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Protestante Digital

 
 

El poder transformador de la palabra (II)

Cada lector extrae de los libros aquello que de alguna manera satisface sus sensibilidades y preocupaciones. A veces quisieras ser indiferente, pero no puedes.

MUY PERSONAL AUTOR Jacqueline Alencar 01 DE NOVIEMBRE DE 2015 11:40 h

Pienso que cada lector extrae de los libros aquello que de alguna manera satisface sus sensibilidades y preocupaciones. A veces quisieras ser indiferente, pero no puedes. El libro de Juan Mackay (Inverness-Escocia-1889-Maryland-NJ-1983), El otro Cristo español (edición especial de celebración de las Bodas de Diamante del Colegio San Andrés-Anglo peruano, 1991. La primera edición inglesa salió en 1933 y la primera edición en español en 1952), me conmovió y confrontó con la vida misma. Me encontré con un diagnóstico certero de la realidad espiritual de España e Iberoamérica en su caminar por los siglos. Pero para ello, Mackay se adentró primero en el desarrollo del catolicismo desde la colonia hasta los días en que se escribe el libro, me imagino. La verdad es que no me gusta arrastrar historias de la colonización, pero esta parte que me toca como cristiana, la de la evangelización de los indígenas en la época de la colonia, me ha impactado profundamente. Mackay cita palabras de Lope de Vega para describir algo de lo que allí ocurría: "No los lleva la cristiandad sino el oro y la codicia". Y dice además, que si bien la cruz en un principio era un motivo en los pensamientos de los reyes católicos, al empezar la cruzada, luego no fue más que un pretexto para los designados a realizarla.



Dice el autor que "la conquista y colonización ibéricas del Nuevo Mundo tuvieron lugar con los auspicios de una perfecta teocracia". La corona encomendó a los colonos la conversión de los indígenas a la Fe Católica, otorgándoles, para facilitarles la labor, todo el poder sobre la raza indígena.



Muchos errores se cometieron al evangelizar a los indios, y en ese entramado surge Fray Bartolomé de las Casas, quien vendría a ser su protector. Se le nombró protector General de las Indias. Dice Mackay que en el Tratado de Treinta Proposiciones de Las Casas, se dan recomendaciones tales como: "Los reyes de Castilla... son obligados a procurar la conversión de los infieles de las Indias por los mismos medios que practicaron Jesucristo y los apóstoles, y que ha seguido siempre, aprobado y enseñado la Iglesia Católica; es decir, por medios dulces, suaves y capaces de hacer amable la religión cristiana, como son la persuasión y el convencimiento en los sermones, conferencias, y el buen ejemplo de las personas en su conducta...". Según nos adentramos en el libro nos damos cuenta que no se dieron cambios sustanciales, más bien creció la censura y, por último, en las colonias se implementó la Inquisición. Dan escalofríos con solo pronunciar esa institución. También es interesante conocer el papel de los Jesuitas... Los cambios de la corona al papado. Y todo lo que se va sucediendo durante las revoluciones que van dando lugar a la independencia de los distintos estados. Y cómo se va transformando la religión. La sudamericanización de un Cristo español.



El meollo en el libro es ese Cristo que no viajó al Nuevo Mundo con los conquistadores. Por eso, dice: "Pero, por mucha sombra que le hiciera su Santa Madre, también Cristo vino a América. Desde Belén y el Calvario, pasó por África y España en su largo viaje al occidente hasta las pampas y las cordilleras. Pero ¿fue realmente Él quien vino, o fue otra figura religiosa que portaba el mismo nombre y algunas de sus marcas? Pienso a veces que el Cristo, de paso al Occidente, fue encarcelado en España, mientras otro que tomó su nombre se embarcó con los cruzados españoles hacia el Nuevo Mundo, un Cristo que no nació en Belén, sino en Noráfrica. Este Cristo se naturalizó en las colonias ibéricas de América, mientras el Hijo y Señor de María ha sido poco más que un extraño y peregrino en esas tierras desde los tiempos de Colón hasta el presente".



