En gran parte del evangelicalismo anglosajón y latinoamericano predomina la idea que reduce la conversión al momento en que se decide aceptar a Cristo. Poco se habla del seguimiento de Cristo.
“Como seguidores de Cristo no podemos orar ‘venga tu reino’ (Mateo 6:10), y solamente hacer evangelización, o nada más acción social”. Esto lo afirman Ronald J. Sider y Heidi Rolland Unruh, en su ensayo “Keeping Good News and Good Works Together” (Mantener juntas las buenas nuevas y las buenas obras”), en el libro que comenzamos a comentar la semana pasada, Fully Engaged: Missional Church in an Anabaptist Voice (Compromiso pleno: Iglesia misional en una voz anabautista), Herald Press, Harrisonburg, Virginia, 2015.
Como otros autores en el volumen colectivo, Sider y Rolland rememoran el entendimiento integral del Evangelio que tuvieron los anabautistas del siglo XVI. Entonces proclamaron tanto un cambio personal/espiritual como un orden político/económico en el cual reinara la justicia y la paz.
Por distintas razones y circunstancias los herederos de aquellos anabautistas fueron transformándose en comunidades cerradas, pretendiendo que con el alejamiento del mundo y manteniéndose como comunidades contrastantes estaban cumpliendo con el seguimiento de Cristo.
Ronald Sider y Hidi Rolland afirman que el evangelismo y la acción social están inseparablemente conectados, pero que no son idénticos. Definen el primero como el conjunto de actividades cuya intención primaria es invitar a los no cristianos a abrazar el Evangelio del Reino de Jesús, creer en Jesucristo como Señor y Salvador, ser bautizados, unirse a la nueva comunidad de redimidos por Jesús, y experimentar comunión diaria con el Espíritu Santo, con gozosa anticipación de la vida eterna con Dios. Por su parte acción social es el conjunto de actividades cuyo propósito primario es mejorar/cambiar las condiciones físicas, socioeconómicas y políticas de la gente mediante la ayuda, desarrollo, cambio estructural y la reducción de la violencia.
Evangelización y acción social son componentes de la integralidad del Evangelio. Separarles ha tenido consecuencias trágicas y debates teológicos interminables, los cuales en su mayor parte han ido por privilegiar la evangelización sobre la acción social, o viceversa según la época y pensamiento teológico hegemónico. En términos generales, hubo un redescubrimiento de la inseparabilidad de ambas en la misión cristiana a partir del Congreso de Evangelización de Lausana, en 1974, donde dos de los fundadores de la Fraternidad Teológica Latinoamericana (Samuel Escobar y René Padilla) tuvieron destacadas participaciones.
En la reciente Consulta 45 años de la FTL, quedó constancia sobre los resultados de los esfuerzos de la generación fundadora por mantener unidas la evangelización y la acción social. Tal punto de partida bíblico teológico comenzó a ponerse en práctica por toda Latinoamérica, mediante proyectos de servicio y transformación social que hoy son muestras de que una y otra se fortalecen mutuamente para servir integralmente a las necesidades humanas.
Por lo anterior, es constatable con ejemplos tangibles lo que subraya René Padilla acerca del rol jugado por el movimiento: “En cuanto a la orientación misional de la teología de la FTL, no es exagerado afirmar que a ésta se la reconoce hoy como una de las entidades evangélicas que por la gracia de Dios más ha hecho por difundir en América Latina y a nivel global lo que hoy se denomina misión integral— un acercamiento a la misión de la iglesia en el que se busca poner en práctica lo que el apóstol Pablo denomina la obediencia de la fe por parte de todos los seres humanos en todas las naciones (Ro 1:5 y 16:26)” (en http://www.kairos.org.ar/blog/?p=912#comment-94365).
René Padilla y Samuel Escobar se reconocen como anabautistas, herederos de la Reforma radical. Ambos han sido entusiastas difusores en América Latina de autores identificados con el anabautismo como John H. Yoder y Ronald J. Sider. Como nota personal puedo agregar que conocí de Yoder y Sider por las referencias escritas y verbales de Padilla y Escobar.
Sobre la rica definición que hacen de evangelización Sider y Rolland, en la que trascienden evangelizar como sinónimo de “ganar almas para Cristo”, cabe comentar que en gran parte del evangelicalismo anglosajón y latinoamericano predomina la idea que reduce la conversión al momento en que alguien decide aceptar a Cristo. Poco se habla del seguimiento de Cristo, que necesariamente, como recuerdan Sider y Rolland, es un proceso donde el discipulado es clave.
En el evangelicalismo conversionista se enfatiza una y otra vez la experiencia mística o espiritual del perdón de Dios, y casi ahí se agota la redención. Esto es un reduccionismo, una mutilación del Evangelio, porque se relega el proceso de transformación ética personal del converso y su involucramiento para forjar una nueva humanidad.
Con las siguientes líneas concluyen Sider y Rolland su estimulante ensayo: “Terminemos con el escándalo en el que algunas de nuestras iglesias primariamente sólo hacen evangelismo, otras primordialmente hacen paz y justicia, y muchas más ni lo uno ni lo otro. Amemos integralmente a las personas en la forma en que Jesús lo hizo”.
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