El autor de los trabajos incluidos en la obra, Carlos Martínez García, nos muestra nítidamente cómo el protestantismo tuvo orígenes múltiples en la nación mexicana.
Continuamos, y cerramos en este artículo, la exposición íntegra del primer capítulo del libro recién publicado en México, Albores del protestantismo mexicano en el siglo XIX, tras la publicación de la semana anterior:
Es importante describir, así sea someramente, el ambiente religioso en que se formó Melinda Rankin. Entre 1790 y 1830 tiene lugar en Estados Unidos el llamado Segundo Gran Despertar.1 En realidad se trataba de una serie de avivamientos en el seno de las iglesias protestantes de tendencia evangélica. En ellos se enfatizaba la conversión personal y un seguimiento ético de las enseñanzas del Nuevo Testamento. Miguel Ángel González y Timothy Bowman resumen bien el ethos del Segundo Gran Despertar:
Apasionados predicadores itinerantes recorrieron el territorio organizando grandes reuniones al aire libre donde las masas acudían a escuchar el mensaje de salvación cristiana y para arrepentirse ostensiblemente de sus costumbres pecadoras. Estos avivamientos reflejaron y contribuyeron a un renovado interés por el cristianismo.
Algunos historiadores han argumentado que los participantes del Segundo Gran Despertar mostraban una conciencia general del igualitarismo democrático. En vez de apoyarse principalmente en una elite clerical educada para la instrucción de asuntos espirituales, estos participantes se unieron al “evangelismo plebeyo” que se había convertido “en la forma predominante del cristianismo [protestante/evangélico] norteamericano”.2
Con el Segundo Gran Despertar se levantaron vocaciones misioneras. Diversos personajes y grupos conformaron organizaciones y esfuerzos evangelísticos, con el fin de llevar el conjunto de creencias protestantes/evangélicas a todas partes. De alguna manera contribuye a fortalecer el sentido misionero de personas como Melinda Rankin, además de las meras motivaciones religiosas y espirituales, el triunfalismo de la nueva potencia norteamericana. A éste los especialistas le han denominado Destino Manifiesto, que consiste en la convicción de que América (entendida solamente como los Estados Unidos) tendría un llamado divino para expandirse geográfica, política e ideológicamente a costa de otras naciones. Con todo, es nuestra opinión, derivada de los escritos y la obra realizada por nuestro personaje, que en Melinda Rankin pesan más las motivaciones de fe, su sentido de haber sido llamada a emprender una obra de índole espiritual, y bastante menos las razones ideológicas y políticas.
Hacia 1846, y por la información que circula en Estados Unidos sobre la guerra con México, Rankin se entera del predominio religioso católico romano en nuestro país y la prohibición existente para el establecimiento de otros credos religiosos. Comienza una campaña personal y escribe a varias publicaciones periódicas protestantes, con el fin de llamar la atención de los lectores sobre las que califica condiciones opresivas en que tiene el catolicismo al pueblo mexicano.
Ante la imposibilidad de adentrarse en México para realizar tareas misioneras evangélicas, Melinda Rankin decide acercarse al estado fronterizo de Texas entre fines de 1846 y principios de 1847. Se adentra en un territorio de reciente posesión estadounidense, que junto con la extensa franja de la que se apropia la naciente potencia del norte (el actual suroeste3 de esa nación), tiene entre sus resultados que aproximadamente cien mil mexicanos hablantes de español pasen a ser ciudadanos norteamericanos.4 Cabe mencionar que mientras muchos protestantes angloamericanos sustentaban opiniones despectivas de los mexicoamericanos, Rankin asume una posición distinta y va al encuentro de una comunidad marginada por los nuevos dueños de los extensos territorios que pertenecieron a México.5
En mayo de 1847 la misionera Rankin se instala en Huntsville, donde abre escuelas y se dedica a la docencia. Escribe un libro, Texas in 1850,6 con el fin de convencer a los presbiterianos de Nueva Inglaterra para que apoyaran su labor magisterial y evangelística.7 Permanece en Hunstville hasta 1852, cuando toma la decisión de establecer su domicilio en una población texana más cerca del territorio mexicano. Es así que se avecina en Brownsville, donde vive por trece años.
