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Protestante Digital

 
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El poder transformador de la palabra IX

Más libros que considero imprescindibles.

MUY PERSONAL AUTOR Jacqueline Alencar 02 DE ENERO DE 2016 23:40 h

Vivir contracorriente. Efesios para nuestro tiempo (2014)



Es un libro escrito conjuntamente por el pastor Eduardo Delás y el teólogo Samuel Escobar, quienes nos traen a la actualidad la epístola del apóstol Pablo a los Efesios, cuyo "tema es 'la gloria de Dios en Cristo y su iglesia".



Con un lenguaje asequible a los lectores, ambos autores nos responden a la pregunta: ¿Qué es vivir como en contracorriente? Es un trabajo que reúne reflexión teológica y pedagogía pastoral.



 



Dice Andreu Dionís en el prólogo: "El libro que nos presentan ahora Eduardo Delás y Samuel Escobar es de un esfuerzo encomiable no sólo en lo relacionado a su contenido, divulgación y reflexión, sino también en su finalidad. Todo el beneficio económico que genere esta obra estará destinado a becar a estudiantes en su formación teológica-pastoral".



Destaco los puntos que a mí me han impactado al leer el libro. Por ejemplo, la nueva relación que se da entre judíos y gentiles; y que constituye un tema central de la Epístola, la cual se sustenta por la fe en Cristo y que se vive en una nueva realidad que es la Iglesia.



Citando el versículo de Ef. 2.14: "Porque Cristo es nuestra paz: de los dos pueblos ha hecho uno solo...", nos recuerdan los autores "la importancia que tiene esta verdad hoy en día en que la iglesia de Cristo está presente en una increíble variedad de pueblos, razas, lenguas y culturas".



Y me surgió esta pregunta: ¿Por qué cobra relevancia hoy en día un tema central en la epístola como es la nueva relación entre gentiles y judíos...? ¿Nos da pautas para afrontar temas como la inmigración, la exclusión y el racismo?



También podemos encontrar en la carta una amplia enseñanza trinitaria que te hace preguntarte si hoy la misma está contenida en las predicaciones y enseñanzas.



Como dicen los autores: "En la medida en que captemos la riqueza espiritual de esta epístola entenderemos mejor cómo andar en la luz en una época de materialismo práctico cuya filosofía parece ser: 'Comamos y bebamos que mañana moriremos".



El apóstol Pablo desde el ayer nos transmite pautas acerca de cómo mantenernos y cómo andar como hijos de luz, a pesar del caos que se vive en el mundo... "La iglesia es la compañía de los que no siguen la corriente de este mundo".



La epístola nos habla de la Esperanza cristiana. Leo en las páginas del libro: "La opción esperanza significa que aun en los momentos más límites de la existencia tenemos la capacidad de perseverar, de seguir adelante, de mostrarnos insumisos e inconformistas con la adversidad porque somos un pueblo que confía en un Dios que nos trata como hijos, y que, por tanto, es capaz de abrir nuevos caminos allí donde pensamos que no hay camino".



Releer la epístola, incitados por los autores, te lleva a repensar acerca del mensaje dejado por Jesucristo, y también sobre el papel de la iglesia en este nuevo siglo. Cuál el verdadero significado de la corporeidad histórica de la Iglesia... Qué responsabilidad tiene ésta en hacer visible a Cristo.



En la epístola encontramos respuesta a la pregunta: ¿Por qué no comprendemos la gracia de Dios ni sabemos cómo vivirla?



En clave pastoral encontramos pautas para transformar las relaciones interpersonales de modo que sean llevadas a la praxis. Nos lleva a pensar en nuestra condición humana rebelde y resistente a todo lo que tenga que ver con el perdón y la reconciliación.



Me ha impactado la actuación pastoral de Pablo. Su conocimiento del contexto de las personas a las que dirige la carta. Su afecto. Su interés, la importancia que tiene para él su vida espiritual. Con ahínco se interesa en que los destinatarios de la carta sean fortalecidos con poder en el hombre interior.



Escobar y Delás tienen la capacidad de hacernos volver a esta Epístola y leerla con ojos nuevos, trayéndola a este siglo XXI y sus complejidades, tal como lo hicieron los de ayer.



