de la Palabra de Dios.



La obediencia a la verdad conocida llevará a nuevos conocimientos sobre esa verdad, y sobre todo al conocimiento experimental del mismo Señor que vive en sus palabras. y que vive en nosotros. El método es ése; el gran mérito de la vida de los hombres de Hebreos 11 es que ellos conocían a Dios. Este conocimiento es un proceso; lleva tiempo. Pero siempre, siempre hay que subrayar que la fe no existe desligada de su objeto, que es el mismo Señor. La medida de la fortaleza de la fe es siempre la medida del conocimiento de Dios. Éste es un punto fundamental. ‘Si uno desea ser un hombre de fe, hay que subrayar que eso es el resultado de venir a ser una cierta clase de persona. No podrá ser un hombre de fe si descuida la santidad personal y la obediencia a Dios, en todo. No será eso si descuida su Biblia.’ (24) La fe salvadora es el conocimiento experimental de Cristo. Debemos conocerle como el que llevó nuestras iniquidades, el que nos salvó de hundirnos en el pecado, ese pecado que Él tomó sobre sí mismo (25). La fe comienza con el consentimiento de escuchar a Jesucristo con la mente abierta



La fe está alerta cuando Cristo habla, está alerta para recibir la verdad;(26) la cree, la acepta, se compromete y se abandona a la verdad como es en Cristo Jesús.



-------ooooooo0ooooooo-------



Completaremos este maravilloso mensaje de la cruz en nuestra próxima nota, si el Señor permite.



Notas



Ilustración: Presentación de la primera edición de ‘La Doctrina Bíblica Sobre La Cruz De Cristo: Significado De La Muerte De Cristo Según Los Vocablos Bíblicos’; Editorial CLIE, Terrassa, Barcelona; 425 págs., ISBN 84-7645-390-6del autor Horacio A. Alonso. El Profesor Francisco Lacueva dice sobre él en su Prólogo: ‘No conozco personalmente a Horacio A. Alonso ni he leído ningún otro libro suyo, pero éste que tengo ante mis ojos basta para acreditarle como teólogo bíblico de primerísima clase.’ Puede leerse en internet o bajarse gratuitamente en pdf entrando a: http://descargarlecturacristiana.blogspot.com.es/2015/11/horacio-alonso-la-doctrina-biblica.html.



01. Horacio Aníbal Alonso (30/04/28 – 11/01/96). Escritor cristiano evangélico argentino, graduado en Ciencias Económicas actuó en diferentes bancos hasta ser Gerente General del Banco Central de su país. Su firma estuvo estampada en billetes del signo monetario que circularon durante la segunda mitad del siglo pasado. Convertido a temprana edad llegó a ser anciano de la iglesia local de las Asambleas de Hermanos Libres, en Buenos Aires. Legó una serie de libros de su autoría y una biblioteca muy bien provista, a la iglesia en la calle Cabrera, Buenos Aires (CABA).



02. Mateo 13:3; Marcos 4:3; Lucas 8:5.



03. 1ª Timoteo 1:15.



04. Ibíd.



05. Ibíd. 2:4.



06. Nota de este autor: himno escrito por Amelia Matilda Hull (1812-1884) http://tesorodigital.com/676-la-mirada-de-fe/



07. Ibíd. Antiguo himno escrito por Warren D.  Cornell (1858- ¿1930?) y música compuesta por George W. Cooper; erróneamente atribuido por muchos a Marcos Witt, quien lo interpreta magníficamente.



08. Romanos 10.



09. Ibíd. 10:17.



10. Ibíd. 10:14.



11. Ibíd.



12. Vale la pena citar a los autores que se inclinan por traducir ‘a quien no han oíd’: Newell, 1. Murray, Barth, Bengel, Lenski, Hendriksen, Moule, Cranfield, Wood, Denney (en EGNf), Stagg, Sanday y Headlarn, todos ellos al comentar o traducir el citado pasaje de Romanos 10:14. Además, hay que citar a la Biblia de las Américas, que al margen admite a, así como de; y a la Biblia de Jerusalén.



13. Murray, Romans, página 58.



14. Ibíd. página 296.



15. Tozer, EIC, página 76.



16. 2ª Corintios 4:4.



17. En EGNT. Romanos pág. 673. (traducción del autor. Literalmente, en inglés: ‘How are they to believe on Him Whom they have not heard?’. Lenski, Romans, página 66, coincide.



18. Sanday y Headlam. pág. 296. sostienen que la traducción de Newell es mejor que cualquier otra que haya sido propuesta.



19. Cranfield. Romans. pág. 534. Es interesante señalar, como lo hace Wood (1l3) que no se trata de funcionarios de la iglesia (‘ministros autorizados’), sino de ‘alguien que predica’ como indica el original.



20. Earle, Romans, página 87.



21. Juan 15:7.



22. Murray, ob. cit., página109.



23. Tozer. LBDD. página 52.



24. Lloyd-Jones, Romanos, página 235.



25. Matthew Henry, en Isaías 53:2.



26. Lloyd-Jones, ob. cit. página 123.


 

 


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COMENTARIOS

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Respondiendo a

Óscar Margenet Nadal
15/02/2016
16:08 h
2
 
Estimado: la Biblia viene del Mensaje oral y escrito. Hubo mensajeros en el Israel del AT, nadie como Juan bautista Mateo 11, y ahora en la iglesia de Jesucristo. El autor afirma que es mensaje de Dios solo el transmitido por Sus mensajeros enviados. El Verbo se encarnó en Jesús; Él vino como enviado del Padre; y nos envía a anunciar la Buena Nueva (a Él), hacer discípulos, como si fuésemos ‘cartas’ vivas, 2ª Corintios 3:2. Cristo en y a través de nosotros para servir por amor. Bendiciones.
 
Respondiendo a Óscar Margenet Nadal

EZEQUIEL JOB
14/02/2016
22:14 h
1
 
El artículo dice "cuando el evangelio es proclamado por mensajeros enviados por Dios,se escucha y se representa a Cristo mismo”.Entonces no necesitaríamos La Biblia,los cristianos de Berea se equivocaron al comprobar si Pablo hablaba conforme a Las Escrituras(Hech17:11).El Señor Jesús manda enseñar lo que HA HABLADO,no lo que hablará(Heb1:1-2)(Mat28:19-20).Ya no hay “mensajeros” ni “representantes”,solo cristianos que proclaman (profetizan) lo que Cristo YA HABLÓ,y los demás JUZGUEN(1Cor14:29-31
 



 
 
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