Creo que hay muy buenas razones escriturales para defender la idea de que vamos a comer en la edad venidera.
Me encanta Galicia. Tengo muchos amigos gallegos y son la caña. Su acento es tan poético y bonito. El paisaje verde me recuerda a mi querida Irlanda y siempre sopla una brisa fresca. Y como bendición de bendiciones está la especialidad gallega: el santo pulpo.
Teológicamente hablando, una de las razones por las cuales el Nuevo Pacto es muchísimo mejor que el Antiguo es que ahora podemos zampar pulpo. ¡Aleluya! Cada vez que ministro por la sagrada tierra de Galicia, me veo obligado a tomar un plato de pulpo después del culto. Primero el púlpito luego el pulpito. Qué pasada. Me gusta la paella, la tortilla de patata, el gazpacho y otros platos españoles; pero para mí el pulpo es la crème de la créme de la gastronomía ibérica. ¡Ñam ñam!
Espero, espero, espero que haya pulpo en el cielo.
Ahora bien, os confieso que no sé si habrá pulpo en el cielo o no; pero sí creo que hay muy buenas razones escriturales para defender la idea de que vamos a comer en la edad venidera.
Aquí tenéis tres razones.
Pista 1: La resurrección corporal
La primera razón tiene que ver con nuestra creencia cristiana en la resurrección corporal de los muertos. En términos del Credo apostólico, creemos en “la resurrección de la carne”. Carne, claro está, en el sentido de cuerpo humano; no en el sentido de chuletón. Como Pablo explica en 1 Corintios 15 –el capítulo más importante tocante a la doctrina de la resurrección en toda la Biblia- no seremos simples fantasmas en el más allá volando por todos lados asustándonos los unos a los otros. Tendremos cuerpos glorificados.
Los evangelios nos demuestran que el Señor Jesús, después de su resurrección, tenía un cuerpo. Le invitó a Tomás a tocar sus heridas y además, comió pescado en presencia de sus seguidores. “Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel. Y él lo tomó y comió delante de ellos” (Lucas 24:42-43). Si Jesús comió después de su resurrección, no es ningún disparate creer que nosotros también podremos comer cuando tengamos nuestro cuerpo glorificado.
Pista 2: Los dichos de Jesús
Otra razón por la cual es posible que haya comida (o por lo menos bebida) en el cielo se debe a unos dichos del Señor Jesús antes de su pasión. “De cierto os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo en el reino de Dios” (Mateo 26:29; Marcos 14:25; Lucas 22:18). La dificultad consiste en saber si Jesús está hablando en términos literales o metafóricos. ¿Está el Señor diciendo que habrá vino literal en el Reino de Dios o se refiere más bien a un estado de gozo existencial?
Hay otro versículo parecido en Lucas 13:29 (cf. Mateo 8:11) que podría tener un sentido tanto literal como simbólico: “Porque vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios”. De nuevo, el sentarse a la mesa podría ser una sencilla metáfora que implica comunión o podría significar que en la vida venidera disfrutaremos de un banquete continuo con todos los santos (Abraham, Isaac, Jacob y un montón más).
Pista 3: Apocalipsis
Luego otra posible razón para apoyar la convicción de que habrá comida en el futuro tiene que ver con la visión que Juan recibió en el libro de Apocalipsis. Primero, el apóstol relata que, “En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones” (Apocalipsis 22:2).
La pregunta que nos tenemos que hacer aquí es: ¿qué pinta fruto en el cielo si allí no se come? Algunos han propuesto que volveremos al modelo edénico en el cual Dios permitió que el hombre comiese de todo árbol del huerto (Génesis 2:16). Segundo, Juan nos cuenta que se celebrará “la cena de las bodas del Cordero” (Apocalipsis 19:9). Seguramente una cena exige la presencia de comida y bebida.
Conclusión
Para acabar, si tuviera que posicionarme en uno de los dos campos, me juntaría con aquéllos que creen que sí comeremos en la presencia del Señor perpetuamente. No obstante, sigo confesando mi ignorancia. Ahora sólo conozco en parte; no estoy cien por cien seguro. Pero por las tres razones explicadas arriba, tiendo a creer que sí, que sí comeremos y beberemos en el cielo; no con el fin de sobrevivir, sino con el fin de disfrutar de toda la creación de Dios.
¿Y pulpo? ¿Habrá pulpo en el cielo? Pues, en este punto tengo menos fe: principalmente porque no habrá más muerte cuando el Señor vuelva. Y luego está la realidad de que el Señor lo tachó de carne inmunda en Levítico 11:12.
Pero vamos, si se da la casualidad de que se pueda comer pulpo en el reino venidero, os invito a todos vosotros –mis queridos lectores- a mi mansión de oro el día 18 de octubre 3015. Os pondré un plato de pulpo que fliparéis. Podéis venir con tal de que traigáis algo para picar. ¿Vale?
¡Nos vemos, pues, en mil años!
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