El autor nos pasea por las tradiciones de un lado y otro de las dos orillas demostrando la ausencia del Cristo de los Evangelios, pero también señalando en su proyección de futuro el papel fundamental del protestantismo en ese renacer espiritual ibérico y americano, para llegar al conocimiento de ese otro Cristo español. Dice en su capítulo XII, en el apartado La tarea evangélica: "Nuestra principal dificultad no consiste en justificar la presencia del cristianismo evangélico en la América latina, sino en sentir una razonable seguridad de que éste podrá, fiel a su índole intrínseca, desempeñar su difícil y necesaria misión en el continente".



Sería interesante leer una continuación del libro...



Realmente Mackay hace su análisis de la realidad espiritual iberoamericana porque la conocía muy bien; él se incrustó en la realidad del continente. Y de España. Su historia, su cultura, su panorama espiritual. Es como dice Samuel Escobar en el ensayo que va incluido en el libro y que también nos sirve para hacer esa afirmación: "... Mackay formuló su estilo encarnacional en un principio muy claro: 'la palabra evangélica debe hacerse carne autóctona. La persona que representa a Cristo y procura comunicar el evangelio de Cristo, debe identificarse de la manera más cercana posible con su ambiente humano".



En 1915, después de graduarse en el Seminario Teológico de Princeton, y de pasar ocho semanas en Sudamérica, viajó a Madrid al Centro de Estudios Históricos y conoció a D. Miguel de Unamuno, de quien dijo: "Unamuno me llevó a comprender la plena dimensión de lo que significa ser hispano y lo que es la cultura hispana". Sobre él realizó su tesis doctoral en la Universidad de San Marcos de Lima.



En 1917, ya en Perú, junto a su esposa fundaron en Lima el colegio Anglo-Peruano, actual Colegio San Andrés. Se dice que allí muchos lo consideraron como uno más, incluso ingresó a la Universidad Mayor de San Marcos y se introdujo en la vida cultural de Lima donde destacable fue su trabajo educativo. Más tarde leo que residió en Montevideo y en México. Recorrer el continente le abrió nuevas perspectivas. Tuvo relación de estrecha amistad con dos grandes políticos latinoamericanos como José Carlos Mariátegui y Raúl Haya de la Torre.



Con todo ese bagaje, Mackay sabía bien de lo que hablaba. Estuvo allí, en América, y acá en España. Para ambas orillas deseaba un verdadero encuentro con Dios. En el libro cita un poema de Unamuno. Y él vislumbraba el rescate de ese Cristo muerto, el del sepulcro; el que había viajado a América. Vislumbraba una nueva cruzada para traer la renovación en la que el protestantismo sería vital. A ver...



Ha sido una sorpresa leer que en 1929, durante un viaje a Europa, recaló en Bonn por cuatro meses e hizo amistad con el teólogo Karl Barth, de quien fue profesor de inglés. Según he leído, Barth influyó profundamente en Mackay.



 





Hablar de Karl Barth (1886-1968) me ha recordado su libro Introducción a la Teología Evangélica (Sígueme) que he leído hace poco. Es un libro que me ha costado leer, he tenido que ir muy despacio y a veces volver a releer algunas páginas. Me ha respondido a preguntas acerca de cómo debe ser la teología que sirve a la comunidad; cuál es el servicio que la Teología presta a la predicación, a la enseñanza y a la labor pastoral. Si la Teología es un servicio prestado a la comunidad... ¿será también un servicio directo prestado en el mundo? ¿Y será un servicio para el cultivo de otras ciencias? Y hablando de otras ciencias... ¿Se siente la Teología en soledad respecto a ellas? Si cada cristiano está también llamado a ser teólogo, con sus niveles, claro. Si los dirigentes eclesiásticos que dicen que no son teólogos pueden renunciar a esta responsabilidad... Me ha llevado a repensar en eso de que la fe debe implicar acción, movimiento...



