Sobre el acercamiento de Sóstenes Juárez a la fe evangélica existen narraciones distintas, aunque no necesariamente contradictorias.
Sóstenes Juárez representa dos momentos muy importantes en la gestación del protestantismo nacional. El primer momento es el de los esfuerzos personales, en el que confluyen distintos personajes, para implantar núcleos evangélicos en la capital del país y alrededores. El segundo momento es cuando algunos de quienes participaron en los esfuerzos personales iniciales, se vinculan a los trabajos de los primeros misioneros extranjeros denominacionales que llegan a México a partir de 1872.
Sóstenes Juárez nació en el pueblo San Sebastián, cercano a Nopala, Hidalgo, el 11 de junio de 1830.1 Era masón, convencido liberal que combatió tanto a conservadores como a las fuerzas invasoras francesas que llegaron a México en 1862. Posteriormente también se opuso al Imperio de Maximiliano, y por tal causa fue encarcelado. Alcanzó el grado de mayor en el ejército republicano juarista. Una versión asegura que era primo hermano de Benito Juárez.2 Ejerció la “profesión de maestro de escuela”.3
Sobre el acercamiento de Sóstenes Juárez a la fe evangélica existen narraciones distintas, aunque no necesariamente contradictorias. Habiendo quedado herido en batalla contra las fuerzas invasoras francesas, y por lo mismo no poder viajar hacia el norte del país con las tropas juaristas, Sóstenes debió guardar reposo en una casa de huéspedes situada por las calles 1ª y 2ª del Indio Triste (hoy corresponden a 1ª de Correo Mayor y 1ª del Carmen4). En el mismo lugar se hospedó Christian Amadeus Breme, “profesor de música [suizo o belga] que venía con los sostenedores extranjeros del II Imperio”.5 Ambos tenían conversaciones sobre obras de Juan Jacobo Rousseau y Voltaire. En esta versión, Sóstenes Juárez le pidió a Breme que le enseñara francés, petición a la que accedió y para ello le proporcionó una Biblia en el idioma de Víctor Hugo para que le sirviera como libro de texto.6 La realidad es que Juárez dominaba la lengua francesa, y prueba de esto es que años antes tradujo de tal idioma al español la obra El evangelio del pueblo, de Alfonso Esquiros.7
Tiempo después del episodio antes narrado, Sóstenes Juárez fue llevado a prisión por causa de su manifiesta oposición al ejército francés. El 5 de mayo de 1865, cuando después de haberse oficiado misa en la Catedral de México por los tres militares fallecidos en un incendio, los ataudes con los restos fueron llevados en procesión por las calles de Plateros y San Francisco (hoy Francisco I. Madero).8 A la cabeza del cortejo fúnebre iba el mariscal Bazaine, comandante en jefe de las fuerzas invasoras.
En el periódico creado para informar y propagandizar sobre los fines y actividades del Imperio de Maximiliano en México, quedó consignado que “la ceremonia religiosa terminó a las nueve, y entonces se formó el cortejo fúnebre […] cuatro coroneles llevaban las bandillas del féretro de Mr. Tourre, cuatro tenientes las del teniente Labrousse, y soldados las del otro. Cerraba la comitiva un cuerpo de zuavos, perteneciente al regimiento del difunto coronel”.9 Mientras el contingente caminaba silencioso por la calle de Plateros, “se oyó un grito que salía de entre la multitud diciendo: ‘Mueran los franceses. No basta con estos tres ataúdes. Es necesario que perezcan todos’. Estos gritos odiosos, sobre todo en aquella sazón, fueron seguidos de provocaciones más odiosas todavía”. La información periodística añade que “aprehendido infraganti el individuo que las hacía, declaró llamarse Sóstenes Juárez y ejercer la profesión de maestro en México”.10
El episodio le vale a Juárez ser declarado “culpable de provocación al crimen no seguido de efecto”. Por ello se le condena a cinco años de prisión y multa de mil francos. Sóstenes recibió el indulto de la pena, junto con sentenciados por otras causas, por parte del emperador Maximiliano.11 Tal vez fue en este encarcelamiento, o en uno anterior cuando fue aprehendido durante una batalla contra los invasores, que Sóstenes Juárez recibió de uno de sus carceleros una Biblia en francés. Entonces, evocaría, “acepté [la Biblia] cortesmente sin imaginarme, ni soñarlo siquiera, lo que habría de llegar a ser para mí”.12 Su interés por el libro fue creciente, hasta hacerse un lector asiduo del mismo:
Comencé a hojearlo solamente por pasar el tiempo, sin propósito alguno, pero pronto principié a tomarle interés encontrándole algunos pasajes interesantes. Finalmente llegué a leer, sin saltarme, desde el Génesis hasta la Revelación y a tomar gusto por meditar algunos versículos. En suma, la obra me interesó sobremanera y ya no podía prescindir de su lectura. Noté claramente que había encontrado lo que necesitaba […] Yo que había anhelado la libertad de acción para mi país, ahora anhelaba la libertad del espíritu para mis compatriotas que se hallaban bajo el yugo de Roma. Veía patentemente que la lectura de ese pequeño libro habría de libertarles de la tiranía romanista […] Resolví que cuando saliera de mi cárcel política, trataría de salvar a mis paisanos todos, a mi querido pueblo mexicano, de la cárcel religiosa en que se hallaba arrojado. En cuanto me viera libre iría a mostrarles mi libro y habría de extender, en cuanto pudiera sus preciosas enseñanzas.13
Es factible que Sóstenes Juárez haya experimentado los efectos de su acuciosa lectura de la Biblia en un encierro anterior al de mayo de 1865, y que como resultado estableciera contactos con el grupo de Manuel Aguilar Bermudez, uno de los líderes de los Padres Constitucionalistas. Este grupo fue llamado así por su apoyo a la Constitución liberal de 1857 y las Leyes de Reforma juaristas.
