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La muerte antes de la Caída

Necesitamos pensar teodiceas más elaboradas que satisfagan las difíciles preguntas formuladas por el hombre de hoy.

CONCIENCIA AUTOR Antonio Cruz 18 DE ABRIL DE 2015 21:05 h

Durante casi toda la historia del cristianismo se mantuvo la creencia en un planeta reciente que albergaba una vida también joven. Sin embargo, a lo largo de los dos últimos siglos y como consecuencia del auge de la ciencia, la opinión de la mayor parte del mundo cristiano sobre este asunto ha cambiado.



Hoy, en general, se tiende a creer que el universo y la Tierra son mucho más antiguos de lo que una interpretación literal del relato bíblico pudiera dar a entender. Por supuesto, esto no quiere decir que no existan creyentes de buena fe convencidos de que el mundo fue creado hace diez o quince mil años, o que no se publiquen buenas investigaciones que adoptan este marco temporal de referencia. Pero, lo que está claro, es que el creacionismo de la Tierra joven constituye una cosmovisión minoritaria dentro del mundo cristiano actual.



La razón del mal en un mundo reciente era fácil de explicar. La muerte y sus consecuencias entraron en el cosmos a causa de la desobediencia de nuestros primeros padres. No hubo defunción alguna -ni animal ni humana- antes de tal caída y, por tanto, los miles de fósiles pertenecientes a seres vivos que evidencian los estratos de rocas sedimentarias por toda la corteza terrestre del planeta tuvieron que ser consecuencia directa de un diluvio universal posterior. ¿No sería una contradicción bíblica que hubiera habido muerte antes del pecado original? Semejante teodicea funcionó bien hasta la Reforma protestante porque las iglesias mantenían una posición creacionista textual y aceptaban un planeta creado recientemente. No obstante, la geología y biología del siglo XIX, así como la física y cosmología del XX, colocaron sobre la palestra este problema de la existencia del mal natural anterior a la caída humana. Y, lo que era peor, pusieron en entredicho la veracidad del relato bíblico de la creación. ¿Cómo seguir creyendo en la benevolencia de un Dios que permite el sufrimiento, la muerte y la extinción de incontables organismos a lo largo de las eras geológicas, antes de que los primeros humanos cometieran el acto pecaminoso por el que se les inculpa a ellos y al resto de la creación?



Esta cuestión, entre otras, sigue estando detrás de los argumentos de ciertos neoateos como Richard Dawkins, Christopher Hitchens, Sam Harris o Daniel Dennett. Mucha gente que niega la existencia de la divinidad, que lee y se identifica con sus obras, lo hace porque, en el fondo, no puede aceptar que un Dios que ha creado el mundo de esa manera pueda ser, a la vez, bondadoso. En mi opinión, tal asunto resulta primordial hoy en la tarea evangelizadora. Necesitamos pensar teodiceas más elaboradas que satisfagan las difíciles preguntas formuladas por el hombre de hoy. Debemos hallar respuestas convincentes que den razón de la bondad de Dios en todo lo que hace y reflejen su amor incondicional hacia el ser humano. ¿Será verdad que “a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien”, como decía Pablo en su carta a los Romanos (8:28)? Estoy convencido de que así es, pero amar a Dios implica también esforzarse cada día por conocerle mejor e intentar aproximarnos algo más a su inefable misterio.



El propósito fundamental de toda teodicea cristiana es demostrar al mundo que el Dios omnipotente y bondadoso es capaz de coexistir con un universo sometido al mal. Según la Biblia, Dios lo creó todo a partir de la nada. Su providencia divina sigue actuando en el mundo y toda especie de mal que pueda darse en cualquier momento -tanto el mal natural como el moral- tendrá siempre su origen en el pecado humano. Soy consciente de que ciertas teologías actuales no están de acuerdo con alguna o ninguna de estas afirmaciones. A pesar de ello, creo que las tres son verdaderas y deben formar parte de una teodicea cristiana actualizada. Este es precisamente el núcleo del argumento que William Dembski plantea en su libro El fin del cristianismo, y que deseo traer seguidamente a colación. En este sentido, el conocido teólogo y matemático norteamericano escribe: “La idea central de esta teodicea es que las consecuencias de la caída pueden ser tanto retroactivas como prospectivas (así como el efecto salvífico de la cruz no se proyecta solo hacia el futuro sino también hacia el pasado, salvando, por ejemplo, a los santos del Antiguo Testamento).”1