Y sobre teología hay otro librito que nos regaló un hermano para que lo degustáramos. Se trata de Hacer teología junto a María, del teólogo brasileño Valdir Steuernagel (Ediciones Kairos). Steuernagel tiene la capacidad de hacernos rumiar tranquilamente el texto bíblico, desde la sencillez y al mismo tiempo redescubriendo su valor al leerlo con nuevos ojos. Cito un pasaje para ilustrar lo que digo: "Es una pena que hayamos intentado reducir la teología a un discurso individualista que se expresa en palabras acumuladas en libros y clases magistrales. Esa teología cautiva de la academia se ha vuelto demasiada estrecha, detallista y triste. La teología necesita recuperar su lugar en el círculo de quienes comparten una vocación. La teología necesita espacio existencial para poder palpitar. Espacio para respirar. Le gusta que se haga rueda para poder bailar. Odia sentirse ahogada. Se rebela en protesta ante cualquier tentativa de ser encerrada en uno de esos libros voluminosos bien encuadernados".



Cuando tenía doce años, durante unas vacaciones, fue cuando pude conocer más de mi familia paterna que habían emigrado del Nordeste de Brasil. Mis bisabuelos llegaron con sus hijos al Estado del Acre en Brasil. Él, mi bisabuelo, murió al poco tiempo así que ella, Sinhá, salió adelante en solitario, trasladándose todos a una ciudad fronteriza de Bolivia. Posteriormente mi bisabuela se jubiló como comerciante, y dejó a mi abuela Querubina al frente de un pequeño comercio llamado "Casa bella Aurora". Mi abuelo portugués también había muerto hacía muchísimo tiempo durante uno de esos largos viajes a caballo; era natural de Lisboa y se instaló en una región ganadera de Bolivia, como muchos otros procedentes de Siria, Líbano, y de otras partes del mundo como Japón. Y se casó con una joven brasileña; por ahí quedan algunas misivas que se intercambiaron entre ellos, cargadas de amor y que todos los primos anhelamos heredarlas. Las hermanas de mi abuela, que de pequeñas lo conocieron, comentan de su gran generosidad para con toda la familia de su esposa. Con qué emoción me hablan de él. En la Casa Bella Aurora había panadería y venta de productos de alimentación, al por mayor y al por menor. Los soldaditos del cuartel venían a comprar algunos productos como arroz y harina, para preparar el "raquítico rancho" que les daban... y fue así que uno de ellos llamado Virgilio se quedó para formar parte de la familia. En la casa no había lujos, pero recuerdo que todos los conocidos entraban por un corredor hasta la cocina para tomar café y comer si fuese necesario; los panes y los peces siempre se multiplicaban. Había una mesa muy grande. Por allí pasamos muchos, parientes, amigos, allegados, desconocidos... La casa fue cerrada por causa de la política, todos huyeron por la noche hacia el vecino país. Yo todavía no estaba pero me lo relataron tan bien que parece que sí. A pesar de estas peripecias, salieron adelante, y algo inaudito es que volvieron y amaron ese país. Siempre reinventándose y continuando hacia adelante.



Pues al fin mi abuelita Siñá me escogió para contarme las historias familiares, entre ellas las de un escritor llamado José de Alencar (1829-1877), uno de los más notables novelistas de Brasil, además de abogado, dramaturgo, periodista, político y crítico literario. Antes, comento que mi bisabuela vivía recitando versos, no sabemos si eran suyos o de otros. Conservo una carta dirigida a uno de mis tíos donde relata en forma de verso cómo está siendo su vida a los 81 años. "José de Alencar, escritor, abogado, político y periodista escribió varios libros", comento Sinhá. Y me habló de uno de ellos titulado Iracema, "donde es el autor quien se enamora de una bella india llamada así". Y que la historia se desarrollaba en la tierra de Alencar. Tres años más tarde, cuando ya había cumplido 15 años, un hermano de mi padre me envió desde el Brasil dos libros de José de Alencar, entre ellos estaba Iracema. Qué alegría tuve al tenerlo en mis manos y poder leer lo que tanto me había contado mi abuela. Y estaba en portugués, idioma que había aprendido no sé cuándo, ya que mis abuelas no hablaban español ni se molestaron en aprenderlo pues vivíamos en la frontera con Brasil. Pero ¡oh sorpresa! Al leer el libro, me di cuenta que la historia de mi abuela no era muy parecida a la original, pues en éste Iracema no se enamoraba del escritor sino de un colonizador portugués llamado Martin. Ella había elaborado su propio relato con el paso de los años; ya había cumplido 81 años y seguro había oído o leído el libro en su adolescencia, como yo.



