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Antonio Cruz
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Dios y la fe en la Ciencia

La labor de la ciencia no tiene por qué paralizarse porque se acepte la creencia en un Dios creador.

CONCIENCIA AUTOR Antonio Cruz 08 DE FEBRERO DE 2015 11:40 h
Microscopio.

¿Es el naturalismo el único método válido de hacer ciencia? El llamado “naturalismo metodológico” es un principio filosófico, asumido por la mayoría de los científicos del mundo, que afirma que los fenómenos de la naturaleza sólo pueden ser explicados por medio de causas materiales o naturales. Se trata de un principio razonable que ha permitido numerosísimos logros a la ciencia. Ejemplos de sus fabulosos resultados podemos verlos por doquier. En este sentido, los antiguos pueblos nórdicos tenían muchas leyendas para explicar el origen de las auroras boreales, esas bellas luces ondulantes que aparecen en el cielo nocturno. En Finlandia se decía que eran producidas por los zorros árticos cuando éstos rozaban con su cola las montañas, generando chispas que ascendían y se convertían en tales destellos brillantes. Los estonios, por su parte, pensaban que se debían a los chorros de agua expulsados por las ballenas. En Groenlandia aseguraban que, en realidad, eran las almas de los muertos las que provocaban semejante fenómeno en su ascenso al cielo.



Hoy sabemos, sin embargo, gracias a la física, que tanto las auroras boreales como las australes se deben al choque de electrones y protones procedentes del Sol contra la magnetosfera terrestre. Cuando el viento solar colisiona con las invisibles líneas de fuerza del campo magnético de la Tierra, desprende cierta energía que es la causante de estas especiales luces. Pues bien, lo mismo ha ocurrido con muchos otros fenómenos habituales en la naturaleza, como el arco iris, terremotos, erupciones volcánicas, metamorfosis de los insectos, fotosíntesis vegetal, fecundación de los seres vivos o la causa de tantas enfermedades. Las explicaciones de la ciencia, obtenidas mediante el naturalismo metodológico, han venido a sustituir satisfactoriamente los antiguos mitos y leyendas primitivas equivocadas.



Ahora bien, el problema principal de asumir siempre el naturalismo se origina cuando la ciencia intenta explicar, no los fenómenos concretos de la naturaleza con los que resulta posible experimentar, sino aquellas cuestiones que tienen que ver con el origen primigenio de toda la realidad. ¿Cómo llegaron a existir el universo, la vida, el hombre y la conciencia humana? Si se acepta este método naturalista a rajatabla, queda automáticamente prohibida la acción original de un agente personal inteligente. Si se asume como principio inherente a la ciencia que todo debe tener una causa material y natural, no queda espacio para la posibilidad de una mente sabia anterior a la existencia de la materia y que la hubiera diseñado inteligentemente. Desde luego, esto limita las deducciones de la ciencia y reduce sus conclusiones al ámbito de las causas puramente físicas o materiales.



A pesar de las múltiples evidencias de información sofisticada y planificación inteligente que muestran el cosmos y los seres vivos, ya desde los primeros momentos de su existencia, las “explicaciones” provenientes de la metodología naturalista se reducen a suponer que el universo surgió de una enigmática singularidad inicial; o que habría muchos universos que aparecieron espontáneamente como burbujas y el nuestro sólo sería uno más; o que el mundo evoluciona gracias a un misterioso principio general de auto-organización de la materia, todavía por descubrir; que la vida se originó (no se sabe cómo) a partir de la materia inorgánica y que, en fin, la conciencia humana, en contra de toda evidencia, es tan sólo el producto de la complejidad neuronal del cerebro. En otras palabras, que la naturaleza se habría creado a sí misma sin ninguna inteligencia previa que la diseñara. Y si hoy la teoría de la evolución es incapaz de explicar satisfactoriamente todas estas cuestiones, se nos pide que sigamos teniendo fe en el naturalismo metodológico, ya que éste algún día lo conseguirá. ¿Pueden considerarse acertadas tales explicaciones o son sólo el callejón sin salida al que conduce el naturalismo que domina la ciencia?



Lo primero que conviene reconocer es que el principio del naturalismo metodológico no es una teoría científica, ni una conclusión empírica, sino una norma filosófica impuesta desde afuera a la ciencia. Y aunque ha dado muy buenos resultados con los fenómenos naturales repetibles o experimentables, no puede aplicarse con éxito a los orígenes que sólo ocurrieron una vez. Tal como reconoció el astrofísico evolucionista, Carl F. Von Weizsäcker, en unas conferencias dadas en la Universidad de Glasgow, a principio de los años 60 del pasado siglo, en las que se pretendía homenajear al darwinismo: “No es por sus conclusiones, sino por su punto de partida metodológico por lo que la ciencia moderna excluye la creación directa. Nuestra metodología no sería honesta si negase este hecho. No poseemos pruebas positivas del origen inorgánico de la vida ni de la primitiva ascendencia del hombre, tal vez ni siquiera de la evolución misma, si queremos ser pedantes.”1 De manera que es la fe en el principio filosófico del naturalismo metodológico la que descarta, de entrada, cualquier posible origen sobrenatural de la vida y el universo.



