De niño escuché decir ‘el que no sirve no sirve’. Una palabra con dos significados. Para el Rey de reyes, el Reino que ya ha venido y habrá de consumarse es un reino de servidores.
La realeza de Dios no es comparable a ninguna realeza terrenal. Su Reino tampoco es comparable a ningún reino del mundo. Si alguien intentase compararlas concluiría enumerando sus enormes diferencias. Esto ha quedado demostrado con el ministerio terrenal de Jesús de Nazaret.
Los cuatro evangelistas y los demás apóstoles describieron en sus escritos de manera coherente y sin contradicciones la obra de Jesucristo en este mundo; una obra que difiere totalmente de cualquier obra humana por digna y encomiable que fuese.
Los reyes terrenales tienen títulos nobiliarios, dominios, posesiones y súbditos. Nacen en familias que les educan para mandar y respetan las sucesiones u otras reglas para acceder al poder. Si bien hay monarquías terrenas solo simbólicas, no se puede negar que haya soberanos despóticos que ejerzan su condición hasta con extrema crueldad y valiéndose del terror, como ya hemos demostrado en notas anteriores.
Características de la realeza de Jesucristo
Son muchas las veces en que Jesús es mencionado en relación con el anuncio de la llegada del Reino.
Hay cuarenta y cuatro menciones en los evangelios que nos muestran a Jesús caminando por toda Galilea, entrando en las sinagogas para enseñar, anunciar el evangelio del reino, y sanar toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Lucas nos relata que Jesús tenía la costumbre de enseñar en la sinagoga en Nazaret y concluye expresando: “Y era glorificado por todos.” 1
Fue en las sinagogas donde enseñaba en el día de reposo, como en Capernaum, y echaba fuera demonios como en Galilea. En una ocasión sanó a un hombre que tenía la mano seca; en otra, vino a su encuentro uno de los principales de la sinagoga llamado Jairo; cuando le vio se postró a sus pies y clamó por su hija enferma. A pesar de ser notificado de la muerte de la niña, Jesús le calmó diciéndole “No temas, cree solamente”. Posteriormente iría hasta su casa y resucitaría a la niña, para asombro de los muchos allí presentes 2.
Las enseñanzas del Señor incluyen análisis de una realidad innegable para todo buen observador. Por ejemplo esta descripción de contradicciones enquistadas en la cultura diaria de su época:
“En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; más no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen. Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas. Antes, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. Pues ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos; y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí. Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos. Ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo. El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo. Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.” 3
Sin embargo, en su propia hipocresía sus ilustrados contemporáneos no encontraron ningún rasgo destacable en el currículum de Jesús y no aceptaban ser puestos al descubierto.
1. Jesús asumió su condición de enviado del Padre, no de líder.
Jesús no se formó para ser líder. Su naturaleza y conducta coincidían en actos de servicio. Lo que no entendían sus envidiosos detractores era que Jesús desde antes de nacer tenía incorporada la enseñanza que hace a un verdadero rey.
Y se maravillaban los judíos, diciendo: ¿Cómo sabe éste letras, sin haber estudiado?” 4
Un rey como él podía responder a sus cuestionadores aún antes de que le preguntasen:
“Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió. El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta. El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca; pero el que busca la gloria del que le envió, éste es verdadero, y no hay en él injusticia.” 5
No se conoce que un rey viva para adjudicar la gloria de su conducta y hechos a sus antepasados. Jesús honró a quien obedecía desde antes de la fundación del mundo. Esta manera de ser dividía a los que opinaban sobre él o le juzgaban.
Al partir de este mundo hubo muchos advenedizos que mezclaban la doctrina de Cristo con las enseñanzas gnósticas que predicaban los docetas 6 y con las de los ebionitas 7, aquellos judíos cristianos que llenaban las iglesias de los primeros cinco siglos de nuestra era.
Por aferrase al conocimiento los primeros y a la Ley mosaica los segundos, se negaba la naturaleza humana de Jesucristo. Es decir, dudaban de su existencia real como hombre; habría sido un ser superior, no un hombre de carne y hueso. De esta manera, no encontraban en nada de lo que hiciera Jesucristo algo con lo que pudieran identificarse.
Se puede caer hoy en cualquiera de esas herejías propias de líderes interesados cuando nos detenemos solo en los aspectos humanos o en los espirituales por separado. Diversas formas de legalismo instaladas en muchas iglesias locales son fuentes en las que abrevan los fieles seguidores de las doctrinas ‘de la prosperidad’ o del ‘tú puedes’. Para enrolarse, los clientes pagan para ser aislados de la realidad y sumergidos en la comercializada idolatría del ego.
Por su lado, el ‘movimiento carismático’, con su énfasis en lo milagroso produce diversas formas de misticismo espiritualizado muy alejadas de la doctrina del Verbo encarnado. Con expresiones atribuidas a un cierto ‘reino del espíritu’ se esfuma y diluye toda identificación real de Jesucristo con el dolor existencial del pecador.
2. Jesús se mantuvo fiel a la Palabra de verdad.
Jesucristo fue el enviado del Padre para anunciar la llegada del reino. Para ser recibido tuvo que cruzar la frontera del Santuario donde mora Dios y entrar en el territorio bajo el gobierno temporal del enemigo. Ningún rey desciende para reinar; más bien intenta lo opuesto. De Jesús dice el escritor de la epístola a los cristianos hebreos:
“Y, cuando vino al mundo, por todo lo que padeció aprendió obediencia.” 8
Su primer padecimiento fue ser tentado por el diablo. El jefe de los demonios en persona le acosó después de que Juan le bautizase en el río Jordán, Jesús –el Hijo amado en quien el Padre declaró tener todo contentamiento- es llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por Satanás 9.