En el poblado fronterizo con Matamoros convive Rankin con una población mayormente inmigrante y heterogénea. Dada la cercanía territorial con México, y el hecho de que entre las dos poblaciones existe un importante intercambio comercial, es casi cotidiano el contacto de Melinda Rankin con los sujetos de su interés misionero, los mexicanos.
La misionera realiza distintos viajes a ciudades norteamericanas para levantar fondos que le permitan sostener centros educativos en Brownsville. En sus giras para hacerse de recursos financieros Melinda Rankin se encuentra con distintas actitudes de los posibles donantes. Entre ellas estaba la idea de que los mexicanos eran unos salvajes, en quienes no valía la pena invertir tiempo y dinero para educarles y adoctrinarles en el cristianismo protestante.
El tesón de Rankin, junto con el apoyo de algunas personas que ven con simpatía sus esfuerzos, hace posible que en el otoño de 1854 tenga lugar la apertura del Instituto Femenil de Río Grande, en Brownsville. Combina las tareas docentes con la de impulsar la distribución y estudio de la Biblia. Melinda enfrenta obstáculos para su labor, uno de los cuales tiene que ver con su condición de mujer en un espacio donde los varones dominaban abrumadoramente la vida institucional y cotidiana de Brownsville y Matamoros. Pero ella no se arredra y persevera en su convicción de compartir sus creencias con los mexicanos que encuentra a su paso.
En 1860 Rankin propuso a la Sociedad Bíblica Americana que nombrara a un ministro de la Iglesia Metodista Episcopal, B. P. Thompson, como su agente en México. Thompson inició su responsabilidad de distribuir materiales bíblicos en octubre de 1860. Sobre el asunto Rankin escribió que él “fue a México y, como yo lo esperaba, lo recibieron con gusto. Las autoridades le dijeron que podía predicar, instalar escuelas, construir iglesias, promover la Biblia y hacer cualquier cosa que beneficiara a la gente”.8
La misionera sigue con interés las noticias que le llegan de México, donde liberales y conservadores se enfrentan para hacerse del gobierno del país. Entre 1854 y 1867 la nación mexicana vive varios cambios en el mando del poder gubernamental, entre quienes luchan por abolir el dominio político de la Iglesia católica y aquellos que consideraban imprescindible que no hubiese cambios sino que el destino nacional siguiera uncido a la institución eclesiástica.
Cambios políticos en Texas, y específicamente en el control de Brownsville, hacen que Rankin se establezca en Matamoros entre finales de 1862 y los primeros meses de 1863. En suelo mexicano aprovecha la oportunidad y abre una escuela. La imposibilidad de sostenerse económicamente en Matamoros hace que Rankin abandone la población y regrese a Estados Unidos, pero no a Brownsville por estar bajo el dominio de los confederados, sino a Nueva Orleáns.
A pesar de que las condiciones sociales y políticas de México no eran favorables para que una mujer extranjera, y además misionera protestante, se adentrase en el país por territorios que se disputaban liberales y conservadores, Melinda Rankin toma la decisión de hacer el viaje y después de largas y fatigantes jornadas en diligencia llega a Monterrey en mayo de 1865.9 Para octubre de 1865 Rankin se encuentra en Nueva York haciendo campaña a favor de su causa. Diez meses después está de regreso en Monterrey, con los fondos suficientes para adquirir un edificio en el centro de la ciudad, renovarlo y transformarlo en escuela y capilla.