Por solicitud de los Padres Constitucionalistas, a principios de 1861, las autoridades civiles responden otorgándoles en la capital de la nación el templo de la Merced que, por estar en ruinas e inhabilitado para el culto religioso, es sustituido por el de la Santísima Trinidad.14 Además de los actos eclesiásticos en este lugar, “el grupo cismático no tuvo más actividad que las frecuentes reuniones en la casa del padre [Manuel] Aguilar [Bermúdez], con la presencia de una docena de sacerdotes cismáticos, a las que se unían el diputado Manuel Rojo y el artesano textil enriquecido, Prudencio G. Hernández, entre otros”.15 El domicilio de Aguilar Bermúdez estaba localizado en el número 4 de la calle de la Hermandad de San Pablo.16
En casa de Aguilar Bermúdez se reúne una veintena de personas de distintas edades, incluso menores de edad e infantes. Hay lecturas bíblicas, intercambio de opiniones y esporádicamente Aguilar oficia de forma sencilla la Santa Cena, la cual imparte en dos especies, el pan y el vino “los distribuía de rodillas”.17 Esto acontece antes de la Intervención francesa en México, es decir entre 1861 y principios de 1862.
Después de las reuniones en su domicilio, en 1864 el sacerdote Manuel Aguilar Bermúdez, y el representante de la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera, John William Butler, entre otros, tienen reuniones de carácter evangélico en la ciudad de México, “en los bajos de la casa núm. 21 de la calle de San José del Real”.18 Entre los asistentes se encuentran José Parra y Álvarez, Prudencio G. Hernández y Sóstenes Juárez.19 Otra fuente menciona al padre Aguilar Bermúdez como quien consigue, en la dirección mencionada, “un espacioso salón […] y allí se celebraron las primeras reuniones públicas bastante concurridas”.20 Quien facilita el lugar, que era de su propiedad, es el señor Verduzco, “arquitecto y maestro de obras”. Él formaba parte de la congregación, y permite usar las instalaciones sin recibir retribución alguna hasta que el grupo se consolida y tiene fondos para cubrir alguna suma como pago de renta.21
No mucho después del decreto de tolerancia de cultos promulgado por el emperador Maximiliano (26 de febrero de 1865),22 Butler, Sóstenes Juárez y algunos Padres constitucionalistas forman la Sociedad de Amigos Cristianos. Al triunfo de la República sobre los conservadores y Maximiliano, dicha Sociedad trasmuta su nombre por el de Comité de la Sociedad Evangélica, y sus integrantes abren al público sus reuniones que continúan desarrollándose en San José el Real.23
Las reuniones iniciadas en San José el Real a partir de 1864 alcanzan más organización y el 18 de noviembre de 1865 tiene lugar un culto más formal, en el que participan, entre otros, Manuel Aguilar, John W. Butler, Sóstenes Juárez, José Parra y Álvarez, Julián Rodríguez Peña, Eusebio Trejo Meza y Antonio Hinojosa.24 Tienen reuniones a las que los interesados llegan mediante invitación de alguno de los integrantes de la célula. Es decir, no propagandizan abiertamente la existencia del núcleo, aunque tampoco es un grupo cerrado y secreto. Más bien mantienen un perfil bajo, en espera de fortalecerse para proyectarse hacia afuera.
Manuel Aguilar Bermúdez escribe una carta en 1866 a la Sociedad Bíblica de Londres, la que inicia refiriendo que lucha “en la República mexicana por la fe que una vez fue entregada a los santos”, eco de una cita bíblica localizada en el Nuevo Testamento (Judas 1:3). Notifica que “ha sido necesario combatir con las preocupaciones del fanatismo que ha existido aquí hace más de 300 años y también con la indiferencia religiosa de muchas almas extraviadas”.25
A pesar de los grandes obstáculos, dice Aguilar, la Biblia es distribuida y en muchos casos bien recibida por gente identificada con el partido liberal, obreros que la llevan a sus hogares y la comparten con sus familias. Percibe un futuro prometedor para la causa evangélica:
Ya hallamos personas que examinan las Escrituras diariamente con espíritu de humildad y devoción; que las estudian bajo la influencia de fervientes oraciones y llenos de fe, que predican la verdad con celo apostólico, que se apropian sus saludables preceptos y se consagran a Cristo nuestro divino Salvador para vivir sólo para él. La buena semilla del Evangelio está cayendo sobre terreno sediento del agua de la gracia, el pan de la vida se toma con avidez por los hambrientos hijos, muchas ovejas descarriadas están oyendo la voz misericordiosa del divino Pastor que las llama; muchas sintiendo la bienhechora influencia de la gracia del Espíritu santo, practican la caridad. Todo esto robustece nuestras esperanzas y, nos hace confiar en que Dios, en su infinita misericordia, está visitando este pueblo para el bien. Orad con nosotros para que nuestro padre celestial se digne bendecir nuestros esfuerzos, nos dé fuerzas en nuestras debilidades y nos llene de su Espíritu para que la obra que se hace en México, sea hecha para honra y alabanza de Cristo nuestro Señor.
