Si los cristianos queremos que dejen de considerarnos un residuo del catolicismo, tenemos que tirar ese muro que durante décadas hemos formado para distanciarnos “del mundo”. Esa actitud es de lo mejor que podemos legar a la gente que empieza
Hoy entrevistamos al escritor Daniel Jándula Martín (Málaga, 1980), quien vive en Vilafranca del Penedès, junto a su mujer, la editora y escritora Noa Alarcón, y su hijo Noel. Ha cursado estudios de artes escénicas en Málaga (2000-2002), y completó el curso del Centro de Estudios Teológicos – Carisma, en la Facultad Protestante de Alcobendas (Madrid), en 2006.
Daniel también se dedica a tareas de producción editorial y prensa cultural, y colabora en las publicaciones Viaje a Ítaca, Ruta 66, Festivales de Pop, Protestante Digital y el blog Zafarranchos Merulanos. Además, prepara una obra de ensayo-ficción, y ultima un libro de rock.
Es miembro de ADECE (Alianza de Escritores y Comunicadores Evangélicos) desde su fundación en 2008.
Sus libros publicados: El Reo. Noufront, 2009; Pistolas al amanecer, con Jordi Torrents. Noufront, 2009; Huellas del cristianismo en el arte: el cine, con José de Segovia y Curro Royo. CEM, 2010; y Lágrimas por un muerto. Autoedición, 2013.
Os invitamos a visitar su web: www.danieljandula.es
Pregunta.- ¿Piensas que el arte y la fe pueden ir de la mano... sin problemas?
Respuesta.- Hay problemas y contradicciones, pero no tienen su origen en el arte, ni mucho menos en la fe, indivisibles desde tiempos prácticamente imposibles de rastrear. Los problemas se derivan de cuestiones culturales. También pueden surgir de prejuicios, o de malentendidos, como pensar que una representación pictórica de un pasaje bíblico es idolatría, o que la cultura es un elemento muerto que ese ente llamado “el mundo” pretende enfrentar a una “fe viva”. Estoy convencido de que Dios no lo ve así.
P.- ¿Qué significa para ti la escritura y por qué sigues escribiendo?
R.- La escritura es el deseo de establecer una comunicación con un lector posible; escribo para otro, a quien no puedo ver. No siempre ha sido así, desde luego. En momentos de la historia se ha escrito para no olvidar, por ejemplo. También escribo porque las personas necesitamos contar, narrar historias, para entendernos a nosotros mismos, aunque se dé la paradoja de que un escritor es ese señor que se encierra a escribir y se aísla para abrir su mundo a los demás. No me planteo que tengo que comer todos los días, y lo mismo ocurre con lo que han escrito otros, aunque ese “alimento” no siente bien.
P.- ¿Quién o qué es tu fuente de inspiración?
R.- La oración, la conversación a solas con Dios, es una fuente continua de inspiración. Por otro lado, esto que llamamos inspiración puede surgir en cualquier momento. Viendo una película, en la ducha, leyendo a otros, en una discusión… el viento sopla donde quiere, esté yo trabajando o no.
P.- ¿Qué nos dice la Biblia sobre el lenguaje, el poder de la palabra, la narración, el escribir bien, la ética, el escribir en demasía, la poética...? ¿Crees que la misma puede ser fuente de inspiración para los escritores?
R.- La Biblia ha sido y seguirá siendo fuente de inspiración para cualquier escritor (crea en la Palabra o no) porque está llena de historias, de poesía, o de reflexión. Otra cosa es lo que se haga con esa inspiración, que a menudo vemos como un momento de iluminación o trascendencia, y la práctica totalidad de las ocasiones tiene poco que ver con ello.
La Biblia contiene la primera Palabra del Creador. Nos habla de la creación a partir de la nada (Gn. 1:1), y yo creo que desde entonces todo lo que hacemos es imitar esa forma de creación, aunque siendo obra de Dios tenemos capacidad de escoger lo que queremos crear, que el libre albedrío es también creatividad. Por otra parte, existe el juicio estético: Dios no solo dijo «Hágase la luz», también juzgó que la luz era buena.
En la Biblia se nos habla también de cómo se formula un planteamiento épico (Éxodo 20), del proceso de publicación, copia y distribución (Dt. 17:18), de cuál es el propósito de contar historias (Josué 4:6). Contiene conceptos sobre el relato y de una forma primitiva de novela (1ª Samuel, en concreto el capítulo 9).
Se nos advierte contra la «mala letra» (Salmo 55:21). En la Biblia hay narración y recuerdo (Salmo 77:11-12). Se nos señala el camino de regreso al hogar (Salmo 91:14-16). Se explora la condición humana (Salmo 103:12-14) y el deseo de sobrevivir a la posteridad (Salmo 142 y 145). Tenemos filosofía práctica (Proverbios 16:21), reflexiones sobre el ego (Eclesiastés 1:16) y el exceso en la producción literaria (Eclesiastés 6:9-11). Y también hay buenos consejos: cómo escribir bien (Eclesiastés 10), descubrir el vínculo entre inteligencia y lectura (Eclesiastés 12:9-14), el uso de imágenes para inspirar al receptor de un mensaje (Jeremías 1:7-18), o incluso cómo se purifica el lenguaje (Isaías 6:5-7).