En sus memorias Melinda Rankin escribió que fue ella quien proveyó a Santiago Hickey materiales bíblicos para ser distribuidos en Matamoros, donde llegó a principios de 1862. Entonces la misionera se encontraba residiendo en Brownsville, Texas. También comenta que al “ver su celo y adaptación al trabajo, con su consentimiento escribí a la Sociedad Bíblica para que lo nombraran agente para México”.10 Otra fuente afirma que fue el mismo Hickey quien escribió a la Sociedad Bíblica Americana para que lo nombrase su representante en México.11 Rankin Sugiere que fue a través de su intermediación que Santiago Hickey inicia trabajos misioneros, primero en Matamoros y después en Monterrey.
Ya antes he consignado la versión de que Hickey llegó a Monterrey en noviembre de 1862 debido a una invitación que le hizo, por carta, Tomás Martín Westrup, quien redacto esa misiva a instancias de John W. Butler. Las versiones de Rankin y Westrup, sobre el origen de la llegada de Hickey a Monterrey, no necesariamente son contradictorias. Muy posiblemente fue una conjunción tanto del apoyo de Rankin como del llamado de Westrup para que el irlandés tomara la decisión de hacer obra en Monterrey.
Como se mencionó previamente, Hickey predicó y enseñó la Biblia en hogares, debido a que no pudo hacerse de un lugar exclusivamente dedicado a servicios y actividades protestantes. Además empeñó mucho de su tiempo en distribuir materiales bíblicos en Monterrey y poblaciones aledañas.
Junto con algunos de los que habían solicitado al gobernador Santiago Vidaurri una escuela pública para realizar cultos dominicales, Hickey organizó la Sociedad Mexicana de Evangelización, conformada por él mismo, “Starr, Pardee, Jolly, Butler, Westrup (padre)” y Tomás Martín Westrup. “El primero [Hickey] era bautista, firme pero no agresivo: pronto me le reuní [escribe Tomás Martín Westrup]. El segundo era congregacional, y también Pardee, médico homeópata y yerno de Starr. El cuarto, Jolly, era presbiteriano de Escocia, sujeto noble. Mi padre pertenecía a la Iglesia establecida de Inglaterra”, es decir la anglicana”.12 Le faltó consignar la afiliación confesional de Butler, quien, como asenté antes, era cuáquero. De acuerdo con Westrup habría sido la Sociedad Mexicana de Evangelización la que obtendría para Hickey el nombramiento de agente de la Sociedad Bíblica Americana.
En las casas de los hermanos José María y Arcadio Uranga se efectuaban13 reuniones evangélicas: “cada domingo íbamos, [Hickey] a casa de José María y yo [Westrup] a la de Arcadio. También teníamos una clase de Biblia los martes y los jueves en la que Jolly y yo éramos los maestros”.
En diciembre de 1863 “se perturbó la ecuanimidad de la Sociedad Mexicana de Evangelización”. La razón fue que Santiago Hickey dio a conocer que iba a bautizar a los hermanos Uranga conforme a las enseñanzas de las iglesias bautistas. Los otros integrantes de la Sociedad arguyeron que “ni por carácter ni por educación estaban listos para asumir tal responsabilidad”. El anunció provocó prácticamente la disolución de la Sociedad Mexicana de Evangelización.
El 30 de enero de 1864 Santiago Hickey bautizó a José María y Arcadio Uranga, y a Tomás Martín Westrup. Ellos tres y los esposos Hickey fundaron ese día la Iglesia cristiana de Monterrey. La cual, “aunque no tomó el nombre de bautista, […] lo era por la doctrina que profesaba”.14 Tomás Martín fue ordenado pastor del grupo por Hickey, “con la imposición de manos y plegarias”.
Santiago Hickey distribuyó la Biblia en Monterrey, así como en otras partes de Nuevo León. Además hizo tal difusión en distintas entidades del país, y sentó las bases para las que serían florecientes iglesias evangélicas. Quien lo invitó a realizar trabajos protestantes en Monterrey, Tomás Martín Westrup, prosiguió y ahondó la fecunda obra de Hickey.
