Conmemoramos la vida de Charles Spurgeon con un análisis del Evangelio que tanto amaba y predicaba.
Charles Spurgeon murió en el sur de Francia el día 31 de enero, 1892.
Esta semana, quiero dedicar mi artículo a su legado y creo que lo más oportuno sería compartir sobre el grandioso tema que ardía continuamente en el corazón del príncipe de los predicadores, esto es, el Evangelio del bendito Hijo de Dios. Es prácticamente imposible leer un mensaje de Spurgeon sin toparse con alguna referencia a las buenas noticias de Cristo.
Hoy, entonces, he resumido un sermón predicado por nuestro amado Charles el día 19 de julio, 1857 en el Music Hall de los Royal Surrey Gardens titulado: ‘Sustitución’. En esta predicación, Spurgeon destaca los elementos fundamentales del Evangelio bíblico.
EL TEXTO
“Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él” (2 Corintios 5:21).
INTRODUCCIÓN
Spurgeon alude a 2 Corintios 5:21 como “la gran filosofía de la salvación”. En este versículo se revela cómo Dios puede ser justo y el justificador de los impíos. Antes de hablar sobre la esencia del gran intercambio mencionado por el texto, Spurgeon aclara que hay que comprender a las tres personas nombradas en él, a saber, Dios el Padre, Dios el Hijo y el ser humano.
#1: DIOS EL PADRE
Spurgeon ataca las deidades falsas inventadas por los pensamientos humanos aseverando que, “Dios es un ser muy diferente de lo que algunos suponen”. Para hablar correctamente sobre Dios del Evangelio, hace falta mencionar tres atributos principales: la soberanía de Dios, la justicia de Dios y la gracia de Dios.
#1.1 La soberanía de Dios
Dios es Dios. Significa que Dios no puede ser controlado por nadie y que “tiene autoridad absoluta y poder absoluto para hacer exactamente lo que le plazca”. Dios es soberano sobre todas sus criaturas y todas las acciones de ellas.
El Dios de Spurgeon no es un Dios débil ni flojo sino, “un Dios inalterable, infinito y sin fallas”. Es un Dios digno de ser adorado, superior a toda la creación, excelso, altísimo, grandioso.
#1.2 La justicia de Dios
El Dios soberano, el Dios que es Dios en el pleno sentido de la palabra, abomina el pecado con un odio perfecto. En este sub-punto, Spurgeon vuelve a denunciar la idea de una deidad suave y light fabricada por el sentimentalismo humano. Dice el inglés, “Algunos de ustedes adoran a un dios que no castiga el pecado, sino que es misericordioso por debilidad, y tan eternamente débil que hace caso omiso de las transgresiones e iniquidades y nunca las castiga.
Creen en un dios quien, si el hombre peca, no demanda castigo por su ofensa. Piensan que un puñado de buenas obras lo calmará, que es un gobernante tan débil que unas pocas palabras dichas delante de él en oración les dará suficientes méritos para revertir la sentencia, si en efecto creen que alguna vez dictará una sentencia”. ¿Y la conclusión de Spurgeon? “El dios de ustedes no es ningún Dios”.
El diosito bonito del siglo XIX no era el Dios de las Escrituras. La Palabra de Dios testifica acerca de un Dios santo, justo, severo que castigo a los pecadores por sus transgresiones. El pecador, por lo tanto, está en una situación deplorable.
#1.3 La gracia de Dios
Lo maravilloso del Evangelio, sin embargo, es que el Dios soberano y justo es amoroso también. Amor y gracia son sinónimos en la mente de Spurgeon. “Vivo yo, dice el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que vuelva de su camino, y que viva” (Ezequiel 33:11).
Sin la doctrina del amor de Dios, la venida del Hijo de Dios no tiene ningún sentido. Es a través del Hijo que Dios efectúa el plan de salvación para los pecadores. Entonces, ¿quién es este Hijo?
#2 DIOS EL HIJO
Spurgeon aclara que Jesucristo es el Hijo de Dios, el único Dios-hombre. ¡Cien por cien divino y cien por cien humano! Y según el texto de 2 Corintios 5:21, este Dios-hombre no conocía pecado. Explica el inglés, “No sabía lo que era el pecado.
Lo veía en los demás, pero no lo conocía por experiencia. Le era totalmente extraño. No dice solo que en su corazón no había pecado, sino que no lo conocía”.
