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Vida en comunidad

No existe verdadera autoridad espiritual - decía Bonhoeffer - sino en el servicio de escuchar, ayudar, soportar a los otros y anunciarles la palabra de Dios.

MUY PERSONAL AUTOR Jacqueline Alencar 04 DE ENERO DE 2015 09:50 h
Vida en comunidad bonhoeffer

Este texto lo escribí el año 2010, mientras estaba leyendo el libro Vida en Comunidad de Dietrich Bonhoeffer (Teólogo y Pastor de la Iglesia confesante de Alemania [1906-1945]). No obstante, a pesar de que han pasado varios años, lo puedo sacar del cajón, otra vez, pues el tema surgido de esta lectura supongo que siempre está vigente.



Volviendo a Bonhoeffer, y a las páginas de su libro Vida en comunidad, me lleva a resaltar el capítulo que lleva por título: El servicio, y que es impactante. Pero me asombré cuando al leer el primer apartado del mismo, que habla de las tareas de la comunidad, cita Lucas 9.46, que dice: "Entonces comenzaron a discutir sobre quién sería el mayor de ellos". Y dice el autor que sabemos quién propaga este pensamiento en la comunidad, pero que no reflexionamos en que ninguna comunidad cristiana puede formarse sin que ese pensamiento surja como semilla de división. No podemos los hombres dejar de buscar posiciones estratégicas frente a los demás teniendo para ello que condenar, juzgar, imponer... Pero lo que dice a continuación me sorprende aún más; y es que para combatir nuestros malos pensamientos debemos hacerlos enmudecer, o sea, frenar nuestra lengua.



Sí, la lengua, ese músculo pequeño que puede causar verdaderos incendios. Y así entra Bonhoeffer a mencionar una regla prioritaria en la vida de la comunidad: "Nadie se permita pronunciar palabra secreta sobre otro", y en este caso no está refiriéndose a exhortar con espíritu de mansedumbre, ni siquiera para ayudar, con buena intención, aparentemente... Legítimamente. Pues no. Ya que en base a esa falsa legitimidad "es por donde se infiltra en nosotros el espíritu de odio y de maldad". "Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley, pero si tú juzgas a la ley, no eres cumplidor de la ley, sino juez. Uno solo es dador de la ley, que puede salvar o perder; pero tú, ¿quién eres para juzgar a otro?" (Sant. 4:11-12).



Resalto lo que dice de mi prójimo, el que tengo constantemente a mi lado: que Dios le ha creado a imagen de su Hijo. No lo ha creado como a mí me hubiera gustado, ni tampoco para que yo ejerza dominio sobre él privándole de libertad, sino para que a través de él pueda ver a Dios. Y todas estas pautas deben ser suficientes para que las diferencias entre los miembros de la comunidad ya no sean motivo de discusión, de condenación, de murmuración... Porque cada miembro tendrá asignado un lugar donde pueda servir mejor a los demás. Recalca Bonhoeffer que "una comunidad que permite la existencia de miembros que no se aprovechan está labrando su ruina". Nadie debe sentirse inútil.



"En la comunidad cristiana todo depende de que cada uno llegue a ser un eslabón insustituible de la misma cadena: solo cuando hasta el eslabón más pequeño está bien soldado, la cadena es irrompible".



Y más. ¿Más? Que "no es la autojustificación lo que debe prevalecer en la comunidad, sino la justificación por la gracia, que es lo que nos llevará al servicio mutuo". "Unánimes entre vosotros, no seáis altivos, sino acomodaos a los humildes" (Rom. 12:16). Tener buena opinión de los demás, no buscar nada para mí mismo... Considerar más importante y más urgente la voluntad de mi prójimo que la mía... tenerme por el más grande pecador. Mi pecado deberá ser necesariamente el mayor, el más grave. Pues dice que ¿cómo podríamos servir al hermano si su pecado me parece más grande que el mío? No habré progresado hasta que no me crea inferior a los demás... !Ay! Si me hago una radiografía creo que me asustaré.



Me ha llamado especialmente la atención la afirmación de Bonhoeffer que, ante la pregunta sobre el verdadero servicio a la comunidad, tendemos a contestar que es el ministerio de la palabra. Y que está de acuerdo que es único y que los demás le están subordinados. Pero insiste que es una insensatez abusar de la palabra y olvidarse de otros aspectos.



Y es ahí donde dice que el primer servicio "que uno debe a otro dentro de la comunidad consiste en escucharlo. Así como el comienzo de nuestro amor por Dios consiste en escuchar su Palabra, así también el comienzo del amor al prójimo consiste en escucharlo". Dios me escucha, entonces yo debo hacer lo mismo. Nos interpela diciendo que los cristianos muchas veces no escuchamos cuando alguien nos busca para ello. Considerar mi tiempo muy valioso como para perderlo escuchando con paciencia y amor es algo que nos puede pasar. Recapitulo, miro hacia atrás y veo que a veces, en el corre-corre diario, la concentración en mis propios problemas y proyectos pueden hacerme pasar de largo ante el S.O.S que me lanza mi prójimo, ese que amo como a mí misma. Y pregunto: ¿Cómo puedo perder tiempo precioso peleando, luchando contra él, o condenándolo sin posibilidad de defensa y no le atiendo cuando clama ante mí? Debemos escuchar con los oídos de Dios.



