Es bueno observar el contraste entre la reina Vasti y la hija de Herodías.
Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas. Proverbios 31.1
No estoy de acuerdo con la imagen que la Biblia proyecta de la reina Vasti. Y porque tengo un concepto diferente de esta imagen y de la forma en que la tradición cristiana ha interpretado el incidente del cual ella es la protagonista principal, es por lo que puse su nombre a una de mis hijas.
La reina Vasti, esposa de Asuero, rey de Persia, se ubica en un contexto muy típico de la época (por los años 483 – 473 a.C.): grandes fiestas, excesos etílicos y seguramente muchas de las actividades a que también conllevan este tipo de celebraciones.
Su paso por la historia es efímero; tan efímero que muchos creyentes se sorprenden cuando se les dice que el nombre es bíblico y que corresponde a… bla, bla, bla. Nos ha pasado con mayor frecuencia de la que podríamos esperar. Pero bueno… esa es otra historia que tiene que ver más con cuánto conocemos de las Escrituras que con este caso en particular.
Como un recurso político, estrategia logística para asegurarse o comprometer el apoyo militar de los mandatarios de su entorno para una eventual invasión a Grecia, Asuero los invita a un banquete que dura nada menos que 6 meses o 180 días (Ester 1.4). Nos cuesta concebir en estos tiempos una fiesta que dure tanto. Para poder ponernos de acuerdo con nuestra reacción mental, preferimos pensar que en ese banquete de 180 días (si es que ocurrió de un solo envión), los comensales entraban y salían; iban y venían.
Lo cierto es que en esas convenciones gastronómicas no faltaba la comida ni la bebida. Dice la NVI que el vino real corría a raudales. Y en una fiesta donde el vino real corre a raudales, es fácil suponer que más de alguno de los invitados llegaba a un grado de embriaguez tal que seguramente se veía en la necesidad de «ausentarse un rato» para reencontrarse con la sobriedad extraviada y volver a la fiesta; es decir, que las salidas y entradas de los comensales pudieron haber tenido dos razones: una de Estado y la otra de mal estado.
Lo he dicho por escrito en otras ocasiones: los misioneros estadounidenses que llegaron a nuestras tierras indígenas para evangelizarnos trajeron con ellos, además de la Palabra de Dios, la palabra de su conservadurismo. En el campo de la evangelización tuvieron un buen éxito; en el campo de sembrar en nosotros principios éticos algunos buenos y otros de discutible validez, también. Entre lo que nos enseñaron, a lo menos en Chile, estaba la prohibición absoluta de beber vino. El vino es embriagante y la sidra, alborotadora (Proverbios 20.1 VRV 1960).
Volvamos a la reina Vasti.
Como era también la costumbre en aquellas tierras y en esas épocas, la reina con las esposas de los dignatarios reunidos en otro sitio de los grandes jardines del palacio celebraban su propio banquete. Es evidente, por lo que ocurre más adelante, que las señoras allí reunidas se dedicaban más a hablar que a comer… y a beber; no obstante que Anne Spangler, en su libro Wicked Women of the Bible sugiere que es posible que Vasti también hubiese tomado «algunas copas de más».
El vino lleva a la insolencia, y la bebida embriagante al escándalo; ¡nadie bajo sus efectos se comporta sabiamente! (Proverbios 20.1, NVI) Téngase en cuenta esta opinión del sabio Salomón para pensar en lo que viene a continuación.
«Al séptimo día, como a causa del vino el rey Asuero estaba muy alegre, ordenó a los siete eunucos que le servían… que llevaran a su presencia a la reina [Vasti], ceñida con la corona real, a fin de exhibir su belleza ante los pueblos y sus dignatarios, pues realmente era muy hermosa» (Ester 1.10-11, NVI).
Aquí, dejándonos de eufemismos, tenemos que entender que eso de que estaba muy alegre es una forma elegante de decir que el rey estaba borracho. Había bebido tanto que el vino lo había llevado a la insolencia, y la bebida embriagante al escándalo… porque nadie bajo sus efectos se comporta sabiamente.
El rey estaba ebrio y, en ese estado, quiso exhibir a su mujer como una cosa, como un objeto, como un trofeo. Algo lindo, tentador, capaz de volver locos a todos los demás borrachos que estaban en la fiesta. Tan respetuoso de la ley que se le ve más adelante en esta historia, es de preguntarse si llevar a una fiesta de hombres a la esposa para que exhiba su belleza estaría de acuerdo con la ley del Imperio Persa. Quizás, sí; quizás, no. ¿Ética situacional?
La reina Vasti no estaba borracha. De haberlo estado, quién sabe si después de haber acatado entusiasmada el llamado de su marido se hubiese adelantado a Salomé —ante los ojos desmesurados de los hombres que la admiraban—, bailando, muchos años antes que la hija de Herodías, la danza del vientre; o la “danza de los siete velos” como también se la conoce. El vino lleva a la insolencia, y la bebida embriagante al escándalo; nadie bajo sus efectos se comporta sabiamente.