El Hijo de Dios nunca cometió un pecado con sus palabras ni acciones ni pensamientos ni actitudes. Era santo, puro, perfecto, inmaculado, intachable en todos los sentidos.
#3 EL SER HUMANO
La tercera persona mencionada por 2 Corintios 5:21 es el hombre. Antes que nada el ser humano es un rebelde, un pecador, un transgresor de la ley divina. ¡Todo lo contrario a Dios el Hijo! Todos los hombres y mujeres son pecadores desde el nacimiento.
“Nacido en el mundo como pecador, has sumado a esto la culpabilidad de tus propias transgresiones”. El ser humano, entonces, es doblemente culpable. Culpable por los pecados de Adán y culpable por los suyos propios.
Es a la luz de esta terrible verdad que Spurgeon prosigue a explicar la esencia del ‘gran intercambio’ evangélico.
#4 EL GRAN INTERCAMBIO EXPLICADO
Si recapitulamos lo que hemos visto hasta ahora, tenemos las siguientes tres verdades establecidas:
Ésta sí es una mala noticia para el hombre.
Dios ha visto el pecado del hombre. “No habrá ninguna posibilidad de escapar. Es seguro que el prisionero será encontrando culpable. ¿Cómo puede escapar de su culpa? ¿Hay algún error en los cargos en su contra? ¡No! Han sido redactados por la sabiduría infinita y dictaminados por la justicia eterna. Aquí no hay nada de esperanza… ¿Cómo, entonces, podrá escapar el prisionero ante el tribunal? ¿Existe posibilidad alguna?”
La respuesta que ofrece Spurgeon ante esta escena tan lamentable constituye el meollo del anuncio del Evangelio. Ha dicho el Todopoderoso: “¡Pecador, tengo que castigarte y lo haré debido a tu pecado! Pero te amo, con amor entrañable.
Mi justicia dice: ‘Hiere’, pero mi amor detiene mi mano, y dice: ‘¡Absuélvelo, absuelve al pecador!’ ¡Oh, pecador! ¡Mi corazón ha concebido cómo hacerlo! Mi Hijo, el puro y perfecto comparecerá en tu lugar y será declarado culpable, y tú, el culpable, ¡tomarás el lugar de mi Hijo y serás declarado justo!”
¡Maravilla de maravillas! El Hijo sufre el castigo que merece el hombre pecador. El Padre, entonces, trata a Cristo como si fuera el pecador y al pecador, como si fuera el precioso, impecable Hijo de Dios.
Ahora Dios puede justificar al pecador y ser justo a la vez porque Cristo fue castigado en el lugar del pecador. Y tal vez lo más asombroso es que Jesús lo hizo todo voluntariamente. El ser humano puede ser salvo de la ira venidera a través de la obra del Hijo de Dios.
Proclama Spurgeon gozosamente: “El Padre y el Hijo hicieron un pacto eterno, en el que el Hijo estipulaba que sufriría por sus escogidos. El Padre, por su parte, pactó justificarlos por medio de su Hijo. ¡Oh, maravilloso pacto, tú eres la fuente de todas las corrientes del amor expiatorio!”
APLICACIÓN
Si Cristo ha tomado el lugar del pecador, aquel que cree en Cristo es libre eternamente. La justicia de Dios ya no le puede golpear. En Cristo, el impío recibe el favor, la gracia y el amor sobreabundante del Padre.
El inglés acaba diciendo: “¡Ah! Justicia, ¿dónde estás? Este hombre ha sido un pecador, un rebelde. ¿Por qué no lo golpeas hasta caer en el polvo? ‘No’, dice la Justicia, ‘él ha sido un pecador, pero yo ahora no lo veo así. He castigado a Cristo en su lugar.
Ese pecador ya no es pecador: es perfecto’. ¿Cómo? ¿Perfecto? ‘Perfecto, porque Cristo fue perfecto. Lo veo como si fuera en Cristo’… Este, para los pecadores, es el maravilloso resultado del Gran Intercambio”.
Así que, si miras a Cristo con los ojos de la fe, arrepintiéndote de todo pecado, serás considerado como ‘perfecto’ ante las santas exigencias de la justicia de Dios.
Estas sí son buenas noticias; muy buenas noticias. ¡Por eso las llamamos ‘Evangelio’! El Evangelio de los apóstoles. El Evangelio de la Reforma protestante. El Evangelio de Charles Spurgeon.
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