En agosto de 1863 Santiago Hickey inicia un viaje a Saltillo y Parras, en Coahuila. En Saltillo, informa a la Sociedad Bíblica Americana, logró vender diecinueve biblias y quince nuevos testamentos. En Parras llegó “a un rancho que la pobreza muy bien podía llamar suyo”.15 Recorrió la población y los materiales bíblicos que distribuía fueron adquiridos por personas de muy distintas condiciones económicas. Enterado por un informante de que en el lugar residía un maestro de escuela, Hickey va a buscarlo. Deja escrita una observación interesante acerca de los ingresos económicos de los docentes: “Había allí un maestro; no necesito decir que pobre, porque cualquiera que ha estado en México sabe cuán precariamente se les paga a los maestros de escuela”.
El siguiente párrafo muestra la forma en que Hickey establecía contacto con personas que consideraba claves para replicar su trabajo difusor de la Biblia y/o el Nuevo Testamento:
Llegando a su jacal (cabaña) y preguntando por el caballero letrado [el maestro antes mencionado], supe que estaba trabajando en la milpa. Sabiendo de la influencia que los maestros tienen aquí siempre procuro ganarlos a mi lado; así que felicité a la esposa del maestro por la importancia y dignidad del oficio de su esposo, sus vastos beneficios que reporta a la sociedad, etc., y concluí pidiendo respetuosamente que aceptara una Biblia como un humilde tributo de respeto, etc. Cuando regresé, volví al rancho, y como llegué ya muy noche, tuve oportunidad de levantarme muy temprano, y por supuesto, me di el honor de esperar al profesor, quien con muchos otros estaban gozando aún de la vida, al estilo mexicano. Pronto se levantó y me dio las gracias más sinceras por la Biblia, me insistió en que aceptara unos duraznos, y finalmente me envió un gallo, el cual yo obsequié a un amigo en Saltillo. Antes de dejar al maestro. Le hablé acerca de la lectura de las Escrituras a los que no podían leer, y etc., y me prometió hacerlo. Por las Divina Providencia, espero verlo en las próximas semanas, ya que tengo que ir de nuevo a Parras pronto.16
Además de su constantes labores misioneras en Monterrey, Santiago Hickey con la colaboración de, entre otros Tomás Martín Westrup, distribuye la Biblia y, cuando tiene la oportunidad se la lee y explica a diversas personas, en la cárcel de Allende, en casas de Cadereyta, en Montemorelos, San Pedro y otras poblaciones de la entidad.
Por carta fechada el 8 de mayo de 1865, que firman Santiago Hickey, Tomás Westrup y José María Uranga, dirigida al gobernador de Nuevo León, es posible conocer tanto algunos contenidos de las creencias del grupo como el domicilio que tenían como centro de sus actividades:
[…] nuestras reuniones tienen por objeto celebrar los actos de nuestro culto cristiano. Íntimamente persuadidos, mediante la luz que el Santo Espíritu de Dios, por los méritos de su Hijo, nos ha comunicado, de la verdad de las Sagradas Escrituras, y de lo necesario que son que cada uno estudiándolas comprenda y llene sus deberes, fundamos en ellas únicamente nuestras creencias y nuestras esperanzas.
La Iglesia Cristiana de Monterrey profesa una esperanza sin límites en el sacrificio divino del Hijo de Dios, una creencia firme en la inutilidad de cuantas obras no nazcan de un corazón regenerado, y un deseo constante de que la “luz reluzca delante de los hombres, para que viendo sus buenas obras, glorifiquen a su Padre que está en los cielos” [Mateo 5:16].
El local que nos sirve para que juntos dirijamos a Dios nuestras preces se halla en la calle Iturbide, número 5, en la esquina y creemos que “en todo lugar” se puede y se debe leer y encarecer la Palabra de Salvación, y levantar a Dios nuestras manos puras y exentas de ira”.