Iracema está bellamente contada en prosa poética. Cargada de romanticismo, tiene mucha historia y el autor la sitúa en el siglo XVII. Se da una historia de amor entre Iracema y el colonizador portugués Martín, con un desenlace triste pues la protagonista muere; pero fruto de este mestizaje nace el hijo de ambos. Alencar describe en el libro la belleza de los paisajes del Ceará, su tierra natal. De ella me habló tanto mi abuela Sinhá para que quedara constancia y yo se lo contara a los demás, digo yo. Necesitaba que la escucharan; aunque dicen que fui la única a la que le dijo que no preguntara más. Otros de los libros indigenistas de Alencar son Ubirajara y O guaraní. Y otros como O sertanejo, Senhora, O tronco do ipê, Guerra dos mascates, As minas de prata... Podíamos estar horas y horas maravillados por la capacidad de esta mujer para relatar cosas; ahora sé por qué sus hijas también lo hacían de forma similar. Por ella supe que la abuela del escritor, Bárbara de Alencar, participó en la lucha por la independencia del Brasil.



Estando en Brasil, en una época en la que residí allí, leí al escritor Jorge Amado. Al poeta Drumond de Andrade. Y a Machado de Assis. Y otro libro titulado Brasil, nunca mais, que no recuerdo quién era el autor, pero hablaba de la dictadura y sus consecuencias.



Qué resistencia la de todos los protagonistas. Ello me llevó a traer a mi mente el libro de Dietrich Bonhoeffer Resistencia y sumisión, con el subtítulo "Cartas y apuntes desde el cautiverio" (Sígueme, Salamanca). Bonhoeffer nació en Breslav (Alemania) en 1906. Fue pastor, teólogo y profesor. Y poeta también. En este libro podemos leer varios poemas que escribe en sus epístolas enviadas a sus amigos, a sus padres y familiares, a su novia María. Aunque él decía que no era poeta. Esto se lo expresa a su querido amigo Eberhard Bethge: "Hoy por la mañana temprano, me he dado cuenta de que debo rehacer por completo estos versos. Sin embargo, te los envío tal como están. ¡Al fin y al cabo, no soy poeta!



Yo sólo expreso mis impresiones, aquello que me impacta. Y aquí resalto el ejemplar compromiso de Bonhoefer con Dios y con el otro. Cuál nuestra actitud frente a toda la problemática que nos rodea y que consideramos no es de nuestra incumbencia. ¿Es actual el pensamiento de Bonhoeffer? ¿Es actual lo que escribe sobre la iglesia confesante desde la cárcel, en una misiva dirigida al hijo de su amigo Eberhard en el día de su bautizo?: "... Nuestra iglesia, que durante estos años ha luchado sólo por su propia subsistencia, como si ésta fuera una finalidad absoluta, es incapaz de erigirse ahora en portadora de la Palabra que ha de reconciliar y redimir a los hombres y al mundo. Por esta razón, las palabras antiguas han de marchitarse y enmudecer, y nuestra existencia de cristianos sólo tendrá, en la actualidad, dos aspectos: orar y hacer justicia entre los hombres. Todo el pensamiento, todas las palabras y toda la organización en el campo del cristianismo han de renacer partiendo de esta oración y de esta actuación cristianas. [...] No nos toca a nosotros predecir el día -pero este día vendrá- en que de nuevo habrá personas llamadas a pronunciar la Palabra de Dios de tal modo que el mundo será transformado y renovado por ella. Será un lenguaje nuevo, quizás totalmente arreligioso, pero liberador y redentor como el lenguaje de Cristo; los hombres se espantarán de él, pero a la vez serán vencidos por su poder. Será el lenguaje de una nueva justicia y de una verdad nueva, el lenguaje que anunciará la paz del señor con el género humano y la proximidad de su reino. Y se asombrarán y admirarán de tanto bien y de tanta paz como yo les daré (Jeremías 33,9). Hasta entonces la actividad de los cristianos será oculta y callada, pero habrá personas que harán oración, y actuarán con justicia y esperarán el tiempo de Dios. ¡Ojalá tú seas uno de ellos y alguna vez pueda decirse de ti: Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta ser pleno día (Proverbios 4,18)".