P.- ¿Cómo has conseguido publicar en épocas de vacas flacas para el mundo editorial?
R.- No tengo ni idea. Creo que no ha habido época de vacas gordas en el mundo editorial; al menos yo no la he conocido. Hay editoriales con más o menos recursos, más o menos facilidades en la distribución… llevo seis años sin publicar y no siento que vaya a resultarme más sencillo publicar cuando quiera hacerlo. Aunque hay muchas posibilidades de editar y distribuir, por cuenta propia o en colaboración con una editorial.
P.- ¿Qué te ha llevado a decantarte por la coautoría?
R.- En el caso de Pistolas al amanecer, Jordi Torrents y yo nos planteamos nuestra novela como un juego, contar una historia común entre dos perspectivas y generaciones diferentes, con estilos distintos; la idea vino porque en una de nuestras conversaciones en las que hablábamos de Joseph Conrad acabamos debatiendo sobre su libro El duelo. En cuanto a Huellas del cristianismo en el arte: el cine, fue José de Segovia quien me propuso escribir un prólogo al libro. Después añadí algunos cuadros de texto, y la colaboración fue creciendo hasta escribir la tercera parte, sobre la oración en el cine, que me encantaría desarrollar en un libro independiente… espero conseguirlo alguna vez.
P.- Dietrich Bonhoeffer ha sido un personaje destacado en una de tus novelas. ¿Qué es lo que te impactó para considerarlo con tanta deferencia? Aun hoy sigue generando controversia.
R.- Creo que, tal vez junto a Karl Barth, Bonhoeffer es uno de los teólogos protestantes peor citados. Su pensamiento no puede ser separado del momento histórico en que vivió. Su expresión «gracia cara» tenía entonces un elemento subversivo y de oposición al Tercer Reich, contra la tibieza de la Iglesia Alemana y la impasibilidad de Pío XII, quienes habían olvidado el coste que implica el seguimiento a Cristo.
Fue en ese contexto cuando su detención y posterior ejecución (muy cercanas a la toma de Berlín por parte de los rusos y al fin de la Segunda Guerra Mundial), cobró el impacto y la épica, ese carácter de raro sacrificio, que nos ha llegado junto a su reflexión, muy profunda pero también compleja (basta con intentar leer sus escritos sobre ética para comprobarlo).
Ahora usamos gracia cara o gracia barata para casi cualquier cosa, pero no podemos olvidar que la gracia solo proviene de Dios, y que no es en modo alguno una forma de distinción entre cristianos maduros e inmaduros. La preocupación de Bonhoeffer era que, en sus propias palabras, “la Iglesia siga siendo Iglesia”. Sus textos más interesantes, en mi opinión, son sus cartas y lo que tiene que ver con su idea de Iglesia como verdadero cuerpo, como comunidad (de carácter asambleario) de creyentes (ese término que leemos en Hechos 2).
Por otro lado, está la confusión en lo referente a su participación en los atentados contra Adolf Hitler, ese elemento de fantasía añadido que ha puesto al Bonhoeffer-personaje por encima del ser humano real. Bonhoeffer no fue un espía al estilo Chacal, como pueden dar la impresión ciertas biografías sobre él.
Mi interés por él lo despertó Julio Díaz cuando me recomendó que lo leyera para un trabajo sobre la Gracia que debía entregar. Introduje elementos de ficción a una biografía inventada (en mi novela sí es un participante activo de las conspiraciones contra el nazismo), que fue el único modo que encontré de asimilar una vida y una obra interrumpidas por la guerra y la dictadura.
Me interesó mucho el hecho de que, aunque no pudo desarrollar su pensamiento todo lo que quería, hubiese logrado el impacto por medio de su existencia.
Tengo que confesar que a veces temo irme de este mundo habiendo dejado todo a medias… pero una cosa que nos enseña la Biblia sobre Jesús es que él no necesitó dejar constancia de su puño y letra del evangelio, porque él es el Verbo hecho carne, y por lo tanto necesitamos que ese Verbo, esa Palabra, viva en nosotros; es como si, en cierto modo, se nos estuviera diciendo que nuestro cuerpo, nuestra manera de vivir, es lo que completa nuestra cosmovisión. En este sentido, opino que Bonhoeffer fue un seguidor fiel de Jesús.
P.- Has escrito crónicas de viajes... ¿Todos tus viajes fueron físicos o también hubo algunos imaginarios?
R.- ¡Ya me gustaría, desde luego, haber viajado a los lugares de los que escribí! Me encanta viajar. Cuando leí a Xavier de Maistre, su Viaje alrededor de mi habitación, entendí que se puede viajar a muchos lugares dentro de un reducido espacio físico.
