Un S.O.S frente al 2.016

No se ha de ser un genio para advertir con facilidad la diferencia que hay entre un político y un gobernante. Todos los gobernantes son políticos, pero no todos los políticos llegan a gobernar.

Es posible que muchas de las condiciones, virtudes, habilidades e imagen necesarias para ser un buen político no las necesite para nada un gobernante. Y las cualidades principales del perfecto hombre de gobierno de nada le servirán al que nunca llegue a gobernar.

Sin embargo, el ciudadano con derecho a voto debe adivinar, viendo, observando, investigando e interpretando, cuál es el mejor gobernante. Y “Desde el Corazón” me temo que tenemos notables políticos pero invisibles buenos gobernantes.

Me temo que con la confusa ingobernabilidad que se nos vaticina, no nos estamos dando cuenta de algo mucho más grave y elemental que este desconcierto, sino sólo del síntoma de una enfermedad mucho más profunda que es la que hoy corroe la condición humana.

Me parece a mí que la civilización moderna no va a destruir al hombre “en manada” ni por una gigantesca “Star Trek” venida de fuera, sino que se autodestruirá por una “desmedulación”, como un gigantesco vampiro, que ya de tiempo, nos va succionando la médula del alma.

Estamos ya en un grave proceso de “avitaminosis”, de pérdida de energía tal, de flojedad en los fundamentos internos, que ni siquiera somos conscientes de nuestro raquitismo espiritual.

Este vaciamiento ha empezado por una gigantesca pérdida de libertad. En un tiempo que todos hablamos de libertad lo cierto es que cada vez lo somos menos, que no somos conscientes de no serlo, hasta nos sentimos a gusto con la libertad perdida y que tristes del alma apenas somos capaces de desearla, como incapaces de buscar la Verdad que hace libres. Las cadenas se nos han vuelto invisibles y hasta cómodas.

Una gran cadena nos la ha puesto una civilización en la que el colectivo priva sobre lo individual. La organización política es una máquina que nos ha sometido a su engranaje. Y tenemos que vivir en bloque, pensar en bloque, viajar en bloque, divertirnos en bloque, gobernar en bloque de escaños.

La hipertrofia de la política y los políticos, la hipertrofia del Estado son dos síntomas de esa invasión. Todo es ya política. Las decisiones de partido entran en nuestra vida cultural, profesional, religiosa. A eso lo llamamos a veces democracia pero muchas veces son diversas variantes del totalitarismo.

Otra gran cadena es la sustitución de la verdad por la propaganda. En un mundo que cree combatir los dogmas se han implantado los nuevos dogmas y es que el coñac es cosa de hombres (ahora hay que añadir, también de las mujeres), la belleza y el atractivo depende del perfume que usas, el coche sigue siendo símbolo de la persona realizada y la sofisticación en el comer, demostración de gusto y personalidad.

Queramos o no, la elección hasta de las más pequeñas cosas, del juguete que ahora toca para los peques nos es impuesta por el martilleo que nos acosa desde todas las esquinas. ¿Para qué pensar en un mundo que sabe todas las respuestas?

¿Quién se atreve a discutir el dominio de las modas? ¿Cómo no someterse a las costumbres imperantes en las que se nos dice cómo hay que ser para ser rebeldes, progres, modernos y sociables?.

“Desde el Corazón” me asombro de que una supuesta “cultura popular” está sustituyendo progresivamente a la cultura. Una ética de tiempos modernos, está implantando a la verdadera ética. Una caridad motivada más por la pantalla que por el amor real e integral al ser humano.

Un marcado desinterés por todo lo problemático –conocemos el hambre y la guerra en el mundo  pero no hacemos todo lo que se debe y puede hacer por evitarlos. Conocemos el paro, pero nos resignamos a él, y confiamos en la solución a diversos movimientos políticos.

Fabricamos una cultura de “comamos y bebamos, que mañana moriremos”, una cultura no pensante, no interior, que vacía y no ahonda.

La mayor parte de los humanos vive cuatro quintas partes de su existencia con una vida vegetal o con unos gestos automáticos -levantarse; trabajar en algo que no ama y por tanto no participa; charlotear, pero sin hablar de nada trascendente, divertirse, ver la televisión en selección de programas que te permitan olvidar la cabeza, el corazón y el alma  cosas que podría hacer una máquina cualquiera.

Viviendo en ese mar negro de nuestra civilización ¿qué hacer entonces? ¿lanzar un S.O.S que ponga en sobre aviso a este nuevo Año 2016?; como creyente, venir ante Quien sin ser político ni gobernante humano, pero siendo Admirable en todo, Consejero sapientísimo, Consolador por excelencia, Autor de la Paz, Creador Todopoderoso y Dios sobre todas las cosas, y reconocerle Señor y Salvador de nuestras vidas. Las verdaderas redenciones nacen humildemente como ocurrió en Belén, pero son las que cambian y mejoran el mundo.