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El poder transformador de la palabra X

En estos días grises del invierno, me reencontré con La Biblia en el Quijote (Libros CLIE, 1979), de Juan A. Monroy. Diré que adentrarse en sus páginas te lleva a releer El Quijote.

MUY PERSONAL AUTOR Jacqueline Alencar 10 DE ENERO DE 2016 12:45 h

Continúo hablando de aquellos libros que he ido leyendo a lo largo de mi peregrinaje terráqueo, sin prisas pero sin pausas... No hago un estudio académico de ellos sino que vierto mis impresiones, aquello que me impactó y me hizo repensar... Quien sabe incluso otro lector puede estar en desacuerdo con lo que a mí me removió, pero "cada organismo procesa los alimentos de manera diferente". Lo que a mí me sienta bien tal vez al otro no, y viceversa. 



Doy gracias a Dios porque puedo expresarme libremente, sin la censura a la que se vio sometido Erasmo de Rotterdam, por ejemplo. Hace unos días vi en su libro Elogio de la locura, albergado en la Biblioteca histórica de la Universidad de Salamanca, todas las formas de censura posibles, desde las pequeñas tachaduras hasta la eliminación de la página completa.



Y también, en estos días grises del invierno, me reencontré con La Biblia en el Quijote (Libros CLIE, 1979), de Juan A. Monroy. Diré que adentrarse en sus páginas te lleva a releer El Quijote. Te sorprende gratamente descubrir a otro escritor más al que hay que premiarle como difusor de la palabra contenida en el Libro de los libros. Y lo hace con tanta hidalguía... Como un honor. En épocas de censuras y castigos. Me anticipo diciendo que nadie necesita aclarar que Cervantes tuvo una vida con luces pero también con sombras, pero como dirá  Monroy a lo largo de su libro, se nota que conocía y amaba las Escrituras; no sólo las utilizaba para pulirse o embellecer su literatura.



Como señala el autor en alguna parte de este libro que cito, "Lectores que no ven más allá de sus narices, cultos e ignorantes, españoles y extranjeros, han abandonado la primera lectura del Quijote con una sensación de fastidio y de cansancio, burlados y corridos con las burlescas historias cervantinas. Fiando nada más que en la literalidad del texto, han creído absurdas las pendencias de Don Quijote, se han escandalizado con las salidas de tono de Sancho y han considerado aburridas y cansinas las narraciones del historiador ... Se requiere un espíritu sensible para penetrar en esa obra de tan alto valor humano y se necesita también comprender la mente de quien le dio la vida. Y aun así, siempre existirán en el libro inmortal pasajes enigmáticos cuya comprensión no será posible hasta que nos hallemos frente a Cervantes en ese lugar de descanso eterno...". 



El libro consta de dos partes. En los dos primeros capítulos de la primera de ellas,  Monroy nos comenta a los lectores que Cervantes reconoce la misión principal de la Biblia, en cuanto a verdad, e incluso citando palabras suyas donde afirma que las letras divinas "tienen por blanco llevar y encaminar las almas al cielo, que a un fin tal sin fin, como éste ninguno otro se le puede igualar" (El Quijote I, XXXVII). Y añade que éste en su Quijote "nos va guiando  de la mano por esas agradables y majestuosas dependencias del palacio bíblico, hasta introducirnos en la sala del trono...".



Y va más allá afirmando que Cervantes no sólo conoció los textos sagrados sino que los amó, ahuyentando  los comentarios de los que dicen que era superficial en cuanto a su espiritualidad. Y que los mismos lo ayudaron a albergar el perdón, a ser más caritativo con los que lo acompañaron en su cautiverio, así como también le dieron las fuerzas para intentar romper las cadenas de esclavitud y librar también a otros... aprendió a contentarse con lo que tenía... a soportarlo todo.



Expongo un retazo poético citado por el autor, en el que Cervantes trata de la Cruz de Cristo, identificándose con sus sufrimientos:



"No hay cosa que sea gustosa



sin la dura cruz preciosa.



Si por esta senda estrecha



que la cruz señala y forma



no pone el pie el que camina



a la patria venturosa,



cuando menos lo pensare,



de improviso y a deshora,



caerá de un despeñadero



del abismo en las mazmorras.



Torpeza y honestidad



nunca las manos se toman,



ni pueden caminar juntas



por esta senda fragosa.



