Agotada ya la ineficaz indulgencia anual de dispendio, algarabía y relajo nos enfrentamos con la inocultable verdad: hambre, injusticia y violencia siguen creciendo sin parar.
Acabaron las cinco semanas de intenso jaleo en las que muchos quedaron hartos y los menos siguen contabilizando sus perseguidas y ansiadas ganancias.
No escasearán estómagos apenas mantenidos por sales digestivas, ni billeteras exangües de euros. La dura cuesta para llegar a finales de enero es la factura a pagar por el desenfreno consumista. Es lo que logramos al mezclar la celebración del nacimiento de Jesús, el Cristo de Dios, con los rituales del paganismo sincretista Romano1.
Peor aún: repetir la tradición hecha historia empeora el sustrato del inconsciente colectivo. Se lo desmienta, relativice o defienda este círculo vicioso que creamos es la realidad que vivimos.
No todos comprenden el por qué de estas fiestas, como ya describieron escritores incluso seculares. Allen Ginsberg2 veía más que el toque religioso u orgiástico: las definía como adoración lisa y llana de Moloc3 (dios del consumismo). Aún hoy el que no consume no existe (ni siquiera en selfies).
Retomando ahora el hilo de esta serie sobre las bienaventuranzas del Sermón del Monte, nos enfocaremos en la cuarta de ellas, tal como declaraba Jesús:
“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.”4
Lo primero que podemos – y debemos – notar es que el Maestro de Galilea está hablando a gente que – en su gran mayoría – es de clase pobre. Les habla a miles de seres humanos que piensan todo el tiempo qué habrán de comer y beber 5; como ocurre cada vez más en muchos sitios del planeta.
Ser pobre en la cultura judía era – y lo sigue siendo en el día de hoy – resultado de haber caído en desgracia, de estar lejos del favor divino. No es extraño que se piense – sin necesariamente ser judío – que el problema con los pobres es que algo no funciona bien en ellos.
Esa actitud de negar la pobreza es la madre de muchas injusticias. Sus ejecutores son seres que, creyéndose ricos, son más desdichados que los pobres porque el amor en ellos ya está congelado6. En nuestra sociedad conductista dominada por un puñado de ambiciosos sin límites el amor al prójimo ha sido sustituido por el amor al poder (hermano dilecto del amor al dinero).
Jesús no se equivocó con los pobres; tampoco se equivocó con los que lloran, ni con los mansos. Al contrario, a cada uno de ellos el Hijo de Dios le asegura una bienaventurada recompensa7.
HAMBRIENTOS Y SEDIENTOS
El recordado predicador y escritor Martyn Lloyd Jones8 decía sobre la cuarta bienaventuranza:
“Si todos los habitantes de este mundo supieran qué es tener ‘hambre y sed de justicia’, no habría peligros de guerras. Ahí tenemos el único camino para la verdadera paz. Todas las demás consideraciones, a fin de cuentas, no van a la raíz del problema, y todas las acusaciones que se hacen sin cesar a países, pueblos o personas no tendrán ni el más mínimo efecto en la situación internacional. Así pues, a menudo perdemos el tiempo y se lo hacemos perder a Dios con hablar de nuestros pensamientos y sentimientos en lugar de estudiar su Palabra.”
Para quienes venimos trabajando por relaciones pacíficas entre los humanos y el mejoramiento del medio ambiente, esta bienaventuranza es la clave del éxito. El mencionado autor explicaba:
“Si todas las naciones estuvieran compuestas de cristianos con ‘hambre y sed de justicia’ no habría por qué temer guerras atómicas ni ninguna otra amenaza. El evangelio, que parece tan lejano e indirecto en enfoque, es en realidad el camino más directo para resolver el problema.”
Sin embargo, es común que un cristiano, una iglesia cristiana, se contente con emitir vagas e inútiles declaraciones acerca de la guerra y la paz en vez de predicar el evangelio en toda su sencillez y pureza. Eso ocurre porque ni uno ni otra comprende aun qué significa la justicia.