La muerte de Cristo ha sido siempre el fundamento para la salvación de cualquier ser humano. Nadie ha podido salvarse de otra manera, ni antes ni después de la cruz. Sólo a través del sacrificio de Jesucristo fue posible saldar la deuda contraída tanto por los creyentes del Nuevo, como por los del Antiguo Testamento. La fe sincera en Dios constituyó el requerimiento necesario para la salvación de cualquier criatura humana. Ya en el primer libro de la Biblia, se dice de Abraham que creyó a Dios y eso le fue contado por justicia (Gn. 15:6; Ro. 4:3-8). De la misma manera, el sistema sacrificial propio del viejo pacto no quitaba el pecado sino que apuntaba hacia el sacrificio definitivo, universal y transhistórico del Señor Jesús (He. 9:1-10:4).



Dembski sugiere que el pecado de desobediencia del ser humano primigenio fue tan notablemente importante para Dios que sus consecuencias fueron también cósmicas y transhistóricas. Es decir, una desastrosa hecatombe universal que tenía como finalidad llamar nuestra atención, convencernos de la gravedad de nuestro pecado y hacernos recapacitar para que recuperemos la sensatez y nos volvamos de nuevo a él. De la misma manera que el sacrificio redentor de Cristo no sólo redime a quienes nacieron después de dicho acontecimiento, sino también a los santos anteriores, ¿por qué no iba a poder un creador omnipotente que trasciende el tiempo, anteponer los efectos negativos a la causa pecaminosa que los produjo? Dios puede actuar de manera previsora para anticipar acontecimientos que aún no han ocurrido. Nuestra lógica humana nos ha conducido siempre a pensar que la muerte y las demás consecuencias degenerativas de la caída deben proyectarse solo hacia el futuro. Así siguen entendiéndolo, por ejemplo, los creacionistas de la Tierra joven. Sin embargo, en realidad, no hay nada que nos impida concebirlas también hacia el pasado. O sea, con sentido retroactivo y, por tanto, la caída pudo ser posterior a todos los males naturales de los cuales ella es responsable.



El tiempo no puede limitar a Dios y esto permite suponer que, de la misma manera que su omnipotencia hace posible que un acontecimiento futuro -como la muerte de Cristo en la cruz- sea la causa de una salvación anterior -la de los santos del Antiguo Testamento-, también resulta factible pensar que ese mismo Dios omnipotente sea capaz de hacer que el mal natural preceda a la caída e incluso así, que dicha caída constituya la causa que lo produjo. De esta manera, todos los millones de muertes y extinciones de especies animales que refleja el registro fósil antes de la aparición del ser humano, así como las catástrofes naturales de todo tipo que muestra la geología histórica, serían consecuencia retroactiva de la rebelión del hombre contra su creador. La Biblia enseña que la caída trastocó un cosmos que no había sido diseñado para la muerte sino para la vida y también indica que el creador no está limitado por el tiempo que él creó en su infinita sabiduría. Tal como escribe el profeta Isaías: “Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero” (Is. 46:9-10). Dios puede perfectamente anticiparse a los acontecimientos humanos futuros: “Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído” (Is. 65:24).



Tales intervenciones divinas no impiden al hombre ejercer su libertad sino que únicamente se anticipan a sus consecuencias. El mal natural que muestra la actual naturaleza caída es, por tanto, un reflejo del mal moral que penetró en el corazón humano como consecuencia del poder corruptor del pecado. Por tanto, la muerte, la injusticia y tantos males naturales de este mundo se convierten así en instrumentos que evidencian la gravedad de nuestro pecado.