El compromiso de Dietrich con Dios lo llevó a la práctica y lo vemos en la época en que escribe su libro Vida en comunidad, en el año 1938, después que en 1937 la Gestapo clausurara Finkenwalde, el Centro de Estudios para formación de pastores. La fortaleza obtenida solo puede venir de Dios, como acabo de oírlo a través de los testimonios contados por los que participan en el ministerio Puertas Abiertas que apoyan a la Iglesia Perseguida. Seguro que este hermano teólogo de la iglesia confesante alemana no era perfecto, porque no sé si lo hay aunque fuera uno. Lo que sí sé es que se preocupó por lo que sucedía a su alrededor, como lo señala Eduardo Delás en un artículo sobre Vida en Comunidad: "Ya no se trataba de conservar los bastiones eclesiásticos, sino de las personas, y eso era algo que este pionero de una Iglesia para los otros veía cada vez más claro. Una Iglesia que luche solamente por su propia sobrevivencia no puede ya ser portadora ante el mundo de la Palabra que la libera y reconcilia. Como repetirá en otras ocasiones, la Iglesia calló cuando tenía que haberse puesto a gritar, al ver cómo la sangre de los inocentes clamaba al cielo".



Otra de sus obras que he leído es El precio de la gracia, sobre la que también Delás ha escrito un libro titulado En diálogo con el precio de la gracia. Bonhoeffer actual. Una llamada al seguimiento, optando por no pisotear la gracia cara. Y preguntarnos qué significa seguir a Cristo en la actualidad, aquí en este país.



Hace 70 años Bonhoeffer perdió la vida en manos de los nazis. Pudo haberla preservado exiliándose en Norteamérica como le aconsejaron sabiamente. Pero no, se quedó en Alemania sabiendo que podía perderla. Y no se arrepintió. Se lo dijo en una carta a su amigo Eberhard: "En la fe puedo soportarlo todo (así lo espero), incluso una condena y las demás temidas consecuencias (Salmo 18, 30) [...] Debes saber también que en ningún instante he deplorado mi regreso en 1939, ni lo que siguió después [...]".



Hablando de intolerancia extraigo de los recuerdos el libro El hereje del vallisoletano Miguel Delibes; una novela histórica que, a pesar de la belleza con la que narra el escritor, no deja de conmovernos y también, por qué no, de indignarnos y sentirnos impotentes ante la crueldad que en nombre de la fe llevó a cabo una institución siniestra como lo fue la Inquisición. Conmueve solo de pensar en los autos de fe llevados a cabo en Valladolid allá por 1559. Nos hace valorar nuestra Libertad Religiosa aunque hayan algunas fisuras. Pero nada comparado con lo que vivieron nuestros hermanos en el siglo XVI. Leer las páginas donde arden las llamas de la hoguera produce mucho dolor. Cito una sentencia mencionada casi al final del libro: Beatriz Cazalla: confiscación de bienes, muerte en garrote y dada a la hoguera. Me produce escalofríos. Lamentablemente hoy muchos cristianos dan también la vida por no negar su fe. De Delibes también leí La sombra del ciprés es alargada.



En este tiempo de celebraciones y futuras celebraciones sobre la Reforma, quiero citar tres obras que tenemos en casa. Dos son de Antonio del Corro, quien estuvo perseguido y acosado por la Inquisición: una es el Comentario dialogado de la Carta a los Romanos (VIII) y la otra, Comentario a Eclesiastés (IX). La tercera es Comentario al Evangelio de Juan (VII), de Casiodoro de Reina. Pertenecen a las Obras de los Reformadores del siglo XVI y cuya traducción y comentario fueron llevados a cabo por Francisco Ruiz de Pablos, Premio Unamuno 2010. Dice Ruiz de Pablos en la Introducción a este último (cito un fragmento): "Con este nuevo volumen de la Colección Eduforma Historia se inicia la recuperación y/o traducción española de una serie de obras de contenido bíblico-exegético, escritas por los mejores representantes de la primitiva Reforma de cuño peninsular. El primero en abrir la serie es Casiodoro de Reina, ex monje jerónimo de San Isidoro del Campo, de donde como seguidor de la Reforma hubo de exclaustrarse huyendo de la Inquisición al extranjero con varios de sus compañeros. [...] En 1569 verá publicada Casiodoro en Basilea su celebérrima Biblia 'del Oso', la que ha impregnado toda la tradición protestante de traducciones bíblicas al español. Revisada por Cipriano de Valera en 1602, ha sido reeditada desde su aparición hasta la actualidad por las Sociedades Bíblicas". Estuvimos en la presentación de los libros en Madrid hace ya algunos años, y realmente fue conmovedor ver cómo hermanos de hoy se dedican a rescatar a los de ayer, los que con sudor y sangre nos dejaron escrita la Palabra.



