Construyamos hombres de valores internos, de principios morales, maduros en sus responsabilidades.
Los años me van haciendo sus estragos físicos y médicos, pero no por dentro ni en lo espiritual. Quizás me están haciendo tonante y radical. Han transcurrido siete décadas de muchos cambios políticos, religiosos y culturales, o mejor dicho estoy transcurriendo sobre ellos. Sigo pensando como el día que maduré bíblicamente, y sé que ni la política, ni la cultura, ni las modas cambian las ideas, sino que son éstas las que deben cambiar la política, las modas y las culturas.
Se habla mucho de libertades y de derechos, pero ambas cosas no son, en principio, dones automáticos. No se nos hace libres por decreto ni se otorgan derechos por declaraciones; uno llega a ser libre por el ejercicio de su voluntad, de sus valores cristianos inalterables e insuperables y, los derechos se merecen por ser responsables. Y “Desde el Corazón” es esto lo que considero necesario para todos a fin de construir una sociedad, madura, ética y habitable. La de hoy, es enfermiza y pueril. Aunque estemos convencidos de que es la más avanzada en tecnología, en información, en comunicaciones, en libertades individuales, en políticas e incluso en religiones… y siendo ahora mismo, absolutamente sincero en mis pensamientos… me río yo de eso. Aunque pruebas para defender lo que afirmo son muchas, sólo mencionaré dos de ellas, que muestran la inmadurez de nuestro tiempo y de nuestra gente, una en lo ocurrido en los Alpes y otra en la desgracia de las grutas en Marruecos.
“Desde el Corazón” observo que una de las cosas que más difícilmente reconocemos, es la responsabilidad de aceptar nuestras derrotas, nuestras maldades, nuestras irresponsabilidades. Andreas LUBITZ, quien tanto dolor ha causado a inocentes, se negaba a la evidencia de su asesina ambición. Quería ser capitán de vuelos de larga distancia y la vida interna le decía que debía renunciar a ello; pero no, la larva del pecado de la ambición, envenenó todas las posibles emociones sanas. Hizo añicos los informes médicos que le decían la verdad que tenía que afrontar. Negó la evidencia del mensaje natural que le enviaba su propia vida, y en un fatídico día negó las posibilidades de vida a más de 149 personas, e hizo que todos los familiares de éstas tengan ante sí el traumático y difícil reto de que no verán más a sus seres queridos. Todo tan bestial, como en su día definió el Senador de Tarso: “el hombre animal no percibe los valores espirituales, ni tampoco puede”. Ni sintió ninguna influencia cuando el comandante Patrick SONDERHEIMER, con un clamor del alma le gritó: “por amor de Dios abre la puerta”. No, la maldad había encangrenado todo sentimiento y emoción humana, que debería tener como ser creado a imagen y semejanza del Creador. Desde el 11-S en aras de la seguridad se blindaron las cabinas de los pilotos por dentro. Ahora, los pilotos, en aras de la seguridad, ya pasan por test psiquiátrico que los expertos tildan de leves y otros de inseguros. Y pasamos por más arcos de control, y maletas más pequeñas, y líquidos en bolsitas. Medidas –todo hay que decirlo que son buenos negocios para algunos, pero que difícilmente hacen el mundo más seguro. No estoy diciendo que no se tomen estas medidas, pero copiando la frase del profesor universitario Arthur G. BROOKS “Gobernantes, dejen de subvencionar el paro, y subsidien el trabajo”. ¡Tomar medidas de seguridad!... construyamos hombres de valores internos, de principios morales, maduros en sus responsabilidades, que busquen la justicia en todos sus actos, de convicciones pneumatológicas.
La falta de una libertad en la verdad usada, y en una palabra responsable, así como la exaltación del dinero y el éxito, son unas de las características que definen la sociedad que vivimos. Aquí todo se azucara; nadie tiene el coraje de sus propias convicciones y de sus actos. El violador es un enfermo, el drogadicto otro, quien destruye una familia por el juego es un ludópata, el violento fans de un Club de Fútbol es un seguidor fuerte, unos deportistas de deportes de riesgo, recuérdese los espeleólogos de Marruecos, sufren desgracia de sus atrevimientos, son pobrecitos y la culpa de los otros… hay que tratar a todos médicamente. Hay que suprimir las causas de esas imaginarias enfermedades sociales, como si fuesen el sida contra el que se aconsejan los preservativos, nada de castidad, fidelidad y naturalidad en las intimidades. La información ya no se dirige a la formación, sino al acatamiento. Yo no sé si esta blandengue sociedad nos ha enfermado o infantilizado ya a todos, o es que nosotros nos negamos a hacernos cargo –cristiana expresión de nuestras responsabilidades; pero lo que sí es cierto, es que cada día somos más impíos e impenitentes. ¡Claro, y así nos va!
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