No obstante, la buena noticia es que el mal no tiene la última palabra. El Nuevo Testamento afirma, mediante la pluma del apóstol Pablo, que hay luz al final del túnel. “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Ro. 8:18). Aquél primigenio “árbol de vida” del Edén, negado a nuestros primeros padres, se convirtió con el transcurso del tiempo en el madero del Gólgota. Jesús resucitó de esa muerte y nos permitió recuperar la inmortalidad perdida. El mal y la muerte son las dos caras de una moneda que sólo tiene curso legal aquí. No en el más allá.



1 Dembski, W. A., 2010, El fin del cristianismo, B&H Publishing Group, Nashville, Tennessee, p. 10.


 

 


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COMENTARIOS

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Disidente
21/04/2015
10:43 h
8
 
Las palabras "del universo" son añadido suyo, hermano. Jesús dice "al principio de la creación", y bien puede referirse a la historia humana.
 
Respondiendo a Disidente

Ramón
22/04/2015
14:07 h
10
 
Vd. está cambiando el significado de la palabra de Dios para amoldarla a las palabras de los hombres. ¿Ve vd. lo que sucede? Cuando buscando agradar a la mayoría introducimos los millones de años que no están en el texto bíblico necesitamos re-interpretar no sólo Génesis sino también las palabras de Jesús para amoldarlas a los pensamientos humanos.
 
Respondiendo a Ramón

JRRiudoms
20/04/2015
15:24 h
3
 
#2 Samuel: Muy de acuerdo con usted. Parece ser que para algunos Eva tendría de haber elaborado unos argumentos razonables frente a las insidias del diablo; eso es un absurdo: quien piense que entablando dialógo con el diablo puede vencer al pecado (según qué vanaglorias de "conocimiento" es pecado) va errado. Jesús respondió a la provocación del maligno con el "Escrito está"; tomemos ejemplo de él. Además, el ser humano tiene una limitada capacidad de entendimiento ("escrito está"). Atentamente
 
Respondiendo a JRRiudoms

silsate
27/04/2015
22:10 h
14
 
Me parece la explicación más razonable y sencilla y además que se ajusta bien al texto bíblico y la caída del hombre en pecado no es el origen del mal, sino posterior a que el diablo ya cayera y ya tuviera fatales consecuencias cósmicas y naturales, incluida la extinción y muerte de especies fuera del paraíso del Edén.
 
Respondiendo a silsate

Samuel
23/04/2015
20:03 h
13
 
En la Biblia tan solo dice de 3 cosas que son Eternas 1. Dios - "Por tanto, al Rey eterno, inmortal, invisible, único Dios, a El sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén" 1 Timoteo 1:17 (Jesús y el Espíritu Santo también dado que son tres en uno) 2. La Palabra (Biblia) - "El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán" Mateo 24:35 3. El hombre - Creado a su imagen y semejanza / Aliento de Vida / ... y más citas Los animales y plantas NO están incluidos
 
Respondiendo a Samuel

Alfonso Chíncaro (Perú)
23/04/2015
13:18 h
12
 
Pablo, en su esfuerzos por ganar a algunos para el evangelio, se hizo gentil a los gentiles, como sujeto a la ley a los sujetos a la ley, etc. Veo en su ejercicio intelectual, hermano nuestro Antonio, un esfuerzo similar. Ante lo descubierto por la cosmología, una respuesta más cercana a la biblia fue suponer que el universo fue creado "adulto", tal como Adán y Eva lo fueron (se escribió otro artículo al respecto). ¿Es posible eso desde el punto de vista de la geología? Que Dios le bendiga.
 
Respondiendo a Alfonso Chíncaro (Perú)

David
22/04/2015
21:18 h
11
 
"Una sola palabra tuya bastará para que sane mi asistente", dijo el centurión al Señor. "¡Lázaro, sal afuera!", exclamó Jesús, y Lázaro volvió a la vida. ""¡Rebosen las aguas de seres vivos, y que las aves vuelen sobre la tierra!". Y los creó Dios. La evidencia bíblica, en mi opinión, no parece apuntar a un dios que necesite/permita/utilice la muerte y el sufrimiento de millones de seres vivos a lo largo de millones de años para llegar al ser humano. Dios simplemente habla, y se cumple.
 