Y yo (sé) que en todo el cielo,



ni en la tierra, aunque espaciosa,



hay cosa que sea gustosa



sin la dura cruz preciosa". 



(Comedia "El rufián dichoso", jornada segunda, p.379 de sus Obras Completas)



Se nota un exhaustivo trabajo de investigación por parte del autor para llegar a estas conclusiones, tomando en cuenta también la opinión de otros cervantistas reconocidos como Marcelino Menéndez y Pelayo, Rodríguez Marín, Américo Castro, entre otros. De ellos comenta que "han puesto de resalto el considerable número de citas, alusiones y huellas de la Biblia que figura en la producción cervantina. Unas veces se trata de citas explícitas, otra de alusiones veladas; en ocasiones cita a este o aquel personaje bíblico o se refiere a él sin nombrarlo. Todo esto demuestra que Cervantes era lector asiduo del Viejo y del Nuevo Testamento, y no lector descuidado y superficial, sino saboreador de las sagradas letras. Las lecciones divinas se hallaban bien encarnadas en su humanidad".



"Los textos de San Mateo, San Marcos, San Lucas, San Juan y de San Pablo acudían a su pluma con relativa facilidad", dice.



A medida que penetras en las páginas del libro escrito por Monroy, vas conociendo más sobre una faceta de Cervantes que no te planteas cuando lees El Quijote. Y nos contesta a preguntas acerca de cuál fue la Biblia leída por Cervantes, por ejemplo, o si fue una escrita en latín o en la lengua de Castilla. 



En el tercer capítulo de la mencionada primera parte, nos presenta como él dice, un catálogo lo más completo posible de las versiones bíblicas en castellano que pudo leer Cervantes: Biblia de David Quimhí (rabino sefardí), Biblia Alfonsina (del rey de Castilla y de León, don Alfonso X), Biblia de Alba (que se le atribuye a D. Juan II de Castilla y que también se conoce como Biblia de Olivares), Biblia de Ferrara (se considera como la primera Biblia castellana salida de la imprenta), las traducciones de Valdés (queda la pregunta si Cervantes leyó o no las traducciones de Valdés, pero Monroy señala que Menéndez y Pelayo asegura que sí leyó bastante a Valdés y esto se nota en su famosa novela), el Nuevo testamento de Encinas (tradujo en romance el Nuevo Testamento),  la Biblia del Oso (trabajo de Casiodoro de Reina que le llevó doce años y que culminó en septiembre de 1569 en Basilea. Revisada por Cipriano de Valera en veinte años). También pregunta Monroy si estas traducciones fueron leídas por Cervantes ya que todas las de Valdés, Encinas, Pineda y Reina estaban perseguidas por la Inquisición. No obstante, comenta que según Menéndez y Pelayo,  el manchego Julián Hernández, llamado Julianillo, pudo introducir en España la versión de Reina, y que eran Sevilla y Valladolid donde más se distribuía los Nuevos Testamentos y Biblias de lectura prohibida. Y que Cervantes podía haberse "tropezado" con alguna de estas publicaciones. 



Monroy cita otras traducciones que se realizaron en la segunda mitad del XVI, época en la que vivió Cervantes. Así, nos vamos informando acerca de otros asuntos interesantes de nuestra historia; por ello os invito a leer el librito. La lectura se hace amena para los lectores. Pero a la vez profunda y enriquecedora.



 



Para cerrar este apartado, el autor señala: "¿Cuál de todas estas traducciones conoció Cervantes? Es imposible determinarlo. Su conocimiento de la Biblia era bastante amplio, pero muy pocas veces la cita literalmente... De lo que no hay duda  es de que Cervantes no precisó el latín para conocer la Biblia. Existían en su época versiones castellanas que hemos enumerado, y el autor del Quijote, hombre abierto a las influencias universales, en sentir de Américo Castro, en contacto permanente con el pensamiento y los problemas de su tiempo, no rehusaría hacerse con cualquiera de las versiones citadas...". 



En el cuarto capítulo, establece puntos de comparación entre la Biblia y El Quijote, pero advirtiendo: "estableceremos un paralelo entre ambos libros, mostrando aquellos aspectos que les son comunes, pero sin olvidar ni por un momento la humanidad del uno y la divinidad del otro. Que nadie vea aquí muestra de irreverencia hacia la Biblia, que para nosotros es palabra inspirada desde la primera letra del Génesis a la última del Apocalipsis".