Me quedo con algunas preguntas: ¿Siguen las pautas paulinas los teólogos, pastores y educadores de nuestro tiempo? ¿Necesitamos hoy una acción pastoral como la de Pablo, impregnada con el mismo amor, compromiso, contundencia y con una autoridad que tiene como fuente a Jesús?



¿Por qué se insiste en la tarea formativa en la comunidad?



¿Qué nos dice en cuanto a la irrupción del evangelio de Jesucristo en las relaciones entre marido y mujer? ¿Cómo pueden dar luz estos pasajes a las situaciones de violencia doméstica que se suceden asiduamente en nuestro entorno? ¿Y respecto a las relaciones familiares, teniendo en cuenta que hoy en día la familia se va desintegrando, y con ella valores fundamentales?



Es impactante su concepción de las relaciones laborales. ¿Qué enseñanzas revolucionarias nos plantea el apóstol para acabar con cuestiones polémicas como la esclavitud, una lacra que nos asola hoy en día?



Hay mucho más. Leed el libro.



Así leo la Biblia



Leyendo el libro Así leo la Biblia (Ediciones Certeza/Andamio), donde tres conocidos expositores de la Biblia (Jorge Atiencia, Samuel Escobar y John Stott) nos dejan las pautas sobre cómo escuchar a Dios a través de la Palabra.



En el capítulo uno, nos encontramos con la exposición bíblica presentada por Jorge Atiencia bajo el epígrafe "Liderazgo a través de la oración", en la que nos encontramos con las palabras que el apóstol Pablo le dice a Timoteo (1Ti. 2:8) con respecto a cómo deben orar los hombres: Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda. Pero antes en el mismo capítulo dice: Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres... y más: Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad (2.3-4).



Siempre decimos que esas recomendaciones, si las podemos llamar así, "ya nos las sabemos" muy, pero muy bien. Pero no está demás que alguien nos lo recuerde. Y es que nuestro Dios siempre está pendiente en hacerlo utilizando el medio más acertado. Y hoy lo ha hecho mediante las líneas de un hermano.



 



Qué bueno ha sido repensar sobre la insistencia de Pablo en tener en cuenta estos aspectos antes de orar. Y continué leyendo a Pablo... a Atiencia... la Palabra... y oía: "En todo lugar...". Y pensaba que el Señor no pide opinión, no nos pone mandatos optativos como esas asignaturas que las haces si te parece. No. Nos dice que todos, sin excepciones, tienen derecho a conocer la verdad (es lo que Él desea).



Debemos proclamarla en todo lugar; mantener en alto la Palabra de vida. Aun en medio de un mundo donde hay que proclamar enfrentándose al pluralismo religioso y a la relativización de la verdad.. Rechazo a toda verdad absoluta. Donde sólo tiene validez la propia autoridad y se diseña una espiritualidad a la propia medida de cada uno. Pero si esto ya lo padecieron nuestros hermanos de la iglesia primitiva frente a los diversos dioses que imponía la sociedad greco-romana.



Hoy, defender la tesis de un Cristo insustituible como camino para tener acceso a Dios no es tarea fácil, pero no hay escapatoria ante ese "quiere que todos los hombres sean salvos". Incluso esos relativistas, pluralistas..., A veces los puedes tener en tu casa, entre tus amigos, familiares, vecinos... hay más...



Sigo leyendo, y cuando llego a lo que dice Atiencia respecto a lo que manda, no sugiere, Pablo acerca de las manos, ésas que utilizamos para construir-destruir, acariciar- violentar, dar-retener... que sean santas, limpias, sin mancha. Y que se eleven para pedir, eso que cuesta tanto: suplicar.



Y sin ira. No sin estar en comunión con el otro. No sin perdonar. No sin dejar de juzgar. No sin amar. No sin compartir el pan. No sin... No sin dejar la ira y la contienda.

Sólo así tendremos un perfecto diálogo y comunión con Él, nuestro Padre amoroso, fiel, misericordioso, Maestro, Señor, Rey.