Es bueno observar el contraste entre la reina Vasti y la hija de Herodías en cuanto a los resultados del comportamiento de cada una. Leemos en Mateo 14.6-8: «En el cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías [por Josefo sabemos que se llamaba Salomé] bailó delante de todos; y tanto le agradó a Herodes, que le prometió bajo juramento [¿estaría también borracho este individuo?] darle cualquier cosa que pidiera» (Mateo 14.6-7, VRV). Y le dio la cabeza de Juan el Bautista. ¡Nada menos!
Cuando la reina Vasti oyó de labios de los eunucos que tendría que presentarse ante su marido para exhibirse y soportar los comentarios posiblemente soeces y de doble sentido que podrían haberle caído encima como escupitajos, e incluso hasta algún agarrón, —el vino lleva a la insolencia—, tiene que haber puesto en la balanza, con la cabeza bien fría, lo que implicaba obedecer o desobedecer. Y optó por lo segundo. (A esto se le llama dignidad. «Mujer virtuosa ¿quién la hallará?»)
Su respuesta, pues, fue: Díganle al rey que lo siento pero que no iré y que me atengo a las consecuencias.
Asuero —aparentemente valiente para la batalla pero pusilánime para las cosas de familia—no supo manejar la situación tensa creada por la negativa de su esposa. Y no encontró mejor salida que pedir su opinión «a los sabios conocedores de leyes». Estos, que por ser altos funcionarios del reino seguramente también estaban en la fiesta y, quizás, tan intoxicados como él, dieron una respuesta que hasta ahora suena más como una defensa pertinente de un machismo impertinente, que una conclusión apegada a derecho. Se percibe un temor a una posible emancipación de las mujeres respecto del dominio indiscutible de los hombres sobre ellas, emancipación que en aquellos tiempos era inconcebible.
El texto bíblico, según la NVI dice: De inmediato el rey consultó a los sabios conocedores de leyes, porque era costumbre que en cuestiones de ley y justicia el rey consultara a los expertos. Los más allegados a él eran: Carsena, Setar, Admata, Tarsis, Meres, Marsená y Memucán, los siete funcionarios de Persia y Media que tenían acceso especial a la presencia del rey y ocupaban los puestos más altos en el reino. —Según la ley, ¿qué se debe hacer con la reina Vasti por haber desobedecido la orden del rey transmitida por los eunucos? —preguntó el rey. En presencia del rey y de los funcionarios, Memucán respondió: —La reina Vasti no sólo ha ofendido a Su Majestad, sino también a todos los funcionarios y a todos los pueblos de todas las provincias del reino. Porque todas las mujeres se enterarán de la conducta de la reina, y esto hará que desprecien a sus esposos, pues dirán: “El rey Asuero mandó que la reina Vasti se presentara ante él, pero ella no fue.” El día en que las mujeres de la nobleza de Persia y de Media se enteren de la conducta de la reina, les responderán de la misma manera a todos los dignatarios de Su Majestad. ¡Entonces no habrá fin al desprecio y a la discordia!
Hasta aquí y hasta ahora llega el aliento etílico de Memucán.
Sin corona pero con dignidad, Vasti desaparece de la historia. Su lugar lo toma una joven virgen, judía, de nombre Ester, que llega a ser la heroína y la ejecutora de los planes de Dios en defensa de su pueblo que corría el peligro de una exterminación en masa según lo reporta el resto del libro de Ester.
Vasti, además de hermosa, era una mujer recatada, respetuosa de sí misma, no dada a la ostentación y al exhibicionismo; una mujer que cuando se trató de apostar por la dignidad o la vanidad, lo hizo por la dignidad.
Cuando una mujer, además de bella es humilde, es doblemente bella.
Este es el mensaje de Vasti, la reina rebelde y desobediente pero virtuosa y respetuosa de sí misma. Por eso, porque quería que mi hija tuviera esas mismas virtudes, fue por lo que le di el nombre que le di.
Se dice que los borrachos hacen cosas de las que más tarde no se acuerdan. Si es verdad esta aserción o no, no lo sabemos.
Pero un detalle en el libro de Ester nos lleva a pensar que, a lo menos en un determinado nivel de embriaguez, el borracho puede recordar lo que, con su mente obnubilada, la mirada perdida, los ojos enrojecidos y la lengua traposa hizo. Leemos en Ester 2.1: «Algún tiempo después, ya aplacada su furia, el rey Asuero se acordó de Vasti y de lo que había hecho y de lo que se había decretado contra ella». («Algún tiempo después»… y «se acordó de… lo que había hecho».)
Termino con una pregunta: En el caso del baile de Salomé (Mateo 14.9) y después de haber hecho la promesa que hizo, Herodes «se entristeció, pero a causa de sus juramentos y en atención a los invitados» no pudo dejar sin efecto su promesa. ¿No habrá ocurrido lo mismo con el borrachín de Asuero,* que después de haber hecho lo que hizo, no pudo, tampoco, hacer que el río se devolviera?
*Y que me perdonen los persas por tratar a su rey de borrachín pero creo que con demasiada frecuencia se le pasaba la mano. Porque, según la historia, su invasión a Grecia fue un fracaso. ¿No iría a la guerra también con unas cuantas copas de más? Digo yo, ¿no?
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