Entre estos puntos de comparación señala los que tienen que ver con la Historia, la poesía, la profundidad humana, la universalidad, la sinceridad, impenetrabilidad y amor a la humanidad, contenidos en ambos. El autor nos abre las puertas hacia la riqueza contenida en estas dos obras de inmensa grandeza.  



Monroy nos recuerda el gran relámpago que son estos libros de impacto universal. Me gusta cuando habla de la humanidad de los dos al descubrir nuestra bajeza, debilidades, tentaciones, vanas promesas... Pero que El Quijote se queda solo en lo que es la parte humana, y la Biblia, después de escrutar esta parte, nos presenta la solución a nuestra problemática.



En la segunda parte del libro, Monroy nos presenta las referencias bíblicas en El Quijote. Cito algunas para, quizás, despertar el interés de quien lea este artículo:



Capítulo LI: Cuando esperaba oír nuevas de tus descuidos e impertinencias, Sancho, amigo, las oigo de tus discreciones, de que di por ello gracias particularmente al cielo, el cual "del estiércol sabe levantar los pobres, y de los tontos hacer discretos



"Frase inspirada en el Salmo 113.7: Que levanta del polvo al pobre y alza del estiércol al desvalido". 



Capítulo LII: Que el principal asunto de mi profesión es perdonar a los humildes y castigar a los soberbios.



"Esta sentencia se encuentra en diferentes partes del Nuevo Testamento. San Pedro escribe: "Dios resiste a los soberbios y a los humildes da su gracia (1ª de San Pedro 5.5)".



Capítulo XXXIX: Pero el cielo lo ordenó de otra manera, no por culpa ni descuido del general que a nosotros regía, sino por los pecados de la cristiandad, y porque quiere y permite Dios que tengamos siempre verdugos que nos castiguen.



"Cervantes hace alusión a la famosa batalla de Lepanto, en la que tomó parte contra los turcos y donde perdió el brazo izquierdo. Comentando la ocasión perdida en Navarino, donde por error de los pilotos no se logró sorprender a la armada turca, Cervantes sostiene que ese desastre fue ocasionado por voluntad de Dios, como castigo a los pecados de la cristiandad y como una manifestación de esos juicios divinos que San Pablo dice ser inescrutables e incomprensibles para la mente del hombre.



Esto pone de relieve una vez más la influencia ejercida por los escritores sagrados en la mente de nuestro autor. Cervantes, asiduo lector de la Biblia, se hallaba bien compenetrado de sus doctrinas y preceptos. La total soberanía de Dios, tan difícil de comprender en todos los tiempos por muchos cerebros privilegiados, no encerraba misterio alguno para el gran literato español. [...]".



Con su libro, Monroy, como en su tiempo lo hiciera Cervantes, hoy nos adentra no sólo en El Quijote, sino también en la Palabra, esa que trasciende lo terreno donde todo se pasa; pero ella es eterna. Lo deja bien claro. 



Cervantes y Monroy, dos difusores de la Palabra.


 

 


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COMENTARIOS

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Respondiendo a

Jacqueline Alencar
11/01/2016
16:45 h
2
 
Muchas gracias, apreciado Stuart, por tus generosos comentarios; para mí es todo un honor recibirlos. Aprovecho para felicitarte, como director de la revista Alétheia, por los interesantes y profundos artículos contenidos en la misma. Ya tengo en mis manos el último número donde participan los biblistas cervantinos que mencionas; a ellos también mis felicitaciones. Tengo mucho interés en leerlos. Saludos fraternales. Jacqueline
 
Respondiendo a Jacqueline Alencar

Stuart Park
10/01/2016
16:09 h
1
 
Querida Jacqueline, he disfrutado mucho de tus lecturas tan eclécticas como personales, presentadas siempre con humildad y motivadas por un deseo profundo de hacer bien a otros. Te felicito por hacer honor en esta entrega al pionero de los biblistas cervantinos, JA Monroy. Aprovecho para recomendar el número más reciente de Alétheia, que trae excelentes artículos de los cervantistas David Estrada, Frances Luttikhuizen y José Moreno Berrocal. Disponible a través de la AEE. Un cordial saludo.
 



 
 
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