Para Jones la cuarta bienaventuranza “se sigue lógicamente de las precedentes; es una afirmación a la que conducen todas las otras.” La define como “conclusión lógica” de las tres primeras. Para él, esta es la “prueba mejor que se pueda aplicar a uno mismo en todo este asunto de la profesión cristiana.” Sin dudarlo, la considera una “de las afirmaciones más benditas de toda la Escritura” y quienes así la interpreten pueden tener “la seguridad de que son cristianos”.
Mientras las tres primeras describen qué y cómo somos, esta nos hace cambiar el enfoque egocéntrico poniéndolo fuera de nuestro ‘yo’.
“Al contemplarnos, hemos visto el pecado que hay en nosotros y que desfigura la creación perfecta del hombre por parte de Dios (…) ese confiar en sí mismo que lleva a todas nuestras miserias y que es la causa final de las guerras, tanto entre individuos como entre naciones, ese egoísmo que gira alrededor de sí (…), esa cosa horrible que es la causa final de la infelicidad” – afirma Jones.
Si pudiésemos abstraernos de la festiva carnalidad que nos rodeó durante el último mes, veremos que este versículo es una notable descripción del evangelio cristiano y de todo lo que recibimos de él. Jones lo describe así: “es la carta magna del alma que busca, la declaración maravillosa del evangelio cristiano para todos los que se sienten infelices por el estado espiritual en el que se ven, y que anhelan un orden y nivel de vida que todavía no han podido disfrutar nunca.”
Lo más relevante del texto es que incluye una doctrina fundamental del evangelio: que somos salvos por gracia, y que nuestra salvación es el don gratuito de Dios.
¿FELICIDAD O JUSTICIA?
Volver a la realidad es darse cuenta del estado actual del mundo en que vivimos. El mundo arroja todo por la ventana para festejar tradiciones que no entienden y desear ‘felicidad’ a todos los que encuentran en su camino. Es una forma de alardear de aquello que se carece. Casi todas las acciones de los humanos apuntan a obtener felicidad a cambio. Sin embargo, lo trágico es su incapacidad para lograrla.
Para saber de qué ‘justicia’ habla Jesús, los cristianos debemos abandonar el hambre y sed de felicidad y de bienaventuranza, siguiendo la corriente mundana. Estudiando la Biblia conocemos que no hemos de buscarlas como objetivos directos; que ellas resultan de nuestra búsqueda de prioridades correctas.
Lo hemos dicho varias veces: muchos que están dentro de la iglesia, siendo o no parte de ella, comparten la misma tragedia de los que están fuera de la Iglesia. Es una sinergia negativa que conduce a la búsqueda de la felicidad. Se planifica, trabaja y descansa con la obsesión de obtener placer o satisfacción de todo ello. Lo malo es que cuando parece que ya la alcanzásemos esa felicidad se nos escapa; y vuelta a comenzar. Esto pasa por anteponer la felicidad a la justicia.
La enseñanza bíblica es que quien busca “primeramente el reino de Dios y su justicia (…) todas estas cosas” le “serán añadidas”9.
El doctor Jones era médico. Sabía bien del sufrimiento humano y de muchas de sus causas. Bien decía él que el mayor deseo de un enfermo es dejar de tener dolor. Mientras busca alivio, el médico no. Si ambos coincidiesen él sería un mal médico, pondría en peligro la vida de su paciente, ya que el dolor es el síntoma natural que está avisando la presencia de una enfermedad. El principal deber del médico “es descubrir la causa del dolor y tratarla”. Si al enfermo no se lo trata, pero se le calma el dolor, se sentirá bien por un tiempo pero el problema lo seguirá teniendo dentro y es posible que empeore.
¿Qué es lo que causa dolor, desgracia e infelicidad? El haber buscado la felicidad y no la justicia.
