A lo largo de los últimos tres o cuatro años me han llamado de todo porque celebro el nacimiento de Jesús.
En 1963 Andy Williams cantó sobre la Navidad llamándola, “the most wonderful time of the year” (el momento más maravilloso del año). Para mí, sin embargo, la gran fiesta se va convirtiendo poco a poco en algo más estresante.
¿Por qué?
Se debe a algo que denomino Guerras santas navideñas. Con esto me refiero a la cantidad de insultos y comentarios despectivos que se lanzan entre creyentes en estas preciosas fechas.
A lo largo de los últimos tres o cuatro años me han llamado de todo porque celebro el nacimiento de Jesús. Me han tachado de “pagano”, “católico-romano” y “apostata” entre unas cuantas cosas más. Este año ha vuelto a suceder lo mismo con las típicas falsas acusaciones de ser un “mentiroso” y “engañador”.
Seguro que no soy el único creyente que se siente un poco bofeteado con todo lo que está pasando. Así que hoy quiero explicar la razón por la que creo que es correcto celebrar al Señor en estas semanas.
Pido misericordia. Pido compasión. Pido tregua.
Lo que no adoramos
Para comenzar me gustaría aclarar que no soy un pagano. Aún antes de convertirme a Cristo nunca me postré ante ningún árbol navideño diciendo: “Oh, sí que eres grande mi pino tan fino con tus conos tan monos”. De hecho, no conocí a nadie en mi barrio que hiciese algo parecido. Ahora bien, si hay alguien por allí que no es capaz de resistir la tremenda tentación de evocar el nombre de su árbol navideño en adoración, le recomiendo que no se compre uno.
En cuanto a los orígenes de la Navidad, es cierto que sus raíces eran paganas. Antes de la conversión del primer emperador cristiano Constantino en el siglo IV, los romanos pasaban una semana adorando a Saturno de manera inmoral durante el festival de Saturnalia (el cual comenzaba el 17 de diciembre). La celebración era seguida por el culto al Sol Invicto para así coincidir con el solsticio de invierno el 25 de diciembre.
Pero cuando Constantino ascendió al trono, la Iglesia –con su nueva esfera de influencia socio-política gracias a la fe del emperador- trató de distanciarse de cualquier tipo de paganismo primitivo. Esta fue la razón por la cual los cristianos decidieron adorar al Sol de justicia (Malaquías 4:2) en vez de alabar al Sol Invicto. La Iglesia empezó a adorar al Señor por el nacimiento de Jesús el 25 de diciembre con el fin de erradicar los errores del paganismo.
Así que por un lado, es cierto que las raíces de la fecha eran paganas; pero por el otro, es igualmente innegable que la institución de la celebración de la Navidad fue uno de los actos más radicalmente anti-paganos en toda la historia de la cristiandad.
Lo que sí adoramos
Si no adoramos los árboles ni a los dioses paganos en estas fechas, ¿qué es lo que adoramos exactamente?
En Navidad los creyentes adoramos a Dios por haber enviado a su amado Hijo a la tierra. Nos unimos a las voces de los sabios del Oriente, de María, los pastores, los ángeles, Elisabet, Zacarías y del anciano Simeón en suprema alabanza. “¡Gracias Padre por Jesús, el regalo de regalos!” Esto no quiere decir que Cristo hubiese nacido el 25 de diciembre, pero lo que recordamos es el evento cristológico no la fecha en sí. Lo importante es que el Hijo eterno de Dios se hizo carne.
Adiaphora
¿Qué hacemos, entonces, con todas las disputas y peleas actuales en el mundo evangélico con respecto a estas fiestas? Bueno, haríamos bien en prestar atención a lo que nos enseña la Palabra del Señor.
Tenemos dos mandatos específicos que se dirigen al asunto de días festivos. En Colosenses 2:16 el apóstol Pablo nos manda que, “nadie os juzgue… en cuanto a días de fiesta”. ¡Nadie significa nadie! Romanos 14:5-6 viene a decir más o menos lo mismo: “Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cado uno esté plenamente convencido en su propia mente. El que hace caso del día, lo hace para el Señor; y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace”.
En fin, estas discusiones sobre los días de fiesta son cosas secundarias. No se tratan de asuntos centrales de la fe. En el tiempo de la Reforma protestante emplearon la palabra adiaphora para referirse a tales temas. Hay que estar unidos en lo fundamental: la doctrina de la Trinidad, la doble naturaleza de Cristo, su obra impecable de salvación, la salvación por la gracia mediante la fe, etc. Pero luego hay un sinfín de temas que se pueden dialogar entre hermanos e iglesias.
En lo que es esencial, unidad.
En lo que no es esencial, libertad.
En todas las cosas, amor.
El problema de hoy es que un determinado sector del cristianismo está convirtiendo un asunto de adiaphora en uno de importancia primordial. Esto daña a la Iglesia y fomenta malestar en la congregación. Tenemos plena libertad en Cristo para celebrar la Navidad. En palabras de la Segunda confesión helvética (1566), “Estamos muy de acuerdo con que las iglesias, usando su libertad cristiana, celebran piadosamente la memoria del nacimiento del Señor, su circuncisión, su Pasión y su resurrección, su ascensión a los cielos y la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles” (Artículo XXIV).
¿Por qué tantos insisten en condenar a aquéllos que celebramos la Navidad? Pablo preguntó, “¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? ¿Por qué juzgas a tu hermano?” (Romanos 14:4, 10). Martyn Lloyd-Jones propuso que la respuesta reside en un espíritu hipercrítico. Predicó a su iglesia de Westminster en Londres diciendo que, “El espíritu hipercrítico nunca se siente realmente feliz a no ser que encuentre estas faltas. Y, desde luego, el resultado de todo esto es que tiende a fijar la atención en asuntos que son indiferentes para convertirlos en asuntos de importancia vital. El mejor comentario a este respecto se encuentra en Romanos 14 donde Pablo les dice a los romanos en detalle que eviten el juzgarse unos a otros en asuntos como la comida y la bebida, y como el considerar un día más importante que otro”.
Tiendo a creer que Martyn Lloyd-Jones llevaba algo de razón.
En vez de malgastar energía en derribar y difamar a otros hermanos que aman al Señor y defienden la fe el resto del año, ¿por qué estos ‘hipercríticos’ no se dedican a hablar en contra de temas que de verdad merecen la pena desde una perspectiva bíblica? Pienso en el avance de la teología liberal, el Evangelio de la prosperidad, la homosexualidad, el abuso de poder, la conversión de iglesias y denominaciones en esclavas de programas, proyectos, estrategias y métodos de marketing religioso, la pérdida de la predicación expositiva del púlpito, la alabanza discotequera, el culto a las grandes personalidades evangélicas y diez mil temas paganos más.
Hacia una tregua evangélica
En fin, espero que estas contiendas innecesarias poco a poco vayan desapareciendo y que luchemos juntos en lo que realmente importa. Qué sepamos diferenciar entre lo primordial y lo que es adiaphora.
Así estaremos mucho más tranquilos y más libres de estrés en estas fechas, cada uno con su propia conciencia, algunos guardando el día de Navidad para el Señor y otros no guardándolo para el Señor. ¡Pero todos sin pleitos y sin insultos!
Y si aprendemos a madurar juntos este mes diciembre, quizás vuelva a creer eso de que realmente es “the most wonderful time of the year”.
¡Feliz Navidad para todos!
1 LLOYD-JONES, Martyn, Sermón del monte (Estandarte de la verdad: Edinburgh, ¿año desconocido?), p. 221
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