Si para ayer, hoy o mañana teníamos planeado hacer algo contrario a los postulados de Dios, rediseñemos para que nuestro plan se ajuste lo más posible al Suyo. Para que no nos diga como dice en Isaías: He aquí que para contiendas y debates ayunáis, y para herir con el puño inicuamente; no ayunéis como hoy, para que vuestra voz sea oída en lo alto. (58.4)



El Hereje



Cipriano Salcedo, el protagonista de la novela El hereje (Círculo de lectores), de Miguel Delibes. Por mi condición, la lectura de este libro hace ya algunos años me impactó sobremanera. Es una novela con mucho contenido histórico, lo cual nos retrata la dureza a la que tuvieron que enfrentarse hombres y mujeres, víctimas de la intolerancia y la sinrazón.



El protagonista nace en un momento, el año 1517, cuando Martín Lutero clava las 95 tesis contra las indulgencias del Papa en la puerta de Wittenberg, germen del cisma de la iglesia en Occidente, lo cual dio lugar a la Reforma y todas sus consecuencias. Cipriano de Salcedo se verá envuelto en los tumultuosos acontecimientos de la época que le tocó vivir.



 



En otro libro que leo, dice el autor que en realidad se podría afirmar que la Reforma protestante no comenzó con la acción de Lutero, sino que a finales del XV era urgente una reforma de la Iglesia, sólo demorada por el orgullo, la corrupción y el egoísmo de la elite eclesial. Muchos eran los escritos que denunciaban estos hechos. Cansados de que se pagara por la promesa de salvación, usando la usura en nombre de Cristo.



Así entra Salcedo en el movimiento reformista, olvidando sus temores y olvidando sus complejos ante la posibilidad de ser útil a la causa arropado por el Doctor Cazalla y otros miembros de su familia.



Delibes abre las puertas a los que todavía no se hayan encontrado con la Reforma, cuyas efemérides se celebran cada 31 de octubre, desde hace varios años. Al igual que en el caso de Teresa de Ávila, de quien he hablado hace unas semanas, van logrando sortear los tentáculos del Santo Oficio.



Estamos en el reinado de Carlos V, que avala cualquier movimiento contrarreformador de la iglesia de Roma, que, como dicen algunos especialistas en el tema, como Miguel Ángel Vázquez Medel en un artículo titulado "La Reforma protestante y la lectura en la Europa del XVI" (contenido en el libro Reforma Protestante y libertades en Europa, Editorial Dykinson, con interesantes artículos recopilados por Juan Carlos Suárez Villegas), era un retorno al paradigma medieval. Nada más decir que según H. Kung, "el lugar de origen de la reforma Católica no fue Roma, sino España", gracias a la influencia de Erasmo y a la acción del humanista franciscano Francisco Ximénez de Cisneros.



También en dicho artículo leo algo que me ha impactado; una frase que dijo Lutero: "La imprenta es el último don de Dios, y el mayor: Por su mediación, en efecto, Dios desea dar a conocer la causa de la verdadera religión a toda la tierra, hasta los extremos del orbe".



Además de este factor que ayudó a difundir las ideas reformadoras, coinciden también el desarrollo de las lenguas vernáculas frente al latín, y también el ascenso de una burguesía que no quería marginarse respecto a los sucesos acaecidos en la vida de la iglesia. Todo ello lo intenta reflejar Delibes en su libro.



Leo: "Antes de partir para Ávila y Zamora, Cipriano Salcedo encargó al impresor Agustín Becerril una edición de cien ejemplares de El beneficio de Cristo, tomando como base el manuscrito de Pedro Cazalla". "... Cipriano recogía el paquete en su coche en la trasera de la imprenta". Cómo me recuerda al reparto de Biblias en países con intensa persecución a los cristianos.



En el libro se describen detalladamente costumbres de la época, pensamientos, y las ansias de libertad de acceder a las nuevas ideas reformistas. Realmente la Reforma Protestante no se quedó en una mera reforma religiosa, sino que afectó todos los ámbitos de la vida humana.



Volviendo al artículo de Vázquez Médel, hay una interesante afirmación de González de Cardedal al hablar de la existencia de una constante tensión del libro en la comunidad creyente: "Tensión que se ha acrecentado a partir del Renacimiento y de la reforma, en la que la conciencia individual reclama frente a la autoridad constituida o a la institución sacramental ser el órgano de interpretación de la revelación de Dios en el mundo.



