Nos enseñan a defendernos de las malas influencias que pueden pegarse a nosotros y dañarnos, pero ¿qué hay de nuestra responsabilidad en la amistad que tenemos?
La adolescencia y la juventud son épocas donde experimentamos muchas experiencias por primera vez, pero también empezamos a ver otras con nuevos ojos. Quizás son elementos que ya conocemos pero que aprendemos a gestionar. Aprendemos a escoger lo que comemos, a gestionar nuestra propia economía, a vestirnos la ropa que nos gusta o nos define y aprendemos a relacionarnos. No hablo de la capacidad para hacer amigos sino más bien a la capacidad de elegir buenas y sanas relaciones, saber escoger a nuestros amigos y quizás algo que se nos escapa, saber ser un buen amigo.
Porque la amistad acaba siendo la relación básica de la cual parte cualquier otro tipo de relación del ser humano. Si no sabemos ser buenos amigos, difícilmente sabremos ser buena pareja, o tener una buena relación dentro del matrimonio. Si no sabemos ser buenos amigos difícil será nuestra relación con nuestros futuros hijos adolescentes. Y es en la época de la adolescencia donde a base del aprendizaje crecemos hasta convertirnos en las personas que acabamos siendo.
Si poco común es escoger a nuestros amigos, menos común es que nos enseñen a ser buenos amigos. El mundo en que vivimos nos enseña a defendernos de las malas influencias de las “frutas podridas” que pueden pegarse a nosotros y dañarnos, pero ¿qué hay de nuestra responsabilidad en la amistad que tenemos?
Cultivar la amistad es una de las mayores experiencias de la vida nos ayuda a elegir las personas, a conocerlas, a aprender, a conversar, a saber apoyar en situaciones complicadas, a recibir apoyo.
Esto puede parecernos un tema menor, pero cuando vamos a la Biblia a buscar lo que ella tiene que decirnos acerca de la amistad la mayoría de los textos apelan a nuestra responsabilidad en ella, no al supuesto beneficio que debemos recibir, lo cual nos indica que en la amistad hay que trabajar más que esperar frutos.
“El amigo ama en todo momento; en tiempos de angustia es como un hermano.” (Prv. 17:17)
Ante todo hay una característica que se impone, el amor. El amor es la cualidad básica sin la cual no podemos ejercer otras en nuestra amistad. Un amor que se manifiesta en los momentos de angustia, hasta el punto que hacer crecer la relación hasta convertirla en casi un vínculo de sangre.
Amar es un sacrificio, es renunciar a centrarse en uno mismo para centrarse en otro y no habrá amistad sin amor. Es fácil amar en la calma cuando todo está bien y no hay problemas, pero nuestros amigos son seres humanos, tienen tormentas y problemas y es en ese momento donde si queremos ser buenos amigos tendremos que dar el paso de convertirnos en hermanos, personas que ante cualquier circunstancia están unidas por un vínculo indisoluble.
Jn. 13:1 Jesús se acerca a la cruz y ante este tiempo de angustia que se acerca toma una resolución “amar a los suyos hasta el fin” Jesús decide amar a los suyos hasta la última consecuencia. Decide amar a un grupo de personas donde sabía que había uno que le traicionaría y donde los otros 11 huirían en momento que Él más lo necesitara.
“El justo sabe guiar a su prójimo; el impío le hace perder el camino.” (Prv. 12:26)
Proverbios también nos habla de las influencias. En muchas ocasiones son nuestros propios padres quienes nos aconsejan sobre la influencia que recibimos de los rodean. Pero llegado el momento también debemos plantearnos ¿Qué tipo de influencia soy yo para los demás? ¿Qué aporto en sus vidas?. Si queremos ser buenos amigos necesitamos influenciar de manera positiva en la vida de los que nos rodean.
La influencia es algo que destaca mucho más en negro que el blanco. La historia está llena de personas que con su influencia arrastraron a otros al abismos. La propia Biblia nos enseña la importancia de la influencia (Nm. 13) cuando los 12 espías regresaron de inspeccionar la tierra prometida por Dios Caleb anima al pueblo a reclamar la promesa de Dios de echar a todos los pueblos cananitas de la tierra prometida, pero 10 hombres de los que subieron con él “hablaron mal entre los hijos de Israel, de la tierra que habían reconocido” el resultado de estos comentarios fue la muerte en el desierto de toda la generación que había salido de Egipto.
Nuestra influencia en la vida de los que nos rodean pueden marcar la diferencia en sus decisiones, las decisiones marcarán la diferencia en su vida.
“El que perdona el pecado, busca afecto; el que lo divulga, aleja al amigo.” (Prv. 17:9)
Son incontables las amistades rotas que dividen a amigos para siempre, sobre todo en la época de la adolescencia donde todo los que nos pasa se vive de una manera más emocional, parece que las amistades, amores y odio son para siempre. Pero por muy profunda que sea la herida el perdón acaba convirtiéndose en la única vía para la cura.
(Gn.32) Jacob huye de su suegro Labán y decide irse a la tierra de su hermano Esaú. El problemas es que la última vez que se habían visto Jacob había engañado a su padre para robarle la primogenitura a Esaú y éste había prometido matarlo en cuanto su padre muriera.
Han pasado los años y Jacob se ve en la necesidad de encontrarse con su hermano, pero como es lógico tiene miedo de la reacción de Esaú. Para apaciguarlo idea un plan, manda a siervos delante de él con regalos para su hermano y así piensa que cuando él llegue de último su humor sería otro.
Llega el momento de la verdad y Esaú y Jacob están cara a cara y la reacción no es la que Jacob esperaba Gn. 33:4 “Pero Esaú corrió a su encuentro y le abrazó, y se echó sobre su cuello, y le besó; y lloraron”. El perdón restaura la relación de dos hermanos que se odiaron hasta la muerte.
La amistad es una responsabilidad, requerirá trabajo y esfuerzo, amar en momentos difíciles y perdonar a personas que nos han herido muy hondo. Pero sólo así llegaremos a ser personas que influencian en aquellos que le rodean y son capaces de bendecir a otros a través de la amistad.
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