Hay gente que va a los lugares de culto buscando algo que nunca encuentra. Son los que no se pierden reuniones, convenciones, seminarios, eventos solidarios y muchas otras actividades programadas con muy buenas intenciones. Son apreciados por esa fidelidad ejemplar al programa eclesial con el que esperan ser felices. Pero ellos ven que hay otros que son felices y desean lo mismo. Insisten yendo con intención de conseguirlo, pero sin éxito. Como explica M. L. Jones:
“No es sorprendente que así suceda. No estamos hechos para tener hambre y sed de experiencias; no estamos hechos para tener hambre y sed de bienaventuranza. Si queremos ser verdaderamente felices y bienaventurados, debemos tener hambre y sed de justicia. No debemos colocar la bienaventuranza y felicidad en primer lugar. No, esto lo da Dios a los que buscan la justicia. ¡Oh, la tragedia es que no seguimos la enseñanza e instrucción sencillas de la Palabra de Dios, sino que siempre ansiamos y buscamos esa experiencia que esperamos tener! Las experiencias son el don de Dios; lo que ustedes y yo debemos ansiar y buscar es la justicia; de esto debemos tener hambre y sed.”
La justicia de la que habla Jesús es mucho más que lo que entendemos de ella a nivel secular, e.g.:
La justicia moral. Es la que viene de los filósofos clásicos. Todo va bien si los demás hacen lo que deseamos. Hay una moralidad personal: la de ‘yo no le deseo el mal a nadie’, que no es la misma de ‘hacer el bien sin mirar a quién’. Y a nivel social nunca faltan los moralistas de moda según la época. Elocuentes, viven dando conferencias, escribiendo libros, firmando autógrafos.
La justicia política. Es la que se ajusta a ciertos cánones que van variando según el partido que gobierna. A nivel nacional, son los que están ahora y explican que son más justos que los que estaban antes. A nivel internacional, se defienden los acuerdos, los tratados, la palabra empeñada, la honestidad en las relaciones recíprocas y la diplomacia.
La justicia social. Es la que, a falta de respuestas de los gobernantes, promueven organizaciones no gubernamentales, activistas sociales y grupos religiosos. Sus objetivos son: la no violencia, el diálogo, la defensa de los derechos humanos y civiles, la protección de los débiles, la alimentación de los hambrientos, la educación para el trabajo y la capacitación para resolver problemas que afectan su vida doméstica.
Tengamos cuidado: Nadie en su sano juicio objetaría algo de lo que se hace a favor de la justicia en los niveles mencionados, si todo ello fuese hecho sin hipocresía y con la mira en el bien común.
Pasa – convengamos - que no todos los que abogan esas formas de justicia lo hacen para elevar el nivel de vida de los demás. Hay muchos aprovechados que lucran con un doble estándar.
Jesús no se detuvo en esos niveles en los que se magnifica la respetabilidad o moralidad general, fue más profundo en el empleo del término ‘justicia’10. El apóstol Pablo declara que 'la justicia de Dios se revela por fe y para fe.'11 Él asocia justicia con justificación gracias a que Cristo pagó nuestra deuda para con Dios. Por eso advierte: “todo lo que no proviene de fe es pecado.” 12 En esta bienaventuranza, Jesús habla de una justicia que incluye tanto la justificación como la santificación. La persona que refiere Jesús es la que se sabe pobre, llora por su estado, se humilla y mansamente declara tener hambre y sed de esa justicia que le puede liberar del pecado de manera total y completa, tanto íntimamente como en su relación con los demás.
La Biblia enseña que el pecado nos separa de Dios, que el mundo es un sistema agresivamente pecaminoso que nos empuja a sublevarnos contra Dios. No hay un solo hombre, una sola mujer, que sea la excepción a la regla: “No hay justo, ni aún uno”13. Por más que intente ser feliz no alcanzará la felicidad; porque no da la talla requerida por Dios en cuanto a justicia y santidad.