Este hecho formaba parte del Plan divino. El diablo le habló a Jesús luego de que el Hijo de Dios cumpliese cuarenta días con sus noches de oración y ayuno. Después de fracasar en su intento de hacerle transformar las piedras en pan10, el tentador le llevó hasta el pináculo del templo, que era el más alto de la ciudad 11. Allí le insta a que se arroje al vacío, y le cita un Salmo como fundamento 12. Jesús le responde con otra Escritura: “No tentarás al Señor tu Dios.” 13
Si bien debilitado físicamente, Él no dejaba de ser el enviado de Dios y, por ello, le hace entender por tres veces Quién de los dos es el que permite y quién el que obedece. Lo hizo apoyándose las tres veces en las Escrituras al afirmar: “Escrito está”.
Hoy el tentador sigue citando la Palabra para que sea interpretada como él quiere; y tiene muchos súbditos que le obedecen porque sus mentiras son más atractivas que la verdad de Jesucristo. Aunque solo por fuera, y por un corto tiempo.
¿Qué reflexiones podemos hacer, entonces, de este diálogo entre el ángel caído de la gloria y el enviado de Dios a la tierra?
Primero, los hijos e hijas de Dios no podemos ser tentados del diablo sin permiso de nuestro Padre. Recordemos el diálogo tras el cual Dios le permite al diablo tentar en todo a Job, menos quitarle su vida. Si el Padre permitió que un varón justo como Job, y aún su propio Hijo, fuesen tentados nosotros debemos resistir la tentación orando y velando, confiando en Dios pues Él sabe mejor por qué lo permite 14.
Segundo, el falsificador de la verdad pretende imponer una interpretación de las Escrituras opuesta a la Revelación divina. Muchos conocen la letra más ignoran el espíritu de las Escrituras. Son los que buscan poner a su servicio la Palabra de Dios para satisfacer sus propios intereses 15.
Tercero, el fin buscado por Satanás fue abortar el Plan de Redención. Pretendió adelantar el tiempo prefijado por el Padre en el que Jesús pondría voluntariamente su vida para consumar nuestra redención16. El padre de mentira intentó usar a Jesús para destruir el propósito perfecto del Padre celestial.
Cuarto, recordemos que el Señor y sus apóstoles nos advierten reiteradamente que vendrán muchos engañadores y falsos Cristos para desviarnos de la sana doctrina. Así como el diablo intentó convertirse en el autor material de la muerte de Jesús, hoy intenta que el creyente deje fuera de su corazón a Jesucristo.
Investiguemos con denuedo si ese mismo espíritu de mentira no se ha instalado en el ministerio de muchos que usan la Biblia sólo para sentarse en sitios de liderazgo. Una vez allí imponen programas religiosos que apuntan a sostener una estructura que es sólo humana 17.
Quinto, hay un aspecto trágico en esta actividad del tentador: quiso poner al templo por encima del Señor. Lo hizo reconociendo la primacía posicional del Hijo de Dios sólo en el plano físico, no en el espiritual. Al negar la divinidad de Jesús quiso usar el lugar de culto como sitio ideal para tentar al enviado del Santísimo. Hoy usa el mismo método; elige los sitios de culto como centros predilectos donde tentar a los seguidores del Rey 18. Intenta, por todos los medio hacer más importante el lugar que la persona de Jesucristo.
3. Jesucristo es Rey porque no usó su condición de enviado para ser servido.
“Quien no vive para servir no sirve para vivir” es una frase de San Agustín quien, con toda seguridad habrá recordado la acción de Jesús cuando enseñó a sus discípulos la conducta de los verdaderos ciudadanos del Reino:
“Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.” 19
El gesto del Señor al lavar los pies de sus discípulos es la expresión y legado del verdadero Rey:
“Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros. Les he puesto el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo he hecho con ustedes.” 20
Para que no queden dudas reflexionemos sobre estas palabras en las que se basa el Señorío del Rey:
“De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió. Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis.”
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Notas
Ilustración: grupo de vecinos construyendo adobes para levantar sus viviendas en armonía con el medio ambiente. semanariofides.com ‘Hábitat para la Humanidad Honduras’.
01. Lucas 4:15,16 12.
02. Marcos 5:22-43
03. Mateo 23:2-12.
04. Juan 7:15; Mateo 13:54; Marcos 5:20; 6:51; 7:37; Lucas 2:47; 8:25.
05. Juan 7:16-18.
06. Del vocablo griego que significa ‘apariencia’
07. Del vocablo judío que significa ‘pobre’ por decisión voluntaria.
08. Hebreos 5:8.
09. Mateo 4:3-11, Lucas 4:9
10. Mateo 4:3.
11. Ibíd. 5; una altura equivalente a un edificio actual de 4 pisos, unos 15 metros.
12. Salmo 99:11.
13. Mateo 4:7.
14. Lucas 11:4; 22:46; 1ª Corintios 10:13; Santiago 1:12; 2ª Pedro 2:9
15. 2ª Pedro 1:20.
16. Juan 10:15-18.
17. Mateo 7:15; 24:11; 24:24; Marcos 13:22; Lucas 6:26; 2ª Corintios 11:13,26; Gálatas 2:4; 2ª Pedro 2:1; 1ª Juan
4:1.
18. Mateo 12:6.
19. Ibíd. 20:25-28.
20. Juan13:14,15.
21. Ibíd. 16,17.
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