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¿Ha fracasado el cristianismo?

Es triste tener que reconocer que en ciertos ámbitos evangélicos se detecta un grave déficit solidario hacia los numerosos problemas de injusticia social que existen en nuestro mundo global.

CONCIENCIA AUTOR Antonio Cruz 31 DE OCTUBRE DE 2015 18:55 h
escultura arte solidaridad Escultura 'Solidaridad' (Gijón), de Pepe Noja. Foto: Pedro Menéndez (Flickr,CC)

Cuando echamos un vistazo a nuestro alrededor vemos con pesar que sigue habiendo pobres. ¿De qué nos han servido dos mil años de conocimiento de la bienaventuranza de Jesús? Aunque a veces no se quiera reconocer, el mundo occidental hunde sus raíces en los principios y valores cristianos. ¿Cómo es entonces que esta civilización sigue rindiéndole culto al dinero en vez de preferir el servicio a las personas? La pobreza, en lugar de disminuir en el mundo, aumenta de año en año. Cada día que pasa los ricos son todavía más ricos y los pobres, más pobres. ¿Hemos fracasado los cristianos? ¿Estamos haciendo lo que podemos para evitar que haya pobres o preferimos mirar hacia el cielo y predicar que allí no habrá pobreza?



Es triste tener que reconocer que en ciertos ámbitos evangélicos se detecta un grave déficit solidario hacia los numerosos problemas de injusticia social que existen en nuestro mundo global. El auge del sentimiento o la emocionalidad así como del individualismo y el deseo de salvación personal hace que, en demasiadas ocasiones, se olviden los problemas del prójimo y se pase de puntillas junto al herido que yace al borde del camino, como en la parábola del buen samaritano. Tales creyentes no asumen los problemas de este mundo como propios porque, en el fondo, consideran equivocadamente que todo lo que hay en la tierra es malo y está condenado a la destrucción. Pero la pobreza, la miseria en que viven millones de criaturas, las desigualdades que afectan a la mayoría de los habitantes de este planeta y tantas otras situaciones discriminatorias no se pueden solucionar sólo mediante la oración o la meditación. Hace falta también un empeño activo y una voluntad decidida para superar tanta injusticia y deshumanización.



La solidaridad de los cristianos que han sido bendecidos económicamente es hoy más necesaria que nunca. El cristianismo está llamado a servir al hombre y no a servirse de él. Cuando esto no se quiere reconocer se fomenta una religión vacía e idolátrica que huye de los problemas reales para refugiarse en un espiritualismo insolidario y ajeno al Evangelio de Jesucristo. La actual proliferación de tele-evangelistas pedigüeños que apelan a los sentimientos de los televidentes cristianos para sacarles el dinero y engrosar así sus imperios personales, es algo que clama al cielo. Se predica un evangelio de la codicia que pisotea el mensaje de Jesucristo ya que es lo más opuesto a aquello que el Señor quiso enseñar a sus discípulos. La avaricia egoísta y pseudorreligiosa de tales lobos vestidos con piel de ovejas no se fundamenta en la Palabra de Dios sino en el sueño de opulencia y prosperidad individualista. A los pobres se les considera como indigentes espirituales incapaces de prosperar porque siguen siendo esclavos del pecado. Se llega a creer así que los menesterosos se merecen su pobreza y, por tanto, no habría que tener la más mínima consideración hacia ellos. ¿Puede haber mayor cinismo y crueldad en nombre de la religión?



