Por cada Hosanna, un crucifícale

“Algunos predicadores deben poner más fuego en sus sermones, o más sermones en el fuego”  Vance Havner.

Recuerdo escuchar a mis mayores una mítica frase de D. Edmundo Woodford, de quien me honra ser una de sus nietas políticas…

“El siervo del Señor debería de ser el felpudo de la iglesia; pero ¡Ay de quien lo pise! Y líbreme mi Dios de ser yo, el que pise esa alfombra”

En los últimos tiempos, tanto el mensaje claro y puro del Evangelio, la doctrina sana y el comportamiento de los que son siervos de Dios, creo qué está pasando por uno de los momentos más difíciles. Es más qué normal, el Señor regresa pronto; aunque D Edmundo recoge una realidad como la copa de un pino y yo era una niña pequeña cuando él se fue con el Señor.

He visto, a lo largo de mi vida, a distintos clases de siervos del Altísimo.

He visto a unos cuantos pasar verdadera necesidad económica, he visto a otros ser crucificados por puras envidias, he visto a personas mansas y humildes…. A muchos con las suficientes agallas para levantar ministerios preciosos y brillantes…..

Pero creo que en los tiempos que corren hay demasiado “Líder” “Pastor” “Ministro de música y alabanza” con la mente y las actitudes demasiado distorsionadas.

Hace algunos años, vi con mis propios ojos a alguien de mucho reconocimiento a nivel mundial, predicar en el mejor teatro de mi ciudad lleno hasta rebosar, con el mejor coro de la ciudad, una predicación “espectacular” (Para la mayoría) Y luego, nada más terminar ¡¡lo siento!! Iba a decir... La función…Ver como ese hombre era escoltado por unos cuantos, subia a un coche oscuro, después de haberse puesto unas gafas también oscuras y alejarse sin saludar o escuchar a nadie.

La última tendencia es el predicar la prosperidad ¡¡Eso si!! Acompañada de un buen donativo.

¡¡Lo siento!! Me debo de estar haciendo mayor; pero cuando comparo estos comportamientos actuales con los que viví siendo niña y, aún sabiendo que siempre hubo de todo como en botica, se me encoge el corazón de dolor, de vergüenza ajena, de pena, de tristeza y de muchas otras cosas.

Hace tan sólo unas semanas que leí una frase parecida a la que titula este artículo.

 ¡¡POR CADA HOSANNA, UN CRUCIFÍCALE!!

La mayoría de la gente piensa que servir a Dios es muy fácil, o que sólo el que no vale para otra cosa, dedica toda su vida, tiempo, esfuerzo y todo lo del mundo a ello hasta dejarse la piel a tiras. En este punto, creo que ya aprendí a guardar más que silencio.

Hace un tiempo, poco después de la muerte de Matthew, el hijo de Rick Warren a causa de un suicidio producido por padecer una enfermedad mental, tuvo unas conferencias con muchos de sus consiervos y recojo parte de lo que dijo, publicado por Religion News Service:

“Detrás de cada ministerio exitoso públicamente, hay dolor privado, el dolor es el megáfono se Dios… No hay testimonio sin una prueba, no hay mensaje sin un lío, no hay impacto sin crítica….”

Cuando Warren terminó su sermón, se puso de rodillas delante de todo el mundo e invitó a todos los pastores allí presentes a orar por otros que están enfrentando diversos problemas y terminó diciendo:

“Equivocadamente pensamos que el mundo está impresionado por la forma en que manejamos la prosperidad; pero el hecho es que el mundo está impresionado en la forma en la que manejamos la adversidad”.

¿Conocíais algunas de las pruebas de Charles Haddon Spurgeon?.......

La tremenda y debilitadora enfermedad de la Gota, el dolor de la pérfida calumnia, la depresión recurrente a causa de muchos factores y muchas más agonías que hicieron que un día escribiera:

“A menudo, al venir a este púlpito he sentido que mis rodillas chocaban entre si”

Desde el principio de su ministerio, Spurgeon atrajo inmensas audiencias en instituciones tales como Execter Hall y Royal Surrey Gardens Hall, auditorios de gran capacidad. Aunque  daba la apariencia de desbordar aplomo, internamente estaba lleno de vacilaciones. La tremenda responsabilidad de predicar la Palabra con exactitud y el ser consecuente con lo que predicaba, hacía que sus rodillas chocaran la una con la otra. Él mismo decía:

 “No es por miedo a mis oyentes; sino el pensar que debo rendir a Dios si hablo la verdad fielmente o no”. Aún así, Spurgeon era una de las personas más sonrientes qué ha conocido el Evangelio.

Y volviendo al comienzo de este artículo,  y me miro para mi misma, hacia adentro, hacia mi propia vida, ministerio y entrañas y… Concluyo con la hermosísima frase de Martyn Lloyd-Jones:

“Un hombre que siente que es competente, y que puede hacer eso fácilmente, por lo que se apresura a predicar sin ninguna sensación de miedo o estremecimiento o vacilación alguna, es un hombre (O mujer.. Añado….) que nunca ha sido llamado a ser un predicador”.

¡¡¡Guárdame Señor de caer en cualquier error, hasta de los que me son ocultos, y ayúdame a seguir fiel en Tus pisadas y en Tu ejemplo!!!!