¿Hay que usar corbata en la iglesia?
Ser predicador del bendito Evangelio es uno de los llamamientos más gloriosos que hay.
Bien me acuerdo de la frase de Charles Spurgeon: “If God calls you to be a preacher, do not stoop down to be a king”. La traducción al castellano sería algo como: “Si Dios te llama a ser predicador, no te rebajes a ser rey”.
El púlpito es un lugar sagrado. No obstante, el heraldo de Dios necesita hacer algo más que predicar. Es necesario que viva la vida cristiana y que ponga por obra el mandamiento más importante de todos: el de amar.
Como predicador itinerante, estoy bien acostumbrado a ministrar en iglesias y denominaciones diferentes. Esto implica moverme en culturas eclesiales distintas.
Cada cultura conlleva ciertas reglas. El acto de amor se manifiesta cuando nos encarnamos en tales culturas diferentes.
Hace unos cuantos años estuve traduciendo las predicaciones de un evangelista de habla inglesa en España. No sé cómo empezamos a hablar sobre el tema de la ropa en la iglesia.
Me llegó a decir que nunca se pondría una corbata en la iglesia y que si alguien le invitase a predicar y le pidiese que se pusiera una, no lo haría. “¡Es legalismo!”
Francamente, me sentí triste cuando oí sus palabras. Me pregunté: ¿de verdad es esto andar en el amor?
Empecé a predicar en Irlanda del norte como recién convertido en 2003. Hasta el día de hoy en muchas iglesias de mi país es impensable que alguien predique sin corbata y traje. Por lo tanto, di por sentado que para predicar, hacía falta ponerse la corbata.
Pero luego cuando pasé un año en España durante el año académico 2005-2006 me topé con otro estilo. Vi que muchos predicaban con una camisa formal sin corbata y traje.
Luego cuando asistía a cultos de jóvenes, vi a chavales predicando con vaqueros y camisetas. Al principio, todo eso me chocó. Pero luego me acostumbré al estilo español hasta no volver a Irlanda para acabar mi carrera en 2006-07.
Un fin de semana me invitaron a predicar en Irlanda del sur (por la mañana y por la tarde). Puesto que estaba en Irlanda, me puse la corbata. Sin embargo, los ancianos de la iglesia me llamaron la atención después del primer culto porque era lila. Me pidieron que me la quitara.
Mi primera reacción fue una de choque. No entendí que podrían tener en contra de mi corbata. ¿Qué podría responder? Podría decir una de dos cosas.
Aquí está la pregunta: ¿cómo reacciona una persona que anda el amor de Dios? ¿Con la primera respuesta o la segunda? No hace falta contestar la pregunta, ¿verdad? Lo triste, sin embargo, es que muchos son tan carnales y egoístas que darían la primera respuesta. Pero una persona que reacciona así, ¿qué podría enseñarnos desde el púlpito? No tendría ningún tipo de autoridad moral.
Hay una ley de amor que tenemos que respetar en nuestros lugares de culto, sobre todo si somos predicadores o evangelistas.
Cada vez que predico por Rumanía, los hermanos me piden que me quite la barba. ¿Qué hago? Pues, me la quito por amor a la iglesia. Cuando subí a predicar en el País Vasco en 2007 me pidieron que me pusiera una corbata a la hora de predicar. ¿Qué hice? Pues, me la puse. A veces voy a sitios y me dicen: “Tienes 45 minutos para predicar”. ¿Qué hago? Pues, predico 45 minutos.
Ves, en todos estos casos, puedo estar o no estar de acuerdo. No creo, por ejemplo, en poner un límite a la predicación y me gusta tener barba; pero esto no importa. Más allá de mis opiniones personales está la ley del amor. Dios me llama a respetar a las autoridades que Él ha puesto.
Esta regla de amor se tiene que aplicar a nuestras vidas para que seamos sumisos unos a otros en el temor de Dios.
Así que, ¿me pongo corbata este domingo? Si quieren que me ponga corbata, sí, me la pondré. Y si no quieren que me ponga corbata, no, no la pondré. Así de sencillo. Me conformo a la cultura de cada iglesia.
Y la misma regla se tiene que aplicar a todas las esferas de la iglesia. El sometimiento no es un principio popular; pero sí es bíblico.
Así que si quieren que te pongas corbata, póntela.
Si quieres que te quites la barba, quítala.
Si quieren que te pongas o que te quites cualquier otra cosa, hazlo por el amor del Señor.
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