Los pobres en espíritu a quienes se dirige Jesús tienen conciencia de su dependencia absoluta de Dios. Quizás sea este tipo de pobreza el que resulte más difícil de entender por parte del ser humano contemporáneo. ¡Es tan fácil dejarse llevar por la confianza en las propias fuerzas! Se nos ha educado desde niños para eso. Es el famoso sueño de triunfar en la vida gracias a los méritos propios. Todos deseamos una buena casa, un auto seguro, cierta protección médica o un adecuado plan de pensiones para la vejez que nos permita jubilarnos con cierta tranquilidad. Se nos enseña a competir en la escuela, en la universidad y en el mundo laboral con el fin de lograr ese anhelado triunfo que nos facilitará tenerlo todo controlado y no depender de nadie. Vivimos en un mundo que fomenta la competencia entre las personas, cuyo lema es el famoso: "tanto tienes, tanto vales". El afán por comprar, poseer y saber con lo que se cuenta para sobrevivir se ha hecho constitutivo en los individuos y ha entrado a formar parte de la identidad personal. Generalmente se confía en las propias posibilidades para desenvolverse en este mercado globalizado en que se ha convertido nuestro mundo. ¿Cómo podemos los cristianos experimentar la dependencia absoluta de Dios en un ambiente como éste de hoy que fomenta precisamente todo lo contrario, el individualismo y la independencia más radical?



La realidad es que todas nuestras seguridades pueden venirse abajo de la noche a la mañana. Un simple accidente de tráfico. El desarrollo de un tumor que parecía benigno. Una catástrofe natural. La aparición de un conflicto armado en el país, etc. Me viene a la mente la parábola del rico necio. Esta misma noche la muerte puede sorprendernos. Sin embargo, nunca esperamos el infortunio. Creemos que el presente se va a extender indefinidamente hacia el mañana y todo va a seguir siempre igual, con la misma seguridad y tranquilidad que disfrutamos hoy. Pero lo cierto es que somos tan frágiles como la hierba del campo que por la mañana florece y a la tarde se marchita. Está bien que busquemos el bienestar mediante métodos legítimos y que podamos así ser generosos con los demás, con las necesidades de la iglesia, etc., pero siendo siempre muy conscientes de que lo poco o mucho que tengamos, lo tenemos porque Dios en su infinita misericordia ha permitido que lo disfrutemos. En realidad, todo lo nuestro es suyo. Hemos de saber que por muchas seguridades materiales que hayamos creado a nuestro alrededor, dependemos enteramente de él. Nuestra vida terrena, como la de las arañas, pende siempre de un hilo que en cualquier momento se puede romper.



No se trata de hacer voto de pobreza, como a lo largo de la historia entendieron algunos, ni de regalar todas nuestras propiedades para convertirnos en mendigos y subsistir así de la caridad de los demás, sino de aprender a depender por completo del Creador, a pesar de lo que tengamos. Doblegar nuestro orgullo personal, encorvar nuestra espalda en actitud de humillación ante el Señor, compartir con los necesitados que conocemos, reconocer en lo más íntimo de nuestra alma que delante de él nada somos y contra su voluntad nada podemos hacer. Esto quizás nos enseñe a no apegarnos tanto a nuestras seguridades materiales, a no confiar tanto en nosotros mismos y a tenerle a él como único rey y Señor.


 

 


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COMENTARIOS

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EZEQUIEL JOB
06/11/2015
21:44 h
9
 
Correcto, lo mas importante para Dios es la salvación, y que solamente se da en Cristo Jesús (Jua 3:17 Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él)(Jua3:16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.)(Rom10:9 que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo)
 
Respondiendo a EZEQUIEL JOB

EZEQUIEL JOB
03/11/2015
13:16 h
6
 
Amén, Hermano Óscar, que el Señor Jesucristo os siga dando entendimiento en su palabra, para la honra, gloria y alabanza de su nombre "Jesús".
 
Respondiendo a EZEQUIEL JOB

jorgevaron
06/11/2015
19:34 h
8
 
Un cristianismo basado en la codicia, es tan falso como un cristianismo convertido en un simple humanismo cuyo fin fuese eliminar las desigualdades sociales. Ambos enfoques son la "...madera, heno, hojarasca...", conque algunos, despistados, tratan de edificar iglesias sobre el fundamento de Cristo. La justicias social y la prosperidad son subproductos del verdadero cristianismo, el profundo, el neotestamentario, el edificado con "... oro, plata y piedras preciosas ...", como debe ser.
 
