Me pregunto si hemos reconocido, interiorizado y admitido que celebramos las fiestas, fracasados por no entender realmente lo que significa Navidad.
Los visitantes que habían llegado a Barcelona, ante el asombro de cómo y cuánto se celebraba el “Día ÖSHER PLOUTOS” preguntaban qué pasaba, así que preguntaron a otro: “perdón, señor, ¿ha recibido usted también el millón de euros?”; “¿un millón de euros?, ¡noooo!.
“Entonces, ¿nos podría explicar el porqué de esta celebración?, ¿de qué se trata?, no lo entendemos.
“¿De verdad?”; bueno, déjenme que piense a ver si me acuerdo…
Todo empezó con un hombre en un País lejano. Creemos que se llamaba ÖSHER PLOUTOS, pero nadie está seguro. De hecho, ahora pocos saben si vivió realmente. De cualquier modo su leyenda nos sirve para hacer regalos: corbatas, perfumes, bolsos, pijamas, lencería, pañuelos y muchas otras cosas. De alguna manera nos llegó la costumbre a España y hacemos regalos todos los “Días ÖSHER PLOUTOS” y si ustedes se quedan aquí, pronto se acostumbrarán a ese espíritu”.
Uno de los visitantes comentó: “sí, ya veo lo que quiere decir. La verdad es que esa corbata naranja que lleva es muy bonita. Puedo ver que este día significa mucho para usted”.
Finalmente preguntaron a un tercer transeúnte si había recibido un millón de euros. Pero él tampoco sabía de qué estaban hablando. Le preguntaron qué significaba el ÖSHER PLOUTOS. Dijo: “Bueno, les diré que el Señor ÖSHER PLOUTOS era un hombre muy bueno que vivió hace mucho. Era muy rico. Tenemos su biografía en un libro de tapas negras. Muchos de nosotros lo tenemos en casa, pero debo decirle que no lo leemos mucho. Creo que dice cómo se hace fortuna. La idea es que si seguimos sus preceptos podemos ganar también nosotros un millón de euros o algo por el estilo, según creo”.
De repente, apenas audible sobre las risas y el chocar de los vasos y copas, se oyó un golpe en la puerta del otro lado de la estancia. Pareció que nadie lo oía. Después de una breve pausa, la puerta se abrió y allí estaba el descendiente perenne de Mijail ANTONIUS, con su portafolio en mano. Había llegado con un millón de euros para alguien. “Pueblo, pueblo”, volvió a decir, pero las risas eran tan fuertes que nadie parecía oírle. Finalmente se dio la vuelta y se fue, mientras la celebración continuaba con entusiasmo.
Esta es mi parábola como “aprendiz de escribidor”. Me pregunto si también mis lectores se han esforzado e incluso herido los dedos o lastimado las manos levantando su árbol de ÖSHER PLOUTOS. Me pregunto si habéis recibido alguna vez el verdadero regalo de ÖSHER PLOUTOS. Me pregunto si vuestras manos se habrán cansado de firmar decenas de tarjetas navideñas, y aburrido de escribir los sobres. Y me pregunto si muchos entienden de qué trata la Navidad.
“Desde el Corazón” me pregunto si hemos reconocido, interiorizado y admitido que celebramos las fiestas, fracasados –nunca reconoceremos pecado por no entender realmente lo que significa Navidad, a qué nos llama y a qué nos compromete. Y lo que es más triste, la estamos convirtiendo en justificación para no pocos excesos. Tenemos mucha religión folclórica, mientras vivimos en las Sodoma y Gomorra del dispendio, de la aceptación de leyes antinaturales, de libertinaje y la permisividad sexual de altas cotas, de la desnaturalización del matrimonio y la autoridad de los padres sobre los hijos. Hemos querido levantar una torre de Babel de prosperidad y progreso y hemos acabado enfermos, desorientados y confundidos. Cumbres de París para velar por el ambiente del globo, y cada potencia que más contamina, no entiende ni admite las normas que se anuncian; los Secretarios de los partidos mayoritarios, debaten (se insultan más que ofertan soluciones) y dicen que abogan por el bienestar común, pero su disciplina de partido, les impide votar por las ideas de otros, por muy mejorables que sean a las propias. Se pide al pueblo recortes y sacrificio, y aunque hayan gestos de quererlo manifestar, se blindan millonarias indemnizaciones y seguras jubilaciones a banqueros del fracaso y políticos que sin tener los años de contribución que se exige por ley a los obreros, se las conceden de por vida. El pecado.
Lo reconocemos, sí. Hemos sido nosotros, todos desde el Estado, pasando por las Autonomías hasta los particulares, hemos querido vivir como dioses, pero de espaldas a la ley suprema de los ingresos y los gastos, al mandamiento de equilibrio y la modestia, esa sabiduría que el Doctor bíblico recomendaba, de calcular el coste, antes de emprender una construcción, y saber si tenía suficiente para terminarla, de modo que no se haga burla de tan mal planificador. La culpa.
Ya hemos visto las orejas al lobo. Ya hemos visto, se nos ha hecho ver –de un día para otro que nuestra pecaminosa vidorra económica sólo nos podía traer problemas para muchos, sufrimiento y desconsuelo. Estamos desconcertados, humillados y muy conscientes de estar haciendo mal las cosas. Debe llegar el arrepentimiento.
Confesados –más o menos nuestros muchos pecados esas compras, ese robarle a Dios, ese crédito, esos placeres caprichosos, esa hipoteca para una segunda casa, esa derrochadora administración, esa lujuria de dinero, y una vez arrepentidos, debemos proceder a la conversión.
Esa conversión nos la sugieren ya los propios jueces (en la versión bíblica: personas liberadoras) de la economía, de la tecnocracia y sobre todo de los estudiosos bíblicos. Repetirse todas las veces que aparezca el seductor del gasto: “no gastaré un euro más del que ingrese”.
Pero no basta. Se precisan, como virtuoso plan de vida, la austeridad, el ajuste, el recorte, en suma el sabio proceder en cada aspecto de la vida. O sea, la ética cristiana en todo su contenido: visión espiritual de la vida, el sacrificio, el dominio propio, el ayuno, la obediencia a los valores del Altísimo, la templanza.
Valores, que sin duda, aunque con otros nombres, los estadistas bien intencionados también quieren y ver como ayudas para salir de la crisis. Y nosotros, los creyentes que también queremos vivir, y que ya lo sabíamos desde el corazón, vamos a aprovecharlos, pues acaso ¿va a ser la Economía más fuerte que la Religión Pura y sin Mácula?.
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