Ante tal imposición de la filosofía naturalista que excluye a Dios de su creación, a veces se sugiere que si se admitiera la existencia de un agente sobrenatural capaz de crear seres a partir de la nada, ya no habría razón para que los científicos continuaran investigando. Desde luego, si Dios es capaz de crear un gen de la nada ya no tiene sentido demostrar cómo éste se habría podido formar paulatinamente por mutaciones al azar y selección natural. Sin embargo, ¿acaso prohíbe la realidad de un creador, continuar estudiando las estructuras y funciones de los seres vivos? ¿Por qué iban a paralizarse las miles de investigaciones en marcha que existen para intentar desvelar los secretos del ADN? ¿Qué impediría seguir describiendo genes humanos que al mutar provocan determinados tipos de cáncer y conseguir así curarlos? ¿No tendría sentido la tarea de descubrir antibióticos diferentes en los invertebrados marinos con el fin de tratar determinadas dolencias? La labor de la ciencia no tiene por qué paralizarse porque se acepte la creencia en un Dios creador. Lo que cambiaría sería la visión materialista, que afirma que la naturaleza se ha creado a sí misma, por la visión teísta que prefiere, en base a los datos observables, apostar por una inteligencia original que lo habría hecho todo.



Si el materialismo resulta ineficaz para dar cuenta del origen de la vida o del cosmos, ¿por qué no probar fortuna explorando la posibilidad de que la inteligencia que evidencian los seres materiales se deba no a un azar ciego sino a un agente personal que planificara el mundo? ¿Por qué debe estar prohibida esta otra línea de investigación? Si el origen de los sistemas biológicos no puede explicarse apelando a las leyes y propiedades que los caracterizan actualmente, ¿por qué no expandir los horizontes de la ciencia más allá de la pura materialidad causal? No es que la ciencia deba convertirse de repente en teología, pero tampoco parece lógico negar siempre a priori la posibilidad de la existencia de un Dios que ha creado, no dando palos de ciego como propone el darwinismo, sino con sabiduría y planificación previa. La creación inteligente no tiene por qué descartar transformaciones evolutivas posteriores en los seres vivos. Sin embargo, la suposición darwinista de que la evolución actúa generalmente desde lo simple a lo complejo cambiaría radicalmente, ya que sería sustituida por la idea de que al principio también había complejidad, sabiduría e información.



Este es el gran abismo que separa, por ejemplo, a los partidarios del Diseño inteligente de los demás defensores del evolucionismo, sean éstos materialistas ateos o teístas creyentes. Es el debate actual que se está produciendo en el mundo anglosajón, entre los miembros del Discovery Institute, que defienden el diseño inteligente del universo y los evolucionistas del BioLogos. En el fondo, las discrepancias principales entre ambas concepciones se deben más al principio filosófico del naturalismo metodológico que a cuestiones científicas concretas.



1 Von Weizsäcker, C. F., 1972, La importancia de la ciencia, Labor, Barcelona, p. 125.


 

 


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COMENTARIOS

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Disidente
10/02/2015
17:29 h
3
 
Con todo respeto, discrepo: Los cosmólogos están siempre suponiendo; Carl Sagan, Stephen Hawking y otros han supuesto y suponen muchas cosas. La ciencia neutral y aséptica no existe. Por lo demás, es un placer ver a dos hermanos investigadores dialogar y debatir con amor.
 
Respondiendo a Disidente

Antoine
12/02/2015
21:06 h
4
 
Donde esta el segundo investigador?
 
Respondiendo a Antoine

Antoine
09/02/2015
17:00 h
2
 
Articulo interesante. Solo una cosa respecto a la frase: "las “explicaciones” provenientes de la metodología naturalista se reducen a suponer que el universo surgió de una enigmática singularidad inicial". Los cosmologos no suponen nada, ya que bien saben que nuestra física solo nos permite rebobinar la película hasta el momento donde el universo es tan denso que las leyes que conocemos fracasan. Antes de este momento, nadie sabe lo que paso.
 
Respondiendo a Antoine

Josue
08/02/2015
20:57 h
1
 
Me gustan los artículos de Antonio Cruz , la Ciencia y la Religión pueden y deben coexistir. Que el Señor te bendiga por tu labor Antonio.
 



 
 
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