El segundo servicio que propone es el de ayudarnos diariamente. Dice que "debemos estar siempre dispuestos a aceptar que Dios venga a interrumpirnos". Ser humildes. Otra vez la humildad. No dejemos de atender al que nos llama pidiendo ayuda. Es Dios...



El tercer servicio es soportar a los otros. "Sobrellevad los unos las cargas de los otros y cumpliréis así la ley de Cristo" (Gá. 6:2). La vida de un cristiano es una vida bajo la cruz; y la comunidad estará bajo la cruz también. Y llevaremos las cargas los unos de los otros. Tendremos que soportar la libertad del otro, pues no podemos hacerlo a imagen nuestra; eso le corresponde a Dios. Y eso cuesta, y cómo.



Soportar al otro con todo su bagaje de fortalezas y debilidades. Cada uno tiene características que lo harán diferente, y eso también es una carga que debemos soportar recíprocamente. La comunidad es un abanico de posibilidades. Nos entrena. Y eso es bueno.



Dice que aquel que soporta a otros sabe que los demás le soportan a él y eso le da fuerzas para hacerlo una y otra vez. Tarea nada fácil pues muchas veces los de la comunidad nos lanzamos a un sistema de corrección según nuestras apetencias, tanto que ahuyentamos en vez de atraer. ¿No será que la intención a veces es la de quedarnos solo los buenos?



Por ello a modo de conclusión, destaca que "cuando estas tres tareas del servicio cristiano, escuchar, ayudar y soportar a los hermanos, son cumplidas fielmente, se hace posible cumplir igualmente la última y más importante: el servicio de la palabra de Dios".



También nos dice que la palabra recibida no debemos guardarla sino anunciarla a los demás, a los que la necesitan, para que también sean salvos; sean rescatados de perdición. Y habla de los temores que podemos tener a la hora de hablar, incluso por no coartar la libertad del otro, del hermano. Pero que no debemos olvidarnos que éste, por más importante que sea, es un hombre como nosotros, un pecador necesitado de la palabra de Dios. Pero claro, solo cuando nosotros mismos hemos aprendido a escuchar y aceptar con humildad reproches y amonestaciones es que vamos a poder hacer lo mismo.



Este recordatorio nos ayuda a pensar con firmeza que Dios nos utiliza para hablar a otros, pero también a no olvidar que la ayuda y redención solo pueden venir de Dios y su palabra.



Y sobre la autoridad en la comunidad dice: "No existe verdadera autoridad espiritual sino en el servicio de escuchar, ayudar, soportar a los otros y anunciarles la palabra de Dios". No debe existir el culto a la personalidad, a las figuras... Toda autoridad reside en el servicio. "Porque la verdadera autoridad sabe que no puede subsistir más que estando al servicio del único que la posee. Se sabe unida totalmente a la palabra de Jesús: 'Uno solo es vuestro maestro, Cristo, y todos vosotros sois hermanos" (Mt 23.8).



Dice Bonhoeffer que "la comunidad no necesita de personalidades brillantes sino de fieles servidores de Jesucristo y de sus hermanos: y no está falta de los primeros, sino de los segundos. Por lo tanto ella no entregará su confianza más que aquel que quiere ser un simple servidor de la palabra de Jesús, pues sabe así que no será guiada por sabiduría y vanidad humanas, sino por la palabra del buen pastor".



Hago mi propio inventario de estos cuatro elementos, ordeno, cambio de orden; no, me digo, mis recursos no son suficientes; debo echar mano de los recursos de mi Dios.



Oh, Señor, miro a mi alrededor y busco... Y al fondo tus alas, inmensas, cálidas, atrayéndome en un abrazo apretado, insustituible; transmitiéndome tu poder y fuerza para resistir en este aquí que no es el mío. Anhelo oír Su voz camino de Emaús. Sentir Sus pasos recorriendo Galilea en búsqueda de lo perdido. Oír: Mujer, ¿por qué lloras?



Continuaré cargando Su yugo y aprendiendo de Él. ¿Acaso me queda otra alternativa?



Me quedo con la piedad cristiana insobornable de Dietrich Bonhoeffer.



Y con Tu ayuda, porque la tarea de llevar a la práctica Tus mandatos no es fácil ni la podemos tomar a la ligera.



Contigo, hoy puedo abrir mi armario para revestirme de amor, gozo, paciencia, bondad... y así poder ayudar, escuchar, soportar y anunciar tu palabra en comunidad o fuera de ella. Amén.


 

 


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