Creo que el naturalismo metodológico ha llegado a ser hoy una mala filosofía para explicar los orígenes.
Los evolucionistas insisten en que el principio del naturalismo metodológico es capaz de explicar el origen de todas las cosas por medio de causas naturales. Sin embargo, sus detractores aportan numerosas objeciones en contra.
Entre ellas, se refieren tanto al mecanismo gradualista de la selección natural sobre mutaciones al azar, como a las demás posibilidades de cambio evolutivo que se han propuesto hasta ahora, tales como la evolución neutra, equilibrios puntuados, auto-organización, endosimbiosis, etc., para señalar que ninguno de tales procesos es capaz de generar la información biológica necesaria que evidencian los organismos del período Cámbrico, ya en la era primaria. Sólo el Diseño inteligente proporciona la mejor explicación del origen de la complejidad genética y bioquímica que se requiere para crear las nuevas formas de vida animal descubiertas en ese período geológico primigenio. A pesar de lo que diga el principio del naturalismo metodológico, la experiencia cotidiana muestra que únicamente los agentes inteligentes poseen la capacidad de generar el tipo de información funcional propio de los sistemas biológicos. Y esta información se observa ya en los animales del Cámbrico. Por lo tanto, la conclusión es obvia: la acción de una inteligencia diseñadora es la mejor explicación para el origen de tal información.
Es verdad que si semejante inteligencia diseñadora es “externa” al mundo natural no puede ser investigada mediante el naturalismo metodológico que caracteriza la ciencia. Por supuesto, esto supera las posibilidades de la ciencia humana. También la inteligencia que ha diseñado, por ejemplo, un ordenador portátil es “externa” al propio ordenador. Y por muy sofisticada que sea una computadora, siempre será incapaz de estudiar las características o la identidad de la inteligencia que la ha diseñado. Sin embargo, que una inteligencia sea externa a los sistemas que ella misma ha diseñado, y que no pueda ser detectada o confirmada por los métodos propios de tales sistemas, no implica que tal inteligencia no exista o no haya diseñado.
El Diseño inteligente tampoco “presupone” a priori la existencia de dicha mente sabia que lo habría creado todo. Es más bien al revés. La inteligencia externa al universo “se infiere”, se deduce sobre la base de aquello que se sabe de las relaciones causa-efecto. No es que el científico presuponga la existencia de una mente inteligente y pretenda imponer dicha fe como explicación de sus observaciones naturales, sino todo lo contrario. Es la sofisticada información que observa en las estructuras materiales y biológicas, la que le lleva a concluir que la mejor explicación para el origen de las mismas es una causa inteligente. Sin embargo, el naturalismo metodológico prohíbe semejante conclusión. Es como una camisa de fuerza que impide moverse en la dirección del diseño y, en cambio, obliga a creer que si la evidencia no permite dar una explicación material, no importa, hay que seguir esforzándose hasta encontrarla. Todo habría que entenderlo desde la cosmovisión darwinista en términos físicos o materiales. Pero, ¿no se convierte así la ciencia en una farsa? Si no resulta posible más que una interpretación naturalista de la realidad, ¿no se hace de la evidencia algo irrelevante? Este es el principal problema que tiene planteado hoy la ciencia en relación con el tema de los orígenes.
No obstante, las cosas no siempre fueron así. Los primeros científicos no eran esclavos del naturalismo metodológico y, a pesar de ello, hicieron muy buena ciencia. Descubrieron importantes principios y leyes fundamentales de la naturaleza. Hay numerosos ejemplos de ello. El astrónomo alemán que vivió a caballo de los siglos XVI y XVII, Johannes Kepler, fue un hombre profundamente creyente. Protestante luterano alemán que dedicó toda su vida a intentar desvelar los principios de la armonía matemática que revelaba el universo. El descubrimiento de sus leyes acerca del movimiento de los planetas constituye uno de los pilares de la ciencia moderna ya que permitió a Newton deducir la ley de la gravitación universal. El gran físico y matemático inglés de los siglos XVII y XVIII, Isaac Newton, por su parte, argumentó más tarde a favor del diseño inteligente que mostraba el mundo natural, como puede leerse tanto en su Óptica como en Principia. En esta última obra escribió: "Este bellísimo sistema compuesto por el Sol, los planetas y los cometas no pudo menos que haber sido creado por consejo y dominio de un Ser poderoso e inteligente."1 Y ya en pleno siglo XVIII, el gran naturalista sueco, Carl von Linné, quien sentó las bases de la clasificación biológica y la ecología, manifestó también después de reflexionar sobre el mundo natural: “He visto pasar de cerca al Dios eterno, infinito, omnisciente y omnipotente, y me he postrado de rodillas en adoración.”2 Estos y otros muchos representantes de la Revolución científica fueron fervientes partidarios del diseño natural que apuntaba en la dirección de una inteligencia creadora.
El naturalismo metodológico sólo logró imponerse en el mundo científico después de una larga lucha contra la evidencia que sugerían los sentidos. El propio Charles Darwin reconoció: “Si las especies han descendido unas de otras mediante una fina gradación de pasos imperceptibles, ¿por qué no vemos por todas partes un sinfín de formas de transición? ¿Por qué no se encuentra toda la Naturaleza en amontonada confusión, en lugar de presentar especies bien definidas?”3 El darwinismo gradualista requería un esfuerzo de abstracción contrario a la realidad observable. La revolución darwinista, que impuso el uso del naturalismo metodológico en la investigación científica, tuvo que abrirse camino frente a la oposición creacionista que imperaba entonces. El materialismo exigía que, a pesar de la fuerte apariencia de diseño, era necesario suponer que los seres vivos se habían formado exclusivamente de forma natural, sin ninguna intervención sobrenatural. De manera que el método naturalista se convirtió progresivamente, después de una ardua batalla contra la mayoría de los científicos contemporáneos de Darwin que eran partidarios del diseño inteligente, en una especie de hijo adoptivo recién llegado a las ciencias naturales.
No obstante, ¿significa esto que antes de la invención del naturalismo metodológico no se hacía buena ciencia? Desde luego que no. Ya hemos señalado la excelente labor de tantos científicos partidarios del diseño real que refleja la naturaleza. Entonces, ¿cuál fue la razón fundamental para imponer el método naturalista en el seno de la ciencia? Me temo que la motivación verdadera fue mantener a raya a los científicos que creían en un diseño, sobre todo teniendo en cuenta que la mayoría de las observaciones no corroboraban los postulados transformistas. Los estudios del mundo natural empezaron así a descartar de entrada la posibilidad de que los seres vivos hubieran sido planificados con sabiduría, para suponer que se habían formado mediante las únicas leyes del azar y la causalidad. Sin embargo, ante la aplastante evidencia de complejidad específica de los organismos que muestran los últimos descubrimientos científicos, creo que el naturalismo metodológico ha llegado a ser hoy una mala filosofía para explicar los orígenes. Un principio metafísico que debe empezar a revisarse si se quiere liberar a la ciencia de la esclavitud naturalista.
1 http://es.wikiquote.org/wiki/Isaac_Newton
2 http://www.taringa.net/posts/imagenes/16370944/Fe-Ciencia-Grandes-Cientificos-Creyentes-en-Dios.html
3 http://www.unav.es/nuestrotiempo/es/temas/la-evolucion-del-evolucionismo.
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