En abril de 1867 muere Aguilar Bermúdez, y es sustituido en el liderazgo por Rafael Díaz Martínez y Sóstenes Juárez, sobre todo por éste último. Mediante el testimonio de Juan Magaña, uno de los asistentes a las reuniones en San José del Real número 21, conocemos que todavía en vida de Manuel Aguilar el liderazgo ya estaba en manos de Sóstenes Juárez.26 Años después de su deceso, corre la versión de que Aguilar “murió envenenado por los frailes”.27
En el próximo artículo voy a referir el liderazgo de Sóstenes Juárez y los alcances del mismo para el naciente protestantismo mexicano.
Notas
1 Carlos Suárez Ruiz (coordinador), Libro histórico de la Iglesia Metodista “El Mesías”, conmemoración del centenario de su templo actual, Iglesia Metodista de México-Ediciones y Gráficos Eón, México, 2003, p. 19.
2 Ibid.
3 La Sociedad, 7/VI/1865, p. 3.
4 Luis González Obregón, Las calles de México. Leyendas y sucedidos, vida y costumbres de otros tiempos, Editorial Porrúa, Colección Sepan cuantos núm. 568, décima cuarta edición, México, 2009, p. 161.
5 Carlos Suárez Ruiz, op. cit., p. 19.
6 Ibíd.
7 La Reforma, 29/XII/1860, p. 4.
8 Diario del Imperio, 6/V/1865, p. 431.
9 Ibíd.
10 La Sociedad, 7/VI/1865, p. 3.
11 La Sociedad, 7/VII/1865. p. 1.
12 El Evangelista Mexicano, 15/II/1907, citado por Gustavo A. Velasco, Metodismo mexicano, periodos iniciales, Sociedad de Estudios del Metodismo en México, México, 1974, p. 61.
13 Ibíd., pp. 61-62.
14 El Pájaro Verde, 9/II/1861, p. 2.
15 Jean-Pierre Bastian, Los disidentes: sociedades protestantes y revolución en México, 1872-1911, El Colegio de México-Fondo de Cultura Económica, México, 1989, pp. 33-34.
16 Daniel Kirk Crane, La formación de una Iglesia mexicana, 1859-1872, tesis de maestría en Estudios Latinoamericanos, UNAM, México, 1999, p. 91.
17 Arcadio Morales, “Asunto histórico”, El Faro, 1/VI/1906, p. 97.
18 La Buena Lid, X/1896, p. 4. El lugar mencionado se encontraba cerca del templo popularmente conocido como La Profesa, que se localiza en las actuales calles de Madero e Isabel la Católica en el Centro Histórico de la ciudad de México.
19 Ibíd.
20 Alberto Rosales, Historia de la Iglesia nacional presbiteriana El Divino Salvador de la ciudad de México, 1869-1922, s/e, México, 1998, p. 14.
21 Arcadio Morales, “Asunto histórico”, 1/VI/1906, p. 97.
22 http://www.biblioteca.tv/artman2/publish/1865_160/Decreto_de_tolerancia_de_cultos_275.shtml
23 Abraham Téllez, Proceso de introducción del protestantismo desde la Independencia hasta 1884, tesis de licenciatura, UNAM, México, 1989, p. 169.
24 Arcadio Morales, “Datos para la historia”, El Faro, 15/IV/1897, p. 61. El autor menciona que a casi todos ellos los conoció bien y que, por ejemplo, Julián Rodríguez fue quien le invitó a las reuniones de San José del Real; Eusebio Trejo llegó a ser su suegro, y, al tiempo en que escribe menciona que Juan Butler reside en Toluca y Antonio Hinojosa es un anciano de 80 años, sastre, fundador e integrante de la Iglesia El Mesías en la ciudad de México. Manuel Aguilar Bermúdez muere en 1867, antes de que Arcadio Morales se integrara al grupo, razón por la cual no lo conoce personalmente, años después incluso pondrá en duda su existencia como precursor del protestantismo en México. Al respecto ver El Abogado Cristiano Ilustrado, 22/VIII/1901, p 369.
25 Texto completo de la carta reproducido por el misionero Henry C. Riley, El Abogado Cristiano Ilustrado, 20/VI/1901, pp. 198-199.
26 Ibíd.
27 La Patria, 31/VIII/1894, p. 1.
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