Hickey se trasladaba a los lugares cercanos y lejanos en distintos formas. En ocasiones caminaba para ir visitando a los primeros simpatizantes o creyentes. Usó burros y carretas, pero sobre todo un caballo que le regaló William Jolly, al que llamó Toby, lo “apreciaba y cuidaba mucho”.17 Sobre Toby, Hickey “fue a la Laguna, una madriguera de ladrones, les vendió todos los libros y más les hubiera vendido si los hubiera llevado, se le recibió y cuidó, y hasta le pusieron guardia mientras dormía para protegerlo con su caballo”.18
Hickey, teniendo que sortear múltiples obstáculos y dificultades, hizo labores misioneras en Coahuila, Tamaulipas, San Luis Potosí y Zacatecas. He mencionado algunos datos de lo realizado por él en Coahuila. Sobre Tamaulipas, particularmente Matamoros, se sabe que fue ahí donde inició las tareas de colportor. El 31 de octubre de 1865 escribió que desde Saltillo hizo el viaje redondo a San Luis Potosí, tardando “de ida diez días y medio, y trece días de regreso”.19 Vendió 100 biblias, 172 nuevos testamentos y 8 porciones bíblicas. En Zacatecas estuvo a principios de 1866.
En misiva da a conocer pormenores del viaje a Zacatecas. Inicia informando que para trasladarse de Monterrey a Zacatecas debió recorrer 410 millas, y que el periplo de ida y regreso lo hizo en 34 días. Ya en Zacatecas, calcula que recorrió dentro de la entidad 800 millas. El resultado fue la venta de 56 biblias, 218 nuevos testamentos y 34 porciones bíblicas. Acota que “dondequiera la gente recibió la Palabra gozosamente y tuve que hablar varias veces.”
Hickey aporta datos de su visita a Zacatecas que podrían dar pie a ciertas afirmaciones sobre el estado de la disidencia religiosa del catolicismo antes y después de que el misionero irlandés estuvo en la entidad. Cuenta que cuando llega a Zacatecas pregunta “por un caballero muy distinguido de quien había escuchado menciones honoríficas”. Lo conoce y tiene con él “una conversación interesantísima”. Agrega que “este caballero, aparte de otros varios, expresó el más ferviente deseo de tener un ministro del Evangelio. Entre otras cosa dijo ‘no tenemos religión de ninguna clase aquí”. Y aludiendo a la pompa de las fiestas en Zacatecas le llamó idolatría”.20
La casa donde se hospedó Santiago Hickey fue la de Julio Mallet Prevost y su esposa.21 Él era ciudadano estadunidense, casado en 1850 con Maríana Cosío, hija del liberal Severo Cosío. La boda debió celebrarse en Brownsville, Texas, “a fin de no tener que abjurar ante la intransigencia de la Iglesia católica, sus creencias religiosas evangélicas”.22
Severo Cosío, “en los años que se discutió la libertad de cultos, como todo liberal puro, sostenedor de las libertades individuales, publicó artículos periodísticos que causaron gran impacto a favor de la tolerancia religiosa”. Más tarde, “al concluir la Guerra de los Tres Años, el señor Cosío fue gobernador de su estado, puesto que desempeñó por algún tiempo, hasta que Francia ocupó militarmente la República y estableció el Imperio. Villa de Cos, Fresnillo y Zacatecas fueron especialmente favorecidas en su trayectoria política, y cuando aceptó la verdad evangélica se convirtió en uno de sus más efectivos propagadores”.23
¿Sería Severo Cosío el distinguido caballero, como lo llamó Santiago Hickey, con quien tuvo conversación? ¿O podría haber sido Juan Amador, acendrado liberal, y el que al promulgarse la Constitución de 1857 hizo una encendida defensa de ella por haber dejada abierta la posibilidad legal de la libertad de cultos?24
Mallet Prevost y Severo Cosío, junto con algunos familiares, tenían estudios bíblicos desde antes de la visita de Santiago Hickey. Juan Amador, y su hijo Elías, se involucraron cuando menos desde 1868 en la construcción del protestantismo endógeno zacatecano.