Respondiendo a jorgevaron

Mariano
06/11/2015
15:22 h
7
 
Gracias a Dios la Iglesia invisible no ha fracasado, pues su misión, guiada por el Espíritu Santo, es exclusivamente hacer discípulos. Al tiempo que pueden haber experiencias viables e interesantes en áreas como lo social y el medio ambiente, no son parte de la misión de la Iglesia, ergo no hay fracaso ni culpa que achacar, ni carga que poner sobre las espaldas de los hnos. Sí es obra de los cristianos hacer misericordia (de su propio bolsillo). Otras cosas, no son norma. Saludos.
 
Respondiendo a Mariano

Eladius
02/11/2015
23:36 h
5
 
Este artículo parte de un dato económico erróneo. La pobreza a nivel mundial se ha reducido de manera importante, (el último dato del Banco Mundial habla de más de un 10% en sólo 3 años). Que haya más diferencias entre el 10% más ricos y el 10% más pobre no significa que la pobreza aumente, si no que más bien crece la riqueza. El consumo, tan criticado, es lo que esta ayudando a crear puestos de trabajo en países en desarrollo.
 
Respondiendo a Eladius

Óscar Margenet Nadal
02/11/2015
21:09 h
4
 
Gracias Antonio. Respondo sin vueltas a la pregunta: Sí, el 'cristianismo' ha fracasado; como todos los 'ismos'. Y es hora de aceptarlo. Pero, Cristo no fracasó, él es el mismo ayer, y hoy y por los siglos (Hebreos 13:8). Jesucristo hizo, enseñó y prometió lo que todo hijo e hija de Dios Padre cree y practica. No fracasa quien vive en Cristo, disfruta de su Palabra, de la guía del Espíritu y ama a sus semejantes y al medio en el que vive. En Él, en todo somos más que vencedores (Romanos 8:37).
 
Respondiendo a Óscar Margenet Nadal

EZEQUIEL JOB
02/11/2015
21:08 h
3
 
Suena loco, decirle a un pobre que ayude a otro pobre, como la viuda de (Luc21:2-4), pero la lógica de Dios no es la del "hombre", Dios dice: "Dad y se os dará" (Lc6:38)(Hech20:35). Si siempre somos "pedigüeños" nunca vamos a prosperar, pero si creemos en la palabra de Dios: "el que da al pobre no tendrá pobreza"(prov28:27) y damos, la situación cambiará, siempre y cuando no pongamos nuestro corazón en las riquezas (Sal62:10).El evangelio es para personas que creen lo que Dios dice en La Biblia.
 
Respondiendo a EZEQUIEL JOB

EZEQUIEL JOB
02/11/2015
20:54 h
2
 
Yo era muy pobre, vivía de la basura, lo que nos daban y lo que ganábamos con mucho sacrificio se iba como "agua". Alguien me puso frente a una Biblia, leí, leí, y leí. Me entregué yo solo al Señor Jesús, mi vida empezó a cambiar, era mas honesto, ya no me faltaba para comer (Mat6:31-34)(Sal34:9-10). Un día leí (3Jn1:2)(Pr28:27,13). Dios puso delante de mí a alguien mas pobre que yo, le dí lo que tenía, de corazón. Dios me prosperó como nunca lo imaginé. Tengo miedo del amor al dinero (1Tim6:10
 
Respondiendo a EZEQUIEL JOB

José
01/11/2015
02:13 h
1
 
No puede haber ninguna opinión diferente a lo que el doctor Cruz está diciendo. Jesús nos ordena ocuparnos del pobre y sus necesidades. Pero cualquier ayuda que podamos dar siempre será un mero paliativo. Lo que la gente necesitada necesita es recibir, además de la ayuda perentoria, la buena noticia de que pueden dejar de ser pobres. Así se les presenta al Dios que levanta de la miseria al pobre y lo hace sentar entre príncipes. El evangelio libera a la gente de todas sus cadenas.
 



 
 
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