Tengo otro libro muy interesante que es la recopilación de algunos de los trabajos que se presentaron en el I Congreso Reforma Protestante y Libertades en Europa, realizado en el año 2010 y del que fue coordinador Emilio Monjo Bellido. De este valioso material se pueden extraer reflexiones sobre la influencia de la Reforma protestante especialmente en el campo político y social, del que fue editor Juan Carlos Suárez Villegas.



 





Monjo Bellido es uno de los rescatadores de nuestros hermanos de la Reforma, al igual que Manuel de León y algunos otros. Destacable también ha sido la participación de Emilio Monjo Bellido, Director del Centro de Investigación y Memoria del Protestantismo Español (CIMPE), en la publicación de la valiosa obra de E. Schäfer Protestantismo Español e Inquisición en el Siglo XVI, con traducción y estudio introductorio de Francisco Ruiz de Pablos; un libro que forma parte de un proyecto con el alma de la historia. Está escrito por el hispanista alemán a la edad de 29 años, una recopilación de los testimonios documentados sobre los orígenes del protestantismo español. En la presentación del mismo, en la Universidad de Valladolid, el año pasado, a la que pude asistir, Monjo señaló “que la obra de cuatro volúmenes ha sido editada venciendo numerosas dificultades, pero hoy, al contario de aquella época en que se apretaba la cuerda a la libertad y luego se la quemaba, se busca la libertad, y en ese trabajo se involucran gentes, como los de esta universidad que nos acompañan, y que podrán producir obras como la que presentamos” (fragmento de una noticia sobre el acto de presentación de la obra de Schäfer en la Universidad de Valladolid, publicada en P+D).



Merece también leer dos novelas históricas que nos adentran en esos tumultuosos momentos de la Reforma en el siglo XVI. Una es Tiempo de Beatas y Alumbrados (Andamio), que fue premiada en la primera edición del Certamen literario de Novela ADÁN convocado por ADECE y por publicaciones Andamio. La otra, Matar a Lutero (Grupo Nelson), del escritor Mario Escobar. Pudimos estar presentes en la presentación de las mismas, tanto en Toral de los Guzmanes (León), durante el Encuentro de los Poetas y Dios 2012, como en la librería Cervantes de Salamanca, respectivamente.



No quiero dejar de mencionar próximamente a otro personaje del siglo XVI, como lo es Teresa de Jesús.



También tuve ocasión de leer la traducción que Alfonso Ortega Carmona, catedrático de la UPSA hizo de la obra sobre Retórica de Quintiliano de Calahorra, plasmada en cinco volúmenes. Una maravilla. Quinto Fabio de Calahorra, ciudad de la Provincia romana de Hispania Tarraconensis, fue el más famoso y autorizado maestro de Retórica del Imperio romano en todas sus épocas y el primer profesor de Occidente que, por mandato del emperador Domiciano, ejerció el cargo público de la enseñanza en nombre del Estado, oficialmente retribuido a cargo del erario público, como dice el traductor en el prólogo del primer tomo de la Obra. Esta obra de Retórica fue fundamental en la formación del orador en sus dos vertientes: la Retórica Jurídica y la Retórica Política. Fue publicada por el editor romano Trifón después de 20 años de enseñanza ejercida por Quintiliano y a pedido de sus antiguos discípulos.



Continuamos la próxima semana. Y que nadie suprima la verdad por ninguna clase de miedo, y digan sus opiniones libremente en cuestiones dudosas; o pregunten... O tengan ideas, sueños... La Inquisición fue abolida hace ya mucho tiempo. Espero.


 

 


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