Tal vez fue en el tiempo que estuvo en Zacatecas que Santiago Hickey repartió el folleto Diego y el cura. El escrito había sido traducido por Tomás Martín Westrup del inglés (titulado originalmente Dennis and the Priest).25 No he podido localizar un ejemplar del escrito, pero algo se sabe de su contenido por un crítico del mismo.
En un número del mes de julio de 1866 de La Religión y la Sociedad, que se editaba en Guadalajara, Jalisco, su director y casi único articulista, el presbítero Agustín de la Rosa, se refiere en duros términos al folleto repartido por Hickey.26 Abre su refutación al decir que “empiezan los protestantes a trabajar en inspirar al pueblo mexicano aversión al catolicismo: no tiene otro objeto el folleto de que vamos a hablar cuyo autor es el extranjero Santiago Hickey”.
El artículo de Agustín de la Rosa fue reproducido en la ciudad de México por el periódico La Sociedad.27 Sus lectores en la capital del país eran enterados de que el folleto de Hickey “es un diálogo entre un cura y uno de sus parroquianos que asistió a la predicación de los protestantes, y seducido por ellos, dejó su antigua religión y abrazó la herejía”, y agregaba: como las personas que figuran en el diálogo son ficticias, nada extraño es que aparezcan perfectamente acomodadas al gusto protestante, porque en las invenciones es lo más sencillo amoldarlas al agrado de quien las finje”.28
El apologista católico hizo un severo cuestionamiento sobre lo que postulaba Hickey, a saber, que la Biblia podía y debía ser leída por la gente sin necesidad de notas doctrinales, ya que ella se explicaba a si misma. Acerca de este principio defendido por Hickey, de la Rosa advertía:
En efecto, la infinidad de sectas que han nacido entre los protestantesleyendo la Biblia, y en que los errores se multiplican sin límite, es la mejor prueba que ellos pueden dar de que la Biblia se explica por sí misma.
Se recuerda en el Diáogo que los de Berea recibieron la predicación de san Pablo escudriñando las Escrituras, como se refiere en los Hechos Apostólicos [17:10-12]; y se pretende que con este hecho queda autorizado el juicio privado de los protestantes. Pero se reflexiona que los judíos de que se trata necesariamente debían ser convencidos de la divinidad de Jesucristo y de la verdad de su religión por medio de las Escrituras del Antiguo Testamento que ellos reconocían, y que se les debía hacer ver que estaban cumplidas en Jesucristo. Nada tiene que ver esto con constituise el individuo en juez supremo del sentido de los Libros Sagrados desechando el magisterio de la Iglesia [católica romana], como lo hacen los protestantes.29
El crítico aseguraba que “Hickey, Butler [se trata del agente de la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera], los pretendidos amigos cristianos, en consonancia con todos los protestantes, no se ocupan sino de inspirar odio a la Iglesia, de excitar a la rebelión contra la autoridad, de inculcar que cada uno se forme su religión por sí mismo”.30 Además sostiene: “El escrito de Hickey es de los más vulgares, de los menos dignos de uno de los ilustrados que tiene que venir a civilizarnos”.
Agustín de la Rosa concluye su descuerdo citando lo publicado por Regeneración, “periódico oficial de Colima”: “No obstante estar declarado en el estatuto orgánico del Imperio [de Maximiliano], que la religión del Estado es la Católica Apostólica Romana, y constar de una manera clara y precisa en la ley de imprenta las penas en que incurren los que escriban contra ella, ha sido repetido por varios periódicos un diálogo infame y absurdo, escrito en Monterrey por un D. Santiago Hickey, el que visto por todos lados no es otra cosa que un zurcido de sandeces y diatribas en contra de la Religión de nuestros padres”.31 Como se ve, la influencia misionera de Hickey llegó bastante más allá de las fronteras del estado de Nuevo León.