La imagen del humanista o del reformado, con la cabeza enhiesta y el libro fuertemente cogido entre sus manos, es el símbolo de la nueva época y del acceso individual a la verdad de Dios desde la propia conciencia, leyendo directamente en el libro la revelación de Dios a la propia vida sin necesidad de la iglesia que lo interprete. / El libro se convierte así en el arma del individuo frente al poder...



Aprender a leer se convirtió sobre todo en una necesidad para tener acceso a la revelación de Dios y con ello a la libertad de conciencia, y desde ambas a la soberanía frente a todos los poderes de este mundo, que quieran dictar impositivamente la verdad". Vázquez Médel dice que esto se lo debemos a la Reforma Protestante.



Resistencia y sumisión. Cartas desde el cautiverio



Tenemos pruebas irrefutables y seguimos dudando si nos arriesgamos o no. Dejamos algo en el tintero "por si acaso...". Guardo un poquito para mañana, "por si acaso...". Doy, pero luego me arrepiento en siete idiomas, "por si caso...". Disculpen si repito y doy vueltas y más vueltas en ciertos asuntos; es por si acaso se me ocurre olvidarme y hacer lo que no debo. Creo que se me ha pegado ese "acuérdate..." del Antiguo Testamento. Y con razón se nos insta a que nos atemos al cuello las recomendaciones que venían de lo Alto. ¿Será que nos olvidamos de lo Eterno?



No es tarea fácil. Y como pongamos nuestra confianza en esfuerzos humanos, estaremos perdidos. Debemos decir como el apóstol Pablo: "Lo he perdido todo a fin de conocer a Cristo Jesús, experimentar el poder que se manifestó en su resurrección, participar en sus sufrimientos y llegar a ser semejante a Él en su muerte. Así espero alcanzar la resurrección de entre los muertos".



Estas afirmaciones me hacen preguntar: ¿participo en sus sufrimientos? Y ya no hablo de muerte de cruz, sino de sacrificarme por la unidad del Cuerpo de Cristo; por sacrificar un bocado en favor del hambriento; sacrificar mi posición, si la tuviere, para ser siervo.



Ayer muchos dieron su vida por dar a conocer el evangelio. Hoy, también. Sabemos de nuestros hermanos que son perseguidos en países como Corea del Norte, Irán, Irak, México, y muchos otros.



 



Leo en el libro Resistencia y sumisión (Ediciones Sígueme) sobre uno que dio su vida por lo mismo: Dietrich Bonhoeffer (1906-1945), pastor, teólogo y profesor; miembro de la iglesia confesante alemana. Desde su cautiverio en Tegel (Alemania), en octubre de 1944, se despide de un amigo diciendo: "Esto es el final, para mí el comienzo de la vida".



En un fragmento de una de sus cartas escritas desde su cautiverio escribe: " [...] una vez más he leído los textos del día (Números 11, 23; 2Co. 1.20) y he meditado sobre ellos. Parece que todo depende de este 'en Él'. Todo cuanto tenemos derecho a esperar y pedir a Dios, lo encontramos en Jesucristo. El Dios de Jesucristo no tiene nada que ver con lo que tendría y podría hacer un Dios que nosotros nos imagináramos.



Hemos de sumergirnos incesantemente, durante mucho tiempo y con mucha paz, en la vida, las palabras, los actos, los sufrimientos y en la muerte de Jesús, para así darnos cuenta de lo que Dios promete y cumple...".



Destacable es su preocupación por la iglesia insistiendo en que ésta no se puede quedar al margen de la realidad donde está inserta. Decía: “Puesto que Dios mismo no se ha quedado en el más allá, sino que ha venido al más acá, la iglesia no se ha de encontrar con él en las fronteras del más acá con el más allá, sino en el centro mismo de este mundo”.



En el artículo "Al cabo de diez años", que se antepone a las cartas escritas desde la prisión, dice: "Queda todavía una vivencia de incomparable valor: la de que aprendamos a ver los acontecimientos de la historia del mundo desde abajo, desde la perspectiva de los marginados, de las personas en quienes se desconfía, de los maltratados, de los impotentes, de los oprimidos, en una palabra, de aquellos que sufren.