Respondiendo a David

David
21/04/2015
20:42 h
9
 
De la observación del registro fósil se puede inferir que los seres vivos han ido evolucionando a través de millones de años como consecuencia de innumerables mutaciones genéticas y de la selección natural. O no. De la observación del funcionamiento nuestro organismo, máquina que roza la perfección, se puede inferir que existe un Ser superior que lo ha ideado con mucho arte, precisión y buen hacer. O no. Elegir una u otra opción se fundamenta únicamente en la fe: fe en el azar o fe en Dios.
 
Respondiendo a David

EZEQUIEL JOB
21/04/2015
01:43 h
7
 
Esta muerte carnal para Dios es solo “dormir” (Dn12:2)(1Rey2:10), Dios decide hacer al hombre “semejante” a Dios (con Vida eterna), si cumplía la ley (Gen 2:16-17)(Jn12:50)(Pr19:16). Naturalmente, el hombre carnal no podrá obedecer la ley espiritual y desobedece perdiendo Ipso facto la vida eterna, y heredando la muerte espiritual (Rom7:7-14). Sin embargo, Dios ya decidió hacerlo conforme su “Imagen” (hombre espiritual) predestinado en Cristo (eterno) (Col1:15) (Rom8:29), salvado por Cristo.
 
Respondiendo a EZEQUIEL JOB

EZEQUIEL JOB
21/04/2015
01:41 h
6
 
Dios no ha creado en días terrenales (de 24 horas), ya que el Sol que mide los días terrenales fue hecho en el cuarto día de Dios. Un día de Dios puede ser mil años o mil años un día (2Ped3:8). El día de Dios es la luz (Gen1:5), Jesús es la luz (Jn9:4-5), los cristianos somos hijos del "día" (1Ts5:5). La muerte carnal siempre ha existido, incluso el hombre moría y muere, porque fue hecho "ser viviente" semejante a las Bestias que mueren (Gen1:24)(Gen2:7)(Sal49:20)(Ecl3:18).
 
Respondiendo a EZEQUIEL JOB

David
20/04/2015
21:17 h
5
 
Las premisas implícitas que subyacen en el artículo hacen que me surjan dos preguntas: ¿somos consecuencia de un caprichoso azar o fruto de un diseño predefinido? En el primer caso, ¿en qué momento se identifica la existencia del primer ser humano como ser distinto del organismo anterior? El apóstol Pablo afirmó que "por un hombre vino la muerte y también por un hombre viene la resurrección de los muertos". Jesús resucitó porque no era posible que la muerte pudiera dominar al Autor de la vida.
 
Respondiendo a David

Ramón
20/04/2015
20:29 h
4
 
Para poder introducir en el relato bíblico los millones de años que los no creyentes demandan, el autor necesita la existencia de muerte antes de Adán. Al hacerlo contradice las palabras de Jesús: "al principio de la creación, hombre y mujer los hizo Dios" (Mr. 10:6). ¿Como dice el Sr. Cruz que la creación del universo se inició millones de años antes de Adán si el Sr. Jesucristo dice que Adán fue creado al principio de la creación del universo?
 
Respondiendo a Ramón

Samuel
20/04/2015
01:51 h
2
 
Me parece que la base de este argumento es la siguiente premisa: "Necesitamos pensar teodiceas más elaboradas que satisfagan las difíciles preguntas formuladas por el hombre de hoy." En base a esta necesidad se pretende buscar una argumentación que satisfaga los cuestionamientos de personas como Dawkins o Hitchens que no buscan razón de la esperanza que abrazamos, solo manifiestan su disposición apriorística de negar la existencia de Dios.
 
Respondiendo a Samuel

Sauce
19/04/2015
13:35 h
1
 
La propuesta es tan extraña que parece más un pretexto que una teoría. Los seres vivos bien podían ser mortales antes de la caída. Solo el ser humano tenía aliento de vida, por tanto eterno. De ese modo comprendía bien qué significaba “morir" si desobedecía. Él fue hecho un poco menor que los ángeles, inmortal como ellos, pero la desobediencia le rebajó a parecerse a los animales mortales (Ec.3:19). La maldición sobre la tierra bien puede significar catástrofes, sequías, pestes y otros males.
 



 
 
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