Tomás Westrup da continuidad a la obra de Hickey levantada en Monterrey y otros lugares. Visita al grupo que coordinaban Julio Mallet Prevost y Severo Cosío en Villa de Cos, Zacatecas, y al cual se habían adherido Juan y Elías Amador. Lo hace en junio de 1868. Se hospeda en casa de un ex sacerdote católico (¿acaso ya sumado a las filas evangélicas?) apellidado Valenzuela.32 En Villa de Cos, Westrup bautiza, por aspersión, a más de treinta personas, todos varones, entre ellos Juan Amador y su hijo Elías.33
Fruto de los trabajos de Santiago Hickey y Tomás Westrup se originaron, en Monterrey y otras zonas del país, no nada más iglesias bautistas sino también otras que después serían presbiterianas. Sobre la génesis de la comunidad evangélica de Villa de Cos, Zacatecas, da fe un comunicado firmado el 12 de febrero de 1869 por casi 50 protestantes, entre ellos Prevost, Cosío, Juan Amador y su hijo Elías, dan a conocer que:
Hace ocho meses el ministro apostólico Don Tomás Westrup estableció en esta villa una congregación religiosa de cristianos evangélicos, que ha podido no sólo conservarse, sino aumentar su número a pesar de la encarnizada oposición del clero y el frenético despecho de los romanistas, que han puesto en juego cuantos medios reprobados les sugiere su malicia para lograr extinguirla. Sin embargo, sus individuos no desmayan hasta ahora, no se desalientan ni flaquean, aun cuando por todas partes se les susciten odios y enemistades, se les calumnie groseramente, se prohíba en los púlpitos que se les hable, y se les haya hecho el blanco de estúpidas murmuraciones ante un pueblo como el nuestro, seducido y arrastrado por las erróneas doctrinas de una iglesia, o mejor dicho de un cuerpo sacerdotal, que de muchos siglos a esta parte tiene adulterada y corrompida la pureza de la Palabra divina.34
En el mismo lugar informan que están iniciando acciones para recaudar los fondos necesarios que les permitan construir un templo. Dan conocer que son zacatecanos, o residentes en la entidad, quienes han comenzado a dar sus aportaciones económicas porque “desean el progreso de nuestro país y sobre todo la propagación del verdadero cristianismo”. El templo en Villa de Cos abre sus puertas el 12 de junio de 1870, bajo el nombre de Iglesia Evangélica de México.35
En la primera época de La Antorcha Evangélica36 los editores fueron Juan Amador y Severo Cosío.37 La Antorcha Evangélica fue publicada por primera vez el 26 de agosto de 1869, con el objetivo de “ilustrar al pueblo acerca de los orígenes y conquistas de la Reforma religiosa del siglo xvi, informarlo de los beneficios que ha traído a los pueblos que abrazaron la fe reformada, así como de instruir al pueblo en las doctrinas evangélicas”.38
Mucho más puede escribirse sobre las repercusiones de los esfuerzos misioneros de Santiago Hickey, la gran influencia formativa que tuvo en Tomás Westrup y la continuidad que este dio a la obra iniciada por aquél. El deceso de Santiago Hickey, que ocurrió el 10 de diciembre de 1866, a la edad de 66 años. Sobre su muerte existe el reporte de dos lugares distintos donde ella aconteció: Matamoros, Tamaulipas, o Brownsville, Texas, poblaciones solamente divididas por el río Bravo.39 Ambas versiones coinciden en que fue sepultado en Brownsville, donde lo enterraron, como era su deseo, mirando hacia México.
Notas
1El Gran Despertar (el primero) tiene lugar en Nueva Inglaterra, a partir de 1734 y alcanza su pico entre marzo y abril del año siguiente. En el evento tiene un papel preponderante el teólogo y predicador Jonathan Edwards. Para sorpresa de éste, junto con las conversiones masivas se presentan manifestaciones de agudo entusiasmo entre los asistentes a las reuniones. Las experiencias extáticas de los congregantes llevan al teólogo a desarrollar una explicación de las mismas, lo que hace años más tarde y establece una diferencia entre la acción divina y la respuesta humana a ella, que puede ser entendida en términos naturales. Ver Alister E. McGrath, Christianity’s Dangerous Idea. The Protestant Revolution, A History from the Sixteenth Century to the Twenty-First, Harper One, New York, 2007, pp. 155-157.
