La unión, de hecho, puede llegar a ser un ídolo si se hace un absoluto en sí misma y no se define por la verdad bíblica.
Veinte años es un tiempo suficiente para reflexionar sobre la actual trayectoria formada por la iniciativa de “Evangélicos y Católicos Juntos” (ECT por sus siglas en inglés). A través de los años este proyecto informal norteamericano impulsado por Chuck Colson y Richard Neuhaus ha producido una sustancial serie de documentos sobre doctrinas diversas y temas morales. Más que eso ECT ha establecido un tono amistoso a una relación compleja que había sido previamente marcada por la distancia e incluso la oposición mutua. Ya he abordado críticamente el contexto y el contenido de la ECT en otros lugares,ipor lo que mi preocupación primaria ahora es reflejar en dos compromisos lo que ECT ha encarnado hasta ahora que quizás representa su mayor legado en curso.
La Unión
El título de la iniciativa ha demostrado que ha tenido un valor programático de largo alcance y que ha superado en importancia a los varios miles de palabras de sus textos. Los evangélicos y los católicos permanecen juntos. Se confiesan juntos. Oran juntos. Están juntos. Se pertenecen. Más que cualquier otra cosa la insistencia en estar juntos es lo que en realidad parece importar. El resultado es que no se puede pensar en un grupo sin el otro y viceversa. Continúan siendo distintos como evangélicos y católicos, pero están y estarán siempre juntos. Pocos de los que están familiarizados con ECT serán conscientes de que existen diferencias entre los evangélicos y los católicos (lo que los documentos de ECT verdaderamente admiten), pero todos ellos recordarán el énfasis en la unión. En un mundo fuertemente caracterizado por los conflictos y las divisiones religiosos, la adhesión psicológica de la palabra “juntos” prevalece sobre la importancia informativa de la iniciativa. Estar juntos es un compromiso general que considera las preocupaciones profundamente sentidas. Este punto es sutil porque hoy en día a nadie le gusta ser percibido como divisivo y sectario.
Hablando en términos generales, la unión es una condición altamente valorada. Bíblicamente, no obstante, necesita ser calificada con el fin de que no se convierta en un ídolo intrusivo. La unión, de hecho, puede llegar a ser un ídolo si se hace un absoluto en sí misma y no se define por la verdad bíblica. Si este es el caso, puede conducir a alianzas injustificadas y peligrosas formas de unión, forzando a la gente a decir sólo cosas “agradables” y únicamente aquellas cosas que no cuestionan lo que se asume como una unidad ya dada. Hay toda una corriente de enseñanza bíblica instruyendo al pueblo de Dios a ser consciente de los peligros de formar alianzas espurias (p.e.: Levítico 20:26; 1 Reyes 8:53; Proverbios 13:20; 2 Corintios 6:17). Lo importante aquí es que todas las referencias a la unión han de ser salvaguardadas y contrarrestadas por una teología de la separación bíblicamente definida. La identidad cristiana debe definir ambos lados según la Palabra de Dios. ECT reconoce que hay áreas de diferencia, pero su marco general es insistir en que los evangélicos y los católicos estén juntos a pesar de estar separados en muchas formas substanciales. El primero es más fuerte que el último y a la larga define la relación. Por consiguiente, ECT no sólo ha sido una oportunidad para el diálogo y la mutua comprensión, sino que desde el principio ha asumido la unión que necesita en lugar de ser bíblicamente demostrado. En este sentido, ECT contiene en su título una declaración programática que es de alguna manera unilateral y exagerada.
La Parte por el Todo
La segunda observación tiene que ver con otra característica de ECT, a saber, su tendencia a proyectar lo que se puede decir de una sola parte a todo el conjunto. Tomemos, por ejemplo, a los que están implicados en el diálogo. Los firmantes católicos de ECT están todos bíblicamente informados y muy influidos por una cultura protestante históricamente significativa que ha contribuido a la conformación de su cosmovisión religiosa. Están culturalmente cerca de sus homólogos evangélicos y comparten con ellos importantes contornos de la vida cristiana. Todo esto está mediado por un entorno pluralista (esto es, USA) que crucialmente resultan beneficiados de una entrada protestante. Su apego a las devociones populares católicas es discreto y su recalcado de ciertas enseñanzas y prácticas católico romanas, que pueden escasamente encontrarse en las Escrituras es casi imperceptible. Este es un selecto grupo de católico romanos y sin embargo ECT, mientras legítimamente hablan de ellos como “católicos”, lo hacen como si incorporaran la totalidad o al menos la mayoría de los católicos. Los que tienen al menos una mínima experiencia fuera de ciertos círculos intelectuales de Norteamérica saben que el cuadro más grande es muy diferente. En muchas partes del mundo el catolicismo es en gran parte definido por otros compromisos religiosos que los de ECT. Lo que ECT dice puede aplicarse a un grupo de gente (ya sean evangélicos o católicos). Sin embargo dan la impresión de que los católicos USA con quien los evangélicos supuestamente están juntos son representativos de los mil millones más de católicos alrededor del mundo. Es una exageración, por decir lo menos.
Segundo, el intercambio entre la parte y el todo ocurre también en lo que se refiere al marco teológico del diálogo. Normalmente, cada tema que se discute en ECT es analizado temáticamente, explorando las áreas de acuerdo junto con los puntos que necesitan un estudio posterior o donde pueden encontrarse divergencias. De esta forma es difícil, por no decir imposible llegar al punto crucial de las cosas, es decir, las cuestiones fundamentales que impiden a los evangélicos y los católicos que estén juntos en cuestiones básicas. Se presta poca atención a las presuposiciones doctrinales, a los supuestos espirituales y los mayores marcos teológicos que informen las tradiciones teológicas de cada uno. El resultado es que cada documento contiene un cuaderno de quejas relacionado con las restantes áreas de divergencia pero que no proporciona sugerencias para llegar a un acuerdo con lo que está en juego fundamentalmente entre los dos grupos. Más bien tiende a ir dando vueltas a su alrededor sin hacerle frente.
En lugar de ECT, quizás un título mejor y más realista para los próximos veinte años sería ECD: Evangélicos y Católicos en Diálogo.
Unidad de los Cristianos vis-à-vis Catolicismo Romano: Crítica del Diálogo entre los Evangélicos y los Católicos Juntos, “Revista Evangélica de Teología” 27:4 (2003) pp. 337-352. http://vaticanfiles.org/2015/02/christian-unity-vis-a-vis-roman-catholicism-a-critique-of-the-evangelicals-and-catholics-together-dialogue/
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