Tener hambre y sed de justicia es anhelar la restauración de la relación original de justicia ante Dios como tenían nuestros primeros padres. Moraban en Su presencia y andaban con Él; esta es la relación que anhela quien siente hambre y sed de justicia.
Jones lo resume así:
“Tener hambre y sed de justicia es desear verse libre del ‘yo’ en todas sus horribles manifestaciones, en todas sus formas. Cuando contemplamos al hombre manso, vimos que lo que realmente significa es verse libre del 'yo’ en todas sus formas —preocupación por sí mismo, orgullo, vanidad, autoprotección, sensibilidad, siempre imaginando que la gente va contra uno, deseo de protegerse y glorificarse. Esto es lo que conduce a conflictos entre individuos y entre naciones. Ahora bien, el que tiene hambre y sed de justicia es el que anhela verse libre de todo eso; desea emanciparse de la preocupación de sí mismo, en todas sus formas.”
En nuestra próxima veremos cómo son saciados los que tienen hambre y sed de justicia. Será hasta entonces, si el Señor lo permite.
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Notas
Ilustración. Grafiti urbano que ironiza con la musicalidad de la tradicional frase inglesa (Merry Christmas and a Happy New Year), que al cambiar ‘crisis’ por Christmas y ‘fear’ por Year, termina deseando: Alegre Crisis y Feliz Temor Nuevo.
01. Es necesario recordar que la religión impuesta por el Imperio Romano a todos sus súbditos –comenzando por los de Roma- era la que resultaba de incorporar lo más relevante de los rituales religiosos de los reinos que conquistaba al culto de adoración al César (dios Sol). Todo ello, más tradiciones, sacerdocio y lustre, fue incorporado en la ‘iglesia’ imperial.
02. Irwin Allen Ginsberg (1926 -1997) escritor y activista norteamericano, de origen judío. Destacó como poeta de la ‘Generación Beat’ (década de 1950). En ‘Aullido’ denunció al militarismo y a la economía materialista de EE.UU. como las dos fuerzas impulsadas por un capitalismo salvaje sostenido siempre por mayorías civiles y políticas adictas.
03. Moloc se menciona once veces en la Biblia como un dios que consumía sacrificios quemados, incluso de humanos. Israel cayó en ese paganismo. De las diez citas del AT citaremos la valiente decisión del piadoso rey Josías poniendo fin a la idolatría israelita destruyendo todos los altares paganos (2ª Reyes 23:1-25). La única del NT es el mensaje de Esteban que enardeció a los fariseos y doctores de la ley hasta darle muerte, convirtiéndole en el primer mártir cristiano (Hechos 7:43).
Esteban, junto con Moloc, citó a Renfán, la diosa cuya estrella fue adoptada equívocamente por el Estado de Israel como ‘estrella de David’ para su bandera nacional. Las pruebas documentales del origen pagano de esa estrella son demoledoras.
04. Mateo 5:6.
05. Ibíd. 6:25, 31; 15:32; Marcos 8:1,2; Lucas 12:22,29.
06. Ibíd. 24:12.
07. Ibíd. 5:3-5.
08. Dr. Martyn Lloyd Jones (1899-1981).Médico, predicador y escritor británico, recordado por pastorear la famosa Westminster Chapel de Londres. Todas las citas se han tomado de El Sermón del Monte; Capítulo VII, ‘Justicia y Bienaventuranza’, (negritas de quien escribe esta nota). Link: http://www.iglesiareformada.com/LloydJones_SDM_1.html
09. Mateo 6:33.
10. Ibíd. 5:20; 6:1; Jesús habla de una justicia que es mayor que la que ostentan los religiosos y no les sirve de nada.
11. Romanos 1:17; compárese con 3:22.
12. Ibíd. 14:23.
13. Ibíd. 3:10.
Nota del autor: terminando de escribir esta nota el mundo era sacudido por la matanza perpetrada en París por un grupo de extremistas fundamentalistas; noticia que nos trae brutalmente ‘De vuelta a la diaria realidad’, como decíamos en el título.
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