2Miguel Ángel González y Timothy Bowman, op. cit., p. 11.
3Región comprendida por los estados de California, Arizona, Nuevo México, Colorado, Texas, ver Juan F. Martínez Guerra, “Orígenes del protestantismo entre los latinos del suroeste de los Estados Unidos”, en Juan F. Martínez Guerra y Luis Scout (editores), Iglesias peregrinas en busca de identidad. Cuadros del protestantismo latino en los Estados Unidos, Ediciones Kairós, Buenos Aires, Argentina, 2004, p. 31.
4Juan Francisco Martínez, Sea la luz. The Making of Mexican Protestantism in the American Southwest, 1829-1900, University of North Texas Press, Denton, Texas, 2006, p. 1.
5Ibíd., particularmente el apartado “Anglo Protestant Assumptions about Mexican American Population”, pp. 22-26.
6Damrell & Moore, Boston, 1852.
7Ibíd., p. 52.
8Melinda Rankin, Veinte años entre los mexicanos, p. 150.
9O tal vez en junio, como sostiene Joel Martínez López, Orígenes del presbiterianismo en México, s/e, Matamoros, Tamaulipas, 1991, p. 55.
10Ibíd., p. 152.
11Cosme G. Montemayor, op. cit., p. 4.
12Tomás Martín Westrup, Principios, pp. 29-30.
13Ibíd., p. 30.
14Cosme G. Montemayor, op. cit., p. 26.
15Cosme G. Montemayor, Hickey, el fundador, s/e, México, 1962, p. 5.
16Ibíd., p. 6.
17Carta de Walter Scott, incluida en Tomás Martín Westrup, op. cit., p. 15.
18Ídem.
19Cosme G. Montemayor, op. cit., p. 11.
20Ibíd., p. 13.
21Pormenores sobre el personaje y su papel en la difusión del protestantismo en Zacatecas los consigna Joel Martínez López, pp. 60-64; Apolonio C. Vázquez, Los que sembraron con lágrimas. Apuntes históricos del presbiterianismo en México, Publicaciones El Faro, México, 1985, p. 308.
22El Faro, 15/VI/1896, pp. 92-93.
23Ibíd., p. 61.
24Sobre los Amador y la Iglesia evangélica de Villa de Cos es muy útil y documentada la serie de Leopoldo Cervantes-Ortiz, publicada semanalmente en Protestante Digital del 3 de junio al 21 de julio del 2012; Juan Amador, Discurso dirigido al pueblo de Villa de Cos en la solemnidad del juramento de la Constitución del presente año de 1857, Tipografía de Juan T. Cantabrana, Zacatecas, 1857.
25Tomás Martín Westrup, op. cit., p. 47.
26“El folleto de Santiago Hickey, intitulado Diego y el cura”, La Religión y la Sociedad, 28/VII/1866, pp. 587-590.
27La Sociedad, 19/VIII/1866, p. 1.
28Ibíd.
29Ibíd.
30La Religión y la Sociedad, 28/VII/1868, p. 590.
31Ibíd.
32Tomás Martín Westrup, op. cit., p. 55.
33Ibíd., pp. 58.
34El Siglo Diez y Nueve, 7/III/1869, p. 3.
35Joel Martínez López, op. cit., p. 64.
36Elías Amador, “Apuntes referentes a la vida del Dr. Julio M. Prevost”, El Faro, 15/VI/1896, p. 93.
37Leopoldo Cervantes-Ortiz, “La Antorcha Evangélica de J. Amador ilumina México”, en Protestante Digital, 23/VI/2012:http://www.protestantedigital.com/ES/Magacin/articulo/4795/Emla-antorcha-evangelicaem-de-j-amador-ilumina
38Apolonio C. Vázquez, op. cit., p. 324.
39Tomás Martín Westrup, op. cit., p. 6; Cosme G. Montemayor, op. cit., p. 26.
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