P.- Parece ser que te interesa el género de la novela negra o policíaca. ¿Puedes explicarnos por qué?
R.- Me interesa como lector, y también como aficionado al cine negro. Pero no he escrito nada de ese género ni me veo capaz de hacerlo. Me gusta la incertidumbre que rodea a este tipo de historias, la sensación permanente de que uno anda a tientas y las circunstancias son delicadas y a la vez peligrosas.
P.- ¿Es el oficio de escribir un servicio público que no debe defraudar a sus beneficiarios: los lectores?
R.- Me cuesta ver este oficio como un servicio público. El problema que tengo con ese término es que uno puede acabar pensando que es un funcionario. No se puede escribir algo que merezca la pena sin incomodar o molestar al personal, aunque sea un poquito.
P.- ¿Es necesario volver a introducir en nuestras vidas el escándalo del Evangelio? ¿Por qué?
R.- Creo que si logramos introducir el Evangelio, ya habremos logrado todo lo necesario. A partir de ahí vendrá el escándalo para los demás, junto a otros deportes que vienen bien practicar.
P.- ¿Piensas que los creyentes debemos posicionarnos sobre cuestiones éticas y sociales, ante las cuales todo cristiano no debiera permanecer impasible?
R.- Sí, claro. Añadiría también las cuestiones políticas. No podemos leer Mateo 5-7 y quedarnos tan panchos, especialmente en esta época en la que es necesario comprender que cada individuo tiene una responsabilidad con la sociedad en la que vive, que no hay excusa que nos permita estar ajenos a lo que sucede. Lo que sí debemos dejar fuera es la arrogancia y el juicio a los demás, porque esto no va de ganar una competición para ver quién es más listo.
P.- ¿Has oído hablar del Movimiento Lausana que se inició allá por el año 1974? ¿Y del "Compromiso de Ciudad del Cabo" surgido del "III Encuentro de Lausana" realizado en Sudáfrica en el año 2010?
R.- Soy un completo ignorante de estos movimientos, más allá de los artículos que he leído en Protestante Digital. Me gustaría saber más, todo es ponerse a investigar.
P.- ¿Cuál es vuestra experiencia (de Noa y tuya) impartiendo talleres de escritura para jóvenes cristianos?
R.- Acabamos de regresar de un campamento que organiza JPC (Juventud para Cristo), que gira precisamente sobre la creatividad, no solo en lo que respecta a la expresión artística o la comunicación, sino también en otras áreas de la persona, desde el entorno laboral a las relaciones humanas y afectivas.
No estuve en todas las plenarias y actividades, pero he observado a chavales (y chavalas) de veinte y tantos años que son como cualquier otro de su edad (o como yo mismo hace doce o trece años), con las mismas inquietudes y formas de comunicarse, pero al mismo tiempo teniendo muy claro lo que quieren hacer y qué quieren aprender. Eso me parece brillante. Lo que sí veo que necesitamos es fomentar y desarrollar el espíritu crítico y la capacidad de análisis de la cultura; entender por qué creamos, para qué, cuidar la experiencia estética, debatir sobre obras artísticas.
Hay poca educación en artes plásticas y en literaria; en cine y música hemos mejorado un poco, pero todavía falta por hacer. Y luego hay disciplinas como el teatro (hablo de obras con texto y chicha, no sketches de mimo) que están bastante denostadas, porque se considera que tienen una importancia menor.
El problema no es de los jóvenes, puede que haya menos gente joven interesada en la cultura (y en la información), pero necesitan el mismo apoyo que el muchacho que quiere ser misionero o pastor, o el que quiere ser ingeniero de caminos o policía, o hasta el que quiere estudiar ciencias políticas. Ese error de nuestra sociedad de despreciar la cultura no debería trasladarse a la comunidad de creyentes.
Nos gustaría volver a retomar lo de hacer cursos para ayudar a otros a escribir con creatividad, pero también a leer con creatividad, aprender a redactar reseñas y analizar la televisión, o los videojuegos, o la música de cualquier género. Si los cristianos queremos que dejen de considerarnos una especie de residuo del catolicismo, tenemos que tirar abajo ese muro que durante décadas nos hemos formado para distanciarnos “del mundo”. Y esa actitud es de lo mejor que podemos legar a la gente que empieza.
P.- ¿Cuál el gran reto que tenemos los cristianos en este siglo XXI?
R.- Cada día se me ocurre uno distinto, pero creo que uno de los más importantes es que los que nos rodean entiendan la relevancia del Evangelio. Esto me parece algo difícil de conseguir, especialmente cuando mucha gente a la que conocemos la vida no le va especialmente mal, o no cree que necesite escuchar buenas noticias, porque parece que como sociedad hemos dejado de creer en todo.Finaliza la entrevista. Gracias, Daniel, por tus interesantes y clarificadoras respuestas a las cuestiones que te hemos planteado. Y gracias por regalarnos parte de tu tiempo de descanso.
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