¡Ojalá que en este tiempo la amargura o la envidia no hayan devorado nuestro corazón, de tal manera que podamos ver con nuevos ojos la grandeza y la pequeñez, la felicidad y la desdicha, la fortaleza y la debilidad; de tal manera que nuestra mirada para lo grande, para lo humano, para el derecho y la misericordia se haya hecho más clara, más libre, más incorruptible...".



Gran parte de lo que nos ha legado fue gestado en la cárcel de Berlín-Tegel. Le podremos cuestionar muchas cosas, seguro, pero no la falta de valentía para tener una postura radical frente a la oscuridad del régimen nazi. Valentía para desmembrarse de una iglesia confesante adherida a este régimen. De ella dice: "[...] Nuestra Iglesia, que durante estos años ha luchado sólo por su propia subsistencia, como si ésta fuera una finalidad absoluta, es incapaz de erigirse ahora en portadora de la Palabra que ha de reconciliar y redimir a los hombres y al mundo. [...]".



Día a día, en medio de la cotidianidad de la cárcel, en medio de interrogatorios, bombardeos... nos iba tejiendo toda unas líneas de pensamiento para el camino. Con una fe insobornable. "No me preocupa la cuestión, más o menos pueril, de si estaré en casa o no por Navidad [...]; creo que podría hacer este sacrificio con gozo, si lo pudiera hacer 'en la fe' y si supiera que va a ser así. 'En la fe' puedo soportarlo todo (así lo espero), incluso una condena y las demás temidas consecuencias (Salmo 18,30); pero una precaución medrosa desmoraliza".



Pienso que sólo así podremos ser ejemplo en medio de una sociedad que lo relativiza todo. Donde reina la idolatría y la falta de unos valores que nos salpican. Vosotros no actuaréis como ellos, dijo Jesús (parafraseo). Tenemos una misión que cumplir. Implica amar, perdonar, sacrificar, SERVIR, dedicar, aunque a veces toque perder algo, o mucho.



Él dijo que el que decidiera seguirle tendría que tomar su cruz primero. A veces toca dejar cosas por el camino. Pero esta causa y este amor lo re-llenan todo. Inunda todo nuestro ser. Y puedes brillar en medio de la oscuridad. Puedes sonreír en medio de las lágrimas. Y puedes pensar en el otro. Currar por amor...



Llegar a ser voces proféticas que claman por el verdadero ayuno. En esta Navidad perenne para los corazones transformados. Que conforman un nuevo pueblo. Donde todos claman. Allí, ya no hay soledad. Que esta Navidad no se acabe, que dure traspasando fronteras de tiempo y espacio. Que se expanda sin límites. Que sea un obstáculo para la sinrazón, la injusticia, la incomprensión, la no-compasión. Que dure mientras le esperamos con Esperanza de un futuro glorioso. Una utopía con garantía. Que merece una fe activa, a prueba de todo...



El libro de Ester (La Biblia - Antiguo Testamento)



Al igual que el libro de Rut, éste ha sido para mí uno de mis favoritos desde mi niñez. Ester nos enseña a dar la cara por el prójimo. Dar la cara significa muchas veces perder todo lo alcanzado si las cosas no tienen final feliz.



Eso habrá pensado Ester cuando Mardoqueo la tiene que llamar a la reflexión en un momento de indecisión: “No pienses que estando en el palacio del rey solo tú escaparás entre todos los judíos. Porque si permaneces callada en este tiempo, alivio y liberación vendrán de otro lugar para los judíos”, […] Ester 4.13-14.



Mardoqueo la llama a la confianza en la providencia divina y ella toma conciencia de la realidad en la que está inmersa; entiende que no es posible esconder su identidad por mucho tiempo. Hay que tener valentía como la que ella asume haciendo una declaración de fe.



Recomiendo leer El cetro de oro (Publicaciones Andamio) de autoría de Stuart Park, David F. Burt y David Pradales.



Siempre hay otro que tomará nuestro lugar cuando intentemos no atender al llamado. Debemos estar dispuestos a decir: Envíame a mí. Porque una cosa es clara, aun cuando el autor del libro de Ester evita nombrar a Dios, que Mardoqueo tiene confianza total en las promesas de Él hechas a su pueblo.



