En la Escritura está claro que en la salvación verdadera nadie puede gloriarse de haber puesto algo, de haber añadido.
El papado tiene una alacena donde almacena los méritos de cristo, el suyo, en minúscula, y de los santos. De ahí saca para sacar, sacaliña. La obra del Redentor, del Hijo de Dios, pues, para esa entidad es una parte, la suma total corresponde a las obras meritorias de otros. Y todo ello administrado por el sucesor del tesorero, aquél de la bolsa y de las monedas; sucesión apostólica. Es el evangelio de la salvación por cristo Y. Sin la Y el cristo no puede ser salvador. Quien pone la Y tiene la gloria de no solo salvarse, sino de poder indicarle al salvador que gracias a su Y, a su añadido, ahora puede presumir de ser salvador.
En la Escritura está claro que en la salvación verdadera nadie puede gloriarse de haber puesto algo, de haber añadido, no hay y. Pero es también lo común encontrarse con dificultades para explicar que somos salvos solo por la voluntad y obra de Dios, y que el pecador no pone nada porque todo lo que ponga será pecado. Si no ponemos nada, ¿somos salvos solo por la gracia y voluntad de Dios? Eso es. Entonces, ¿la obra de Cristo es suficiente? Eso es; única, hecha una sola vez para siempre, y perfecta; no se le puede añadir, ni quitar. O sea, que hemos nacido de nuevo, hemos resucitado, hemos pasado de muerte a vida, sin poner nada de nuestra parte. Así es, así lo pone la Escritura. Por eso la Escritura es espada con la que el Señor mata a todos los que tienen alacena de obras y méritos.
Si no tenemos de nosotros mismos más que pecado y rebelión, y estamos muertos en esos pecados y rebeliones, esa solución de salvarnos por la obra de otro es realmente una buena noticia, es Evangelio de salvación. Además, ese Otro es nada menos que el Hijo de Dios, que ha salvado a todos los que le fueron dados por el Padre. Eso está bien, pero ¿no nos deja a merced de la sola voluntad y misericordia de Dios? Así es; y eso no parece nada dañino, porque ese Dios nos ha amado hasta entregar a su propio Hijo para redimirnos; no son malas manos en las manos que estamos.
La cofradía del santo cristo de la Y, está compuesta a lo largo de la Historia por gente de toda lengua, nación o condición. Son los mediadores, los que han colocado al cristo aislado, y no se puede ni acercar al pecador sin los puentes que estos pontífices han fabricado. Los hay en todas las iglesias, incluso en ellas, los hay de tipos y formas distintas, para todos los gustos, pero el cristo aislado siempre está dependiente de que alguien le ponga una Y a su obra para que sea obra definitiva. El consumado es, se convierte en “será consumado cuando me pongan el puente”. La iglesia de estos no está fundada en la Roca, sino que el Cristo estaría fundado en sus obras humanas, sin ellas no tendría nada. Esas obras de la alacena son necesarias para que el Cristo sea el Cristo, por eso los que las tienen no tienen al Cristo que resucitó, sino a otro cualquiera de los muchos que salieron por el mundo, esos que sí, ellos sí obran por Belcebú. Esos cristos, en su apocalipsis diabólico, cantan a la multitud de los que pusieron sus obras en la alacena y dicen: “gracias por vuestras obras, que por ellas me habéis hecho señor y cristo”. De ellos hay casi tantos como puentes, pues para todos los gustos se hicieron estas salvaciones. Nada que ver con el Único, el que con una sola ofrende hizo perfectos para siempre a los santificados.
Vamos a ver, esto suena bien, pero a ver si al final vas a decir que Cristo salva a alguien sin que ese alguien ponga nada. Porque eso sería dejar al pecador a merced de la voluntad de Dios. Pues sí, está a merced de la voluntad de Dios, pero eso no parece tan malo. Yo que ruego cada día que se haga esa voluntad, y que se me exhorta a que busque siempre la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta, pues dejar todo en manos del Señor, del que es Justo y Santo, mal, mal no me parece. Pero al menos se tendrá que dejar algo que dependa del pecador, porque si no, cómo evangelizamos. Vale que las obras de las tradiciones y supersticiones romanas, como esa que anuncian de visitar en peregrinación los santuarios ignacianos, o cosas semejantes, no valgan, pero ¿y la decisión? Porque a ver qué les va a quedar a los predicadores que siempre buscan conseguir la decisión del pecador, incluso las suman y todo, viendo cuando levantan la mano o algo. ¿Eso no vale?
Eso vale para los que les vale. Para la salvación no. Eso no está en la cruz. Allí la única decisión fue la de Dios, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Cristo, el Resucitado, no necesita ninguna Y, ninguna decisión o aceptación (vaya Señor sería) para que pueda salvarnos. Por otro lado, cualquier Y que pongamos estará llena de nuestra rebelión, Pablo las llamó excrementos; efectivamente todas las Y almacenadas en la alacena no son más que excrementos, por eso suponen olor grato a su dios, a su padre, y en ellas se glorían.
Bueno, que no te lo quiero ni nombrar, ¿entonces el libre albedrío? Pues por ahí anda; con sus máscaras y ocultaciones. Quizás convenga recordar que es el fabricante y conservador de la alacena jesuita. Ignacio es el mejor promotor de eso que llaman libre albedrío. Es verdad que otros usan las palabras con significados equívocos, sin mala intención, pero por sí mismo no es más que lo que el hombre tiene de sí propio. Ponle el nombre y la grandeza que quieras, al final, es lo que tiene un muerto, como parte de su muerte. Pero esto es ofensivo; ¿a dónde vamos a ir con este mensaje?, pues a todo el mundo. Así nos lo manda el Señor. Por supuesto el Evangelio no es este resumen que aquí pongo; lo que se tiene que anunciar es la Palabra, toda ella, con sus avisos, mandamientos, reprensiones, juicios, etc. Así esa Palabra opera sus efectos en los muertos que serán resucitados por ella (esta es la obra completa de Dios), y entonces se ejercen los afectos, se mueve la voluntad, se vive de entre los muertos. Eso es lo que debemos hacer, anunciarla. Pero los caminos humanos para conseguir que se arregle el pecador para que luego pueda Cristo venir y reinar, eso no es Evangelio de salvación, eso es obra agusanada de alacena de méritos.
Dejo para la próxima semana, d. v., lo que iba a ponerles hoy, la comparación que hace Antonio del Corro, muy buena, en el resumen de su comentario a Romanos, con la imagen de un injerto (el que tenemos en Cristo) y los resultados propios. En esa imagen se explica de forma excelente la situación del pecador. Como árbol muerto, como injertado Cristo en él, y los frutos consiguientes.
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