Un hombre en paz consigo mismo no necesita hablar de la alegría, porque le saldrá en todas sus palabras.
Llegó una vez un Pastor a una Iglesia que necesitaba cambios y comenzó a predicar con vehemencia, enseñar con convicción en la Escuela Dominical, y proclamar con pasión en cuantas reuniones tenía, que era necesario un cambio en la marcha de la Comunidad y del mundo. El predicador predicaba, proclamaba, y la amplia concurrencia acudía a escuchar sus mensajes, aunque más por la curiosidad de la novedad que por interés. El predicador seguía poniendo toda su alma en sus mensajes, solicitando el cambio de los hábitos y tradiciones. Pero según pasaban los días, eran cada vez menos los que arropaban al predicador y ninguna persona estaba dispuesta a cambiar de vida. Pero el Pastor no se desalentaba y seguía enseñando y predicando, hasta que poco a poco se quedó casi solo. De los que quedaron, uno se le acercó y le preguntó ¿por qué sigue predicando?, ¿no ve que nadie está dispuesto a cambiar?. “Sigo predicando –dijo el Pastor porque si me callara, ellos me habrían cambiado a mí”.
Creo “Desde el Corazón” que no será difícil entender la moraleja de esta fabulilla. Debemos trabajar, no simplemente para esperar fruto, sino ante todo, porque es nuestro deber, porque creemos lo que estamos diciendo. Como es lógico el que proclama una idea lo hace para que esa idea penetre en sus oyentes; como el que este “aprendiz de escribidor” lo hace para ser leído; pero el que abandona porque sus pensamientos no son oídos, leídos o seguidos, es que no tiene suficiente fe en lo que piensa y en lo que hace. La utilidad, el puro fruto no puede ser el único baremo de nuestras acciones. Y sobre todo, si esos frutos se esperan de inmediato, uno se expone al desaliento.
Cambiar a las personas, es cosa muy difícil. Prácticamente imposible, y en muchos casos el sembrador no llega a ver el fruto de su siembra, porque en el mundo son rápidos los cambios de las modas, de lo accidental, pero lentos los cambios del corazón, de madurez y la paz del alma.
Pero sé “Desde el Corazón” que esto no encadena ni al verdadero predicador ni al auténtico trabajador. Porque no se es genuino ni verdadero si no se tiene perseverancia, constancia y fidelidad.
Cuando yo era más joven pedía a Dios que “me ayudase a cambiar el mundo” y mientras crecía, apreciaba que poco impacto de cambios producían mis esfuerzos. Así que cambié mi oración, y pedía: “Señor, dame la gracia de transformar a los que están en relación conmigo”. Ahora, que tengo más juventud acumulada, empiezo a entender que no estaba del todo acertado. Y mi oración en estos tiempos es: “Señor, dame gracia para cambiarme a mí mismo” y pienso que si hubiera empezado así, quizás hubiera tenido mejor influencia en otros.
Porque en este mundo hay demasiados reformadores y contextualizadores al gusto del momento, que no han empezado a reformarse a sí mismos. ¿Cómo hablar de paz si no se respira paz? ¿Cómo hablar de libertad si no se es espiritualmente libre? ¿Cómo predicar la Verdad si ni siquiera la aceptamos tal cual es? ¿Cómo predicar el amor si no se ama? ¿Qué sentido tiene exigir justicia cuando quien la proclama no la vive? ¿Cómo esperar el respeto de los hijos si no se les respeta? ¿Cómo exigir a los padres cuando no se es exigente consigo mismo?
“Desde el Corazón” me temo que muchas de nuestras peticiones de cambio del mundo no sean sino coartadas para esquivar nuestro fracaso a la hora de cambiar nosotros y en un alto porcentaje de nuestras acusaciones de injusticia que hacemos a los demás no sean más que un autoengaño para mirarnos en el espejo de nuestra propia inhonestidad.
“Desde el Corazón” pienso que el mejor método y más eficaz para que cambiemos a los que nos rodean es conseguir que nuestro cambio irradie. Un hombre en paz consigo mismo no necesita hablar de la alegría, porque le saldrá en todas sus palabras. Un ser humano con verdadera fe en sus ideas las predicará casi sin abrir los labios, simplemente viviendo.
Naturalmente está bien el preocuparse por la marcha del mundo. Obligatorio denunciar ese dios Alá que tiene gentuza, alimañas adornadas con kalanishkovs como las del último 7 de Enero y todos los ídolos de este mundo. Siempre que no sea un ÁLIBI para dispensarnos de cultivar nuestro propio jardín. Porque el día que nuestro jardín mejore, nosotros mejoremos, ya habremos empezado a mejorar el mundo.
* Álibi= excusa, coartada, disculpa.
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