 



El texto demuestra que Dios cumple sus propósitos con o sin nosotros. Él pone y Él quita. Y es aquí donde se nos prueba si somos siervos fieles. Si estamos dispuestos a dar la cara por Sus planes. Qué difícil elección la de Ester: en el dilema de salvarse ella sola o arriesgarse para salvar a todo el pueblo.



De arriesgarse por un final victorioso que no ve nada claro; de entender que no hay casualidades y ella es un instrumento precioso y utilísimo en las manos de Dios. Y que eso es un gran privilegio. Pero a veces todo es tan oscuro que no vemos; sin embargo, la dosis de gracia provista para ese día nos hace alumbrar los ojos de nuestro entendimiento. Y confiar porque en nuestras manos está la responsabilidad de velar por nuestro prójimo. Por nuestro hermano.



Y surge una Ester que está dispuesta a poner su fe en acción; comprometida, solidaria, dispuesta a arriesgar su vida por los demás. “Si perezco, perezco”, dijo. Y los demás interceden por ella con ayuno y oración. Unidos.



Me imagino los terribles momentos de espera de Ester, pensando si el rey Asuero extendería o no el cetro de oro que estaba en su mano. ¡Y lo extendió! Y el pueblo judío fue librado. Las cenizas se convirtieron en belleza. ¿Acaso esta historia no es tan actual para nosotros? Los llamados a dar la cara y participar como instrumentos para la consecución de los propósitos de Dios se suceden en nuestro diario vivir. ¿Los escuchamos?



Mientras lees la historia de Ester, en esa espera no puedes dejar de pensar en esa otra, la de Cristo mientras subía al Gólgota, a la espera de su crucifixión.



Pasando por calles otrora triunfales, ahora cargadas de escarnio y miradas hacia otro lado como diciendo: Yo no te conozco. Pero él decidió terminar su misión encomendada por el Padre. Dar la cara por nosotros para que luego pudiéramos hacerlo por otros en cada porción de este mundo.



Ser aval de otros; de los que no tienen nada para darlo como garantía, de los que no tienen carta de presentación, ni status, ni presencia agradable. Eso es más complejo, pero esa es la obra que nos mandó que hiciéramos. Así como el Padre le había mandado a Él.



No; no podemos decir que no queremos ser los guardianes de nuestros hermanos. Es complicado, lo sabemos. Dar la cara por el árbol caído y no hacer leña de él. Interceder, pedir clemencia, comer con él, aunque eso signifique dañar nuestra reputación, perder privilegios, oportunidades; incluso amigos y afectos.



Con la finalidad de ganarle para Cristo. Dar la cara y no avergonzarnos de hablar de nuestro Señor como le dijo el apóstol Pablo a Timoteo.



Todo para oír: “Yo fui aquel por quien diste la cara”, cuando llegue el juicio de las naciones: Yo fui aquel que sentaste en el mejor lugar... Yo fui el pequeño de carita triste abandonado, maltratado con el que compartiste tu hacienda para que tuviera Esperanza.



Qué gozo el de Ester cuando salva a su pueblo. Qué gozo el de Cristo cuando dice: “He acabado la obra que me diste que hiciese”. Gozo por la liberación. Pero no todo quedó ahí. Nos dejaron instrucciones para el seguimiento. Para llevar a la práctica su ejemplo. Para que diésemos continuidad a su misión hasta el final. Acabar la obra que nos encomendó.



No hay escapatoria posible. Debemos continuar repartiendo porciones, pero para todos como mandó Mardoqueo. Me encanta su decisión de pensar en los más necesitados; es decir, que no se olvidó de nadie, la celebración implicaba dar una invitación a todos sin excepción.


 

 


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COMENTARIOS

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Gustavo
02/09/2020
14:17 h
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Saludos Jacqueline, le escribe Gustavo Bustos, desde Costa Rica. Quería consultarle acerca de si me podría indicar donde puedo adquirir, preferiblemente de forma digital, el libro "Vivir contracorriente", lo he buscado en Amazon y Google Books, pero no lo encuentro. Le comento que en nuestra igleisa iniciaremos un estudio del libro de Efesios y me pareció muy relevante el enfoque de este libro y quisiera utilizarlo como referencia en el estudio. Gracias y bendiciones.
 



 
 
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